CON EPICENTRO EN AOIZ Y NAGORE
Texto: Fernando Hualde
Sucedió hace noventa y cinco años. Lo esperado era que surgiese en
alguna de las grandes urbes, y sin embargo sucedió en un pequeño pueblo del
valle de Artze.
Pasear por el valle de Artze, o
Arce, es uno de los ejercicios más saludables que se puede hacer, más aún en
este tiempo de bonanza climatológica. Saludable para el cuerpo, como cualquier
paseo que se precie, y saludable para el espíritu. En esos pueblos, y en ese
entorno paisajístico, se respira paz y sosiego que a uno le impregnan de
inmediato.
Por otro lado es inevitable un
sentimiento de pena. Ojalá hubiese un poco más de ruido, un poco más de
movimiento, un poco más de vida. Su realidad demográfica es preocupante, como
sucede en tantos y tantos valles de esta misma zona pre-pirenaica. Pese a ello,
disfrutar del encanto de estos lugares es algo que no se puede pagar con nada.
Y allí está Nagore, a orillas hoy
del embalse de Itoiz, un núcleo de población que se parece poco al que existió
hasta hace pocos años, pero que mantiene en buena medida el emplazamiento, y
también la sangre que le ha dado vida, y le sigue dando, desde hace muchas
generaciones.
Es precisamente en esta localidad,
¡y cuesta imaginárselo!, y también en la vecina villa de Aoiz, en donde se
sitúa un hecho curioso del que han pasado ya noventa y cinco años. Estamos
hablando de algo tan atípico como lo es la fabricación de billetes falsos.
Sobre todo ello el periodista Gerardo Huarte, natural de Nagore, ha hecho una
excelente labor de investigación, que además la ha dejado plasmada en un libro.
De leyenda a historia
Las personas que hoy son mayores en
Nagore, y en todo el valle, crecieron siendo conocedores de que algo había
pasado en el pueblo años atrás. La distribución de billetes falsos, como la
tentativa de fabricación, eran de esas cosas que siempre suceden lejos, y por
lo general en las grandes ciudades. En consecuencia resultaba inevitable que de
aquél hecho, que tanta trascendencia tuvo, se hablase, se especulase, y lo que
en un sitio podía ser secreto de sumario, en los mentideros locales corrían
versiones más propias de leyendas que de realidades. Y aunque hubo juicios y
hubo sentencias, a nivel local las especulaciones envolvían todo aquello en el “sucedió una vez…” que en las noches de
invierno se contaba a los niños en torno al fuego, en la cocina de casa.
Ha tenido que pasar casi un siglo de
todo aquello para que un oriundo de este pueblo, Gerardo Huarte Ilárraz,
aprovechando su jubilación, se detuviese ante esta historia legendaria, la
desmenuzase, y bucease en el Archivo Judicial de Pamplona, para extraer la
realidad de lo que entonces sucedió. Basta con echar un vistazo a este libro
que este investigador ha publicado con los resultados de su trabajo, para darse
cuenta de que detrás de estas páginas se esconde una labor encomiable y
profesional; una labor que deja atrás ese halo legendario que durante décadas
ha tenido este suceso, para convertirlo en historia, con nombres y apellidos,
con fechas, con una riqueza de datos y de documentos ante la que solo cabe
descubrirse.
Gerardo Huarte ha accedido al
contenido de todo el proceso judicial, a las declaraciones de nada menos que
115 testigos, a las sentencias, veredictos, condenas… que desencadenó aquella
iniciativa, y delito, que tuvo en Nagore y en Aoiz su epicentro, afectando
también a localidades como Urroz Villa, Sangüesa, Pamplona, San Sebastián,
Barcelona, o Madrid, por citar algunos ejemplos. La prensa local de aquél
momento ha sido también para este autor una fuente importante de información.
El protagonista de todo aquello fue
el billete de 100 pesetas. Los billetes falsos intervenidos en aquella
operación eran una reproducción de los billetes de esta cantidad emitidos por
el Banco de España el 30 de junio de 1906; su medida era de 140 por 100 milímetros ,
ocupando en ellos la impresión un espacio de 129 por 89 milímetros ). En el
anverso exhibía el dibujo de dos matronas enfrentadas, entiéndase que una
aparecía en la parte izquierda mirando hacia la derecha, y la otra aparecía en
la parte derecha mirando hacia la izquierda. Y en el reverso el motivo
principal era el escudo de España.
De estos billetes, de los buenos, se
hicieron 60 millones de unidades, en cinco grupos numerados de doce millones.
El primer grupo mostraba en tinta roja la numeración sin estar precedida de
letra (estos son los que tienen mayor valor para los coleccionistas), y en los
otros cuatro grupos la numeración estaba precedida de las letras A, B, C o D.
Pues bien, los billetes falsos intervenidos por el Juez de Aoiz se
correspondían con los primeros, es decir, en la numeración carecían de letra.
Los hechos
No llegaban a tres años los que
hacía que en Nagore se había cerrado el molino harinero después de haber
atendido la molienda de tantas y tantas generaciones. Atrás se quedaba también
ese pasado “industrial” de pelaires y de tejedores que hubo en esta localidad;
es sabido que en Aoiz y en varios de los pueblos de su entorno se vivió durante
siglos de la elaboración del denominado paño de Roncal, destinado a la
confección de la indumentaria roncalesa.
Lo cierto es que a finales de 1917
se observó en Navarra la presencia de billetes falsos de 100 pesetas, con la
consiguiente alarma. Aquello derivó en la apertura de una causa judicial que
habría de durar dos años. Como muy bien indica Gerardo Huarte, la primera
conclusión a la que llegó el proceso de investigación es que el epicentro de
este delito estaba en Aoiz y, curiosamente, en la pequeña localidad de Nagore,
en donde vivían los artífices de todo esto.
El juez de Instrucción de Aoiz, para
desarrollar toda la investigación, inició un sumario a los pocos días de detectarse
los primeros billetes; era ya el mes de febrero de 1917. Y la cosa se fue
complicando, lo que pudo ser un delito de ámbito estrictamente local, enseguida
se vio que tenía ramificaciones en otras localidades navarras y en ciudades
como Pamplona, Barcelona, etc. Esa causa judicial duró varios meses, y tuvieron
que declarar en ella un total de 115 testigos. La acusación era clara, había un
delito de expendición de billetes, es decir, de adquisición y de puesta en
circulación de billetes falsos; y peor aún, se acusaba de tentativa de
fabricación de billetes falsos.
Una vez finalizado el sumario, entre
el 7 de marzo y el 5 de octubre de 1918 se celebró en Pamplona un juicio con
jurado, bajo la dirección de una Sala presidida por tres magistrados. La gran
sorpresa, y contra todo pronóstico, es que aquel jurado dictó un veredicto de
inocencia, que inmediatamente fue anulado por la Audiencia, forzando esta
anulación a revisar de nuevo todo el caso por parte de un jurado diferente al
anterior, para llegar a la celebración de un nuevo juicio que se celebró entre
los días 10 y 14 de febrero de 1919, y que trajo consigo, como era de esperar,
un veredicto de culpabilidad, con la consiguiente sentencia condenatoria. Los
condenados fueron un vecino de Aoiz y un vecino de Barcelona, acusados de
expendición de billetes falsos. Penas más leves fueron un vecino de Pamplona y
otro de Barcelona, a quienes solo se les pudo acusar de intentar fabricar
billetes falsos. Y a quien no se pudo acusar, ni tan siquiera juzgar , por haber
huido a Argentina, fue al vecino de Nagore en cuya casa todo estaba siendo
preparado para falsificar billetes.
Esta es la historia, muy resumida,
de lo que sucedió entonces. Gerardo Huarte ha profundizado en todo ello, lo ha
investigado, y el resultado de ese trabajo lo ha plasmado en un libro que,
desde hace unos meses, salvaguarda con rigurosidad y profesionalidad, esta
parcela tan curiosa del patrimonio local de Nagore, de Aoiz y de toda Navarra.
Un trabajo muy interesante, entretenido, bueno, y altamente recomendable.
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