28 DE SEPTIEMBRE DE 2008

SAN JULIÁN EN ISABA

Texto: Fernando Hualde



            He aquí la historia de un santo, de una imagen, y de una ermita que hubo en Isaba, cuya memoria se estaba perdiendo ya. La recuperación de la imagen de San Julián ha permitido que los vecinos se reencuentren con esta importante parcela de su patrimonio.

Hace medio mes leíamos la noticia de que en la villa de Isaba se había recuperado una antigua imagen, una talla de madera policromada, que representa la figura de San Julián. La crónica de aquello, precisamente por ser una crónica, no podía ser mucho más extensa, y este es el momento en el que podemos ampliar un poco esa información, y digo un poco porque desgraciadamente los documentos existentes no nos aportan gran cosa sobre esta advocación religiosa, aunque sí lo suficiente para comprobar que hasta finales del siglo XIX había una gran devoción a este santo, y una prueba inequívoca de ello era el alto índice de varones que durante siglos han llevado en Isaba el nombre de Julián.


Procesión de San Julián

Isaba, como cualquier otro pueblo, tuvo sus Ordenanzas Municipales, que en este caso venían a complementar a las Ordenanzas de la Junta del Valle de Roncal, centradas estas últimas en regular el uso de los montes principalmente.
En el caso de Isaba no hay información sobre cuando aparecieron las primeras ordenanzas. Se sabe que en el año 1691 se reformaron las ordenanzas, y que tan sólo nueve años después, en 1700, se firmaron unas nuevas ordenanzas, de las que no se conserva ningún ejemplar. Afortunadamente todas estas ordenanzas fueron copiadas del original por Pedro Esteban Algarra, y publicadas en el año 1816 parece ser que con el objetivo de que el pueblo conociese lo que habían firmado sus autoridades  años antes, como una curiosidad, y en cuya portada el autor de la trascripción indica expresamente que “no se alcanza fu antigüedad, si solo que se reformaron en el año de 1691”.
Hoy, siglos después, y desde los conocimientos que ahora se tienen, podemos decir que esos primeros capítulos de las Ordenanzas, que posteriormente han estado vigentes durante siglos,  ciertamente están sin fecha, si bien teniendo en cuenta las unidades monetarias que se empleaban en las sanciones, obligadamente habría que fecharlas en los años previos a 1512, que es el único momento en el que en Navarra llegaron a convivir simultáneamente monedas como los groses, cornados, florines y ducados. Hablamos nada menos que de quinientos años.
Y es en el capítulo 2 de estas Ordenanzas (que estuvo vigente hasta el año 1791) en donde se nos habla ya de la procesión “a la hermita del Señor San Julián”. Se estipula aquí que el día de San Salvador debe de acudirse en procesión hasta la ermita de la Virgen de Idoya, y que además de cada casa debe de ir, obligadamente, al menos una persona, “o todos, según el Regimiento ordenare” (el Regimiento era lo que hoy conocemos como el Ayuntamiento). Y se establece también que, después de ir en procesión hasta la mencionada ermita, “de buelta se vaya en procesión a la Hermita del Señor San Julián”, para acabar posteriormente en la iglesia “mayor” (lo que nos da pie a interpretar que la ermita de San Julián podía ser la iglesia menor).


La ermita

La ermita de San Julián estuvo ubicada hasta bien entrado el siglo XX en la parte alta del pueblo. Hoy está desaparecida, quedando de ella tan sólo una piedra esquinera, lo que nos da pie a situarla perfectamente en su posición y orientación. Estamos, en cualquier caso, ante una ermita de un tamaño considerable, francamente grande, tal y como se puede comprobar en una fotografía panorámica de la villa de Isaba que puede estar sacada a finales del XIX o en los primerísimos años del XX; en ella vemos la ermita en todo su volumen, y también la proporción de su tamaño respecto a otras casas que hoy siguen conservando intacta su estructura.
Cabe pensar que esta ermita pudo ser un recinto religioso ligado al antiguo castillo, tal vez como primitiva parroquia o, como sucede con la ermita de la Virgen del Castillo, en Roncal, pueda tratarse de una edificación cristiana colocada simbólicamente sobre las ruinas del antiguo castillo, o como complemento de este; en cualquier caso, el incendio y destrucción del archivo de Isaba, y del valle, en 1427, imposibilita apuntalar ninguna hipótesis.
En la relación de gastos correspondientes a la villa de Isaba, en las cuentas generales del Valle, indica que “se le quentan a la dicha villa seis ducados y tres reales por otros tantos que gastó la dicha villa en la colación que dieron a los alcaldes y junteros del Valle, en la junta de San Julián el año pasado de 1631...”. Y es que, otro de los valores añadidos que tuvo esta ermita es que en su interior se celebraron durante siglos las reuniones de la Junta del Valle de Roncal, concretamente la reunión anual del 14 de julio, más conocida como la Junta de San Julián, en la que las villas de Isaba, Uztárroz, Urzainqui y Garde certificaban al resto de las localidades del valle (Roncal, Burgui y Vidángoz) haber recibido el día anterior el pago del tributo anual y perpetuo de tres vacas por parte de los vecinos del valle de Baretous.
Por lo demás sabemos que en el año 1796 amenazaba ruina, y aunque no conocemos documento alguno que lo certifique, es obvio que la ermita posteriormente fue arreglada, como lo demuestra la fotografía que se conserva. Y cierto es también que esta ermita entró en el siglo XX de nuevo con un grado de deterioro importante; ante ello, en los años veinte, el vecino Ángel Galé Hualde intentó recaudar dinero para su reconstrucción, pero la empresa no alcanzó el éxito suficiente. Finalmente la ermita fue desmontada en los años cuarenta de ese siglo, siendo hoy el día en el que todavía queda gente mayor que recuerda cómo se aprovecharon las piedras de la ermita, transportadas con caballerías, para rehacer en el pueblo casas y corrales. Era piedra de sillería, grande y muy buena, que no se podía dejar perder.


San Julián

Ahora tenemos que cerrar los ojos por un momento, y situarnos en aquella época de finales de los años veinte, hace ochenta años aproximadamente.
La ermita estaba entonces muy estropeada; y allí andaba Ángel Galé (benefactor de la villa de Isaba e Hijo Predilecto de la misma), allí andaba, digo, intentando convencer a unos y a otros para intentar poner dinero entre todos y arreglar aquello antes de que fuese tarde. Era demasiada historia la que había entre esas cuatro recias paredes como para no hacer ese esfuerzo económico.
En ello se estaba cuando una noche…, especialmente tormentosa, una noche infernal de rayos y truenos, una noche en la que el aguacero fue impresionante…, el agua y el viento hicieron crujir la estructura pétrea de aquella construcción.
Un mozo del pueblo, Gabriel Dronda, nacido en 1907, oyó desde su casa el lamento de la ermita, y no se lo pensó dos veces. Rápidamente salió de su casa, a escasos metros, y corrió hasta la ermita, penetró en ella, y del retablo principal retiró la imagen de San Julián trasladándola a su casa. Ya no dio tiempo a más. La cubierta de la ermita se desplomó completamente sobre el interior del edificio, y allí quedó todo sepultado, mezclándose bancos, tejas, retablo, piedras, y agua y más agua que durante horas estuvo cayendo allí.
Aquél fue el punto final de la ermita de San Julián y Santa Basilisa; con aquél desplome, cayeron también las esperanzas de recuperarla. Al menos la imagen de San Julián se había salvado.
La figura, probablemente de madera de pino, quedó conservada en la casa de Gabriel Dronda; la propia parroquia le pidió que la cuidase y conservase él. Y así lo hizo mientras vivió hasta hace unos años.


Restauración

Hace un par de años se contempló la posibilidad de trasladar la imagen a la parroquia. Era una realidad el hecho de que una parte mayoritaria de los vecinos no habían conocido nunca aquella ermita ni aquella imagen; y podía ser buen momento para mostrar ambas cosas y ponerlas en valor.
Sobre la ermita se han dado ya los primeros pasos para hacer una intervención arqueológica que permita sacar a la luz su base, o sus cimientos; trabajos estos que cuando se desarrollen es previsible que arrojen también alguna luz sobre el primitivo castillo. Sobra decir que es impensable reconstruir aquella ermita, pero sí que al menos se contempla la posibilidad de que sobre su emplazamiento original se levante una pequeña capilla que permita albergar la imagen de San Julián, una capilla al estilo de la existente en Isaba para venerar a la Virgen de Belén, muy cerca del pueblo, en el camino que sale hacia Belabarce desde el barrio de Burguiberria.
Para recoger la imagen se habló con la familia de Gabriel Dronda, guardianes de la talla durante ocho décadas, quienes dieron todo tipo de facilidades para que San Julián volviese de nuevo a la vista de los vecinos. Las gestiones, inicialmente del Ayuntamiento, y posteriormente de quien era párroco en ese momento de Isaba, José Mª Mariño, eficazmente consiguieron que la imagen fuese trasladada a Pamplona para que fuese restaurada por el Arzobispado.
Es así como hoy podemos contemplar la imagen de San Julián, con su hábito y su gran barba blanca, muy al estilo, iconográficamente hablando, de aquellos primeros santos de la Iglesia Católica. No hay que olvidar que San Julián nació en Antioquia (Siria), en el año 304.
En una de sus manos sostiene una pequeña iglesia; se trata realmente de un monasterio, que es como se le representa siempre.
San Julián y Santa Basilisa fueron esposos, y dice la historia que optaron por la virginidad y por la oración, retirándose ambos al desierto, y fundando cada uno de ellos un pequeño monasterio, él para hombres, y ella para mujeres. San Julián murió mártir, y el testimonio de su muerte sirvió para convertir, allí mismo, al hijo de quien había ordenado su ejecución.
Una historia curiosa. Una historia que escribió su último capítulo, de momento, el 16 de septiembre, que fue cuando los vecinos de la villa, ataviados de roncaleses y precedidos por la bandera de la villa y por algunos de sus representantes municipales, trasladaron en andas, procesionalmente, la imagen de San Julián hasta la parroquia, siendo recibida por el párroco, que se comprometió a guardarla y conservarla entendiendo que esta imagen era un nexo de unión entre los vecinos de hoy y entre tantas y tantas generaciones anteriores. Bienvenido, San Julián.


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