10 DE AGOSTO DE 2008

ULI BAJO
OTRO PUEBLO QUE SE EXTINGUE

Texto: Fernando Hualde



            Uli Bajo, situado en el valle de Lónguida, es un pueblo deshabitado, en el que las casas y la iglesia están en ruinas. Los restos dejan entrever una parte de la historia de quienes en su día lo habitaron.

Mutilva, Cerréncano, Racas, y Uli, son núcleos de población de Navarra que viven esa duplicidad de “alto” y “bajo”, o “alta” y “baja”. Y precisamente el último de ellos, Uli, es quien nos muestra sobre el mapa y sobre el terreno una mayor distancia entre Uli Alto y Uli Bajo, una distancia importante, hasta el extremo de que Uli Alto pertenece al valle de Arce, y Uli Bajo al de Lónguida. Entre ambos apenas subsiste un mal camino de varios kilómetros que sólo lo puede recorrer quien lo conozca bien; un camino que, por otro lado, ofrece al paseante unos rincones realmente hermosos, y que permite también acercarnos hasta otro antiguo despoblado, Uloci, que ya lleva medio sigo deshabitado.
Pero hoy nos vamos a quedar en Uli Bajo. Lo podríamos describir como un pueblo despoblado, pero utilizado. Han muerto sus casas y su iglesia, pero viven sus campos, que son cultivados con mimo; incluso en el mismo pueblo existe alguna nave de uso agrícola que es la que propicia con cierta asiduidad una presencia humana en esta localidad . Símbolo de ello es el molino de aire que allí se alza tuteándose con la torre, cubierta de hiedras, de la iglesia de la Purísima Concepción.


Restos humanos

A pesar de ello uno no puede dejar de lamentarse ante el estado de esas casas, y muy especialmente ante el estado de esa iglesia.
Un servidor, después de haber recorrido una parte importante y mayoritaria de los despoblados que hay en Navarra, se atreve a proponer –y sé muy bien que esto raya en lo utópico- que en el cementerio de Pamplona, a expensas del Gobierno de Navarra, se haga una zona de nichos dedicando cada uno de ellos a una localidad despoblada de Navarra. El objetivo de estos nichos debiera de ser el de acoger en su interior los restos humanos procedentes de estos despoblados. Pocas cosas hay más penosas cuando se visita una de estas localidades que el hecho de ver cómo ladrones y expoliadores han levantado el suelo de las iglesias buscando Dios sabe qué tesoros, desenterrando muertos, y esparciendo sus restos por doquier. Uli Bajo es tan sólo un caso más de los muchos que hay a lo largo de la geografía de Navarra. Y son restos humanos, huesos, que deben de ser exhumados como mínimo con el mismo respeto y cariño con el que fueron enterrados. En Uli Bajo, aunque todavía queda algún hueso a la vista, hay que decir que manos anónimas se ocuparon en su día de volver a enterrar lo que algunas otras anónimas manos habían desenterrado, sin escrúpulos y sin respeto.


Vestigios de antaño

Al margen de este aspecto, Uli Bajo deja entrever en las ruinas de sus casas una parte de la historia de quienes lo habitaron. La primera de las casas que nos recibe en el lado izquierdo ha perdido ya el escudo nobiliario, blanquecino, que lucía antaño sobre la portalada, ubicado exactamente entre la clave y una hermosa járcena sobre la que se apoyaba una hermosa ventana. Todo desaparecido. Entre las ruinas de esta casa todavía se llegan a ver los restos de otra ventana que lucía, y luce, arco conopial. Y frente a esta casa, al otro lado de la carretera, todavía subsiste en otra ventana una reja de forja rematada en su parte superior con una cruz.
Más adelante, junto a una amplia era, vemos otra casa hermosa, en cuya clave se ve el tradicional IHS, anagrama de Jesús que lucían siglos atrás aquellas casas que habían aportado algún clérigo a la Iglesia. No sabría yo decir si esta casa es la que en 1849 se llamaba casa de Reta, a la que pertenecía en ese año el abad de su iglesia.
Estas casas, algún corral, y la iglesia que ya lleva décadas abandonada, son residuos de lo que un día fue Uli Bajo, habitado hasta hace muy pocos años, y habitado además desde hace varios siglos.
Tenemos constancia de que ya en el año 1280 era este núcleo de población una villa de señorío realengo. Esto explicaría la existencia hasta hace pocos años del escudo nobiliario que había en la fachada mencionada, así como los detalles arquitectónicos palaciegos que exhibía esa casa.
En 1418 asistimos a una enajenación de rentas llevada a cabo por Eneco Gil Martínez de Beortegui, vecino de Sansoáin, a favor de Miguel García de Maquirriain. Y en 1574 hay constancia documental de que Uli Bajo y Mugueta fueron condenados a pagar a Juan de Beaumont la pecha que le debían.
En 1602 también hay constancia del relevo al frente de la parroquia; ese año muere don Juan de Uli, y le releva en el cargo don Pedro de Uli; ambos eran naturales de ese lugar.
Curiosamente Uli Bajo es uno de esos contados casos en el que tras las reformas municipales de 1835-1845 en la que quedaron abolidos los señoríos, vemos cómo en 1849 el mencionado clérigo de casa Reta, no solo ejerce de abad, sino también de “señor temporal” del pueblo. No sabemos si esto mismo sucedía frecuentemente con anterioridad, pero lo cierto es que llama la atención en Uli Bajo los escasos pleitos que ha habido en los últimos siglos entre la iglesia y el pueblo; a esto también ha podido influir que en Uli los abades no siempre han sido hombres de paz; sirva como ejemplo lo que sucedió en 1647. Aquél año se reunieron los clérigos de Urraul y de algunas otras localidades del entorno, y se reunieron precisamente en Uli, en la casa de Martín Ibañes, con motivo de la elección del nuevo abad de Murillo de Lónguida. Lo cierto es que en aquella reunión los abades de Uli Bajo y de Mugueta (don Juan Martínez de Liédena y don Juan de Izco, respectivamente), tuvieron palabras fuertes contra el nuevo abad de Murillo, hasta el extremo de que el abad de Uli Bajo no se conformó con la agresión verbal sino que, ni corto ni perezoso, le arreó al nuevo abad un buen bofetón en la cara “a mano abierta”. Justo es decir que después hubo reconciliación.
En fin, son pequeñas historias de la vida cotidiana de un pueblo que poco a poco se apaga. Se fueron sus gentes en el siglo XX a pesar del balón de oxígeno que les supuso el paso del ferrocarril del Irati por Artajo. Se van ahora sus casas y su iglesia. Viven los campos; y viven sus raíces. Algo es algo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario