1º DE MAYO
SE CELEBRA EN NAVARRA DESDE 1892
Texto y fotos: Fernando Hualde
Calle Mañueta (Pamplona).- En ese primer piso se celebró en Navarra el primer 1 de mayo |
El primer piso del edificio número 24 de la pamplonesa calle Mañueta acogió en 1892 la celebración en Navarra, por vez primera, del 1 de mayo.
El 1 de mayo de 1886, tras varias jornadas de lucha celebradas en Estados Unidos a favor de la jornada laboral de ocho horas, varios sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en la ciudad de Chicago. Lo que ese día sucedió, como los graves sucesos que acaecieron en aquella ciudad durante los cuatro primeros días de mayo, dieron pie a que desde ese momento se dedicase la jornada del 1º de mayo a las reivindicaciones laborales y a homenajear a aquellos anarco-socialistas, que es como los calificó el New York Times a aquellos activistas que fueron ejecutados.
La internacionalización de esta fiesta fue decretada tres años después, en 1889, dentro del Congreso Obrero Socialista (Segunda Internacional) celebrado en París. En aquél congreso se acordó celebrar el “Día del Trabajador” el 1º de mayo de cada año; es así, como, desde 1890, se convocan actos conmemorativos en todo el mundo.
Primera Agrupación Socialista
Dentro de aquellos años convulsos Navarra también fue escenario de una intensa actividad reivindicativa. En 1892 vivía el viejo reino, y principalmente Pamplona, días de poder liberal, en los que integristas, carlistas, republicanos y liberales protagonizaban la vida política, teniendo en la prensa su principal arma dialéctica. Esto no impedía que, de vez en cuando, los enfrentamientos fuesen más allá de lo dialéctico, y que se empleasen otras armas diferentes a las palabras. De hecho, en las navidades de 1891, en pleno auge de los movimientos anarquistas y socialistas en Pamplona, y por vez primera probablemente, hubo un acto terrorista “contra intereses capitalistas y eclesiásticos”. Un potente petardo estalló esas navidades en una de las puertas de la iglesia de San Nicolás durante la celebración de la primera misa de la mañana. Posteriormente, ya entrado el año 1892, fue el director del Banco de España, en Pamplona, quien recibió varios anónimos amenazantes. Y, para que nada faltase, durante la procesión del Viernes Santo, y al paso de la misma, otro petardo estalló en la calle Mercaderes.
En medio de este ambiente beligerante, a primeros de abril se filtra en los medios de comunicación locales la noticia de que unas cuarenta personas se había reunido cerca de Pamplona para tratar sobre la constitución en esta ciudad del Partido Socialista Obrero. Allí acordaron “llamar al compañero Pablo Iglesias o a algún otro propagandista del socialismo”, y constataron que para la organización de una agrupación socialista “era obstáculo grave la falta de recursos”, y que “los que más se agitan no son naturales de Pamplona ni de esta provincia”. Durante la reunión se repartieron entre los asistentes unos folletos en los que bajo el título “Programa del Partido Socialista Obrero” se exponían los acuerdos adoptados en los congresos socialista de París y Bruselas, y en meetings celebrados en distintas poblaciones españolas en las que ya se había constituido el Partido Socialista Obrero, fundado por Pablo Iglesias.
Es así como el domingo 17 de abril, a las once de la mañana, en el primer piso de la casa número 24 de la calle Mañueta se reunieron cincuenta y seis personas para votar lo que había de ser la primera junta local, y dejar así constituido el Partido Socialista Obrero en Pamplona. Presidió la reunión un ebanista llamado Eustaquio Urra, quien dirigió la palabra a los asistentes exponiendo el objeto de la reunión y advirtiendo que en ella no tenían voz ni voto sino los que ya estuviesen afiliados al socialismo, que en total, de los allí presentes, sólo eran dieciséis. El citado Urra dijo que la agrupación que iba a formarse “no era de dinamiteros ni se proponía colocar petardos en parte alguna; antes por el contrario, todos los individuos de la organización deberán denunciar a los que cometen tales atentados”.
Tras la votación, la junta directiva quedó compuesta por Nicolás Bernardín, carpintero, de presidente; y Eustaquio Urra de secretario. Estaba claro que el gremio de carpinteros y ebanistas había copado los puestos importantes.
El presidente de la reunión invitó a inscribirse como socios a cuantos quisieran hacerlo; es así como a los dieciséis afiliados asistentes se sumaron esa mañana catorce más. Nació pues, el Partido Socialista Obrero, con treinta socios.
Un local con mucha historia |
1º de mayo
Después de manifestar la decisión de presentar el reglamento al gobernador civil, se dio por terminada la histórica reunión. Eran las doce de la mañana de un 17 de abril de 1892. Y la fundación en Pamplona del Partido Socialista Obrero trajo consigo la convocatoria, por vez primera, de un mitin conmemorativo de la festividad obrera del 1º de mayo. Se trataba de algo nuevo e insólito, igual en Pamplona que en el resto de la provincia; si bien, el año anterior corrieron algunos rumores de ciertos desórdenes que habían sucedido en Tafalla, pero ni el Gobierno Civil ni la Guardia Civil fueron capaces de confirmarlo. Con Pamplona eran ya 17 las capitales estatales que iban a celebrar ese año el 1º de mayo.
Llegado el día, el grupo socialista constituido quince días antes, se reunió de nuevo en la casa número 24 de la calle de la Mañueta, donde el Partido Socialista Obrero había instalado su sede. En una amplia sala se juntaron unos setenta afiliados –obsérvese el importante incremento de la militancia en tan sólo quince días- y, además, tres o cuatro docenas de curiosos. Como delegado de la autoridad asistió el oficial del Gobierno Civil, don Miguel Ríos; y tampoco faltó el Inspector Jefe de Vigilancia, don Juan Gutierrez.
La mesa de la presidencia estuvo ocupada por el presidente socialista, don Nicolás Bernardín, y por el secretario del comité local, don Eustaquio Urra. El acto comenzó con la lectura del acta de constitución del partido y, después, el citado secretario leyó un escrito en el que se consignaban las ideas y aspiraciones del grupo socialista. “En España –dijo Urra- de sesenta mil obreros, cuarenta mil trabajan doce horas cada día; reduciendo esas horas a ocho, habría ocupación para muchos miles de obreros que carecen de ella”. Decía también que era preciso, para conseguir eso, que no trabajasen las mujeres ni los niños, y que no hubiese soldados que, estando rebajados del servicio militar, trabajasen. Eustaquio Urra conminó a los afiliados a procurar la realización de estos deseos, y les recomendó la instrucción, “y para obtenerla, abstenerse de algún gasto innecesario o vicioso, y emplear los ahorros en adquirir los domingos algún periódico, especialmente “El Socialista”, órgano del partido de este nombre”. La fórmula en que se concretaba en el escrito este pensamiento era esta: “¡Menos taberna y más ilustración!”.
Al finalizar la lectura de este escrito se oyeron algunos aplausos interrumpidos inmediatamente por el secretario que reanudó la oratoria para decir que no buscaban aplausos sino la unión de los obreros a fin de lograr la realización de sus ideales.
Ningún otro hizo uso de la palabra, fuera del presidente, que fue indicando el orden del día. Después de haberse inscrito como socios dos individuos, terminó la reunión-mitin a las 12’15 horas.
Es así como transcurrió esta primera histórica jornada del 1º de mayo en Pamplona, sin incidente alguno que reseñar. En el resto del estado, al igual que aquí la tranquilidad fue la nota predominante que caracterizó esta jornada de agitación obrera.
La prensa nos hablaba de que el ministro de Gobernación, señor Elduayen, estuvo en el Ministerio desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde. A esa hora, y como no ocurriese novedad, se fue a los toros”.
La muerte del carpintero
Entiéndase, por tanto, que aquél primer 1º de mayo, pasó en Pamplona sin incidencia alguna. Pero… ¿fue realmente esto así?. Lo que sí es cierto es que ese día, a la noche, algo pasó…
Sobre las seis de la mañana del día siguiente, ya 2 de mayo, unos guardias civiles que habían salido muy de madrugada a hacer su habitual ronda de vigilancia por las inmediaciones de la ciudad, vieron junto al muro superior del puente de San Pedro, a ocho o diez metros de la margen derecha del río, y tendido en tierra, boca abajo, a un hombre “que daba pocas señales de vida”, informaba la prensa. Se bajó la camilla del Portal de Francia y, en hombros, fue conducido aquél hombre al hospital. Allí fue reconocido por varias personas, que dijeron que era el carpintero Nicolás Bernardín, presidente de la agrupación socialista local, quien el día anterior había presidido la conmemoración del 1º de mayo.
El parte médico oficial dijo que el estado de Nicolás Bernardín era el de un embriagado, “por lo que se supone –afirma “EL Tradicionalista”- que en esa situación se cayó en el punto referido y, sin recobrar el conocimiento, quedo traspasado de frío”.
Sin embargo el asunto no parecía tan claro. “El Socialista” se defendió desde sus páginas de las acusaciones de que Bernardín podía haber muerto después de una borrachera, dando a entender bien a las claras que aquello podía haber sido un asesinato. En su edición del 13 de mayo, decía literalmente: “Todas las personas de juicio consideran la desgracia hija de un crimen”.
Y es así como la celebración del primer 1º de mayo en Navarra, hace hoy 119 años, vino precedida de la fundación del Partido Socialista Obrero (se añadió después el calificativo de Español), y acompañada de un halo de misterio y de duda por la muerte de quien todo aquello lideraba.
Para quien quiera saber más sépase que en el mes de julio, alojándose en el Hotel La Perla, vino a Pamplona el fundador de UGT y del PSOE, Pablo Iglesias, quien después de los Sanfermines dio un mitin en el frontón de la Mañueta.
Desde entonces hasta hoy, la fecha del 1 de mayo ha sufrido mil vicisitudes en Navarra. Su celebración ha conocido largos paréntesis en función del gobierno de turno, lo mismo que ha conocido celebraciones semi clandestinas, o el clamor popular de petición de unidad sindical, una unidad que nunca traspasó la barrera de la utopía.
La calle Mañueta se nos queda hoy como un símbolo evocador de aquellos primeros pasos del movimiento obrero en Navarra.
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