LODOSA
IGLESIA PARROQUIAL DE SAN MIGUEL
Texto: Fernando Hualde
En la localidad de Lodosa, al refugio de la Peña , se alza altiva la iglesia parroquial de San Miguel, a cuya historia y arquitectura nos acercamos hoy.
Tengo que empezar por reconocer que dentro de las múltiples expresiones de religiosidad popular que se dan a día de hoy en Navarra, pocas he visto tan impactantes com o el hecho de escuchar a los lodosanos cantar la salve a la Virgen de las Angustias dentro de su templo parroquial. Es realmente impresionante ese alarde de solemnidad impregnada de sano orgullo.
De la misma manera que hay que reconocer que esas voces unísonas, llenas de fe, se ven claramente beneficiadas del marco arquitectónico que las acoge; me refiero a la iglesia parroquial de San Miguel, en el mismo centro de la localidad pimentonera.
Y nos vamos a detener hoy en este edificio gótico-renacentista que se alza al resguardo de la Peña , tratando de destacar su valor artístico y su historia, que no dejan de ser parcelas ocultas a la mayoría de los navarros.
Historia
Sabemos que en el año 1533 doña María de Mendoza y Moreno, junto con su hijo Rodrigo de Navarra y Mendoza, encargaron la construcción de este templo a Juan de Landeta, que era un cantero guipuzcoano, de Azpeitia concretamente, afincado en Lodosa desde hacía un tiempo. En la tasación de la obra participaron también Esteban de Garreta y Miguel de la Torre , que eran maestros artesanos.
Iniciada la obra fue necesario un segundo contrato, y en consecuencia una segunda tasación. En este caso, año 1585, quien promueve la obra es don Godofre de Navarra, Conde de Altamira, que firma el contrato con el cantero Santuru de Arezti, si bien hasta nueve años después no se hace la tasación definitiva. A este cantero se debe básicamente la obra del crucero
Es en el siglo XVII cuando los lodosanos, en una segunda fase de construcción, ven levantarse el pórtico, la portada principal, y buena parte de la torre, gracias al buen hacer del maestro cantero Juan de Raón, logroñés. Obsérvese que en la torre se aprecian las diferentes fases de construcción; estamos ante una torre gótica, cuadrada en su base y octogonal por arriba, y rematada con una pequeña cúpula; luce cinco pequeñas ventanas debajo del campanario, así como un balconcillo y un reloj. Aprovecho aquí para recordar que esta hermosa torre fue restaurada en el año 2001.
Y es en el siglo XVIII cuando se remata la obra, en tercera y última fase, gracias a las aportaciones del maestro de obras Martín Marquiarán, también guipuzcoano, de Cegama. A este hombre se debe la construcción de la puerta del lado del Evangelio.
Al final, el resultado de todas estas fases de construcción, es un esbelto templo, hecho a base de piedra de sillería y de argamasa, con peralte de ladrillo; con amplia nave de cruz latina en su interior, capillas laterales entre los contrafuertes, cabecera poligonal, y coro alto en el extremo opuesto; todo ello rematado en ese interior con unas preciosas bóvedas estrelladas que uno no se cansa de admirar.
Retablos
Pero detrás de la iglesia parroquial de San Miguel, en Lodosa, no todo es arquitectura, a pesar de todo lo meritoria que aquí esta se nos muestra. Sino que en su interior alberga un buen patrimonio artístico que se concentra especialmente en sus retablos. Son retablos de los siglos XVII y XVIII.
El retablo mayor, realizado por Diego de Camporredondo y dorado por Pedro Antonio de Rada, como no podía ser de otra manera, está dedicado al titular de la iglesia, al arcángel San Miguel, que ocupa el hueco central y principal. Todavía mucha gente recuerda aquél rótulo que hasta 1980 sobrevivió en la parte superior; el letrero en cuestión decía “altar privilegiado”, y si se le consideraba privilegiado es porque la Iglesia le había dotado de unas indulgencias especiales para el oficio de la eucaristía.
En la parte inferior de este retablo, sobre el sagrario, destaca el templete salomónico (por sus columnas salomónicas, o retorcidas) que cobija a la imagen de la Virgen de las Angustias, del siglo XVI.
Sin embargo los retablos más antiguo que hay dentro de este templo son los dedicados a San Esteban y al Crucificado, ambos de comienzos del XVII. Aunque posteriores, mención obligada merecen también los retablos de San Antonio y del Rosario, de comienzos del XVIII; y los de San Francisco Javier, de San Ramón Nonato y el de San Sebastián.
En este último está la imagen de San Isidro, que durante un tiempo estuvo guardada en la sacristía, siendo sustituida mientras tanto por la imagen de San José con el Niño y la azucena; pero los labradores exigieron que San Isidro saliese de la sacristía, que para eso era su patrón. Y es así como el santo labrador retornó a su sitio de siempre.
La otra historia
Y esta es la historia, expuesta de forma sencilla, de la iglesia parroquial de San Miguel, en Lodosa. Sé muy bien que es una historia a medias, pues lo que aquí ha quedado expuesto es un guiño a su valor arquitectónico y a su valor artístico. Para otra día queda la otra parte; y cuando digo la otra parte me refiero a la parte humana, a todas esas personas que han dado vida y contenido a este templo, personas con nombres y apellidos, también personas anónimas, que aquí se han postrado ante la Virgen de las Angustias, que se han organizado en cofradías, que han colaborado en las tareas diocesanas, que una a una han desgranado entre estas paredes las cuentas del rosario. Todo esto es la otra parte de la historia, y a ella volveremos otro día sin olvidarnos de ese otro templo que hay en la localidad, la ermita de Nuestra Señora de Montserrat, o la de otras pequeñas ermitas existentes dentro de este término municipal; porque Lodosa no deja de ser una villa rica en historia y rica en patrimonio. Lodosa es algo más que pimientos, ¡y mira que son buenos los pimientos de Lodosa!; en esta sección hemos dejado en otras ocasiones la historia del toro con soga, la historia del guerrillero Txapalangarra, la historia de los blasones de piedra que todavía se conservan en algunas fachadas y de algunas sagas familiares, así como otras pequeñas historias que nos hablan de una localidad acogedora y hospitalaria; y cuando esto digo, lo digo con conocimiento de causa.
Aprovecho para felicitar a Estela Muerza Arriezu y a Petri Marzo Encina, que hace algo más de un año fueron capaces de plasmar en un libro buena parte de esa historia. “Lodosa, pasado y presente” (2007) recoge muchas pinceladas de la historia de esta villa, y también de los tiempos actuales. Como muy bien dice la periodista Estela Muerza en la presentación de esta obra editorial, “es conveniente repasar nuestro pasado para revisar nuestro presente y formar nuestro futuro”. Y hoy, en ese repaso al pasado dejamos aquí, en estas páginas, la historia de un templo parroquial, bajo la advocación de San Miguel, que destaca más que nunca sobre las casas de la villa de Lodosa.
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