HISTORIA AL DESCUBIERTO
Texto y fotos: Fernando Hualde
En plena Ribera de
Navarra, entre Mélida y Caparroso, nos sorprenden, en un alto, los restos de un
despoblado amurallado que desde 1455 permanece vacío.
Este año, coincidiendo con el quinientos
aniversario de la conquista de Navarra, el Gobierno de Navarra puso en marcha
hace unos meses la denominada “Ruta de los castillos y fortalezas en Navarra”,
con la que se quiere poner en valor, y convertir en destino turístico, a una
cuidada selección de 19 castillos, fortalezas o recintos amurallados de nuestro
viejo reino. Se trata de una ruta, cuya puesta en marcha, ha puesto de
manifiesto que teníamos en nuestra tierra un recurso de primera categoría, al
que nos faltaba darle el empujón que ahora se le ha dado.
Dentro de esta ruta hay cuatro itinerarios bien
definidos: la zona de los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la Zona media, y la
Ribera. Y hoy, desde esta sección, vamos a dirigir nuestra atención a una de
estas fortalezas a la que las excavaciones arqueológicas han convertido en un
museo al aire libre. Estamos hablando del despoblado de Rada y de su recinto
amurallado, que es uno de los destinos turísticos que promociona la mencionada
ruta.
Cuatro calles
Rada está ubicado en ese cuarto itinerario, el de
la Ribera de Navarra; entre Caparroso y Mélida, sobre un meandro del río Aragón.
Y quien se acerque allí debe de hacerlo dotado de la sensibilidad suficiente para
percibir todo lo que esas piedras no están enseñando y transmitiendo. Porque
esos restos que allí se muestran son un verdadero libro de historia.
Lo primero que hay que saber es que dentro de ese
recinto amurallado lo que hay es una localidad, de origen medieval, que quedó
despoblada en el año 1455. Desde entonces nadie ha vivido allí, con todo lo que
ello implica. Y lo que ahora se ve son, en buena medida, los restos que han
quedado al descubierto tras las excavaciones arqueológicas de los últimos años.
Para ser exactos, lo que vamos a encontrar en la cima de ese cabezo de 431 metros de altura, es
un hermoso lienzo de muralla de cien metros de longitud por ocho de altura, un
torreón de planta circular, la cuadrícula medieval del trazado de sus cuatro calles,
la planta de unas 25 viviendas, la necrópolis, el aljibe, y la iglesia románica
de San Nicolás; todo ello sobre una superficie de 12.500 metros
cuadrados . Es precisamente este último edificio, y uno
de los lienzos de muralla, lo único que desde que Rada quedó despoblado se ha
mantenido en pie.
Todo parece indicar que la calle sobre la que se
articula este antiguo núcleo de población es la Calle de la Ermita, que atraviesa longitudinalmente, y por su parte
central, el poblado. Es por esta vía por la que se entra a Rada; en ella está,
entre otros puntos de interés, la casa
del Tenente, la iglesia de San Nicolás, y la necrópolis. Dicho de otra
manera, la Calle de la Ermita es la
que une la puerta de entrada al recinto con la torre, o donjón. Hasta esta calle llegan otras tres, mucho más pequeñas.
Entendemos que la denominación de ermita
alude directamente a la iglesia de San Nicolás.
Las excavaciones han permitido sacar a la luz las
plantas de unas veinticinco viviendas, con muros de mampostería, en las que se
calcula que vivían unas 125 personas. Cuando nos pongamos delante de cualquiera
de ellas es importante dejar volar la imaginación para poder entender cómo era
en 1455 el interior de aquellas casas. Esa pequeña columna que se ve en el
suelo tenía entonces una altura cercana a los dos metros; sobre la columna iba
una amplia zapata de madera, y sobre esta apoyaba todo el entramado del suelo
de madera de la planta superior, que habitualmente servía de dormitorio. De la
planta baja al piso superior se accedía a través de una escalera, también de
mampostería, tal y como se puede llegar a apreciar en algunas de las viviendas,
teniendo siempre en cuenta que lo que ha sobrevivido es el primer metro de
altura.
Obsérvese que el suelo de la planta baja era el
natural, rocoso en buena medida, sobre el que entonces echaban una capa de
tierra y hierba para hacerlo más cómodo y mucho más limpio. Y, por otro lado,
las excavaciones permitieron aventurar que la cubierta de estas casas estaba
formada a base de un entramado de vigas de madera y de tejas.
Iglesia de San Nicolás
A modo de curiosidad diremos que a la antigua ermita le ha pasado
exactamente lo contrario que a decenas de iglesias de despoblados navarros, que
tras perder su entorno de viviendas, han bajado de categoría, pasando de
iglesia a ermita. Sin embargo la de Rada ha vivido un proceso inverso; ha
pasado de ermita a iglesia. No pasa de ser una cosa curiosa.
En cualquier caso, sea ermita, sea iglesia, estamos ante un templo
románico, que exteriormente se caracteriza por su espadaña y por la ausencia de
contrafuertes. En su interior nave única de tres tramos rectangulares, rematada
con un ábside semicircular; a esta se añade otra nave adosada al lado norte, de
altura inferior a la primera, y rematada en esta ocasión por un ábside plano.
La rehabilitación de este templo pasó por desmontarlo piedra a piedra, para
reedificarlo de nuevo.
Dentro del templo podemos encontrar algunos pendones de tela que
recrean a otros de la época, con sus armas correspondientes; podemos encontrar
también algunos maniquís humanos que, con gran realismo, nos aproximan a lo que
entonces pudieron ser guerreros y maceros; y además de varios paneles
explicativos, nos espera una vitrina cuyo interior aloja una selección de las
muchas piezas que han ido apareciendo en las excavaciones.
Esta vitrina nos conecta, instintivamente, con la necrópolis anexa
a la iglesia, en la que se han recreado cuatro sepulturas; en ese emplazamiento
se recuperaron varias estelas funerarias, así como restos óseos de un total de
79 personas –entre ellas 35 niños-. Igualmente, tal y como se puede ver en la
mencionada vitrina, durante las excavaciones arqueológicas se han encontrado
abundantes restos cerámicos (cántaros, ollas, jarras, escudillas, etc.), armas,
hebillas, pendientes, calzado de cuero, y otros muchos elementos.
Recinto amurallado
Lo que exteriormente se ve de Rada desde los alrededores es un
recinto amurallado, que lo hacía casi inexpugnable. Conforme se accede con el
coche se puede apreciar que la ladera está repleta de piedras, procedentes
todas ellas de lo que un día fue muralla.
Tan solo en el lado norte es donde ha sobrevivido un importante
lienzo de muralla, que es el que nos permite intuir cómo era el resto de ese
recinto fortificado, y en el que está el arco de acceso. Muy cerca de la puerta
de entrada, en el interior, se conservan dos defensas cuadradas, abiertas por
detrás y que, tal y como puede verse en los dibujos allí expuestos, a lo largo
de sus ocho metros de altura albergaban tres pisos de altura, con suelos de
madera, desde los que se atendía la defensa a través de las estrechas saeteras.
Y en el extremo opuesto sobrevive la base del donjón, una torre circular con un diámetro externo de 8’5 metros, y
que pudo tener unos 15
metros de altura, duplicando casi la altura de la
muralla. Evidentemente estamos ante el elemento más vistoso de este espacio.
Hay quien apunta que este torreón puede ser de origen árabe. Más claro parece
que se trate de un punto de vigilancia, dotado lógicamente de funciones
defensivas.
Historia
Sabemos de este viejo poblado que existía ya en el siglo XI; los
documentos así lo atestiguan. Es esa ubicación tan próxima al reino de Aragón
la que hace que Rada esté predestinado a ejercer una función defensiva. Del linaje
de los Rada pasó al de los Mauleón.
El rey Juan II, casado con doña Blanca (hija de Carlos III), se
enfrentó a su propio hijo (Carlos, Príncipe de Viana), ambicionando para sí la
sucesión de la corona que ostentaba doña Blanca. Se inició así una cruenta
guerra civil con dos bandos bien diferenciados. Por un lado estaban los
partidarios de Juan II (agramonteses), y por el otro los de su hijo Carlos
(beaumonteses). Fueron estos últimos los que se adueñaron de la fortaleza de
Rada, acaudillados por Charles de Mauleón; y esto, a su vez, se tradujo en que
en 1455 mosén Martín de Peralta, al frente de las tropas agramontesas, sitió el
lugar de Rada, consiguiendo finalmente penetrar en su interior, y destruir este
recinto fortificado.
Es así como en 1455 queda Rada definitivamente despoblado. Y algo
más de cinco siglos después, en 1981, Luis de Silva, duque Miranda, y último
propietario de este enclave, hace donación al Gobierno de Navarra de este
solar. Por último, es a partir de 1984, cuando un grupo de arqueólogos, con
Inés Tabar al frente, inicia una minuciosa tarea de excavación arqueológica del
interior del recinto amurallado, que es la que permitió en noviembre de 1999
inaugurar uno de los mejores museos, al aire libre, en los que, entre piedras,
puede leerse una parte importante de la historia de Navarra; tan importante
como triste.
Rada nos invita hoy a acercarnos, a pasear entre sus restos, a
interpretar lo que las piedras nos ayudan ya a intuir. Es un enclave
emblemático, una atalaya privilegiada de la que se puede disfrutar aún cuando
no hubiese ni una sola piedra. Pero allí, en la cima de ese cabezo, hay paisaje, hay historia, hay
arquitectura. Es un lugar para sentir.
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