ALMADÍAS EN NAVARRA
DESDE URRAUL HASTA EL RONCAL,
DESDE EL PIRINEO HASTA EL EBRO
Texto: Fernando Hualde
Fiel a su cita anual este próximo sábado se celebrará en Burgui una nueva edición del Día de la Almadía – Almadiaren eguna. Nos acercamos hoy desde estas páginas a la realidad de lo que fueron las almadías en Navarra.
Hace no mucho tiempo, en una conversación sobre almadías, me preguntaban si era cierto que por el valle de Aezkoa alguna vez habían navegado almadías. De todos es sabido que bajaron estas balsas por los cauces del Ezka, en el valle de Roncal; de hecho es este valle el que ha recuperado esta tradición, aunque solo sea un día al año. Por otro lado, fuera del valle de Salazar pocos navarros conocen que este también fue un valle almadiero. Pero…, ¿lo fue Aezkoa?, ¿hasta donde llegó geográficamente esta tradición de bajar almadías por el río?. Va siendo hora de despejar todas estas dudas, es importante que cada uno asuma la parte de patrimonio que le corresponda.
Lo cierto es que en Navarra el sistema de sacar la riqueza forestal por vía fluvial mediante el sistema de almadías es una tradición que fue implantándose desde oriente hacia occidente, de la misma manera que en el siglo XX fue desapareciendo en sentido inverso. Esto quiere decir que es en el valle de Roncal donde primero se utilizan las almadías, y también el último punto donde dejan de utilizarse, y además con muy poca diferencia respecto al valle de Salazar, a pesar de que la intensidad de tráfico almadiero no fuese equiparable. Vamos a ir pues, aunque de forma muy resumida, haciendo un repaso a lo que fue la presencia de las almadías en el Pirineo navarro, sin olvidarnos que todas ellas hacían un recorrido norte-sur, hacia la Ribera, hacia Zaragoza, hacia el Mediterráneo.
Valle de Roncal
No cabe duda de que las primeras almadías que se vieron en los cauces navarros eran aragonesas. Esto sucedía en el siglo XIV. Chesos y ansotanos iban sobre ellas; y aquellos ríos que surcan sus valles, por ser afluentes del río Aragón, forzaban a aquellas balsas y a aquellos hombres a pasar por Yesa, Sangüesa… hasta la Ribera de Navarra, hasta el Ebro. No sabemos si con anterioridad al siglo XIV hubo tráfico almadiero en nuestra tierra, pues la documentación es escasa y parca en este tipo de informaciones; no obstante queda abierta la puerta de esa hipótesis.
Lo que sí sabemos es que unos años después, ya en el siglo XV, se detecta la actividad almadiera en el valle de Roncal. Y sabemos también que el siglo de oro de las almadías roncalesas es el XVIII, éxito este que viene de la mano de Pedro Vicente Gambra. La documentación es abundantísima, y el resultado es que este valle alcanza en ese tiempo sus mayores cotas de riqueza. Es innecesario dar aquí datos para demostrar la existencia de almadías en el Roncal, pues los documentos manuscritos sobre las mismas se pueden contar por cientos; incluso abundan los documentos fotográficos. Pero por aportar algo novedoso, y que nunca se ha hablado de ello, hay que decir que el Roncal es el único caso en todo el Pirineo en donde aparece probado documentadamente la utilización de las almadías, no sólo como medio de dar salida por el río a la riqueza forestal, sino como medio de transporte de materiales de construcción dentro del valle; y no es ya que los troncos fuesen las vigas, sino que sobre las almadías se llegaban a colocar decenas de piezas de madera para bajarlas desde Belagua hasta Isaba o hasta otros puntos del valle. De hecho baste con ver que el número de almadías que pasaban bajo el puente de Belagua era muy superior al número de almadías roncalesas que llegaban hasta Sangüesa.
En cualquier caso lo que sí es cierto es que en 1952, con el cierre de la presa de Yesa, se ponía punto final a siglos de tradición almadiera en el Roncal.
Valle de Salazar
Un año antes eran los salacencos quienes veían bajar a su última almadía. Quedaba atrás, y para siempre, una tradición maderista que los salacencos habían sido capaces de complementar con el sistema del cable, un revolucionario sistema de transporte de los troncos que todavía mucha gente recuerda. La labor de recogida del patrimonio oral que actualmente se está haciendo en el valle de Salazar está permitiendo salvaguardar los testimonios de los salacencos que han conocido el descenso de las almadías por el río Salazar, así como ubicar los ataderos, los cargaderos, las presas, y mil detalles más.
Podemos decir que los almadieros salacencos han tenido un escaso reconocimiento; es el precio que han pagado por haber visto desaparecer esta tradición, en las aguas del Salazar, un poco antes que en las aguas del Esca. Y, justo es decir, que los pocos reconocimientos que han tenido les han llegado desde Sangüesa (de la mano de Javier Beúnza), y desde el propio valle de Roncal (de la mano de la Asociación Cultural de Almadieros Navarros).
Sin embargo, allí está la realidad; allí han quedado las historias íntimas y menudas de aquellos hombres de Ochagavía, Iciz, Igal, Oronz, Güesa, Uscarrés... que durante siglos bajaron por las aguas del Salazar, recorriendo el entradero, la Prensa (aquí se ahogó uno de Iciz), el Pozo de la Palomera, los Bancos del Acero, la bachaquera, el cañón, la loba (el tramo más peligroso de todo el recorrido), la Perdíz, Paso Ancho, el franés, Puerto largo, Baldelaco, el puente de San Pedro (Usún), Lupercio... por citar tan sólo algunos parajes.
Allí están las canciones que entonaban ellos, recogidas hace unas décadas por Moisés Valencia; las que aluden a los remojones en las foces de Arbayún y de Lumbier, a los peligros de Baldelaco, a la importancia del ropero, y a tantos otros aspectos específicos del ambiente almadiero salacenco.
Allí está la Sociedad de Almadieros, vigente hasta mediados del siglo XX, que se preocupaba de mantener limpia la foz de Arbayun para el libre tránsito de las almadías.
Y allí están, aunque sean pocos, los testimonios fotográficos de la actividad almadiera en el cauce del Salazar. Nos sorprenderíamos hoy al conocer la solicitud de declaración de río navegable con almadías para el río Anduña; o nos sorprenderíamos al saber con qué precisión entraban los almadieros salacencos a la foz, esperando pacientemente a que el agua llegase a un nivel determinado; solo en ese momento la foz era navegable.
Valle de Aezkoa
Del paso de las almadías por el valle de Aezkoa, más lejano en el tiempo, lo que nos queda es abundante material documental, principalmente pleitos a causa de los daños en las presas y en los puentes. Es de destacar la presa que había en Orbaitzeta, o la denominada presa de Villa Nueva (Villanueva), o el contra puerto de Aribe; puntos estos en los que en los años 1818, 1819 y 1820 todavía se cobraban peajes a cada almadía que pasaba.
También hay que reconocer que los aezcoanos, cierto es que vieron bajar por el río Irati muchas almadías, pero cierto es también que muy pocas de estas eran del valle –sobre todo en el siglo XIX-, pues la mayoría eran salacencas. En consecuencia no faltaron pleitos entre ambos valles, como el litigio que mantuvieron en los años 1825 y 1826. Baste como ejemplo en esos dos años el caso de Juan José Sarriés, de Ochagavía, que bajó por el río Irati un lote de madera, en cinco almadías, destinadas a la construcción de la iglesia parroquial de Allo, pero su sorpresa fue que le cobraron un peaje de treinta y seis reales fuertes al pasar por Orbaitzeta, de ello se encargó su alcalde Juan Fernando Recalde; todavía no se había repuesto de este susto cuando en Villanueva le cobraron la misma cantidad, en concreto su regidor Martín Gorriarena; y lo mismo le pidieron en Aribe y en Garralda, pero en estos dos últimos se negó. Y para rematar Sangüesa le exigió también una fuerte cantidad.
Pero al margen de todos estos datos relacionados con el tránsito de almadías salacencas por las aguas del Irati, hay también una realidad de explotación forestal en la Aezkoa, y de almadías aezcoanas, que permite que hoy al hablar de almadías navarras estemos hablando principalmente de estos tres valles pirenaicos.
Almiradío de Navascués y Urraul
A Aezkoa, a Salazar, y a Roncal, justo es añadir al Almiradío de Navascués y al valle de Urraul Alto. No podemos ignorar el atadero de almadías que hasta bien entrado el siglo XX hubo en Aspurz; de la misma manera que tampoco podemos olvidar la intensa actividad almadiera que llegaron a desarrollar, en Urraul Alto, los vecinos de los Cerréncanos (Cerréncano Alto y Cerréncano Bajo), quienes talaban sus propios bosques para después barranquear la madera hacía Aspurz, para armarla en el mencionado atadero y bajar sobre ella hasta la Ribera de Navarra, e incluso hasta Zaragoza. De todo aquello hoy apenas queda el recuerdo y el testimonio recogido en una secuencia de entrevistas etnográficas realizada en esa zona en los años sesenta.
Así pues, que se tenga conocimiento, estas son las zonas almadieras. A partir de aquí hay que ceñirse a los cauces y ver lo que ha supuesto el paso de las almadías por el Romanzado, por Lumbier, Sangüesa, Javier, Santacara, Milagro, Tudela…
A todo este pasado, poco a poco, se le va homenajeando cada año en la villa roncalesa de Burgui al llegar el Día de la Almadía, que es este próximo día 3 de mayo. Es parte de nuestro patrimonio, una parte parcialmente olvidada e ignorada a la que entre todos hemos de ir sacando a flote. Burgui nos llama a acudir este sábado que viene, y allí que estaremos.
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