25 DE JULIO DE 2011

¡¡¡LA BODA DEL SIGLO!!!
... DEL SIGLO XIX

Texto y fotos: Fernando Hualde


Iglesia de Isaba

El sábado, día 30, la iglesia de San Cipriano, en Isaba, acogerá la recreación etnográfica de cómo era una boda a finales del siglo XIX.

En cierta ocasión, y de esto hace ya más de ciento quince años, un viajero castellano hizo una excursión recorriendo toda la cordillera pirenaica. El hecho en sí no tendría mayor trascendencia si no fuese porque con todo aquello que vio y oyó hizo una especie de “diario de viaje”, que finalmente fue publicado en 1898. El viajero se llamaba Francisco Fernández-Villegas, de Valladolid; y aquél libro que publicó se titulaba “Por el Pirineo”.
Dentro del Pirineo navarro uno de los lugares por los que pasó aquél hombre fue la localidad roncalesa de Isaba. Hoy, ciento trece años después de la publicación del libro, aquél testimonio se nos presenta como un tesoro etnológico de alto valor. Fueron muchas cosas las que le sorprendieron a Fernández-Villegas en Isaba; la primera de ellas fue el comprobar que los hombres hablaban en español, mientras que las mujeres utilizaban una extraña lengua que él nunca había oído; y él mismo justificaba esta curiosa situación argumentando que seguramente en esta localidad los hombres tenían la costumbre de irse a otros países a buscar esposa. Evidentemente el vallisoletano nunca había oído hablar en vascuence.


Testimonio

Y otra de las cosas que le sorprendió cuando estuvo en Isaba fue que, cuando fue a visitar la iglesia, se encontró con algo que no esperaba ver. Y lo describe así: (…) Cuando entré en el templo me sorprendió agradablemente un interesante espectáculo: se celebraba una boda. Los novios, enlazados por el yugo, estaban hincados de rodillas en el ara del altar; el tenue resplandor de las luces arrancaba de cuando en cuando fugitivos fulgores de los dorados que adornaban la casulla del oficiante.
A uno y otro lado de los novios había dos hombres vestidos con extraño traje, que recordaba algo el de los alguaciles del siglo XVII: calzón ancho, capotillo y blanca Valona.
Terminada la misa, la novia, muy guapa, con los ojos bajos y la expresión de modestia que el caso requería, y el novio, muy ufano, se dirigieron, seguidos de numeroso cortejo, hacia la sacristía. Delante de ellos, uno de los alguacilillos llevaba una torta colocada en una gran bandeja (…).
Este es el testimonio y la descripción que nos aporta Francisco Fernández-Villegas. Y esta, es también la base que ha dado pie a la reproducción, el próximo sábado, 30 de julio, en esa misma iglesia de Isaba que vio el vallisoletano, de una ceremonia de boda que va a reproducir con bastante fidelidad el ritual nupcial que se empleaba en esta tierra en esos últimos años del siglo XIX, que dicho sea de paso, era muy similar al que venía empleándose en los dos siglos precedentes.

Manual romano - Rito matrimonial

Recreación

Así pues, enmarcado dentro de los actos del II Día de la Indumentaria Roncalesa, la asociación cultural Kurruskla –organizadora de esta jornada-, ha preparado para este sábado una ceremonia en la que, de una manera pedagógica, se va a recrear y explicar cómo eran las bodas que vivieron nuestros antepasados. Quien en la mañana de este día se acerque a la iglesia parroquial va a ser testigo de un ritual ya extinguido, de una ceremonia única.
Lo primero que vamos a aprender es que en aquella época las bodas tenían dos partes, claramente diferenciadas. La primera de ellas era el rito matrimonial, que se hacía en el exterior del templo, junto a la puerta. Así lo veremos este sábado. Y allí los novios daban su consentimiento, recibían las arras y los anillos, unían sus manos, y se aceptaban el uno al otro, todo ello bajo unas fórmulas decimonónicas que el Ritual Romano recoge con todo detalle.
Una vez celebrado el rito matrimonial en las puertas de la iglesia, pero fuera de ella, este ritual se completaba y se validaba con la Misa de Velación, en la que lo más importante era la colocación del velo, o yugo, cubriendo este la cabeza de la novia y los hombros del novio, y la bendición nupcial.
La imposición del yugo, con todo su simbolismo de unidad, es algo que en algunos lugares se ha mantenido hasta hace muy pocos años.
Y finalizará la ceremonia con la bendición de la torta de pan, símbolo de la fertilidad, que será la que permitirá a los nuevos esposos se premiados con la gracia abundante de los hijos.
Todos estos pasos podremos verlos en directo, debidamente explicados. Y descubriremos que según en qué época del año se hiciese la boda, ambas partes se celebraban una detrás de la otra, como se hará este sábado, pero que podían también hacer en días diferentes, no pudiendo nunca transcurrir entre una y otra más de seis meses.


Base documental

La ceremonia de este sábado, aunque permitiéndose algunas licencias (luz eléctrica, megafonía, etc.), quiere ser una reconstrucción fiel de una de las parcelas más desconocidas del patrimonio roncalés.
En las formulaciones rituales del sacerdote se utilizará indistintamente el latín y la lengua española, exactamente de la misma forma que recoge el Ritual Romano y la aplicación, dentro de este, del Manual Toledano, editado en 1721 bajo el pontificado de Pablo V, que es a su vez el que está vigente a finales del siglo XIX.
Los novios, y ocasionalmente el sacerdote, emplearan las que a finales del siglo XIX eran las lenguas vernáculas (español y uskara roncalés), que es lo que viene a certificar Fernández-Villegas en su testimonio publicado en 1898.
Y para quien quiera escuchar algo inédito y novedoso, desde el punto de vista lingüístico, en la bendición nupcial se dará lectura, en euskera, al texto que se empleaba en el dialecto alto-navarro, una pequeña joya de reciente aparición.
Estamos, por lo tanto, ante una recreación etnográfica seria, respetuosa, y documentada, en la que se van a cuidar las vestimentas, los detalles rituales, el simbolismo, y el idioma. Todo ello en un marco arquitectónico que, además de ser muy bonito, es el que realmente era, y pudiendo además escuchar a uno de los órganos barrocos más valiosos que tenemos en Navarra, y a las melodías de aquél viejo instrumento que era el ttun ttun. Tampoco han de faltar decenas de trajes roncaleses, que poco después se exhibirán, uno a uno, y debidamente explicados, en el anfiteatro de Isaba.
Es, por lo tanto, una ocasión única para ver algo único; una excusa perfecta para subir este sábado a Isaba. Hay que felicitar a la asociación Kurruskla por esta iniciativa que, de seguir así, está predestinada a ser una fiesta con mucho futuro, tal y como quedó sobradamente demostrado el año pasado.

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