IRANGOITI, DESPOBLADO ENTRE DESPOBLADOS
Texto: Fernando Hualde
El Gobierno de Navarra es propietario de la finca forestal de Ezprogui, en la antigua Val de Aibar, en cuyo interior alberga casi una decena de despoblados. Hoy nos acercamos al más antiguo de todos ellos, a Irangoiti.
No se moleste el lector en hacer memoria, que de no ser oriundo de la zona es muy difícil que alguien conozca el despoblado de Irangoiti. No es un lugar por el que se pase habitualmente, ni posee precisamente grandes centros comerciales, ni tan siquiera pequeños. Lo que hay hoy en Irangoiti es soledad, ruina, y silencio total. Antaño fue otra cosa. Hace ya muchas décadas que sus casas están abandonadas, de hecho ninguna casa queda en pie, tan solo algunos lienzos de pared; paredes de piedra, por supuesto. La iglesia sí; la iglesia, como suele decir Faustino Calderón, experto en despoblados, “es la última en abandonar el barco”, y todavía sus cuatro paredes siguen en pie. Basta con ver como está construida y apoyada sobre el terreno para darse cuenta de que tardará todavía mucho en caer.
En Ezprogui
Para quien tenga curiosidad –y si escribo sobre esta localidad es para despertar la curiosidad- diremos que se encuentra este despoblado en el término de Ezprogui, antiguo “Val de Aibar”; ubicado concretamente entre los despoblados de Gardalain, Guetadar y Usumbelz, lo cual nos da idea del índice demográfico que hay en esa zona, una zona que en pocos kilómetros cuadrados bate el record de despoblados. Desde la localidad de Moriones, por encima de su cementerio, sale una pista hacia Guetadar. Poco después de pasar la compuerta del barranco de Gardalain sube un mal camino hacia la derecha que en 30 minutos nos sitúa ante las ruinas de Irangoiti, una de esas localidades en las que la vegetación ha vuelto a ocupar su sitio, y en donde todavía la espadaña de la iglesia se alza más alta que ningún árbol. No se ve la localidad hasta que no estás a diez metros de ella.
Si tuviésemos que hacer un análisis de su estado de conservación –que no creo que nadie nos lo pida- diríamos que en octubre de 2009, el pasado martes para ser más exactos, se conservan en pie las paredes de la iglesia, sin cubierta, exhibiendo esta su desnuda espadaña, ocupada en otro tiempo por una única campana. La sacristía conserva la mitad de su cubierta, lo que nos permite ver que en los tejados de esa zona predominan la laja y la teja curva (la segunda colocada siglos después sobre la primera. Pero la sacristía no invita a estar contemplando la composición del tejado, pues el riesgo de derrumbe es evidente.
Se conservan también restos de tres o cuatro edificaciones, tan solo algunos tramos de sus recias paredes. En una de ellas el color negruzco de la piedra nos delata dónde estuvo el fogón en su día. El sistema de construcción es el tradicional, es decir, a base de piedra, con paredes revocadas por su parte interior; en algunos casos se detecta en la estructura interna de las viviendas algunas paredes de ladrillo, sobra decir que hablamos de un ladrillo hecho artesanalmente a base de barro cocido, y compacto; todas esas cargas de ladrillo han tenido que ser subidas hasta allí a lomos de caballerías, procedentes de la tejería más próxima que hubiese en esa zona, tal vez en Moriones, o en Sada, ¿quién sabe?.
Todo en Irangoiti está tomado por la maleza excepto el interior de la iglesia y de la sacristía, en donde se detecta, a través de los excrementos, la presencia habitual de yeguas que parecen buscar refugio en ese edificio convirtiéndose en improvisados habitantes; hay que reconocer que si no fuese por las yeguas es muy probable que Irangoiti fuese hoy un despoblado totalmente inaccesible, que es lo que pasa con Gardalain, en el monte de enfrente. Aún y todo las hiedras, el rosal silvestre, y todo lo que a nivel popular denominamos como zarzas va extendiéndose hasta llegar a ocultar buena parte de esas ruinas, entremezclándose con las vigas caídas, con las vigas de roble que todavía resisten en su sitio, y con las piedras y lajas que se amontonan desordenadamente. Entre toda esta maraña descubro, como en tantos otros sitios de Navarra, algunos inconfundibles puntales de almadía, y de una antigüedad más que considerable; son maderas que han crecido en el Roncal o en Salazar, y que han navegado por el río Aragón hasta las inmediaciones de esos lugares repartiéndose entre los entramados de sus edificios.
El Arzobispado, décadas atrás, se ocupó de desmontar el crismón que había en esta iglesia de la Asunción (o ermita de Ntra. Sra. de Irangoiti), y hoy es el día en el que podemos verlo recolocado en la parroquia de San Blas, en Burlada.
Frente a la iglesia se aprecia lo que en otro tiempo fue una era; y llama la atención en este lugar un gran montón de piedras, lajas, tejas y ladrillos rectangulares compactos de barro cocido, con los que parece que se está queriendo tapar un pozo o algo similar.
Los caminos de acceso a esta localidad son de los denominados de herradura, si bien por la parte norte se puede llegar en un vehículo todoterreno, por una pista, hasta muy cerca de la localidad (300 metros aproximadamente).
Historia
Irangoiti, que en los documentos antiguos podemos encontrarlo también escrito como Irangot, Irangote, o Arangoiti, tiene también su propia historia, una historia que además nos desvela que probablemente sea la localidad más antigua de todo el entorno.
Los primeros documentos que aluden a la existencia de esta localidad datan nada menos que del año 1196, y acreditan que el monasterio de Leyre y Santa María de Roncesvalles eran propietarios de heredades en esta localidad.
La población de Irangoiti, al igual que sucede con todos los despoblados que rodean esta localidad, ha sido siempre reducida; en el año 1366 contaba con un fuego hidalgo, y en el año 1427 aparece ya como despoblado. Posteriormente ha tenido ocasionalmente algunos vecinos, gracias a los cuales hoy podemos ver unos vestigios. De hecho su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, o ermita de Nuestra Señora de Irangoiti, ha contado durante mucho tiempo con su propio ermitaño; y en el año 1800 se sabe que los 43 vecinos foranos del lugar se reunían en este templo una vez al año; era algo así como la capital de La Vizcaya, una comarca natural de gran peso en esa zona; de hecho, y sirva el dato para calibrar la importancia de este lugar, la imagen de la Virgen de Irangoiti, que actualmente se conserva en el Museo Diocesano de Navarra, era considerada patrona de La Vizcaya.
En la actualidad Irangoiti pertenece al Patrimonio Forestal de Navarra, integrado en la finca denominada Ezprogui (integrada por los despoblados de Sabaiza, Usumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardalain, e Irangoiti), con importantes masas forestales de roble y de pino laricio, este último de repoblación y silvestre.
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