EL MAESTRO CANTERO DE GUERGUITIÁIN
Texto y fotos: Fernando Hualde
En el siglo XII
trabajó en Navarra el maestro cantero Petrus, cuya pista por nueve localidades
navarras ha seguido Simeón Hidalgo, reflejando ahora este trabajo en un libro.
No es la primera vez que en esta sección abordamos
la historia y el patrimonio arquitectónico que hay detrás de la iglesia de San
Martín, en Guerguitiáin, una iglesia que afortunadamente acaba de ser
restaurada y, en mi opinión, creo además que ha sido muy bien restaurada, con
muy buen gusto, y sobre todo cuidando pequeños detalles que hacen que hoy se
parezca más a lo que siglos atrás fue cuando se construyó.
Ya hemos dicho en esas otras ocasiones que, además
del arte que encierra este edificio románico, una de sus grandes
particularidades, que lo revaloriza aún más, es que en uno de sus capiteles
luce la firma del maestro cantero que hizo aquello: “Petrus me fecit”. Otra
particularidad es que algunos canteros, pontífices (los que hacían puentes), y
arquitectos de aquella época estaban unidos en una especie de sindicato
clandestino, como si fuese una sociedad secreta, le llamaban entonces
“hermandad”, cuyo símbolo era la pata de oca, que en este caso concreto se nos
muestra con claridad en la misma portalada de la iglesia, en la basa de las
columnas interiores. Algo tiene esta iglesia para que Petrus dejase en ella su
firma, algo no muy habitual, aunque sin salir de Navarra encontramos algún otro
ejemplo, como es el caso del maestro Leodegarius en Sangüesa, Sancius en Leire,
Ioan en Estella, y Raimundus en Fitero.
¿Quién fue Petrus?
Todo esto viene a cuento de que recientemente ha
salido un libro, muy bueno, que lleva por título “La ruta del maestro Petrus de
Guerguitiáin”, obra de Simeón Hidalgo Valencia, gran conocedor del tema, y todo
un activista en la labor de recuperación, defensa y difusión del patrimonio
arquitectónico existente en torno a la peña de Izaga. Este libro profundiza en
la obra de este cantero, del simbolismo que hay encerrado en ella, y a todo
ello le añade un seguimiento de su obra por toda Navarra.
¿Quién fue realmente Petrus?, pues seguramente es
algo que nunca sabremos, ni si era alto o bajo, joven o anciano, rubio o
moreno… podríamos decir que tan sólo conocemos su letra. Sí que podemos decir
que en el último cuarto del siglo XII apareció este hombre en el lugar de
Guerguitiáin y construyó esa iglesia. No sabemos si era originario de allí
mismo, de algún pueblo cercano, o de algún otro paraje mucho más lejano;
tampoco sabemos dónde aprendió el oficio, ni qué gente era la que habitaba
aquél lugar. Lo que sí sabemos es que por el motivo que sea quiso que su obra
quedase firmada. “Desde el punto de vista
psicológico es uno de los maestros canteros que más ha buscado que quien
contemplara su obra se percatara de su nombre haciendo de él el motivo central
enmarcándolo por sendos tallos de zarcillos o pámpanos de vid”, indica
Simeón Hidalgo en su trabajo. Seguramente habrá quien piense que Leodegarius,
en su portada de Santa María de Sangüesa, aún fue más descarado, dejando su
firma en la mismísima portada y con un dedo que la señala. Una comparación
entre ambos nos lleva a pensar que Petrus fue algo más discreto colocando su
firma en el interior del templo, a varios metros de altura, aunque muy bien
iluminada, y de casi obligada visión para quien está en el coro.
Su estilo
Hemos dicho que su firma la dejó enmarcada por
sendos motivos vegetales, dos zarcillos de la vid, que asemejan en su forman al
báculo de un obispo o de un abad, o al bordón de un peregrino jacobeo. No deja
de ser una hipótesis, pero hay que reconocer que una hipótesis con bastante
fundamento, tanto por la semejanza (un báculo o un bordón no son tan retorcidos
en su extremo superior), como por la abundancia de viñas en Guerguitiáin y en
todo su entorno, algo que documentalmente está acreditado. Son estos zarcillos,
y también otros motivos decorativos, los que nos permiten seguir su pista por
el entorno. Es el ejemplo de las cabezas humanas talladas en piedra, presentes
en casi todas sus obras, en las que vemos que Petrus tenía un estilo propio,
hasta el punto de que podríamos decir que todos los individuos tallados por
este artesano parecen hermanos, a causa de su gran parecido. Por lo general
podríamos decir que la representación humana se limita a las cabezas, pero en
algunos lugares nos deja también algunos ejemplos de cuerpo entero.
Pero al margen de eso, tal y como indica Simeón
Hidalgo, “el maestro Petrus plasma en sus
capiteles a la naturaleza que le rodea, comenzando por las propias personas que
habitan el lugar. Junto a ellas están la luna, el sol y las estrellas, el árbol
de los bosques, la espiga y la uva de sus campos, el ave que surca sus cielos,
la oveja que le viste y alimenta. En definitiva, cincela en piedra a la vida y
la tiene presente en toda su obra”.
Cuando uno ve cómo plasma en la piedra figuras
como las de las aves, por poner un ejemplo claro, casi podríamos decir que
Petrus es más artesano que artista, basándonos para esta afirmación en los
trazos infantiles, muy básicos, de sus recreaciones. Pero es a través de esa
simpleza de trazos como nos va plasmando en la piedra todo tipo de aves, a la
vez lo suficientemente bien hechas como para poder diferenciar una paloma, de
un pájaro carpintero, o de un ave rapaz.
Particularmente siempre me ha llamado la atención,
en uno de los capiteles de la portada de Guerguitiáin, la reproducción de un
rostro masculino, con bigote, en el que el autor se sirve de un par de
zarcillos para hacer los límites de su cara y los ojos; veo que Simeón Hidalgo
también ha reparado en este rostro, del que dice que “su expresión transmite paz y serenidad al estilo de la pintura y
escultura románicas”. A su vez, en alusión al uso de los zarcillos de la
vid para componer esta cara, indica: “Estamos
ante otro rasgo que hay que destacar de este maestro cantero como es la
creatividad que demuestra en sus composiciones, que le singularizan, le hacen
único y le ensalzan, dentro de su propia aparente sencillez, entre el resto de
maestros canteros de su época”.
Su rastro
Visto su estilo tan peculiar, nos encontramos con
que es relativamente fácil seguir la pista de toda la obra elaborada por el
maestro cantero Petrus, que principalmente se reparte por el entorno de
Izagaondoa; y decimos que es fácil sobre todo después de que Simeón Hidalgo se
ha tomado la molestia de recorrerse todas las iglesias de la merindad,
identificar la huella y el estilo de Petrus, y ofrecérnoslo en este libro. Es
así como este investigador ha identificado el paso laborioso del maestro Petrus
en nueve lugares distintos de Navarra; que son: Guerguitiáin, Vesolla, Sengáriz
(la portada que hizo Petrus está ahora en San Martín de Unx), Aibar, Leoz,
Eusa, Najurieta, Alzórriz y Garaioa.
Dentro de la vida de lo que era el trabajo de un
maestro cantero y de su equipo de trabajo, como dentro de lo que eran sus
campañas de trabajo y sus formas de desarrollarlo, estos nueve emplazamientos
son perfectamente factibles, y en todos ellos, en mayor o menor medida, fue
dejando su huella.
Obsérvese que de estos nueve lugares hay cinco que
están en el entorno de la peña de Izaga. Al margen de Guerguitiáin, felizmente
restaurada su iglesia durante este año, es de obligada mención la iglesia de la
Purificación, en Vesolla, otra joya románica en la que queda plasmada la
intervención de Petrus y que hoy, en pleno siglo XXI, su estado de conservación
clama al cielo; es realmente incomprensible que todavía no se haya intervenido todavía,
perdiéndose la oportunidad de haberlo hecho durante las obras de restauración
de Guerguitiáin, por proximidad.
Interesante es también observar en Garaioa (valle
de Aezkoa) cómo el maestro Petrus, o su escuela, plasman en la portalada de
esta localidad una especie de resumen de todo lo que han hecho en las demás
iglesias.
Es muy importante tener en cuenta que la época en
la que trabaja nuestro protagonista es un momento de verdadero impulso dentro
del reino de Navarra a la construcción de templos; no hay que extrañarse, por
tanto, que aún en diminutas localidades, o pequeños señoríos, se hiciese este
derroche de arte, que se hiciesen estos templos románicos tan minuciosamente
trabajados, lo que hoy conocemos como “románico rural”, aparentemente desproporcionados
al número de habitantes de esas localidades, a los que había que añadir los
peregrinos jacobeos.
En cualquier caso, para quien quiera conocer
muchísimos más detalles, y contados con más maestría, remito a la obra de este
otro maestro, Simeón Hidalgo Valencia, que los ha dejado extraordinariamente
bien recogidos en este nuevo libro: “La ruta del maestro Petrus de
Guerguitiáin”. Excepcional.
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