23 DE AGOSTO DE 2010

MENDIGORRIA
ESCENARIO DE BATALLAS

Texto: Fernando Hualde
Fotos: Fondo Documental Erronkari



La historia de Mendigorría está marcada por las guerras, sobre todo por las batallas y los asedios. Castellanos, beaumonteses, franceses, liberales, y carlistas, han hecho de este pueblo y de su término, en diferentes épocas, un escenario de contiendas.

El pasado martes, buscando el entretenimiento estival de los pueblos que celebran sus fiestas, tuve la oportunidad –que aproveché- de aprobar una de mis asignaturas pendientes, que era la de visitar Mendigorría. Cierto es que había pasado muchas veces por allí, siempre camino de Lerín, pero me faltaba pararme y visitar el pueblo. Y este martes lo hice. La tarde prometía ser entretenida con las vacas en el improvisado coso taurino de la Plaza de los Fueros, y después correteando por las calles. Era el día de la mujer.
Aproveché el tiempo de la sobremesa, que es cuando más tranquilidad suele haber, para callejear de un lado para otro, visitando los rincones más recónditos, escudriñando escudos y detalles arquitectónicos, fisgoneando en alguna entrada entreabierta, y lamentando no poder acceder más allá del umbral por aquello de que no era mi casa. Y la verdad es que disfruté con ese pausado periplo por las calles y plazas de Mendigorría.



Buena villa

Un servidor es de los que se deleita contemplando un clavo de forja, o una piedra esquinera bien labrada, la járcena de una ventana, o un bonito perrote de cualquier alero. En todo ello hay artesanía popular, tanto más si nos detenemos a pensar en los medios técnicos de la época, o en todo lo que esas piezas han podido ver a lo largo de los siglos.
Pero a la vez, si además de disfrutar de todos estos pequeños detalles, somos capaces de leer en esos espacios la historia que han tenido, pues mucho mejor. Y desde luego Mendigorría no está, precisamente, exento de historia. Vamos a aprovechar hoy para hacer un breve repaso, lo suficiente para que si visitamos esta localidad sepamos ver más allá de las piedras, de lo físico; que nos evoque algo.
Por hoy vamos a prescindir de Andelos y de todo el pasado romano; es una parcela de la historia de Mendigorría que requiere un tratamiento individualizado que dejo para una futura ocasión. Y vamos a empezar por las primeras referencias documentales que tenemos de esta localidad.
Hay que remontarse al año 1158. Es un año muy importante para Mendigorría. Por un lado nos encontramos con que el rey Sancho el Sabio cedió el término de Mendigorría a un tal Santo Torratat, que pretendía hacerse con la posesión de Artajona. Esta cesión es la primera referencia documental que encontramos de esta localidad; ¿desde cuando existiría?, no se sabe. Y por otro lado, en ese mismo año 1158 nos encontramos con que a Mendigorría se le otorgan fueros, que poco después fueron mejorados por Sancho VII el Fuerte, que además los incluyó dentro del ámbito de vigencia del denominado Fuero de la Novenera. Y cuando digo que los fueros fueron mejorados, quiero esto simplemente decir que Sancho VII les rebajó a los vecinos los impuestos que pagaban a la Corona.
En 1378 asistimos al primer episodio bélico conocido en esta localidad. Las tropas castellanas la conquistaron después de una dura resistencia por parte de los vecinos. Casi un siglo después, en 1463, volvió a ser atacada la villa, y en esta ocasión la heroica resistencia de los vecinos dio sus frutos, y el rey Juan II les premió con la concesión del título de “buena villa”, y además con asiento en Cortes. Y para que nada les faltase concedió a todos sus habitantes la condición de “francos, ruanos, infanzones e hijosdalgo”, aforándolos al Fuero General de Navarra, equiparándolos así a los “francos” de Estella.



Asedios y batallas

Pero los de 1378 y 1463 no fueron los únicos asedios que padecieron los de Mendigorría. En 1474 los beaumonteses fieles al Conde de Lerín volvieron a asediar y a atacar esta villa, causando entonces serios daños que fueron compensados por el rey con la ampliación de su término municipal.
Conocería posteriormente Mendigorría tres siglos de relativa tranquilidad, que se vería truncada con la Guerra de la Independencia. El pueblo fue escenarios de duros enfrentamientos entre los franceses y las tropas de Espoz y Mina. No hay que olvidar que en junio de 1808 un hijo de esta villa, Andrés Eguaguirre, fue uno de los primeros en sublevarse contra las tropas invasoras francesas. Eguaguirre formó una partida guerrillera de cuatrocientos combatientes, que recibió el nombre de Batallón de Escopeteros Voluntarios de Navarra, y que dio a los franceses no pocos quebraderos de cabeza.
Dentro de ese marco bélico la villa de Mendigorría se vio obligada a acoger en el pueblo a una guarnición francesa, lo que forzó a las tropas de Espoz y Mina, un 21 de abril de 1813, a atacar la villa hasta conseguir la rendición de los galos.


Primera guerra carlista

Parecía que ya más batallas y escaramuzas no podía haber en este pueblo, parece que ya habían tenido bastantes pesadillas, y… sin embargo a Mendigorría le faltaba casi por conocer lo peor. Le faltaba por conocer lo que con el paso de los años se denominó Primera Guerra Carlista. Hubo aquí tres batallas importantes.
La primera de ellas tuvo lugar el 9 de marzo de 1835, muy cerca del puente de Larraga. Allí se enfrentaron los cristinos, liderados por el brigadier Carrera, a las tropas de Zumalacárregui. Podríamos decir que los dos bandos perdieron aquella batalla; fue una acción bélica totalmente inútil, que se saldó con numerosas bajas y pérdidas en ambos bandos, y de la que nadie salio vencedor.
La segunda acción, la más importante probablemente, tuvo lugar cuatro meses después, y ha pasado a la historia como la “Batalla de Mendigorría”. El 16 de julio, dentro de este término municipal libraron una dura e importante batalla los dos bandos en contienda. Por un lado estaban los carlistas, liderados por el teniente general Vicente González Moreno (sucesor de Zumalacárregui); y por otro lado estaban los cristinos, o liberales, con el general Fernández de Córdova al frente. Fueron estos últimos los que ganaron aquél día, lo que se tradujo en que Don Carlos tuvo que retirar su cuartel real de Mendigorría, y en que el general Fernández de Córdova ostentase desde ese momento el título de marqués de Mendigorría.
Aún y todo los carlistas aún tuvieron arrestos para protagonizar una tercera acción bélica en Mendigorría. Había que intentarlo; y lo intentaron, y perdieron de nuevo. Sucedía esto el 12 de septiembre de aquél año de 1835; los carlistas fueron derrotados por los hombres del general Aldama.

Y esta es, en grandes pinceladas, la historia de Mendigorría; una historia marcada por batallas y guerras, que de eso anda sobrada Navarra en su historia. Sin duda que hay otros muchos aspectos, y bastante menos belicosos, centrados en la vida cotidiana, en los quehaceres del día a día, en la vida social y religiosa de sus gentes, y en otros muchos aspectos que son los que configuran la intrahistoria de un pueblo.
Es por ello que, al pasear por las calles de Mendigorría, al contemplar todos esos rincones, al ver ese bonito banco de alto respaldo (escaño) en una de las entradas, al ver esa fachada tan esbelta de la iglesia de San Pedro, o la primitiva parroquia de Santa María, al ver esos portones en las casas, y los numerosos escudos de piedra, y tantos y tantos detalles…, hay que saber ver en esas casas, en esos templos, y en esas calles, todo un escenario de historia y de intrahistoria, hay que saber imaginar a aquellos soldados franceses con la bayoneta calada, hay que saber escuchar el vocerío del vecindario llamando a la defensa heroica del pueblo ante la agresión castellana, hay que saber imaginar a aquellos campos, en torno al Arga, en pleno fragor de la batalla con boinas rojas por doquier; hay que imaginar el sufrimiento, el orgullo, la rabia, la compensación, y, sobre todo, hay que saber disfrutar de la paz; en este caso era la paz de una tarde de agosto.

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