9 DE SEPTIEMBRE DE 2012

DESPOBLADO DE RADA
HISTORIA AL DESCUBIERTO

Texto y fotos: Fernando Hualde



En plena Ribera de Navarra, entre Mélida y Caparroso, nos sorprenden, en un alto, los restos de un despoblado amurallado que desde 1455 permanece vacío.

Este año, coincidiendo con el quinientos aniversario de la conquista de Navarra, el Gobierno de Navarra puso en marcha hace unos meses la denominada “Ruta de los castillos y fortalezas en Navarra”, con la que se quiere poner en valor, y convertir en destino turístico, a una cuidada selección de 19 castillos, fortalezas o recintos amurallados de nuestro viejo reino. Se trata de una ruta, cuya puesta en marcha, ha puesto de manifiesto que teníamos en nuestra tierra un recurso de primera categoría, al que nos faltaba darle el empujón que ahora se le ha dado.
Dentro de esta ruta hay cuatro itinerarios bien definidos: la zona de los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la Zona media, y la Ribera. Y hoy, desde esta sección, vamos a dirigir nuestra atención a una de estas fortalezas a la que las excavaciones arqueológicas han convertido en un museo al aire libre. Estamos hablando del despoblado de Rada y de su recinto amurallado, que es uno de los destinos turísticos que promociona la mencionada ruta.


Cuatro calles

Rada está ubicado en ese cuarto itinerario, el de la Ribera de Navarra; entre Caparroso y Mélida, sobre un meandro del río Aragón. Y quien se acerque allí debe de hacerlo dotado de la sensibilidad suficiente para percibir todo lo que esas piedras no están enseñando y transmitiendo. Porque esos restos que allí se muestran son un verdadero libro de historia.
Lo primero que hay que saber es que dentro de ese recinto amurallado lo que hay es una localidad, de origen medieval, que quedó despoblada en el año 1455. Desde entonces nadie ha vivido allí, con todo lo que ello implica. Y lo que ahora se ve son, en buena medida, los restos que han quedado al descubierto tras las excavaciones arqueológicas de los últimos años. Para ser exactos, lo que vamos a encontrar en la cima de ese cabezo de 431 metros de altura, es un hermoso lienzo de muralla de cien metros de longitud por ocho de altura, un torreón de planta circular, la cuadrícula medieval del trazado de sus cuatro calles, la planta de unas 25 viviendas, la necrópolis, el aljibe, y la iglesia románica de San Nicolás; todo ello sobre una superficie de 12.500 metros cuadrados. Es precisamente este último edificio, y uno de los lienzos de muralla, lo único que desde que Rada quedó despoblado se ha mantenido en pie.
Todo parece indicar que la calle sobre la que se articula este antiguo núcleo de población es la Calle de la Ermita, que atraviesa longitudinalmente, y por su parte central, el poblado. Es por esta vía por la que se entra a Rada; en ella está, entre otros puntos de interés, la casa del Tenente, la iglesia de San Nicolás, y la necrópolis. Dicho de otra manera, la Calle de la Ermita es la que une la puerta de entrada al recinto con la torre, o donjón. Hasta esta calle llegan otras tres, mucho más pequeñas. Entendemos que la denominación de ermita alude directamente a la iglesia de San Nicolás.
Las excavaciones han permitido sacar a la luz las plantas de unas veinticinco viviendas, con muros de mampostería, en las que se calcula que vivían unas 125 personas. Cuando nos pongamos delante de cualquiera de ellas es importante dejar volar la imaginación para poder entender cómo era en 1455 el interior de aquellas casas. Esa pequeña columna que se ve en el suelo tenía entonces una altura cercana a los dos metros; sobre la columna iba una amplia zapata de madera, y sobre esta apoyaba todo el entramado del suelo de madera de la planta superior, que habitualmente servía de dormitorio. De la planta baja al piso superior se accedía a través de una escalera, también de mampostería, tal y como se puede llegar a apreciar en algunas de las viviendas, teniendo siempre en cuenta que lo que ha sobrevivido es el primer metro de altura.
Obsérvese que el suelo de la planta baja era el natural, rocoso en buena medida, sobre el que entonces echaban una capa de tierra y hierba para hacerlo más cómodo y mucho más limpio. Y, por otro lado, las excavaciones permitieron aventurar que la cubierta de estas casas estaba formada a base de un entramado de vigas de madera y de tejas.


Iglesia de San Nicolás

A modo de curiosidad diremos que a la antigua ermita le ha pasado exactamente lo contrario que a decenas de iglesias de despoblados navarros, que tras perder su entorno de viviendas, han bajado de categoría, pasando de iglesia a ermita. Sin embargo la de Rada ha vivido un proceso inverso; ha pasado de ermita a iglesia. No pasa de ser una cosa curiosa.
En cualquier caso, sea ermita, sea iglesia, estamos ante un templo románico, que exteriormente se caracteriza por su espadaña y por la ausencia de contrafuertes. En su interior nave única de tres tramos rectangulares, rematada con un ábside semicircular; a esta se añade otra nave adosada al lado norte, de altura inferior a la primera, y rematada en esta ocasión por un ábside plano. La rehabilitación de este templo pasó por desmontarlo piedra a piedra, para reedificarlo de nuevo.
Dentro del templo podemos encontrar algunos pendones de tela que recrean a otros de la época, con sus armas correspondientes; podemos encontrar también algunos maniquís humanos que, con gran realismo, nos aproximan a lo que entonces pudieron ser guerreros y maceros; y además de varios paneles explicativos, nos espera una vitrina cuyo interior aloja una selección de las muchas piezas que han ido apareciendo en las excavaciones.
Esta vitrina nos conecta, instintivamente, con la necrópolis anexa a la iglesia, en la que se han recreado cuatro sepulturas; en ese emplazamiento se recuperaron varias estelas funerarias, así como restos óseos de un total de 79 personas –entre ellas 35 niños-. Igualmente, tal y como se puede ver en la mencionada vitrina, durante las excavaciones arqueológicas se han encontrado abundantes restos cerámicos (cántaros, ollas, jarras, escudillas, etc.), armas, hebillas, pendientes, calzado de cuero, y otros muchos elementos.


Recinto amurallado

Lo que exteriormente se ve de Rada desde los alrededores es un recinto amurallado, que lo hacía casi inexpugnable. Conforme se accede con el coche se puede apreciar que la ladera está repleta de piedras, procedentes todas ellas de lo que un día fue muralla.
Tan solo en el lado norte es donde ha sobrevivido un importante lienzo de muralla, que es el que nos permite intuir cómo era el resto de ese recinto fortificado, y en el que está el arco de acceso. Muy cerca de la puerta de entrada, en el interior, se conservan dos defensas cuadradas, abiertas por detrás y que, tal y como puede verse en los dibujos allí expuestos, a lo largo de sus ocho metros de altura albergaban tres pisos de altura, con suelos de madera, desde los que se atendía la defensa a través de las estrechas saeteras.
Y en el extremo opuesto sobrevive la base del donjón, una torre circular con un diámetro externo de 8’5 metros, y que pudo tener unos 15 metros de altura, duplicando casi la altura de la muralla. Evidentemente estamos ante el elemento más vistoso de este espacio. Hay quien apunta que este torreón puede ser de origen árabe. Más claro parece que se trate de un punto de vigilancia, dotado lógicamente de funciones defensivas.


Historia

Sabemos de este viejo poblado que existía ya en el siglo XI; los documentos así lo atestiguan. Es esa ubicación tan próxima al reino de Aragón la que hace que Rada esté predestinado a ejercer una función defensiva. Del linaje de los Rada pasó al de los Mauleón.
El rey Juan II, casado con doña Blanca (hija de Carlos III), se enfrentó a su propio hijo (Carlos, Príncipe de Viana), ambicionando para sí la sucesión de la corona que ostentaba doña Blanca. Se inició así una cruenta guerra civil con dos bandos bien diferenciados. Por un lado estaban los partidarios de Juan II (agramonteses), y por el otro los de su hijo Carlos (beaumonteses). Fueron estos últimos los que se adueñaron de la fortaleza de Rada, acaudillados por Charles de Mauleón; y esto, a su vez, se tradujo en que en 1455 mosén Martín de Peralta, al frente de las tropas agramontesas, sitió el lugar de Rada, consiguiendo finalmente penetrar en su interior, y destruir este recinto fortificado.
Es así como en 1455 queda Rada definitivamente despoblado. Y algo más de cinco siglos después, en 1981, Luis de Silva, duque Miranda, y último propietario de este enclave, hace donación al Gobierno de Navarra de este solar. Por último, es a partir de 1984, cuando un grupo de arqueólogos, con Inés Tabar al frente, inicia una minuciosa tarea de excavación arqueológica del interior del recinto amurallado, que es la que permitió en noviembre de 1999 inaugurar uno de los mejores museos, al aire libre, en los que, entre piedras, puede leerse una parte importante de la historia de Navarra; tan importante como triste.

Rada nos invita hoy a acercarnos, a pasear entre sus restos, a interpretar lo que las piedras nos ayudan ya a intuir. Es un enclave emblemático, una atalaya privilegiada de la que se puede disfrutar aún cuando no hubiese ni una sola piedra. Pero allí, en la cima de ese cabezo, hay paisaje, hay historia, hay arquitectura. Es un lugar para sentir.

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