20 DE MARZO DE 2011

NEVEROS DE NAVARRA
CONSERVACIÓN DEL HIELO Y DE LA NIEVE

Texto y fotos: Fernando Hualde

Nivera de Burgui


            Fieles al ciclo de la vida, es el momento del relevo; la primavera le sucede al invierno. Pronto veremos a las almadías descender por las aguas mayencas del Ezka, y verdear a los campos de cereal, y oiremos cantar al cuco en la lejanía a la vez que busca una cándida hembra de cualquier otra especie para que le incube los huevos. El sol poco a poco calienta con más fuerza, fundiendo así las pocas reservas de nieve que todavía quedan en algunos montes; es tiempo de deshielo.
            En otro tiempo, llegadas estas fechas, cada pueblo ya se había ocupado de tener su pozo de nieve bien lleno si es que el invierno había sido generoso con este elemento. La nieve y el hielo eran importantes; podríamos decir que fundamentales. La conservación de los alimentos, la elaboración de refrescos, y no pocos remedios curativos, exigían el uso de este recurso natural. Y eso obligaba al ser humano a crear grandes depósitos que permitiesen almacenar y conservar la nieve que caía en el invierno para que durase buena parte del año, o todo el año; a esos depósitos se les conoce con el nombre de pozos de nieve, hieleros, neveros, neveras, o niveras; en euskera elurzuloak. En muchos casos eran municipales, en otros eran privados, dependientes de un castillo, o vinculados a alguna otra entidad administrativa o cofradía religiosa. Lo cierto es que allí estaban, repartidos por toda Navarra; y en muchos casos… allí siguen estando.

Interior de la nivera de Burgui - Antiguas herramientas.


Inventario

            Recientemente el etnólogo Antxón Aguirre Sorondo ha publicado en los “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra” (nº 85, año 2010) un extraordinario estudio sobre los neveros de Navarra. Es el resultado de varios años de trabajo de campo, y nunca mejor dicho, y que por vez primera nos permite hacernos una idea aproximada del número de pozos de nieve que había en Navarra, de su distribución por localidades, y de las técnicas de almacenamiento, conservación y comercio. La verdadera novedad de este ímprobo trabajo está precisamente en ese inventario de neveros, medidas incluidas; nunca se había hecho esto en Navarra, y en consecuencia supone una aportación importante.
            Antxón Aguirre se ha ocupado en recorrer toda la geografía de Navarra; en unos casos ha ido sobre seguro, sabedor de lo que iba a encontrar y dónde iba a encontrarlo; en otros casos ha sido necesario adentrarse en la maleza tratando de localizar un pozo de nieve cuya ubicación se desconocía con exactitud; y en otros casos era la conversación con los más ancianos del lugar la que le ha permitido saber que en tiempos hubo un pozo de nieve, o tal vez simplemente un topónimo que aludía a su existencia. Y a partir de allí no hay que olvidar que los neveros, con sus varios metros de diámetro y de profundidad, han sido rellenos de tierra, de basura, de animales muertos, y que hoy son apenas imperceptibles a los ojos del hombre. Así estaba hace unos años el de Burgui, por poner un ejemplo de los neveros que se han recuperado en los últimos años.
            Tras el trabajo de Antxón Aguirre quedan inventariados nada menos que 139 pozos de nieve en Navarra; la localización y la catalogación de algunos de ellos me consta que ha sido más que meritoria. Esos 139 neveros son los seguros, el número mínimo de los que ha habido. Sin duda que serían algunos más, sobre todo si tenemos en cuenta que en algunas zonas de Navarra la orografía del terreno permitía aprovechar determinados huecos naturales, principalmente simas. De otros tal vez no haya quedado ni tan siquiera una referencia documental. Sirva como dato que todo ese volumen de neveros que hoy conocemos, tan sólo se han encontrado referencias documentales de 33 de ellos. También podemos decir que la mayoría de ellos eran redondos, si bien había excepciones como el nevero de Osácar (cuadrado), los de Funes y Añorbe (rectangulares), o el de Aberin (octogonal), así como algunos otros ovalados o de formas irregulares.
            Es muy importante tener en cuenta que estamos ante un primer estudio, o ante un primer inventario; el cual, a su vez, sienta una base muy amplia de información. Queda abierta la puerta a que, en un futuro, alguien decida seguir ampliándolo. En los últimos años hemos asistido a la recuperación de algunos de ellos (Burgui, Aibar, etc.), trabajos estos que han permitido conocer con exactitud cuales eran las dimensiones reales de esos pozos de nieve, así como las formas de acceso a los mismos; así pues, si en los próximos años se siguiese en esta línea de recuperación, se podría ir ampliando el trabajo de Antxón Aguirre. Seguramente que una investigación a fondo de todo el patrimonio documental que hay en Navarra nos va a permitir, igualmente, y con seguridad, llegar a aumentar el número de neveros.

Nevera de La Bizkaia (Aibar)


Ruta de los neveros

            A día de hoy tenemos en Navarra algunos pozos de nieve que son ya emblemáticos. El más popular de todos será probablemente el huevo del Castillo de Olite; pero tampoco debemos de olvidar el del Palacio Real, en Pamplona, recientemente restaurado; o el nevero de La Bizkaia (Aibar), o la nivera de Burgui.
            Permítanme que utilice esta última como referencia. La de Burgui es un ejemplo a imitar por dos razones muy importantes.
            Por un lado el voluntariado local permitió rescatar este elemento; y rescatar quiere decir localizarlo en un paraje totalmente cubierto por la maleza, quiere decir desbrozar hasta dejar el terreno a la vista, quiere decir vaciarlo (había sido utilizado como muladar y como basurero por las generaciones anteriores), quiere decir reconstruir sus paredes y levantar la parte aérea, y quiere decir hacerle una cubierta a semejanza de lo que un día pudo haber tenido.
            Y la segunda razón es que quien hoy se acerque a la nivera de Burgui no solo va a ver físicamente la construcción, sino que además la va a ver interpretada. Dicho de otra manera: en el interior del pozo se ha recreado el sistema que se empleaba para almacenar la nieve (alternancia de capas de paja y nieve prensada) y pueden verse también las herramientas que se empleaban para ello (para acarrear, para prensar, para subirla posteriormente a la superficie, etc.). Y en el exterior, junto a la nivera, va a encontrar el visitante un panel en el que se explica no sólo cómo se ha reconstruido ese pozo de nieve a la entrada de la foz, sino que mediante dibujos se puede aprender los usos que esta tenía, cómo se construía un pozo de estas características, e incluso podemos ver algún documento sobre esa nivera en concreto y sobre el oficio de nivero.
            Debiéramos de tomar conciencia de este rico patrimonio que tenemos en Navarra en torno al almacenamiento, comercio y uso de la nieve. El trabajo de Antxón Aguirre -a quien felicito de verdad- que el pasado año vio la luz publicado en los “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, nos pone en bandeja el establecimiento de una “Ruta de los Neveros”, con una interpretación al estilo de Burgui, y que como mínimo servirá para demostrar no sólo que tenemos en este sentido un rico patrimonio, sino que además tenemos la sensibilidad sobrada para conservarlo.

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