UN MES DE SANFERMINES
Texto: Fernando Hualde
No se conoce en toda la historia de los Sanfermines unas fiestas que
hayan llegado a durar las que vivió Pamplona hace un siglo.
Nos suele suceder, sobre todo conforme van pasando
los años por nuestro cuerpo, que cada vez nos cuesta un poco más aguantar a
buen ritmo los nueve días que duran las fiestas. Antaño, ciertamente, no eran
tan largas las fiestas de San Fermín, a pesar de que las fechas que aparecían
impresas en el cartel nos inducen hoy a engaño; vemos en los carteles antiguos
que las fiestas se acababan el 18 de julio, incluso el 21 en algunos casos,
pero no es así; si observamos bien aquellos carteles lo que anunciaban eran las
Fiestas y las Ferias de San Fermín, y eran estas últimas, las Ferias de ganado,
las que llegaban a durar hasta el 21 de julio; mientras que las Fiestas
propiamente apenas duraban cuatro días, con encierros y corridas, celebrándose
posteriormente, el 14, la octava de San Fermín.
Sin embargo hace exactamente cien años hubo una
excepción. Las fiestas duraron, y de esas maneras, nada menos que un mes. Estamos ante las fiestas mas largas que se conocen en toda la
historia de los Sanfermines, y también unas de las más especiales. El programa
de festejos de este año era una fusión de actos y acontecimientos entre los que
además de las propias fiestas en sí, se incluían la celebración de la VI
Semana Social
(que comenzó el 27 de junio), la
Gran Semana de Aviación, el Congreso de Viticultura, el Gran
Concurso Hípico y... nada menos, que el VII
Centenario de la Batalla
de las Navas de Tolosa, que sirvió también para conmemorar los setecientos
años del escudo de Navarra (algo que históricamente no es del todo correcto).
Es así como las fiestas de 1912 duraron, como quien dice, un mes; y no hay que
olvidar que cada uno de estos acontecimientos iba adornado de numerosos
festejos populares, llegando a
celebrarse la quinta, y última, corrida de toros el día 21. Un mes de fiestas es demasiado, y solo se
puede tolerar cada setecientos años, decía después “El Pensamiento Navarro”
quejándose de lo maltrechos y vacíos que se habían quedado los bolsillos. Le
correspondió a don Joaquín Viñas ostentar la alcaldía de la ciudad durante las
fiestas de este año.
Curiosamente nadie se acordó entonces del IV Centenario de la
Conquista de Navarra, y si se acordaron no trascendió en la prensa ni en
impreso alguno de los que hoy se conservan.
Alfonso XIII en Pamplona
A
esta anormalidad de programa festivo, la de tantos días de duración, hay que
añadir la presencia del rey Alfonso XIII, que llegó a Pamplona el 16 de Julio
para dar más realce a los actos que la Diputación Foral
había organizado para conmemorar aquella gloriosa
victoria del rey Sancho VII El Fuerte.
Aquél séptimo centenario de la batalla de las Navas de Tolosa sirvió,
igualmente, para popularizar el escudo de Navarra, que oficialmente había sido
regulado dos años antes su diseño, muy similar al actual, que sirvió en 1985
como inspiración para el definitivo que hoy se exhibe en la bandera de Navarra.
Otra
anormalidad en aquellas fechas de 1912, y esta si que no entraba en el
programa, fue una inoportuna huelga de panaderos de la que, pese a contar con
el boicot informativo de los medios, se supo que contó con la participación de
al menos 50 obreros del gremio.
Y puestos a narrar curiosidades,
seguidamente trascribimos cómo recogía “El Pensamiento Navarro” el 12 de julio
un curioso incidente, el de un sombrero que se incendió: “Con objeto de que no se repita el caso, conviene encargar al conductor
del cezenzusko no lleve el toro de fuego por el paseo principal. La última
noche se incendió el sombrero de una señorita que se hallaba en el Paseo por
haberle alcanzado una chispa del cezenzusko. Que vaya éste por el centro de la Plaza del Castillo, en cuyo
lugar como el público está de pie y se apercibe de la llegada del toro de fuego
puede apartarse, pero en el paseo no es natural que el público que está sentado
crea que al conductor del toro le va a dar la funesta ocurrencia de obligarle a
abandonar el asiento y echarse a correr. A causa del hecho que apuntamos la
noche a que hacemos referencia, se desmayó una señorita forastera. Que no se
repita el caso”.
Actos variados
Frente
a todo el programa de pomposos acontecimientos que se ofertaban, los pamploneses
tuvieron oportunidad también de asistir a partidos de pelota, a partidos de foot-ball, a la carrera ciclista, o a
cualquiera de los espectáculos que se ofrecía en el Teatro Gayarre, en el Salón
Novedades y en el Circo Feijóo, o a las proyecciones cinematográficas que
ofrecían los cines Actualidades, Rocamora y Montero. Y por si todo esto no
fuese suficiente, las Escuelas de San Francisco alojaban una interesante
Exposición Fotográfica sobre temas vasco navarros.
En
lo que ha corridas de toros se refiere, que por aquél entonces eran a las 4’30
de la tarde (y los encierros a las 6 de la mañana), olvídense ustedes de lo que
anunciaba el programa oficial. El reparto definitivo fue el siguiente. 1ª
corrida: Punteret, Pastor y
Bienvenida, con toros de la ganadería de Gamero Cívico; 2ª corrida: Pastor, Gallito y Cocherito, con toros de la
Viuda de Murube; 3ª corrida: Pastor, Gallo y Cocherito, con toros de la ganadería de
Concha Sierra; 4ª corrida: Pastor, Cocherito
de Bilbao y Chiquito de Begoña,
con reses de Guadalets; 5ª corrida: Minuto,
Machaquito y Bienvenida, con toros de
la ganadería de Fernando Parladé; y la corrida de prueba: Pastor y Cocherito,
con morlacos del Marqués de Villagodio.
Al margen de todos los cambios que sufrió el cartel, lo más
llamativo es el retorno de la ganadería de Concha Sierra, que no había vuelto a
Pamplona desde 1898, año éste en que sus toros protagonizaron una espectacular
fuga.
De los actos de este año se llegaron
a editar, al menos, cuatro programas diferentes. Uno de ellos era el programa
oficial del Ayuntamiento; un segundo programa, comercial, se ofrecía como guía y programa oficial de las fiestas
de San Fermín y de los actos del VII Centenario (editado por la Imprenta Alemana ,
de Madrid); el tercero era un programa exclusivamente sobre los actos del VII
Centenario de la batalla de las Navas de Tolosa (editado por el impresor
Eduardo Arras, de Madrid); y el cuarto, era un programa editado por los señores
Santo y Gargallo, de Pamplona.
Centenario de dos kilikis y dos zaldikos
1912 fue también un año de estrenos.
Así pues los gigantes y cabezudos estrenaron nuevos uniformes, obra del maestro
Fraile, confeccionados con arreglo a los
últimos lamentos que ha lanzado la moda. La Reina Europea tuvo
también, como es lógico, un nuevo ramo de flores, acorde con su nueva
indumentaria. Desde Barcelona llegaron también dos kilikis (Napoleón y Patata) y dos nuevos zaldikos
para reforzar la comparsa. Maceros y timbaleros lucieron también nuevos
uniformes.
La ciudad estrenó la nueva Plaza de
San Francisco, que en ediciones anteriores lucía un letrero que decía “Plaza en
urbanización”; este año los forasteros se encontraron con una plaza a estrenar, en la que se exhibía, sobre
pedestal, la estatua de Ceres, más conocida como la Mari
Blanca , rodeada ésta de jardincillos y custodiada por dos
esbeltas farolas.
Otra novedad de las fiestas de este
año fue el Cinema Actualidades. Esta nueva empresa se dedicó a impresionar (grabar) todos los actos
festivos, para proyectarlos cada día en su salón cinematográfico. Los
pamploneses pudieron ver aquél año bonitos documentales sobre la inauguración
del restaurante Besta Jira, el desencajonamiento de las diferentes ganaderías,
las vísperas, la procesión, el
encierro, las corridas, la llegada del rey, y un largo etcétera.
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