LEYENDAS Y MILAGROS
Texto: Fernando Hualde
A veces nos
encontramos con parcelas de nuestra historia que habían permanecido
inexplicablemente ocultas. Un libro de Carmelo San Martín nos desvela la gran
importancia que tuvo Arbeiza dentro del mundo de la brujería.
No es casual que en el valle de Allín a los
vecinos del concejo de Arbeiza les conozcan con el apodo de brujos. Y digo que no es casual porque
esta localidad de Tierra Estella fue, en su tiempo, ese punto geográfico en el
que confluían brujas, brujos, personas endemoniadas, acusados, acusadores, y
cuantos querían librarse de los maleficios de los que creían ser víctimas.
Hasta allí acudían gentes de procedencias muy diversas, de un amplísimo ámbito
geográfico, y convencidas todas ellas de que allí, en Arbeiza, aquella imagen
de la Virgen, a través de unos conjuros, habría de ser la solución de aquellos
maleficios que afectaban a personas, animales y haciendas.
El paso de los años, y de los siglos, ha
difuminado aquél recuerdo y aquella realidad de que hasta la Virgen de los
Conjuros, en Arbeiza, venían gentes de todos los lugares con la intención de
sanar sus maleficios. Había ya quedado en el olvido de los investigadores e
historiadores que, en otra época, y durante mucho tiempo, Arbeiza fue el
santuario más importante de todo el tercio peninsular contra el mal de ojo, la
brujería y las enfermedades nerviosas que afectaban al comportamiento de las
personas. Poco a poco aquello fue perdiendo fuerza, llegando a pasar totalmente
desapercibido en los tiempos actuales.
Puesta en valor
Carmelo San Martín Gil nos ha sorprendido este año
con la publicación de un buen libro, “Virgen
de los Conjuros de Arbeiza. Leyendas y milagros”, en el que con gran
acierto viene a rescatar la memoria de todo aquello que en su día fue este
fenómeno de los conjuros. El autor rescata este recuerdo, y seguidamente lo
pone en valor, vía editorial, para que quede perpetuado. Lo hace además con
respeto, sin caer en la ridiculización ni en la exaltación, a las que este tipo
de temas parecen invitar a otras personas. Carmelo San Martín, con la
colaboración de la propia parroquia de Santa María de Arbeiza, nos ha dejado en
el papel toda una historia de historias, lo que hoy se sabe y lo que hoy se
cuenta, sin caer en sensacionalismos, bien documentado, y muy bien expuesto.
Cierto es que conjuros y exorcismos se han
realizado en toda Navarra. Son todavía muchas las iglesias en nuestra tierra
que conservan los conjuratorios, esos
balcones que había en la fachada desde los cuales los clérigos proclamaban con
toda solemnidad los conjuros oportunos contra la sequía que asolaba los
cultivos, contra la peste que penetraba en las casas, o contra el enemigo
invasor que destruía y quemaba nuestros pueblos en nombre de no sé que rey, o
del Bonaparte de turno.
Tampoco faltaban advocaciones marianas a las que
se llevaban personas para, ante su presencia, ser libradas de los demonios que
en ellas habitaban; allí está el caso de Nuestra Señora de Doniansu
(Muru-Astrain), de la Virgen de Arburua (valle de Salazar), de Nuestra Señora
de las Nieves (Oroz Betelu), o de la Virgen de Zuberoa (Garde), acudiendo a
esta última aquellas mujeres endemoniadas, popularmente conocidas como auchas, que desde toda Francia acudían
en caballerías para postrarse a sus pies.
Y sin embargo… Arbeiza era diferente. La
especialidad y la particularidad de la iglesia de este lugar era la de curar, a
través de sus vicarios, utilizando el conjuro adecuado, a todos los enfermos
espiritados, a todas aquellas personas endemoniadas, víctimas de
embrujamientos, o indiciadas de maleficios.
Este hecho
diferencial, que se dice ahora, es lo que Carmelo San Martín expone y desarrolla
en su libro, poniendo ejemplos concretos, aportando datos, y a la vez
recogiendo del patrimonio oral las creencias y leyendas que han llegado hasta
nuestros días.
Leyendas
Según indica el autor, los exorcismos de Arbeiza
tenían lugar en el altar de la Virgen; previamente el enfermo y sus
acompañantes habían asistido a la misa, y es tras la celebración eucarística
cuando, ante esta imagen mariana, y siguiendo el ritual de la iglesia, el
sacerdote proclamaba los conjuros y exorcismos para librar del demonio a la
persona enferma. Tampoco faltaban devotos que pasaban por los pies de la Virgen
de los Conjuros alguna prenda, sobre todo pañuelos, que eran los que se
empleaban, a modo de toca, para
cubrir la cabeza.
Y quien dice expulsar demonios, dice también
conjurar a aquellas personas con enfermedades difíciles de diagnosticar,
dolores sin especificar, vómitos, espasmos, convulsiones, sudores por las
noches, etc., síntomas todos estos que, en muchos casos, iban acompañados de la
creencia generalizada de que era el demonio quien habitaba ese cuerpo. Pero,
además de todo esto, hasta esta imagen mariana acudían también aquellas mujeres
que se habían quedado sin leche en sus pechos tras el parto, e incluso aquellas
mal casadas, o divorciadas.
Dicen que manadas de brujas rodeaban la localidad
de Arbeiza tratando de impedir la curación de los endemoniados, impidiendo así
que numerosas personas, aojados y hechizados, pudiesen llegar hasta el pueblo.
Se decía que las caballerías se negaban a cruzar la muga del pueblo, “y se espantaban o se ponían a piafar y a
relinchar, negándose a seguir adelante. Otras caían muertas en el camino. Al
llegar a la puerta de la iglesia algunos no podían entrar en ella. Otros, más
suspicaces, atribuían este fenómeno a cierto olor, como de guindillas o cuerno
quemado, que ponía locos a los animales y que era provocado por la mano del
hombre”, recoge Carmelo San Martín. Incluso en la posada donde se alojaban
los peregrinos que desde otras tierras acudían hasta Arbeiza, se decía que la
fachada “se doblaba” con peligro de derrumbamiento, efecto este que se atribuía
a la acción de las brujas y demonios que llegaban en los cuerpos de los
enfermos.
Lo cierto es que ante la Virgen de los Conjuros de
Arbeiza acudían gentes con todo tipo de problemas; por ejemplo, desde
Villamayor acudió una señora bajo la creencia de que estaba endemoniada “porque las sayas se le caían”. Otro
señor fue desde la localidad riojana de Galilea porque decía que todas las
noches entraba un gato negro a la cuadra de su casa y se le morían las vacas.
También desde Herce, otra localidad de La Rioja, un vecino marchó a Arbeiza “a que le echasen los exconjuros y le
leyeran los Evangelios”; aquél hombre contaba de unas brujas que le
salieron en el camino convertidas en yeguas, las cuales no sólo le impidieron
llegar al pueblo, sino que lo cercaron y “acocearon
con toda saña”.
¿Ficción o realidad?
Estas y muchas más historias, anécdotas y leyendas
recoge Carmelo San Martín Gil en su nuevo libro, lo cual, ya de entrada, lo
convierte en un libro extremadamente entretenido. Pero ya he advertido al
principio que el tema lo había abordado el autor con suma rigurosidad. A toda
esta exposición de lo que hoy podríamos considerar como chascarrillos, le sigue
una parte documental, rescatada del olvido en su día por José María Jimeno
Jurío; es una parte que nos habla de pleitos, que nos desvela que ya desde
finales del siglo XVI se acudía a esta iglesia, que en los siglos XVII y XVIII
se produce la cota más alta de asistencia a este templo y de popularidad de la
Virgen de los Conjuros. Y desde esa realidad, la historia nos muestra que ya
entonces había una preocupación por parte de la iglesia por separar lo posible
y lo imposible, siendo en muchos casos la propia iglesia la más escéptica a la
hora de dar crédito a esos supuestos milagros que los devotos exaltaban a
diestro y siniestro como acción milagrosa de Dios.
A su vez, todos estos pleitos que se conservan en
el Archivo Diocesano, nos desvelan también que tampoco faltaron clérigos que se
aprovecharon de la inocencia de aquellas gentes, de la misma forma que tampoco
faltaron maridos que se aprovecharon la inocencia de sus mujeres, y seguramente
que también a la inversa habría habido algún caso.
Lo verdaderamente importante es que toda esta
historia en torno a la brujería, que hasta ahora había quedado marginada en los
estudios de Julio Caro Baroja, o de Florencio Idoate, por poner un par de
ejemplos próximos a nosotros, ha quedado ahora recogida y documentada a través
de este trabajo de Carmelo San Martín. Es un libro fácil de leer, ameno,
riguroso, altamente interesante desde el punto de vista etnográfico, y que pone
en valor una parcela de nuestro patrimonio que, permaneciendo semioculta a
nivel popular, ha sido rescatada y perpetuada para orgullo de los brujos de Arbeiza.
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