22 DE DICIEMBRE DE 2002

URROZ
UNA HISTORIA A RECUPERAR

Texto: Fernando Hualde



         Muy cerca de Pamplona, en la ruta hacia Aoiz, tenemos oportunidad de encontrar una villa cuya arquitectura, y cuyas gentes, son todo un tesoro a descubrir.
         Urroz es sinónimo de linajes, como el de Torreblanca, de grandes portaladas, de hondos pozos, de leyendas como la de la piedra de Roldán, de defensa militar como todavía hoy lo atestigua el aspecto de su iglesia, de viejos mercados, de gente buena, sencilla, amable y acogedora. Estamos, en definitiva, ante una villa de visita obligada, a la que hay que ir dispuestos a percibir con los cinco sentidos.


         Sucede a menudo, y corremos ese riesgo inevitablemente, de que los problemas diarios y cotidianos que vivimos en nuestros pueblos nos impiden detenernos y fijar nuestra atención en la rica historia y en el patrimonio documental, cultural y artístico que posee cada uno de estos pueblos.
         La condición fronteriza de Navarra, su pasado como Reino, su ubicación en el Camino de Santiago, y todos sus complejos avatares históricos, se traducen en que cada vez que escarbamos en la historia de cualquiera de sus ciudades, villas, o lugares, nos encontramos ante una historia rica, un patrimonio cultural envidiable, y, sobre todo, una necesidad imperiosa de rescatar, proteger, y promocionar todo ese curriculum antes de que se diluya en el tiempo o se pierda para siempre con la desaparición de nuestros mayores.
         Es por ello que, desde ésta página y desde esta cita dominical, vamos a hacer un recorrido por el patrimonio de Navarra; la historia, la cultura, los documentos... todo aquello que sirva para reencontrarnos con nuestras raíces, con nuestra historia, y que nos devuelva el sano orgullo de ser de donde somos.
         Si la semana pasada hicimos un recorrido cultural por una de las calles de la vieja Tudela, y en la anterior vivíamos de cerca la dura realidad del vascuence salacenco, hoy vamos a esbozar cuatro pinceladas sobre una localidad entrañable y de una belleza arquitectónica extraordinaria como lo es, a muy pocos kilómetros de Pamplona, la villa de Urroz.


Una villa con historia

         Era la propia alcaldesa de Urroz quien este año, consciente de la riqueza patrimonial que atesora la villa, y consciente también de que las tradiciones, los oficios, y el ayer más inmediato poco a poco se va perdiendo progresivamente, desde el programa de fiestas daba la voz de alarma e invitaba y animaba a todos los vecinos a echar una mirada retrospectiva hacia el pasado de esta villa; “y lo hago con el convencimiento –decía ella- de que ese pasado es la mejor referencia para situarnos en el presente, y para proyectar el futuro”.
         Y no es que Urroz no tenga hoy otros problemas, u otras necesidades. De hecho, asistimos atónitos a esa guerra que mantienen a día de hoy para llegar a tener en sus casas algo tan sencillo y elemental como lo es el agua. Pero el pasado, su historia, está allí, herido unas veces por la falta de presupuestos, herido otras veces por la indiferencia de los responsables del patrimonio navarro, y, lo que es peor, herido en ocasiones por el olvido de quienes tenían que sentir ese pasado como suyo, pues suyo es. “Acercarnos a nuestro rico patrimonio –decía la mandataria de esta villa- va a servir para que nosotros mismos nos valoremos como pueblo, para que aumentemos nuestro sano orgullo de urroztarras, y para que seamos capaces de ver y proyectar nuestro futuro desde una perspectiva respetuosa y consecuente con nuestra propia identidad”.
         Y bien cierto es que Urroz tiene una rica historia y un patrimonio cultural y documental de gran envergadura. Y que todo eso está allí, en las piedras, en los legajos, en la memoria de los ancianos. Y tan cierto como ello es que no se puede esperar a que venga nadie de fuera a sacar y a ordenar todo este patrimonio, ni se puede esperar a que vengan tiempos mejores, o partidas presupuestarias más generosas; el tiempo no se para, no respeta, es implacable y lo arrolla todo, y se lleva todo aquello que no está amarrado. En consecuencia, se impone tomar la iniciativa de preservar y proteger el patrimonio, y esta iniciativa tiene que nacer en el seno de Urroz. Y digo Urroz porque es su historia la que abordamos hoy, pero pudiera decir cualquier otro pueblo de nuestra geografía navarra.

         Atrás quedan, lejanos en el tiempo, pero con el valor de ser la primera referencia documental, los orígenes de Urroz como señorío de realengo. Atrás quedaron sus derechos –y también sus obligaciones- establecidos en el año 1195 por el rey Sancho VII el Fuerte; tiempo aquél en el que en esta villa había dos clases de vecinos: unos eran collazos, o labradores, y los otros escancianos o gravados con cierta pecha (estos últimos fueron los beneficiados de Sancho VII); es momento de recordar la feria anual que desde 1630 se celebraba en el mes de noviembre gracias a la merced de Felipe IV, y que nada tenía que ver con el mercado semanal que en 1286 instituyó en Urroz el gobernador de Navarra, Hugo de Conflans; nada queda ya del estratégico castillo de Leguín, que desde el siglo X hasta su demolición en 1516 cumplió su función defensiva en medio de mil avatares y vicisitudes; tampoco quedan vestigios aquellas viejas ermitas de Santo Tomás, San Bartolomé, y Santiago, ignoradas y desconocidas hoy, pero en pleno uso hace tan sólo doscientos años. Atrás quedaron, a mediados del XIX, aquellas fábricas de paño, complementarias de las de Aoiz, en las que se elaboraba el paño ordinario y el paño roncal con el que se confeccionaba la indumentaria de los valles pirenaicos. Atrás han quedado también los linajes de Torreblanca, y los molinos harineros, y la vieja estación ferroviaria del Irati.
         Sería suficiente, e invito a ello, a dar un paseo por las calles de esta villa, y sobre todo por su magna y porticada plaza, para percibir a través de sus casonas, de sus portadas monumentales, de sus rejas de forja (todavía hoy quedan dos artesanos dedicados a este menester), de sus escudos... que Urroz emana historia por todos sus poros.

         Basta, tan solo, con echar una mirada a la iglesia-fortaleza de la Asunción, cuya restauración exterior parece próxima, que pasó de románica a gótica; a su nave, a su retablo, a la imaginería que aloja, y... cerrando los ojos, dejar que su silencio nos hable de aquellas antiguas cofradías, de patronatos eclesiásticos, de ermitas extinguidas, de cruces de término... Tal vez llegue a decirnos algún día si sus matacanes se utilizaron militarmente.

         En fin, que Urroz está allí, hablándonos, susurrándonos su historia desde sus casonas y desde los viejos documentos. Son los escudos de las fachadas los que hablan, lo son también sus pétreas portadas, sus caminos, su iglesia parroquial, su crucero, su ermita de San Pedro. Es momento de escuchar, y, sobre todo, como se decía en el último programa de fiestas, “es momento de apuntalar nuestra cultura y nuestro patrimonio. No entender la importancia de este momento, y no actuar en consecuencia haciendo un esfuerzo por salvaguardarlo, sería, además de un despropósito, una falta grave contra nuestras propias raíces, contra nuestra cultura, y contra nuestros antepasados”. Y así es.
        


------------ DESPIECE -----------

Urroz.- Este núcleo de población es un municipio, con categoría de villa, que pertenece al partido judicial de Aoiz, en la merindad de Sangüesa, ubicado a 19 kms. de Pamplona en la ruta que por la carretera NA-150 une la capital navarra con Aoiz.
         Popularmente se le ha denominado Urroz Villa, e incluso en 1908 se recoge el nombre de Urroz de Aoiz (se supone que con la intención de diferenciarlo de Urroz de Santesteban).

Ermita de San Pedro.- Es la única de las cuatro ermitas de las que hay constancia documental que existieron en Urroz. En agosto de 1798 escribía de ella el obispo de la diócesis, aportándonos el dato de que en ella “hay una serora que cuida de su aseo”. Recientemente ha sido restaurada por los vecinos con muy buen gusto. En su espadaña, acompañando a la campana, se ha colocado una bella imagen de San Pedro, forjada en hierro, obra de uno de los artesanos de esta villa. La imagen titular se conserva en la sacristía de la parroquia.

Murillo.- Aparece en los documentos como “Murillo cabe Urroz”. Se trata de un desaparecido poblado, dentro del término de Urroz, que estuvo ubicado a orillas del Erro. Sabemos que un tal Arnaldo, prior de Santa Cristina de Somport, donó la iglesia de Murillo en el año 1219 a la Colegiata de Roncesvalles. Aparece en los Comptos de 1280; y sabemos que en 1366 tenía dos fuegos. La documentación nos revela que en 1494 pertenecía ya al patrimonio real; y tan sólo seis años después, en 1501, “Murillo cabe Urroz” figuraba en una relación de despoblados.
         Su iglesia estaba bajo la advocación de Santiago, siendo éste el único edificio que pervivió, como ermita de Santiago, al menos hasta principios del siglo XIX.

Crucero.- En el lado izquierdo de la carretera que asciende a Urroz, y a tan sólo unos metros de la villa, encontramos un bello crucero de la segunda mitad del siglo XVI, al que un templete de madera con cubierta de cinc le da cobijo protector. Llama la atención el curioso parecido del Cristo crucificado de este crucero con el famoso Santo Cristo de la capilla del castillo de Javier.

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