7 DE FEBRERO DE 2011

CORDOBILLA
OTROS CRÍMENES, OTRA HISTORIA

Texto: Fernando Hualde

Monolito en honor a los fusilados por las tropas francesas

No es la primera vez que Cordobilla es escenario de una muerte violenta. El próximo año se cumplirán dos siglos de un episodio muy doloroso. Pero, además de ello, Cordobilla tiene una historia que no debe de perderse.

Es más que probable que si dentro de un siglo, o de dos, o de los que sea, alguien acomete la tarea de escribir la historia de Cordobilla, tendrá que contar que a principios del siglo XXI hubo en ese lugar un horrendo crimen, que a su vez alcanzó una repercusión mediática que hizo que Cordobilla estuviese en el candelero informativo durante mucho tiempo.
Hoy, metidos de lleno en ese candelero en el que palabras como Cordobilla y asesinato caminan juntas por los titulares, me parece de buen gusto hablar de nuevo de esta localidad de la cendea de Galar, pero en esta ocasión destacando su historia, su trayectoria a lo largo de los siglos, y la laboriosidad de sus gentes. Y, ya de paso, recordando que, cuando no había la cobertura informativa que hoy hay, el lugar de Cordobilla ya conoció los horrores de la muerte arrebatada.


34 fusilados

Habría que remontarse al año 1812. Para que nos hagamos una idea en aquél momento contaba Pamplona con 13.054 habitantes. Y para que la idea sea más completa y nos situemos mejor en los hechos, hay que recordar que en aquel momento las tropas francesas habían invadido Navarra, invasión esta que iba acompañada de robos, saqueos, violaciones, asesinatos, incendios, expolios y de todo tipo de vejaciones; siendo comandadas entonces las tropas por el general Abbe, uno de los personajes más nefastos que ha conocido Navarra.
En Pamplona y en toda su comarca el susodicho general contaba con la colaboración del Jefe de la Policía Militar, un tal Mendiry, afrancesado él. Era un hombre despiadado, obsesionado con perseguir y castigar a cuantos navarros osasen poner freno a los desmanes de los franceses, el cual a su vez vivía amancebado con una mujer que alguien calificó como “intrigante, cruel y caprichosa”, que lo dominaba y que conseguía que el hiciese lo que a ella le venía en gana.
Mendiry veía que en toda esa zona que ocupan las cendeas de Cizur y de Galar había una guerrilla organizada que les estaba dando más de un disgusto. Y ante ello, el 9 de diciembre de 1812 salió de Pamplona con 34 detenidos, concretamente 17 voluntarios navarros de los que había plantado cara y armas a los franceses, y 17 padres de voluntarios.
Detuvo este hombre la comitiva de detenidos en el término de Cordobilla. Y allí se fusiló a los 34 patriotas navarros. Pero los soldados franceses y el afrancesado que los mandaba, no se conformaron con arrebatarles la vida sin dejarles tan siquiera recibir los auxilios espirituales, sino que en un afán de impresionar a los lugareños del entorno, Mendiry ordenó colgar de los árboles más próximos los cuerpos de los fusilados.
En el lugar donde fueron fusilados aquellos 34 navarros la Diputación Foral de Navarra alzó un monolito en su memoria, que todavía se conserva, y en el que se recuerda a aquellos fusilados “por orden del Gobierno intruso”. Curiosamente, junto al monolito hoy existe un hipermercado de una conocida marca comercial francesa.
Efectivamente, los franceses consiguieron con esta acción impresionar a los navarros, que no amedrentarlos. De hecho, pocos días después Abbe envió desde Pamplona a un escuadrón de franceses capitaneados por un sargento para que capturasen a los diputados y regidores de la cendea de Cizur. Era aparentemente una operación militar sencilla, pero el recuerdo de los 34 cuerpos colgando de los árboles hizo que los lugareños recibiesen a las tropas galas de una manera diferente a la que esperaban los súbditos del general Abbe. La batalla en los campos de Olaz-Subiza, de Unzué y de Paternain fue dura; tan sólo dos franceses lograron regresar a la ciudad. Francisco Azcárate, teniente de Olaz-Subiza, resultó herido de un pistoletazo.


Señorío

Pero lo dicho, Cordovilla tiene otra historia diferente a la que los advenedizos periódicamente vienen a colgar en su expediente.
Escribir Cordobilla con “b” o con “v” no parece ser error bajo ninguna de las dos formas. Tradicionalmente, al menos durante el siglo XX, lo hemos visto escrito con “v”, aunque ahora los ordenadores se empeñan en autocorregir la escritura convirtiendo la “v” en “b”. En principio todo parece indicar, y creo que en esto coinciden todos los lingüistas que se ocupan de la etimología, que Cordobilla trata de significar “pequeña Córdoba”, y puede esto deberse a que en sus orígenes pudo ser un asentamiento mozárabe, algo que pudo suceder en torno al siglo X.
            Los documentos nos aportan el dato de que Cordobilla fue un señorío dependiente del monasterio de Leire, y que en el año 1141 el rey García Ramírez adquirió este señorío después de cambiarlo por Sansomain. Tan solo trece años más tarde el monarca Sancho VI el Sabio se ocupó de que Cordobilla pasase a estar bajo el dominio de la seo pamplonesa, de la catedral; y a partir de aquí es cuando empieza una pugna por la propiedad de este señorío que traería de cabeza a algunos. Finalmente los jueces asignados para este caso por Teobaldo I aplicaron en 1234 una solución que quiso ser salomónica, es decir, dictaminaron que Cordobilla era propiedad de Sanz Díaz y Diego Sánchez, a la vez que permitieron que en su término tanto la Catedral de Pamplona como el Hospital de San Juan conservasen algunas heredades.
            Fue hasta 1403 cuando los palacios y buena parte del término pertenecieron a Luis Indiano, que ese año los vendió a instancias de Guillén Arnal Ruiperiz.
            Si ahora vemos en muchas localidades navarras que las iglesias se están hundiendo, sépase que esto no es nuevo ni es de ahora, pues en 1407 el rey asignó al pueblo de Cordobilla la primicia de 10 años para que pudiesen reparar su iglesia, pues amenazaba ruina. Así mismo, un tal García López de Roncesvalles compró varios bienes e Cordobilla que acabaron en manos de la Orden de San Juan. De hecho, en 1448, por designio papal – o por bula pontificia-, las iglesias de Cordobilla, de Esquiroz, y de Espilce, pasaron a ser regentadas por el Hospital de San Juan.
            Ya hemos dicho que la historia da muchas vueltas, y con el paso del tiempo Cordobilla pasó a ser propiedad del conde de Guendulain; y dicen que por matrimonios de hijas de esta casa nobiliaria la propiedad se dividió en dos: una parte se quedó en manos del conde de Guendulain, y la otra fue a manos del conde de Villarrea, o Villarreal, marqués de Alcántara y de Fuerte Ventura, propiedad esta última que pasó posteriormente a la titularidad del conde de la Rosa. Esto hizo que en Cordobilla hubiese dos palacios.
            En 1758 Alejandro Abarca y Marcilla, de Caparroso, conde de la Rosa, tuvo su pleito a causa del rebate de cuarteles correspondiente a su palacio de Cordobilla. Leonardo Aguinaga, el que fuera secretario de la cendea de Galar durante buena parte del siglo XX, revelaba en un interesante trabajo publicado en 1974 que existían relaciones de las fincas que en febrero de 1879 poseían en Cordobilla los condados de la Rosa y de Guendulain, y las rentas que pagaban sus inquilinos (230 robos de trigo anuales Fausto Urrizola, rentero del conde de Guendulain, y 399 entre Antonio Goñi, viuda de Aldave y la viuda de Vidaurreta, el conde de la Rosa, cuyo administrador era Simón Santesteban.
            El conde Antonio Fernández Rubio vendió su parte el 21 de julio de 1884 a Epifanio Lizarraga.
            Y si ya hemos visto que Cordobilla padeció en su término los horrores de las tropas napoleónicas, en ese mismo siglo XIX le tocaba aportar suministros a las tropas contendientes en el conflicto bélico entre carlistas e isabelinos, concretamente por un importe de 2.490 reales de vellón. Y otro tanto sucedió en la última guerra civil de ese siglo (1873-1876), en la que Cordobilla tuvo que aportar a ambos ejércitos suministros por un importe de 33.275 reales de vellón.
            En fin, seguramente que la historia de Cordobilla es un poco farragosa y difícil de digerir, pero es la que es, y en consecuencia queda aquí expuesta como una aportación más a la difusión de la historia y del patrimonio navarro, y además en un momento tan especial para ellos, para los vecinos de este lugar. Los continuos cambios de propiedad, las divisiones familiares de otros tiempos, los arrendatarios, los administradores, o los grandes propietarios de los últimos tiempos (señores Ureta, Goñi, Martinicorena…), la división de sotos, la escuela (formaban un distrito escolar los niños de Cordobilla, de Esquíroz y los de Barbatain), etc., son factores que requieren su tiempo a la hora de entender la historia de este viejo señorío y de otros muchos que como este hay en Navarra.


Polígono industrial

            Si relativamente compleja es toda su pasada historia, no lo es menos la historia inmediata, la que se forja en torno a las antiguas ventas. Es una historia que ya no se cimienta en títulos nobiliarios, ni en palacios, ni en iglesias, ni en reyes, ni en bulas pontificias. Es la historia industrial de la comarca de Pamplona que tiene como protagonistas a los obreros, a los inmigrantes andaluces, a empresas como Papelera Navarra, que fue la primera empresa importante que se estableció en esta área industrial de la Avenida de Zaragoza; y vino después Fuerzas Eléctricas de Navarra, Irujo y Mateo, Finanzauto, Orbaiceta, Super Ser, Diario de Navarra, y un largo etcétera que hoy se nos queda pequeño. Pero esta es ya otra historia, y no menos interesante, pues la conflictividad laboral y las huelgas de los años sesenta y setenta tuvieron aquí un bastión importante. Queda en la memoria de mucha gente aquellas movilizaciones obreras en el “sector Avenida Zaragoza”, tal y como se le denominaba en aquellas publicaciones clandestinas impresas con las viejas “vietnamitas” (precursoras de las multicopistas), en las que intervenían los grises montados a caballo, mientras los obreros detenían su carrera lanzando bolas de rodamientos a los pies de los caballos, que resbalaban y caían.
Mientras tanto nos quedaremos con el recuerdo de aquellos 34 patriotas navarros que fusilaron los franceses, o con el recuerdo de tantas y tantas generaciones que a lo largo de siglos han trabajado las tierras y parajes de Cordobilla (Facería, Gazarripe, Soto, Alto Cruz, Morea, Garitón, Sadar, Roturado, Elarre, Sario, La Venta, Franapea, etc.), han cuidado los ganados, han habitado aquellas casas, han dado vida a su iglesia y a sus calles, y han sido enterrados en aquél camposanto. No nos quedemos con lo último.

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