11 DE NOVIEMBRE DE 2012

PETRUS
EL MAESTRO CANTERO DE GUERGUITIÁIN

Texto y fotos: Fernando Hualde



En el siglo XII trabajó en Navarra el maestro cantero Petrus, cuya pista por nueve localidades navarras ha seguido Simeón Hidalgo, reflejando ahora este trabajo en un libro.  

No es la primera vez que en esta sección abordamos la historia y el patrimonio arquitectónico que hay detrás de la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, una iglesia que afortunadamente acaba de ser restaurada y, en mi opinión, creo además que ha sido muy bien restaurada, con muy buen gusto, y sobre todo cuidando pequeños detalles que hacen que hoy se parezca más a lo que siglos atrás fue cuando se construyó.
Ya hemos dicho en esas otras ocasiones que, además del arte que encierra este edificio románico, una de sus grandes particularidades, que lo revaloriza aún más, es que en uno de sus capiteles luce la firma del maestro cantero que hizo aquello: “Petrus me fecit”. Otra particularidad es que algunos canteros, pontífices (los que hacían puentes), y arquitectos de aquella época estaban unidos en una especie de sindicato clandestino, como si fuese una sociedad secreta, le llamaban entonces “hermandad”, cuyo símbolo era la pata de oca, que en este caso concreto se nos muestra con claridad en la misma portalada de la iglesia, en la basa de las columnas interiores. Algo tiene esta iglesia para que Petrus dejase en ella su firma, algo no muy habitual, aunque sin salir de Navarra encontramos algún otro ejemplo, como es el caso del maestro Leodegarius en Sangüesa, Sancius en Leire, Ioan en Estella, y Raimundus en Fitero.


¿Quién fue Petrus?

Todo esto viene a cuento de que recientemente ha salido un libro, muy bueno, que lleva por título “La ruta del maestro Petrus de Guerguitiáin”, obra de Simeón Hidalgo Valencia, gran conocedor del tema, y todo un activista en la labor de recuperación, defensa y difusión del patrimonio arquitectónico existente en torno a la peña de Izaga. Este libro profundiza en la obra de este cantero, del simbolismo que hay encerrado en ella, y a todo ello le añade un seguimiento de su obra por toda Navarra.
¿Quién fue realmente Petrus?, pues seguramente es algo que nunca sabremos, ni si era alto o bajo, joven o anciano, rubio o moreno… podríamos decir que tan sólo conocemos su letra. Sí que podemos decir que en el último cuarto del siglo XII apareció este hombre en el lugar de Guerguitiáin y construyó esa iglesia. No sabemos si era originario de allí mismo, de algún pueblo cercano, o de algún otro paraje mucho más lejano; tampoco sabemos dónde aprendió el oficio, ni qué gente era la que habitaba aquél lugar. Lo que sí sabemos es que por el motivo que sea quiso que su obra quedase firmada. “Desde el punto de vista psicológico es uno de los maestros canteros que más ha buscado que quien contemplara su obra se percatara de su nombre haciendo de él el motivo central enmarcándolo por sendos tallos de zarcillos o pámpanos de vid”, indica Simeón Hidalgo en su trabajo. Seguramente habrá quien piense que Leodegarius, en su portada de Santa María de Sangüesa, aún fue más descarado, dejando su firma en la mismísima portada y con un dedo que la señala. Una comparación entre ambos nos lleva a pensar que Petrus fue algo más discreto colocando su firma en el interior del templo, a varios metros de altura, aunque muy bien iluminada, y de casi obligada visión para quien está en el coro.


Su estilo

Hemos dicho que su firma la dejó enmarcada por sendos motivos vegetales, dos zarcillos de la vid, que asemejan en su forman al báculo de un obispo o de un abad, o al bordón de un peregrino jacobeo. No deja de ser una hipótesis, pero hay que reconocer que una hipótesis con bastante fundamento, tanto por la semejanza (un báculo o un bordón no son tan retorcidos en su extremo superior), como por la abundancia de viñas en Guerguitiáin y en todo su entorno, algo que documentalmente está acreditado. Son estos zarcillos, y también otros motivos decorativos, los que nos permiten seguir su pista por el entorno. Es el ejemplo de las cabezas humanas talladas en piedra, presentes en casi todas sus obras, en las que vemos que Petrus tenía un estilo propio, hasta el punto de que podríamos decir que todos los individuos tallados por este artesano parecen hermanos, a causa de su gran parecido. Por lo general podríamos decir que la representación humana se limita a las cabezas, pero en algunos lugares nos deja también algunos ejemplos de cuerpo entero.
Pero al margen de eso, tal y como indica Simeón Hidalgo, “el maestro Petrus plasma en sus capiteles a la naturaleza que le rodea, comenzando por las propias personas que habitan el lugar. Junto a ellas están la luna, el sol y las estrellas, el árbol de los bosques, la espiga y la uva de sus campos, el ave que surca sus cielos, la oveja que le viste y alimenta. En definitiva, cincela en piedra a la vida y la tiene presente en toda su obra”.
Cuando uno ve cómo plasma en la piedra figuras como las de las aves, por poner un ejemplo claro, casi podríamos decir que Petrus es más artesano que artista, basándonos para esta afirmación en los trazos infantiles, muy básicos, de sus recreaciones. Pero es a través de esa simpleza de trazos como nos va plasmando en la piedra todo tipo de aves, a la vez lo suficientemente bien hechas como para poder diferenciar una paloma, de un pájaro carpintero, o de un ave rapaz.
Particularmente siempre me ha llamado la atención, en uno de los capiteles de la portada de Guerguitiáin, la reproducción de un rostro masculino, con bigote, en el que el autor se sirve de un par de zarcillos para hacer los límites de su cara y los ojos; veo que Simeón Hidalgo también ha reparado en este rostro, del que dice que “su expresión transmite paz y serenidad al estilo de la pintura y escultura románicas”. A su vez, en alusión al uso de los zarcillos de la vid para componer esta cara, indica: “Estamos ante otro rasgo que hay que destacar de este maestro cantero como es la creatividad que demuestra en sus composiciones, que le singularizan, le hacen único y le ensalzan, dentro de su propia aparente sencillez, entre el resto de maestros canteros de su época”.


Su rastro

Visto su estilo tan peculiar, nos encontramos con que es relativamente fácil seguir la pista de toda la obra elaborada por el maestro cantero Petrus, que principalmente se reparte por el entorno de Izagaondoa; y decimos que es fácil sobre todo después de que Simeón Hidalgo se ha tomado la molestia de recorrerse todas las iglesias de la merindad, identificar la huella y el estilo de Petrus, y ofrecérnoslo en este libro. Es así como este investigador ha identificado el paso laborioso del maestro Petrus en nueve lugares distintos de Navarra; que son: Guerguitiáin, Vesolla, Sengáriz (la portada que hizo Petrus está ahora en San Martín de Unx), Aibar, Leoz, Eusa, Najurieta, Alzórriz y Garaioa.
Dentro de la vida de lo que era el trabajo de un maestro cantero y de su equipo de trabajo, como dentro de lo que eran sus campañas de trabajo y sus formas de desarrollarlo, estos nueve emplazamientos son perfectamente factibles, y en todos ellos, en mayor o menor medida, fue dejando su huella.
Obsérvese que de estos nueve lugares hay cinco que están en el entorno de la peña de Izaga. Al margen de Guerguitiáin, felizmente restaurada su iglesia durante este año, es de obligada mención la iglesia de la Purificación, en Vesolla, otra joya románica en la que queda plasmada la intervención de Petrus y que hoy, en pleno siglo XXI, su estado de conservación clama al cielo; es realmente incomprensible que todavía no se haya intervenido todavía, perdiéndose la oportunidad de haberlo hecho durante las obras de restauración de Guerguitiáin, por proximidad.
Interesante es también observar en Garaioa (valle de Aezkoa) cómo el maestro Petrus, o su escuela, plasman en la portalada de esta localidad una especie de resumen de todo lo que han hecho en las demás iglesias.
Es muy importante tener en cuenta que la época en la que trabaja nuestro protagonista es un momento de verdadero impulso dentro del reino de Navarra a la construcción de templos; no hay que extrañarse, por tanto, que aún en diminutas localidades, o pequeños señoríos, se hiciese este derroche de arte, que se hiciesen estos templos románicos tan minuciosamente trabajados, lo que hoy conocemos como “románico rural”, aparentemente desproporcionados al número de habitantes de esas localidades, a los que había que añadir los peregrinos jacobeos.
En cualquier caso, para quien quiera conocer muchísimos más detalles, y contados con más maestría, remito a la obra de este otro maestro, Simeón Hidalgo Valencia, que los ha dejado extraordinariamente bien recogidos en este nuevo libro: “La ruta del maestro Petrus de Guerguitiáin”. Excepcional.  

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