14 DE JUNIO DE 2010

CRUZ DE MONJARDIN
ARTE ROMÁNICO EN PLATA

Texto: Fernando Hualde

Anverso


Al margen de la leyenda y de la historia que rodea a esta mítica Cruz de Monjardín, detrás de esta pieza hay una realidad incuestionable, que es su valor artístico. Estamos ante una cruz de plata de una expresividad excepcional.

Hace algo más de dos años, por encargo del obispo de la ciudad polaca de Torun, se hizo para aquella localidad una fiel reproducción de la Cruz de Monjardín. No cabe duda de que en ello influyó, y mucho, en que Piotr Roszak, el nuevo párroco de Villamayor de Monjardín era polaco, de Torun concretamente. Lo cierto es que, caprichosamente, la famosa Cruz de Monjardín tiene su réplica a 2.536 kilómetros de distancia. Si alguien quisiera diferenciar el original de la réplica lo tendría difícil; creo no equivocarme si digo que la única forma de distinguirlas es midiéndolas; la reproducción tiene un centímetro menos de anchura.
Ya sabemos que en Navarra, como en el resto del mundo, hay muchos crucifijos. Pero cierto es también que aquí tenemos algunos que desde el punto de vista artístico son excepcionales. Dentro del ámbito de Navarra hay algunas cruces que son únicas; no es fácil ver, por ejemplo, una cruz con forma de “y” griega como la que se conserva en Puente La Reina, en la iglesia del Crucifijo. Y esta otra cruz, románica, la de San Esteban de Villamayor de Monjardín, que es un Cristo románico de madera, todo él recubierto de plata y decorado con fina orfebrería, es también, en su género, un ejemplar único en Navarra, sobre todo si tenemos en cuenta que es mayor la distancia entre mano y mano que la que hay entre la cabeza y los pies. No es casual, por tanto, que haya sido expuesta en las exposiciones universales de Sevilla de los años 1929 y 1992.
Hace poco más de dos años, en marzo de 2008, ya abordábamos en esta sección su leyenda y su historia, así que en esta ocasión, complementando aquél reportaje, vamos a ceñirnos en su valor artístico.

 Reverso

Descripción

Para quien no la conozca lo primero que hay que aclarar es que estamos ante lo que se denomina una cruz procesional. Carmelo San Martín Gil, en su libreto “La Cruz de Monjardín” (2008), nos dice de ella que “su forma es de cruz procesional latina, florenzada imperfectamente, con su correspondiente espiga de prolongación bien marcada destinada a enarbolarla en su asta cuando era portada en las solemnidades religiosas y a asegurarla en el altar durante la misa (…)”.
Su interior alberga una cruz de madera de roble. Esta cruz de madera, al margen de toda la leyenda que lleva detrás, fue en su momento recubierta con planchas de plata repujada, “y claveteada toscamente”, según especifica San Martín. Tiene una altura de 78 centímetros y una anchura de 47.
A primera vista, y hablo por mí, lo que más llama la atención al contemplar esta pieza es la cabeza coronada de Jesucristo, atípicamente sobresaliente, y con una expresividad que refleja a la perfección lo que pudo ser aquél episodio de su muerte. Se ve en esa cara una expresión de dolor, que raramente se nos muestra en estas representaciones, y que nos hace pensar que se aproxima bastante a aquella realidad; incluso me atrevería a decir que esa expresión de dolor queda reflejada en el resto de su anatomía, particularmente en los brazos. Añádasele también a esta expresividad otro detalle atípico, como lo es el de mostrarnos a un Cristo con barba y bigote; o también el detalle de adornar su cabeza con una corona que no es de espinas, sino que es más decorativa que otra cosa, que muestra engastadas al menos tres piedras preciosas, que podrían ser una turquesa, un rubí y un diamante.
Por lo demás, la imagen del crucificado tiene 24 centímetros de alta, y 28 centímetros de ancha; y al igual que la propia cruz, también estamos ante una pieza de plata repujada. Carmelo San Martín la define muy bien: “A pesar de ser la figura algo movida en conjunto, se observa en ella sobrada rigidez, porque los hombros y cabeza se elevan sobre la línea de los brazos, teniendo estos casi del todo horizontales y formando ángulo recto con el tronco; sus dimensiones generales son también desproporcionadas, siendo, como se ha dicho, mayor la longitud de extremo a extremo de las manos, que de la cabeza a los pies; uno de sus brazos, el derecho, está vuelto al revés y el izquierdo completamente aplanado o laminado (…)”. Tampoco es muy habitual el faldón que lleva la imagen –cinctus, perizonium, o paño de pureza-, más parecido a una falda que al tradicional paño al que estamos acostumbrados a ver en los crucifijos.
Sobre el crucificado aparece un rótulo con la inscripción “IHS: NAZARENO / REX IVDEORUM”. Y la decoración del resto del anverso con cuatro pequeñas hornacinas dobles, como la del reverso con el Cordero de Dios, también merece un estudio detallado. Aquí, de cara al lector, vamos a quedarnos con lo anecdótico; pues si ya hemos dicho que el crucificado del anverso muestra una serie de detalles que son poco comunes, diremos también que el cordero del reverso tampoco es habitual; sí que es normal verlo apoyando una de sus patas sobre el libro de la Ley de Dios, sí que es normal verlo adornado con el IHS o con la bandera de la Cruz de Malta, pero lo que ya no es normal es que se nos muestre aquí a un cordero con cuernos.
Lo que está claro es que estamos ante una Cruz, la de Monjardín, que desde el punto de vista iconográfico es una auténtica rareza, y desde el punto de vista artístico es una joya del románico a cuidar.
Sobre ella Carmelo San Martín escribió un libreto, editado por Sahats, que de alguna manera viene a recopilar la leyenda, la historia, y la valoración artística de esta pieza. Es, sin duda, un buen trabajo el que hizo este hombre, que me gustaría poner de ejemplo para que a ninguna pieza importante del patrimonio navarro llegue a faltarle, como mínimo, un trabajo de estas características. Los vecinos de Villamayor de Monjardín pueden presumir de tener toda una joya de orfebrería, que es querida y venerada, que tiene una historia y una leyenda perfectamente salvaguardadas, y que además tiene ahora una réplica en Polonia, ¿qué más se puede pedir?.

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