PABLO SARASATE
CENTENARIO DE SU MUERTE
Texto: Fernando Hualde
Se cumple hoy un siglo exacto del fallecimiento de Pablo Sarasate, don Pablo, nacido en Pamplona en 1844 y reconocido a nivel internacional como uno de los grandes violinistas y compositores que han existido en los escenarios musicales.
20 de septiembre de 1908…; fue aquél un día triste para Pamplona, para Navarra, y para la música. Pablo Sarasate y Navascués fallecía en “Villa Navarra”, su casa de Biarritz, aquejado de un enfisema pulmonar. Atrás quedaba su vida, impregnada de popularidad, de amor a su tierra, de generosidad, y de dedicación plena y absoluta a aquello en lo que fue formado y educado; y atrás quedaba su obra, como violinista y como compositor. Y en esto último no se conformó con ser uno más del montón; aspiró a lo máximo, y llegó a lo máximo.
¿Qué es lo máximo?, es aquí donde algunos se pierden en discusiones sobre si el mejor era Paganini o si era Sarasate. Realmente eso no importa, aunque sí que es un indicio inequívoco de que estamos ante lo mejor de lo mejor. Para no faltar diremos que nuestro paisano Sarasate era el más internacional y el mejor violinista de todos los músicos españoles que hubo en el siglo XIX. Y esto sí que no es discutible.
Pablo Sarasate, don Pablo –que es como le llamaban con gran cariño sus paisanos-, supo explotar los talentos musicales que había recibido por vía paterna. No hay que olvidar que su padre, Miguel Sarasate, era músico militar, y que puso especial empeño en que su hijo adquiriese los conocimientos musicales suficientes para brillar con luz propia. Y bien que lo consiguió.
Lo primero que llama la atención de don Pablo es que en su tiempo fue una persona muy querida, especialmente querida. Y de hecho hoy es el día, cien años después de su desaparición, en el que podríamos decir que ese cariño de sus paisanos sigue intacto. Pamplona, y con ella Navarra entera, sigue queriendo no solo al Sarasate artista, sino también al Sarasate persona.
Apuntes biográficos
No vamos a entrar aquí en una biografía detallada de su vida; para ello ya tenemos excelentes biografías de Sarasate firmadas por Julio Altadill, por Fernando Pérez Ollo, o por Custodia Plantón, por poner algunos ejemplos, los principales al menos; y todas ellas recomendables. Pero sí que vamos a aprovechar que hoy es día 20 de septiembre de 2008, centenario de su muerte, para esbozar aquí unas pinceladas de su vida, pinceladas de homenaje y de reconocimiento hacia quien amó a su tierra hasta extremos insospechados, pinceladas oportunas que quieren servir para dar a conocer un poco más y un poco mejor la figura de este paisano nuestro, que fue un embajador extraordinario de la tierra que le vio nacer.
Para empezar diremos que fue un niño prodigio; con tan sólo diez años de edad ya dio su primer concierto en público en tierras gallegas, con la gran suerte de que entre el público que le escuchaba se encontraba la condesa de Espoz y Mina, cuyo apoyo le permitió a Sarasate trasladarse a Madrid. Con tan sólo 12 años de edad, recién cumplidos, ya se pudo ver a aquél niño prodigio dando conciertos de violín en el Teatro Real y en el Palacio Real. Su carrera era imparable.
Con la ayuda que le concedió la reina Isabel II el joven violinista, acompañado de su madre, se trasladó a París para continuar sus estudios en el conservatorio de la capital gala. Lamentablemente al pasar por Bayona su madre falleció a causa del cólera, marcando así una nueva etapa en su vida. París le esperaba, y allí llegó el joven Sarasate, y allí triunfó ya en 1857, ¿para qué esperar más?, obteniendo el primer premio en el Conservatorio de París. Todo un escándalo para el chauvinismo francés.
A partir de ese momento Pablo Sarasate se convierte en una figura internacional, de renombre. Se le ve en los mejores escenarios musicales del mundo, y se le ve también tocando ante las personalidades más relevantes de su época. Premios, condecoraciones, homenajes…, son una constante en su vida.
Pero lo que sería tremendamente injusto es quedarnos únicamente con la versión violinista de don Pablo, cuando si algo demostró en toda su trayectoria profesional es que además de violinista fue un excelente compositor, con un total de 54 títulos, la mayoría de ellos en lengua francesa. Obras como Aires bohemios, Malagueña, Habanera, Zapateado, Capricho vasco, o la Jota de San Fermín, son tan solo algunos ejemplos de su arte como compositor; y a su vez la dificultad de interpretar estas piezas nos da una idea de su calidad como violinista.
20 de septiembre
1908 marcó el punto final de la vida de Sarasate. El 31 de mayo el violinista ya se vio sorprendido por algunas hemorragias, aunque ya con anterioridad él había notado que su salud era algo preocupante, tal es así que el 5 de mayo actualizó su testamento. A partir de ese momento no le faltan achaques; lo médicos le habían diagnosticado un enfisema pulmonar. Y él se preocupaba muy bien de que no trascendiese su enfermedad; y es así como se vino a Pamplona en los que iban a ser sus últimos sanfermines, recién galardonado con la Gran Cruz de Alfonso XII, y en los que la ciudad quiso que se celebrase el Día de Sarasate, como si algo se intuyese.
El 16 de septiembre tocaba en Biarritz el violín por última vez, interpretando con él el adagio de la sonata nº 16 de Mozart.
El 19 de septiembre Otto Goldschimdt escribe a Huarte una carta en la que le informa de que “Don Pablo está en la cama, y el Dr. Blazy viene 2 veces al día para cuidarle y curarle. Le pone ventosas para descongestionar el pulmón. No quiere que se sepa en España. Nosotros pasamos las tardes con él”.
Tan sólo un día después, 20 de septiembre de 1908, la vida del violinista se apagaba para siempre. El propio Goldschimdt en una nueva misiva anunciaba el triste acontecimiento: “El mundo ha perdido la más grande personalidad artística y lloraremos toda la vida con nuestra pobre Pamplona al mejor amigo que nos cupo a Berta y a mí la suerte de encontrar y de pasar con él más de la mitad de nuestra vida. Sufrió solo de asfixia. Dolor no tuvo ninguno. Descanse en paz”.
La noticia corrió como un reguero de pólvora; y su cadáver permaneció en “Villa Navarra” hasta el día 25, que es cuando se traslada su cuerpo a Pamplona. Ese día era expuesto en la Casa Consistorial pamplonesa. Al siguiente día, 26 de septiembre, el cadáver fue trasladado al cementerio; y el día 27 se celebró en la Catedral de Pamplona el funeral oficial, mientras que el funeral familiar no se celebró hasta dos días después, siendo la iglesia de San Nicolás el lugar elegido para ello.
Lo cierto es que don Pablo se nos fue, y de él nos queda toda su obra musical, nos queda su legado que actualmente puede verse en su nueva ubicación del Palacio del Condestable, nos queda su habitación en La Perla , y un monumento en la Media Luna , y un paseo, y decenas calles dedicadas en toda Navarra, y un conservatorio, y mil detalles más, que unidos al cariño intacto de sus paisanos, nos hacen proclamar y exclamar, aquello de “Sarasate ha muerto, ¡Viva Sarasate!”, pues es evidente que Sarasate sigue presente, sigue vivo en su tierra y en el corazón de sus gentes.
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