20 DE ABRIL DE 2008

¡REAL!, ¡REAL!, ¡REAL!
REY DE LA FABA, FIESTA DE AYER Y DE HOY

Texto: Fernando Hualde


            El próximo sábado la localidad roncalesa de Isaba acogerá en sus calles y en su templo la ceremonia de coronación de la Reina de la Faba, una fiesta que fue instituida, siglos atrás, por los Teobaldos.

“Infanzones, fijosdalgos, esforzados caballeros, bellas damas…, ¡oid!, ¡oid!, ¡oid!…; así comenzará el próximo sábado en la iglesia parroquial de Isaba la ceremonia de coronación de la Reina de la Faba, encarnada esta ocasión en la persona de Itziar Artuch Boj, de la villa de Roncal. Se iniciará con esta frase una nueva edición de la recreación de una ceremonia antiquísima, de una ceremonia que nos retrotrae unos cuantos siglos hacia atrás, que nos traslada en el tiempo hasta las más puras esencias del Reino de Navarra, de cuando fue un estado independiente. Reyes, nobles, clero, trovadores, heraldos, juramentos, fueros, decretos, escudos, tocados, túnicas, espadas, pendones, trompetas, música barroca, indumentaria medieval, romance navarro, danzas…; todo esto y mucho más van a ser los condimentos de esta fiesta. Es fiesta y es evocación. Y no hay mejor sitio para evocar a aquél viejo reino que allá donde un día nació y donde un día murió; es decir, donde fue coronado el primer rey y donde se rindió el mariscal.


Monarquía navarra

Dicen los historiadores, aunque en ello no acaben de ponerse de acuerdo, y lo dice también la tradición oral, que es en una cueva de la Peña de Ezkaurre, en Isaba, donde un grupo de trescientos nobles se agrupó en el siglo VIII ante el acoso de las tropas musulmanas, y en donde proclamaron a uno de ellos como caudillo. Eneko Arista, o Aritza, era su nombre; primer monarca del entonces denominado Reino de Pamplona. No se trata, ni mucho menos, de pontificar sobre si esta primera coronación se produjo en Isaba, pues Alsasua también está en esa creencia y defiende ese puesto en la historia; pero lo cierto es que allí está la hipótesis, allí está la leyenda, allí están los Garcés (y lo siguen estando en el Roncal), y allí está el testimonio de don Rodrigo Ximénez de Rada asegurando que Eneko era un varón guerrero llegado de Bigorcia y que se refugió en los valles pirenaicos para luchar contra los moros.
Tanto las fuentes árabes como las latinas coinciden en que el primer caudillo que hubo en esta zona fue Enekones (según Ibn Haiyan), Eneko Garseanes (según el Libro de la Regla de Leire), o Eneko Arista (según Ibn Hazm). Eneko fue padre de Garsea y abuelo de Fortún. El propio Códice de Meya pocos años después alude a él como Regum Pampilonensium (Rey de Pamplona).
Sirva como dato curioso, tan curioso como contundente, que en el siglo XIV había en Isaba más de veinte personas con el nombre de Enneco, nombre este que se mostraba inexistente en el resto de pueblos del valle de Roncal y de Navarra, salvo un par de excepciones, una dentro del valle y la otra en Ochagavía, que eran sendos izabarres asentados fuera de su pueblo. Igualmente el apellido Garseanes, que con el paso de los años fue derivando en Garcés (primera dinastía real), aparece bajo esta última forma fuertemente implantado en la franja territorial que va desde Jaca hasta el valle de Roncal, estando especialmente arraigado en este último.
Queda todo esto aquí expuesto, a modo de pinceladas históricas, pero ciertamente es un tema complejo al que la escasez de documentos hace que la leyenda y la historia se entremezclen a la hora de hablar del primer rey de los vascones y de lo que con los años sería primero el Reino de Pamplona, y posteriormente el Reino de Navarra. En cualquier caso parece claro que el valle de Roncal tuvo mucho que ver con el nacimiento de la monarquía navarra, igual que sucede con los valles de Salazar y de Aezkoa a quienes no se puede olvidar, pues es mucho y bueno lo que pueden decir de su papel en esta etapa.
En cualquier caso a partir de aquella época Navarra nació y creció como reino, igual que surgieron los fueros y las libertades. Y cada rey se vio sometido a un proceso de coronación muy particular, precedido siempre por un juramento de hacer guardar los Fueros y de mejorarlos. Durante siglos esta ceremonia se realizó en la Catedral de Pamplona poniendo a la Virgen del Sagrario como testigo, a la que desde el año 1946 conocemos como Santa María la Real. El nuevo monarca, una vez realizado el juramento, veía cómo su cabeza era coronada para, seguidamente, ser alzado sobre un pavés (escudo) a los gritos unísonos de ¡Real!, ¡Real!, ¡Real!.


Rey de la Faba

Pasaron años, pasaron siglos, pasaron reyes y dinastías, y finalmente llegaron al trono de Navarra los Teobaldos, procedentes de Francia. Hasta ese momento los monarcas navarros habían sido hombres rudos, peleones, guerreros; y con los afrancesados Teobaldos llegaron al Reino de Navarra las posturas elegantes, los comportamientos refinados, las buenas maneras, las ceremonias, y castillos señoriales como el de Olite.
Entre las costumbres que nos trajeron hubo una especialmente curiosa; era una costumbre buena, impregnada de humanidad. Era la del Rey de la Faba.
Un día al año, que solía ser siempre el 5 de enero, víspera de la Epifanía, los reyes de Navarra invitaban a una gran fiesta a los niños más pobres de la localidad en la que en ese momento estuviese la sede real. Ese día los niños comían a base de bien, como nunca lo habían hecho, ni tan siquiera soñado. Al finalizar la comida el cocinero real ponía sobre la mesa una gran tarta, a partir en tantos trozos como niños hubiese; era una tarta que en su interior ocultaba un haba. Hecha la partición cada niño cogía un trozo sabiendo que, como mínimo, iba a llenar bien su estómago. Finalmente un niño acababa siendo el afortunado, en concreto aquél que mostraba el haba. Aquél niño era, a partir de ese momento, merecedor de todo tipo de honores y de caridades.
Esta curiosa tradición pervivió en Navarra desde el siglo XIV hasta bien avanzado el siglo XV, que es cuando dejó de estar bien vista. Posteriormente, aunque los reyes dejaron de celebrar esta fiesta, el pueblo supo darle continuidad, manteniéndose la costumbre de nombrar un Rey de la Faba hasta el año 1765 que es cuando un decreto real prohíbe su celebración argumentando que se venían cometiendo abundantes excesos a cuenta de esta tradición.
Se consiguió erradicar la costumbre de celebrar esta fiesta en las calles, pero lo que no se consiguió fue eliminar la costumbre de celebrarla dentro de las casas, en el seno de cada familia. Y de hecho a día de hoy en pocas casas falta el día de Reyes, 6 de enero, un rosco con un haba en su interior.


Recuperación de la fiesta

Ignacio Baleztena, oriundo de Leiza, apasionado de todas las costumbres y tradiciones navarras, y artífice de la Cabalgata de Reyes Magos en Pamplona, creador de la letra del “Uno de enero, dos de febrero…”, inventor del Riau-Riau, fundador del Muthiko Alaiak, y mil cosas más…; tuvo la feliz idea de recuperar para Navarra esta vieja ceremonia del Rey de la Faba.
Esto sucedía en el año 1920. Baleztena, con buena visión costumbrista, fusionó en un solo acto la elección de un Rey de la Faba y la coronación de los Reyes de Navarra; de tal manera que aquél niño que resultase agraciado sería sometido a una cuidada ceremonia de coronación al estilo de las que vivieron nuestros monarcas navarros.
La sede de aquella primera ceremonia fue el Círculo Carlista, en el primer piso del número 2 de la Plaza del Castillo (en la esquina de La Perla). Aquella amplia sala quedó reconvertida en improvisado Salón del Trono, en donde un niño, hijo de algún socio carlista, fue alzado sobre el pavés. Aquella ceremonia se repitió año tras año en aquél local, hasta que en 1931 Baleztena fundó la peña Muthiko Alaiak, delegando a partir de entonces en esta peña la organización de este acto, como así se viene haciendo desde entonces.
La nueva etapa trajo consigo un pequeño cambio: los niños que optarían a ser elegidos “Rey de la Faba” habrían de ser de la Santa Casa de la Misericordia. Y así se hizo mientras hubo niños en la Meca.
Y en el año 1964 asistimos a un nuevo cambio; los Muthikos deciden sacar la ceremonia de sus locales y hacerla, mucho más vistosa, en el castillo de Olite. De allí pasó al resto de las cabezas de merindad, una a una, año a año, y finalmente acabó itinerando por las localidades de toda Navarra, en donde los niños eran elegidos entre los alumnos de la escuela, siempre que estuviesen, y estén, dentro de una franja de edad de 11 ó 12 años.


En Isaba

Y este año, pues así lo venía solicitando desde hace un tiempo, el turno le ha tocado a la localidad roncalesa de Isaba. Su iglesia fortaleza y la hipótesis de poder haber sido la primera sede real la convierten a esta villa en el lugar natural para una ceremonia como esta.
Isaba, por voluntad propia, ha querido también hacer historia dentro de la propia historia de la recuperación de esta ceremonia. Y digo esto porque, lejos de acogerse al derecho de que el niño elegido salga de entre sus vecinos, quiso abrir esta posibilidad a todos los niños que estudiaban en la escuela del valle. No hay que olvidarse que a esta escuela acuden los niños de Isaba y los de todo el valle, inclusive los de algunas localidades de la Alta Zaragoza. De esta manera, y con esta posibilidad, se evocaba también a lo que un día fue el Reino de Navarra en su parte oriental, que abarcaba a esos mismos pueblos aragoneses y a otros más. La suerte del haba quiso que este próximo sábado no haya Rey, sino Reina del Haba, papel que desempeñará Itziar Artuch Boj, de la villa de Roncal.
Los actos van a estar organizados por la mencionada peña pamplonesa y por la asociación cultural La Kurruskla, de Isaba. Va a ser una fiesta a nivel de valle, y sobre todo va a ser un reencuentro con las raíces históricas del Pirineo navarro, con presencia de la vieja Navarra oriental, desde el Bearn hasta Sangüesa, con los valles pirenaicos que a izquierda y a derecha flanquean al Roncal.
Y no quisiera finalizar este reportaje sin unas palabras de agradecimiento hacia Miguel Ángel Alustiza, conductor de esta ceremonia durante décadas y que ahora se ha jubilado. Él era el Rey de Armas; y en el agradecimiento a su labor se incluye a toda esa enorme lista de personas que en todo este tiempo le han acompañado en su trabajo. Espero que el nuevo Rey de Armas, a quien Alustiza ha puesto muy alto el listón, sea capaz de transmitir a la Corte el mismo entusiasmo y el mismo gusto por las cosas bien hechas, igual que él lo hacía.
Este sábado que viene, a la tarde, Isaba nos espera a todos.

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