UZTARROZ
PAN Y USKARA
Texto y fotos: Fernando Hualde
Panorámica de la villa roncalesa de Uztárroz |
Este próximo sábado la villa de Uztarroz acogera la celebración del Uskararen Eguna 2011, que quiere ser una reflexión sobre el ayer, el hoy y el mañana de esta lengua.
Allá donde se juntan los cauces fluviales que bajan de Uztárroz y de Mintxate, allá donde un viejo puente permitía con carros y vehículos salvar el arroyo que salía de las ateas, allá, digo, hubo hasta hace más de medio siglo un molino hidráulico harinero. Era el molino de Uztárroz.
Pan
Fueron siglos y siglos los que la muela volandera, impulsada por el agua que hacía girar a la rueda motriz, estuvo girando y girando sobre la muela inferior, fija, deshaciendo el grano, convirtiéndolo en harina. Para que eso sucediese fue necesario canalizar el agua para hacerla entrar y salir al molino, y desde allí volver al cauce del que había salido. Y en ese entrar y salir era una tajadera la que al alzarse permitía que la fuerza del agua incidiese directamente sobre la rueda motriz haciéndola girar con velocidad, haciendo esta a su vez girar al eje, y haciendo este a su vez girar a la muela superior, o volandera. Que al hacerlo sobre la muela inferior, iba deshaciendo el grano que desde la tolva se iba instalando entre ambas muelas. Gracias a toda esta sucesión de circunstancias el grano de trigo llegaba a convertirse en harina, y con ella podía hacerse después el pan que nos alimenta en los hornos municipales que había en cada barrio del pueblo.
Y es aquí donde el molino de Uztárroz, ausente hoy en el paisaje, nos da la primera lección: la de la transmisión. Ese agua, desviada momentáneamente de su cauce, propiciaba que aquellos hombres pudiesen comer pan cada día. Esto era posible gracias a la transmisión de acciones y movimientos; si una pieza fallaba, se rompía la transmisión, y… aquella gente se quedaba sin pan. Habría pan en ese caso mientras durasen los últimos sacos de harina.
La casas de Uztárroz han sido el escenario principal de transmisión del uskara |
Uskara
Aguas arriba del molino está la villa de Uztarroz. Subiendo desde Burgui es el último pueblo del valle. Las casas se apiñan en pronunciada cuesta, la misma por la que baja el barranco de Amuko.
Allí, en esas casas, en esas calles, en esa iglesia, en aquellos hornos, tuvo vida durante muchos siglos una lengua milenaria, una lengua que, aún siendo vasca, hoy se nos antojaría imposible de entender. Es el uskara roncalés.
Si el vascuence, o euskera, es un conjunto de lenguas, esta variante roncalesa, como la de Xuberoa, eran las más diferentes, las menos evolucionadas, ¡auténticas reliquias orales!. Aquellas gentes no conocían otra lengua, y se cuidaban mucho de no aceptar en el pueblo un clérigo que no supiese predicarles en su propia lengua, ni un maestro que no enseñase en la lengua de la tierra.
Y así, al calor del lar, alrededor de aquellas chimeneas, abuelos, padres y nietos hablaban en la misma lengua. Palabras, expresiones, leyendas, historias, Historia… todo iba transmitiéndose de una generación a otra. Transmisión.
Pero, allá en el último cuarto del siglo XIX, hubo un momento en el que… algo pasó. Tras la última guerra carlista vinieron las fronteras, y con ellas los carabineros forasteros, y con todo ello la imposición de maestros castellanos. Y a la escuela de Uztárroz llegaron maestros de Valladolid; y no permitieron que entre aquellas paredes, tal y como se había hecho siempre, se hablase el uskara; y castigaron al que lo hacía poniéndole de rodillas delante de toda la clase, con los brazos en cruz, y… un garbanzo debajo de una de las rodillas. Y si se reincidía, entonces era la misma escena pero con un garbanzo en cada rodilla. Era el año 1876.
Y aquellos niños de finales del XIX crecieron con la idea de que la vieja lengua les traía problemas. En Pamplona se les reían si les oían hablarla; y en la Ribera de nada servía. Y pasaron a ocultarla a los hijos. Se rompió la transmisión. El uskara duró mientras vivieron los últimos que lo conocieron. Doroteo, Eduarda, Ubaldo, Fidela…
Pan y uskara
Rota la transmisión… desapareció el molino de Uztárroz, y desapareció el uskara roncalés.
Hoy el pan se hace de diferente manera, no es un pan autóctono, pero no deja de ser pan. Y hoy el vascuence asiste a un espectáculo curioso; tras estar extinguido durante una o dos generaciones, poco a poco se vuelve a recuperar. Y le pasa lo que al pan, no es el que era, pero no deja de ser vascuence.
Lo que importa es que, en líneas generales, el vascuence se recupera con bastante naturalidad. Lo que importa es que entendamos que durante siglos y siglos en el molino de Uztarroz se entendieron en uskara. Lo que importa es que asumamos que la lengua vasca es la joya más importante que existe en el patrimonio roncalés; con ella se entendían los pastores al hacer el queso; con ella se entendían los almadieros cuando descendían aguas abajo; con ella se entendían las mujeres en sus egudiargos, y cuando iban a las fábricas de alpargatas; con ella se entendían aquellas milicias roncalesas que volvían locas a las tropas de Napoleón, incluso los que se enfrentaron a las tropas musulmanas. El uskara vive en nuestros apellidos, en el nombre de nuestras casas, en el nombre de las herramientas, en cada recoveco del monte a través de los topónimos, en nuestra cultura, en nuestras paredes, y en nuestra sangre.
Por ello es importante que la defensa de la lengua vasca llevé implícita, ineludiblemente, una defensa y un compromiso de todo lo que le ha dado vida. Hablo de almadías, hablo de indumentaria, hablo de la cultura pastoril, hablo de las danzas, del escudo, de la bandera, y de muchas más cosas. El conjunto de todo ello son nuestras señas de identidad, nuestras verdaderas señas de identidad, con el uskara a la cabeza, como nexo de unión de todas ellas.
Este sábado las calles de Uztárroz van a ser una cita con esta parcela del patrimonio roncalés. Cita que es fiesta; y fiesta que quiere ser reflexión sobre el ayer, el hoy, y el mañana de la lengua vasca. Uskara beti, gure aho bihotzetan.
Personalmente, como roncalés, animaría, siendo consecuente con todo lo expresado, a hacer el esfuerzo este sábado de vestir la indumentaria nuestra, la roncalesa, la “de aquí”, kebenko.
Y muy importante es que en Uztárroz, y en el Pirineo, se siga comiendo pan. Que mientras se coma pan, podrá seguir habiendo transmisión.
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