29 DE JUNIO DE 2008

OSCARIZ
HISTORIA ETNOGRÁFICA

Texto: Fernando Hualde

            El sacerdote Jesús Equiza quiso hace un año dejar escrita la historia etnográfica de la localidad de Oscáriz, en el valle de Lizoain. Nos hacemos hoy eco de este minucioso trabajo que contribuye a salvaguardar la historia de ese pueblo y de ese valle.

Escribir semanalmente sobre algún lugar de Navarra, como sucede con esta sección, conlleva de forma inmediata el hecho inevitable de generar asignaturas pendientes. Hay zonas, pocas, que prácticamente no han quedado reflejadas en esta sección, y es mi deseo esforzarme en que poco a poco su historia y su patrimonio quede aquí debidamente destacado. Sépase en cualquier caso que, de momento, son ya mas de 150 localidades navarras las que han protagonizado este recorrido semanal por el patrimonio de Navarra, y que el objetivo es que lleguen a ser la totalidad, sin excepción alguna, despoblados incluidos.
Hoy nos vamos a acercar a Oscáriz, en el valle de Lizoain, cuya historia, aunque ya quedó recogida en esta sección, fue hace unos meses elevada a la categoría de libro gracias a la sabia mano de Jesús Equiza. El trabajo en cuestión se titula “Historia etnográfica de Oscáriz – Valle de Lizoain, y Góngora”, fusionando este conocido autor en un solo libro la historia de dos localidades relativamente distantes desde el punto de vista geográfico, una en Lizoain y la otra en Aranguren. Nos ocuparemos ahora de la primera, de Oscáriz, que es un pequeño pueblo, alargado, que puede presumir de poseer la ermita más pequeña que existe en Navarra. De Góngora nos ocuparemos más adelante, a la vez que dejamos un poco de tiempo a que su palacio escriba una página más de su historia en la nueva etapa que se le avecina.


Breve historia

            Con muy buena lógica Jesús Equiza sostiene que Oscáriz existe, al menos, desde el siglo XII, tal y como lo atestigua su iglesia románica, construida en aquél siglo, y que a día de hoy sigue conservando el encanto original, tanto más si la contemplamos en su armonía arquitectónica con el palacio que tiene adosado por el lado del ábside.
            El rey Teobaldo II donó, en 1258, cartas de privilegio a los labradores de Lizoain, Lerruz, Redín, Leyún y Oscáriz, en las que prometía “no enajenarlos, venderlos, cambiarlos ni cederlos a caballero alguno, rico hombre, ni eclesiástico, sino que siempre serían realengos con todas las secuencias de la tal condición, como lo prueba la documentación pertinente”; este privilegio, que hoy puede hacernos gracia, era entonces una gran suerte para aquellos habitantes de estos pueblos, sobre todo si valoramos y tenemos en cuenta la afición que había en convertir en moneda de cambio a tantas y tantas localidades del reino como pago de mil favores.
            Desde aquél lejano siglo XIII hasta el día de hoy hay una evolución constante del número de habitantes y de fuegos, cifras que Equiza expone con todo lujo de detalles, demostrando además que a lo largo de la historia de esta localidad, como pasa en la montaña y en toda la zona media de Navarra, la casa es un concepto mucho más importante que el propio apellido. Así pues, a modo de ejemplo, baste saber con que en 1676 había en Oscáriz 11 casas, que eran la del Abad, la de Murunena, la de don Sancho Nagore, Cingrarena, Irigoyen, Joquerena, Garciarena, la de la Hermandad o Cofradía de San Pedro, Churinena, la de don Juan de Rala, y el palacio de don Antonio de Oscáriz.
            A día de hoy algunas de estas casas siguen manteniendo el nombre que siempre han tenido, a pesar de que sus moradores hayan tenido apellidos diferentes. Y a día de hoy, también, el pueblo sigue forjando su propia historia; baste con recordar la llegada de la luz eléctrica, inaugurada en plenas fiestas de la localidad, el 29 de abril de 1936, gracias a la iniciativa de los vecinos que fueron capaces de construir una central eléctrica represando el agua de un caudaloso manantial en el paraje de Eunze.


Ermita de la Trinidad

            La iglesia de San Pedro luce en su fachada sur un bonito y acogedor atrio, de hechura posterior a la de la propia iglesia, pero que exhibe un hermoso suelo empedrado a base de cantos rodados, y también una techumbre de vigas de madera de roble hábilmente expuestas a la vista, pues la verdad es que son para lucirlas. Adquiere doble encanto este atrio cuando se sabe que en 1988 fueron los propios vecinos quienes, desinteresadamente, y en auzolan, se preocuparon y se ocuparon de restaurar con santa paciencia ese suelo empedrado y de habilitar una cubierta con una vigas que prometen ser para toda la vida.
            Pero lo que realmente le hace único a este atrio de la iglesia de Oscáriz es el hecho de acoger en su interior un diminuta ermita dedicada a la Santísima Trinidad. Se trata de un pequeño espacio, adosado a la iglesia, de forma cuadrangular, elevado sobre pedestal pétreo, en cuyo interior se ven dos puertas con sendas pinturas: en la puerta izquierda vemos a San Ambrosio con la inscripción Te Deum Laudamus – S. Ambros, y en la puerta derecha se nos aparece la figura docta de San Agustín con la inscripción, también en latín, Te Dominum Confitemur – S. Augus. Al abrir las mencionadas puertas queda al descubierto una hermosa pintura en la que aparece representada la Santísima Trinidad. 
            Posiblemente sea esta la ermita más pequeña que existe en Navarra, pero como muy bien dice Jesús Equiza en su libro, esta ermita “es mínima en extensión, pero rica en fuerza de convocatoria”.
                El primer domingo de junio el valle de Lizoain acude en romería hasta esta pequeña ermita. Tiempos atrás las campanas de Redín anunciaban la salida desde aquella localidad de la comitiva religiosa en la que participaban, además de Redín, los pueblos de esa parte del valle, todos con sus cruces parroquiales; en el caso de Redín, además de la cruz los vecinos llevaban en andas la imagen del Niño Jesús, portador en su pecho de una cruz dorada que en su interior albergaba una reliquia del Lignum Crucis, reliquia esta que el papa Alejandro VII regaló en 1657 a don Frey Martín de Redín como reconocimiento a su nombramiento como Gran Maestre de la Orden de Malta, nombramiento que tuvo lugar el 14 de agosto de ese año.
         Las campanas iban sonando mientras la procesión se iba alejando de Redín camino de Oscáriz. Al llegar a la muga entre ambos pueblos eran las campanas de Oscáriz las que le tomaban el relevo a las de Redín, a la vez que los vecinos de Oscáriz y los de los pueblos de esa otra parte del valle recibían a la comitiva religiosa con sus cruces parroquiales y se incorporaban a ella hasta llegar a la ermita de la Santísima Trinidad, en donde celebraban –y celebran hoy- la eucaristía. Finalizada la ceremonia religiosa se procede a la bendición de los campos, posteriormente el Ayuntamiento ofrece un aperitivo a los asistentes, y después se despide a cada localidad que parte con su cruz hacia las respectivas parroquias del valle.

            En fin, que lo cierto es que Jesús Equiza ha realizado un buen trabajo, mucho más extenso y complejo de lo que aquí pueda quedar reflejado, con estudio toponímico incluido, y también con un repaso exhaustivo de cada uno de los abades y párrocos que han estado al frente de esa iglesia parroquial de San Pedro. Aporta también amplia información sobre todo lo que hoy es el valle de Lizoain (antiguos valles de Lizoain y de Arriasgoiti). En definitiva, todo un lujo para Oscáriz y para todo el valle; siempre es de agradecer que alguien se ocupe de lugares tan pequeños, tanto más cuando lo hace un personaje como Jesús Equiza de quien la seriedad y fiabilidad de sus trabajos de investigación está más que probada y garantizada.
            Por lo demás, Oscáriz bien merece una visita sosegada, contemplando esa iglesia, esa hermosura de palacio con césped muy bien cuidado en su patio interior, contemplando calle arriba algunas de las casas con detalles arquitectónicos francamente buenos, y disfrutando de la paz de un enclave como ese; es hoy muy difícil encontrar en Navarra detalles tan simples y sencillos como puede ser la presencia de gallinas en la calle; Oscáriz nos ofrece esto y mucho más.


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