18 DE OCTUBRE DE 2009

LIZARRAGA DE IZAGAONDOA, UN PUEBLO ENTRE DOS CASTILLOS

Texto: Fernando Hualde


En el valle de Izagaondoa, muy cerca de Urroz, está la localidad de Lizarraga, que el pasado fin de semana celebró sus fiestas. Centramos hoy nuestra atención en su historia y en sus edificios.



Vaya por delante que, aunque aquí titulamos Lizarraga de Izagaondoa, su nombre es simplemente Lizarraga, pero de esta manera nos evitamos la confusión inicial de que alguien piense que hablamos del otro Lizarraga, el del valle de Ergoyena. De este segundo ya nos ocuparemos otro día, hoy toca el del valle de Izagaondoa, que el pasado fin de semana celebró sus fiestas.


Y ya, puestos a explicar el título, y antes de que nadie me diga que no ve ningún castillo por los alrededores, hay que decir que esta localidad, siglos atrás, estuvo estratégicamente situada entre dos castillos muy importantes en su tiempo; por un lado hablamos del castillo de Leguin (valle de Izagaondoa), que es el castillo navarro con mayor antigüedad documental, y por otro lado hablamos del castillo de Irulegui (valle de Aranguren), entre Laquidain e Idoate, sobre el que recientemente se ha intervenido limpiando sus ruinas y consolidándolas. De ambos castillos hoy solo quedan sus cimientos y su historia, que no es poco, aunque el de Leguin bien merecería una buena intervención, excavaciones incluidas, que alcanzase también a recuperar la vieja Fuente del Moro.




Iglesia de Santa Eulalia


Llegaba yo el otro día a Lizarraga en oportuno momento; ante el frontón se había congregado la chiquillería, y algunos no tan chiquillos, para asistir al lanzamiento de los cohetes que marcaban el inicio de sus fiestas. Es este un momento muy entrañable en la vida de los pueblos pequeños; y para quien, como yo, gusta de frecuentar los despoblados, resulta especialmente gratificante ver, al menos en ese instante, un pueblo lleno de vida y de niños.


Les faltó tiempo para invitarnos a participar en el campeonato de bolos que se celebró en el frontón después del cohete, lo cual dice mucho y bueno del carácter de sus vecinos. Y hubo tiempo para todo, para ver cómo desde la pared del rebote lanzaban la bola con mayor o menor fortuna, y también para pasear un poco por el pueblo.


Lo primero fue la iglesia, dedicada a la mártir Santa Eulalia. Es una iglesia curiosa, construida en el siglo XVIII sobre los restos de la primitiva ermita de San Martín, y trasladando hasta allí los restos de su anterior iglesia parroquial que fue construida a principios del siglo XIII junto al actual cementerio. Es decir, nos encontramos ante una iglesia barroca en buena parte de su arquitectura, sobre una cimentación medieval, y con una portada románica, de transición al gótico (románico tardío, en términos artísticos).


En el atrio, al igual que sucede en otros pueblos de la zona (en Artaiz está dentro de la iglesia), se exhibe una cruz de madera, de color oscuro, que sirve de recuerdo de la Santa Misión que en esa parroquia predicaron los padres capuchinos el 27 de septiembre de 1903.


El interior de la iglesia no pudimos visitarlo, estaba cerrada, y no era el mejor momento para tratar de localizar a alguien que nos la pudiese abrir y mostrar. Pero a cambio, en el exterior hay un panel que nos informaba de la existencia al otro lado de la puerta de una pila bautismal de taza poliédrica, de una imagen románica sedente de la Virgen con el Niño –colocada en un retablo lateral-, y de un esbelto retablo del siglo XVI dedicado a Santa Eulalia, patrona de Lizarraga.


Ya ha quedado dicho que hubo una ermita en otro tiempo dedicada a San Martín, un santo que en toda esta zona gozó de gran devoción, al que no le faltan iglesias dedicadas por ese entorno, y que incluso en Ardanaz podemos ver una clave que representa el momento en el que San Martín comparte su capa con un mendigo; también en la iglesia de San Martín de Artaiz hay dos buenas escenificaciones de ese instante. Pero en Lizarraga no fue esta la única ermita; hubo otra dedicada a San Esteban, de la que hoy solo queda el topónimo, San Estebe, que nos orienta hacia cual pudo ser su emplazamiento. La de San Esteban y la de San Martín hoy son tan solo historia.




Arquitectura civil


Pero Lizarraga no es solo una iglesia, también tiene su caserío, y en él existen rincones agradables y bonitos. Seguramente que la casa más significativa, y al menos en otro tiempo la más importante, es la denominada Mercatariarena, la misma que luce en su fachada el tradicional azulejo de color blanco y esquinas azules que en tres lineas nos informa de nuestra situación: “Provincia de Navarra / Partido judicial de Aoiz / Lugar de Lizarraga”. La casa es fácilmente reconocible por su esbelta portalada de 17 dovelas, ocupando el centro de todas ellas en la parte superior del arco una clave que exhibe una cruz, más ibérica que latina, y el anagrama de Jesús (IHS). Y por si hay alguna duda, la fachada luce tres ventanas geminadas que en la parte superior hacen ostentación de curiosos dibujos tallados en la piedra, principalmente símbolos solares, y escudos con fauna variada, incluso en la ventana central nos vuelve a mostrar el IHS. Son dignas de estudio las járcenas de sus ventanas (la piedra horizontal inferior sobre la que uno de apoya cuando se asoma), con meritorios dibujos labrados en la piedra, en donde un perro parece perseguir a un ave, entre otras florituras. El nombre de Mercatariarena se debe probablemente a la condición de comerciantes, o de mercaderes, de los dueños de esta casa, como era el caso en 1561 de “Sancho de Licarraga, llamado mercataria”, tal y como recogía Javier Itulain en el estudio oiconímico que hizo de esta localidad y de este valle.


Todavía podemos encontrar en esta localidad alguna casa sencilla y simple, de gran antigüedad, morada de gente sencilla y austera, que todavía hoy exhibe sus paredes de piedra puesta siglos atrás con bastante acierto; o una vieja fachada encalada, seguramente para que destacase en la noche, cuando no existía la luz eléctrica; o alguna casa en donde el paso de los carros debió de aconsejar rebajar su esquina hasta la altura del carro para facilitar el tránsito de este.


Y allí está casa Peru (Pedro), fusionada a la de Zandueta; y la de Elcoaz, mirando a la de Garbal, ambas revocadas y blancas; y la de Olza; y la de Archibar, con buena fachada; y la de Loperena vigilando el lateral de la iglesia; y la de la Abadía, cerrada a cal y canto frente al frontón, con un picaporte al que no le falta la cruz; y la de Ilabarren en la salida hacia Idoate (por el camino, no por la carretera); y la de…; todas estas casas tienen su pequeña historia, su intrahistoria.


En una de ellas nació Joaquín de Undiano, que fue clérigo, pero que a la vez ejerció de economista; dicen de él que hacia el año 1801 intentó crear en Pamplona una especie de sociedad económica navarra, con el objetivo ambicioso de impulsar la economía de Navarra, lo cual, sobre todo si nos situamos en aquella época, nos da ya una idea de su curiosa afición por la economía. Por si esto no fuera suficiente, este sacerdote que llegó a ser vicario, fue el autor de un memorial presentado a las Cortes en donde exponía varios remedios para sanear la economía nacional, ¡tenía que haber nacido en este tiempo!, que igual nos solucionaba la crisis.




Señorío


Por lo demás, de Lizarraga podemos decir que documentalmente existe, al menos, desde el siglo XI, apareciendo entonces dentro del listado de propiedades que tenía el monasterio de Leyre. Aunque la primera referencia documental que afecta directamente a Lizarraga la encontramos en el año 1210, que es cuando el rey Sancho VII el Fuerte revisa y actualiza los impuestos que este señorío pagaba a la Corona, cifrados hasta entonces en 300 sueldos, 100 cahíces de trigo, y 50 de cebada; y se dispuso entonces que los vecinos –tanto los de Lizarraga como los de Idoate- tan sólo debía de prestar labores a la Corona dentro de las propiedades que esta tenía dentro de esos términos. No está claro si era mejor lo uno o lo otro.


Como lugar de señorío de realengo sabemos que a finales del XV era el mariscal Pedro Navarro el que recibía las rentas de este lugar, cuyo patronato sobre la iglesia local lo cedió en 1490 a Roncesvalles.


Y este es Lizarraga, a grandes rasgos. Otro día ya nos ocuparemos de un antiguo despoblado que hubo en este término, San Costamiano, pues merece un tratado aparte.


Es recomendable una visita a este lugar, del que doy fe de su hospitalidad. Y para quien crea que es un pueblo como todos, que todos son diferentes, pues yo le diría que se dé un paseo hasta el robledal, y ya me dirá si cree que esos robles son como todos. Sirva como dato curioso que uno de esos impresionantes robles tiene documentada su existencia desde 1532, atribuyéndose entonces su propiedad a un hermano de San Francisco Javier.

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