CADENAS PARA UN ESCUDO
Texto: Fernando Hualde
Hoy se cumplen ochocientos años de la batalla de las Navas de Tolosa,
en la que Navarra tuvo una participación importante y decisiva. Se rompieron
entonces unas cadenas que hoy se lucen en el escudo.
Hay que reconocer que la fecha, para la
importancia que tiene, está pasando bastante desapercibida. El VIII centenario
de la batalla de las Navas de Tolosa nos pasa casi de puntillas, tanto más si
lo comparamos con aquél amplio programa de actos que vivió Navarra en 1912
conmemorando el VII centenario de este mismo evento. Por otro lado, también es
de justicia reconocer, y lamentar, que dentro de la historia del viejo reino se
han vivido también algunos episodios históricos que aún marcando un antes y un
después, y aún siendo de una enorme trascendencia para la trayectoria e
identidad de Navarra, pasan hoy totalmente desapercibidos, y peor todavía, ignorados.
Sancho VII el Fuerte
Pero hoy es 16 de julio de 2012, y la fecha nos
pone en bandeja el echar una mirada retrospectiva hacia lo que sucedió ocho
siglos atrás tal día como hoy.
Reinaba en Navarra Sancho VII, apodado El Fuerte. Estamos ante
uno de los monarcas míticos del viejo reino de Navarra; se le atribuye una
altura de 222
centímetros , perfectamente reflejada en su sepultura de
la Colegiata de Roncesvalles. Hijo de Sancho VI el Sabio y de Sancha; reina en Navarra entre los años 1194 y 1234. Sancho
VII el Fuerte fue el último rey de la
llamada dinastía Jimena, a la que sucedió la de Champaña. Simplemente este
cambio de dinastía, de los Sanchos a
los Teobaldos, para que nos
entendamos, es uno de esos momentos de la historia que son cruciales para Navarra;
hablamos de esa etapa en la que los Fueros corrieron grave peligro al ser
cuestionados por Teobaldo II con el apoyo del papa, siendo abanderada su
defensa por los Infanzones de Obanos; hablamos de una profunda transformación
del reino, tanto en lo social, en lo político, como en lo geográfico, con los
primeros conatos de democracia popular y con el nacimiento de las merindades
como vehículo de comunicación y acercamiento entre el pueblo y la corte real; y
hablamos de importantes reformas administrativas.
Pero
volvamos a nuestro Sancho VII. Al igual que había pasado con su padre, asiste
este rey a esos continuos intentos por parte de Castilla y de Aragón de
repartirse Navarra; responde él con incursiones hasta Soria y Almazán, pero lo
que no puede evitar es que en el año 1199 Castilla ocupe, y arrebate a Navarra,
los territorios de Álava, Guipúzkoa y el Duranguesado.
Valorar
ocho siglos después el reinado de Sancho VII no es fácil precisamente. Con
frecuencia se cae en unos trazos excesivamente básicos, diseñados tal vez como
para entender aquella época con cuatro pinceladas. Pero la realidad era mucho
más compleja que todo eso, y nos podría sorprender saber que ese Sancho VII que
todos tenemos en nuestra mente, sobre un caballo, rompiendo las cadenas y
luchando contra los moros, en perfecta alianza militar con Castilla, Aragón y
Portugal…; sorprendería saber, digo, que es el mismo Sancho VII que unos años
antes luchaba en tierras de Soria contra la Castilla de Alfonso VIII en
armoniosa alianza con las tropas árabes del temido Abu Yusuf. Es decir, unas
veces primaban los intereses territoriales, o la necesidad de castigar a quien
había querido castigarte a ti, y otras, las más probablemente, primaban los
intereses religiosos.
La
batalla
Así
pues, a pesar de todas estas desavenencias existentes entre Navarra y Castilla,
el monarca navarro no tiene reparo en unirse a Castilla y a Aragón en defensa
de la religión. No hay que olvidar en ningún momento que esta alianza está
enmarcada dentro de una Cruzada internacional contra los almohades impulsada
por el papa Inocencio III; tampoco hay que olvidar que los árabes ya no
suponían un peligro para Navarra, pues estaban ya muy alejados de nuestras
fronteras; y como tampoco hay que olvidar que en esa alianza no solo estaban
embarcados los tres históricos reinos de Castilla, Aragón y Navarra, sino que
también había otros muchos territorios, entre ellos Portugal.
Y
es así como vemos en 1212 a
Sancho VII el Fuerte acudir a Toledo
con su propio ejército de navarros para hacer, ocasionalmente, causa común con
castellanos y aragoneses en contra de los musulmanes, y estrictamente por
razones religiosas. La batalla más fuerte se produce en la provincia de Jaén,
concretamente en el paraje de las Navas de Tolosa; y dice su cronista, el
arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada, que fueron los propios navarros, en
aquella refriega, quienes rompieron las cadenas que cercaban la tienda de
campaña, o palenque, de Miramamolín, con la consiguiente victoria.
Aquellas
cadenas, se dice, se trajeron a Navarra como recuerdo de aquella importante
victoria, siendo desde entonces un símbolo heráldico que identifica al viejo
reino.
Cadenas
para un escudo
Todos
conocemos hoy cómo es el escudo oficial de Navarra. La Ley Orgánica de
Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra (LORAFNA), de 10 de
agosto de 1982, establece en su artículo 7.1: “El escudo de Navarra está formado por cadenas de oro, sobre fondo
rojo, con una esmeralda en el centro de unión de sus ocho brazos de eslabones
y, sobre ellas, la Corona Real, símbolo del antiguo Reino de Navarra”.
Así
pues, estas cadenas, por decisión del propio rey Sancho VII el Fuerte pasan a ser sello real de
Navarra, y símbolo de este mismo reino, sustituyendo al sello que él mismo
venía utilizando hasta ese momento, que era el de un águila negra –arrano beltza- sobre fondo de gules, o
rojo (nunca sobre fondo amarillo). Ese sello real de Sancho VII pasó
posteriormente a ser considerado escudo del Reino de Navarra, principalmente
tras la conquista de Castilla en el siglo XVI, usándose durante siglos con
diferentes variantes, hasta que en 1910 la Diputación Foral de Navarra reguló
su diseño creando un modelo oficial. En 1937 la decisiva participación de
Navarra en la Guerra Civil hizo que el general Franco le concediese a Navarra,
para su escudo, la Cruz Laureada de San Fernando, siendo este el escudo oficial
hasta 1981, que es cuando nuevamente el Parlamento de Navarra oficializa el
escudo vigente hasta 1931 (entre 1931 y 1937, época republicana, el escudo
exhibió corona mural en lugar de corona real). Y es en 1982 cuando la LORAFNA
define definitivamente cómo ha de ser el escudo de Navarra.
La
esmeralda verde es la que lucía en su turbante el rey moro Miramamolín el Verde.
Y
llegados a este punto hay que decir que con anterioridad a Sancho VII el Fuerte se puede ver que abunda en
esta tierra, en diferentes representaciones, un escudo que viene a ser
prácticamente igual. El diseño es el mismo, pero las líneas no vienen marcadas
por cadenas. Lo llegamos a encontrar en algunos capiteles elaborados con
anterioridad a Sancho VII. Por lo general viene a ser un escudo con una
estrella de ocho puntas, y el carbunclo en el centro. Y todo esto da lugar a
confusiones heráldicas y a debates bizantinos, sobre si fue antes el huevo o la
gallina.
Nos
limitamos aquí a dejar constancia de ello; y a recordar que ese diseño anterior
a Sancho VII no es un escudo heráldico, sino la representación de un escudo de
combate, que después de tantos golpes recibidos, lo que hace es reflejar en su
superficie la estructura metálica entrecruzada que en su reverso lo hace
fuerte. Mostrar este relieve en el escudo venía a significar que el portador
era un verdadero guerrero, pues su escudo había librado muchas batallas.
Finalmente,
a partir de Sancho VII, es esa estructura lineal de hierros la que se convierte
en cadenas, y el carbunclo central se convierte en esmeralda. Y todo ello en
escudo y símbolo de un reino, el Reino de Navarra.
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