30 DE DICIEMBRE DE 2007

EL BOCAL
PALACIO DE CARLOS V

Texto: Fernando Hualde



         Faltan tan sólo horas para que comience un año dedicado al agua, con la Expo 2008 de Zaragoza como principal valedora del mismo. El agua y el patrimonio de Navarra tienen una estrecha relación, de la que hoy, para empezar, entresacamos la historia del complejo hidráulico de El Bocal.

         Tenemos el 2008 delante, con la “expo” del agua en Zaragoza, y con toda la lógica repercusión que por cercanía y vecindad va a tener todo esto en Navarra. El agua va a ser el protagonista del año, y desde esta sección vamos a procurar darle un poco de prioridad a los temas que vinculan al agua con el patrimonio de Navarra. Hablaremos de nuestros ríos, de los puentes, de los molinos, de los batanes, de las barcas que antaño se empleaban para cruzar algunos ríos, de los lavaderos, de las almadías, de las aguadas para bajar la madera, de las herramientas y piezas etnográficas vinculadas con el agua, y de todo aquello que se nos vaya ocurriendo. Ya en otras ocasiones hemos hablado aquí de las almadías (de las roncalesas, de las salacencas y de las aezcoanas), de los puentes (Milagro, Berbinzana, Puente La Reina, etc.), de las neveras (Burgui), de balnearios (Fitero), de fuentes (Vidaurre), o de cómo lavaban la ropa nuestras abuelas, por poner algunos ejemplos de temas relacionados con el agua y que ya han sido anteriormente abordados aquí.
         Y hoy, acompañando a esta declaración de intenciones para el año que mañana a la noche comienza, vamos a tener un recuerdo especial para El Bocal, para el que una vez más se anuncia una generosa inversión.


Complejo hidráulico


         Ejerciendo, como quien dice, las funciones de barrio de Fontellas, pero separado de esta localidad y arrimándose hasta decir basta a las aguas del Ebro, encontramos un viejo poblado construido en el siglo XVIII a la sombra del Palacio de Carlos V. Hablamos de El Bocal.
         El paraje en cuestión es un vergel, con jardín, presa y palacio, es decir, un pequeño paraíso que emana paz por doquier, y al que los almadieros convirtieron en parada y fonda durante sus travesías fluviales cuando tenían en Zaragoza o en Tortosa su objetivo comercial, tal y como lo atestiguan documentos escritos, incluso gráficos, a la vez que daban vida y sentido al viejo embarcadero. Y es que el río Ebro da mucho de sí; claro que... con un poco de inteligencia aún se le podía hacer que diese más. De hecho podemos decir sin miedo que en la historia de estas tierras de la Ribera de Navarra se detecta un constante esfuerzo por aprovechar al máximo las aguas de este cauce, aguas que nos vienen dadas y que también nosotros aportamos haciéndolo varón; y la mejor prueba de ello, o el mejor fruto, es el Canal Imperial, cuyas obras dieron comienzo durante el reinado de Carlos I y culminaron dos siglos después cuando el sillón del rey, el trono, estaba ocupado por Carlos III.
         Pero volvamos a Carlos I, que más que de sangre azul parecía plebeyo, agricultor para ser más concreto, pues demostró un cierto empeño –con sus frutos correspondientes- por buscarle al caudal del Ebro la máxima rentabilidad en su uso como regadío. Este monarca fue quien dispuso en su momento sacar del río Ebro “a una legua de distancia de la ciudad de Tudela, y en el término del lugar de Fontellas”, una acequia de riego a la que entonces se le bautizó con el pomposo nombre de Acequia Imperial, dicen que con el objetivo de perpetuar la memoria del autor y promotor de esta magna obra pública.
         Y es así como, en el paraje de El Bocal, siguiendo y obedeciendo el proyecto de Gil de Morlanés, se levantó en el cauce del Ebro, en aquél lejano siglo XVI, un presa, en piedra de sillería, y en su extremo una casa de compuertas que para aquella época podemos decir que fue todo un alarde de arquitectura civil en el que se combinó el basamento de piedra con dos pisos de ladrillo, rematados a su vez con una galería de pequeños arcos, un ornamento este muy habitual en los edificios señoriales de la Ribera. Esta casa se llamó inicialmente el Bocal del Rey, hasta que en épocas posteriores se le rebautizó con el nombre de Palacio de Carlos V o Palacio del Gobernador; y bajo ella se abrieron cuatro arcos bajo los cuales debían de pasar las aguas del Ebro.
         Esto es El Bocal, o al menos estos fueron sus orígenes. Luego vino Ramón Pignatelli con un nuevo canal, pero esto es, como quien dice, el ayer más inmediato.
         Lo más curioso de toda esta suntuosa obra es que el Canal que nacía aquí aspiraba a mucho en sus intenciones, pero su realidad se fue por otros derroteros. Lo que debía de ser la solución para muchos agricultores navarros, y sobre todo aragoneses, pues la idea era hacer llegar sus aguas hasta el río Jalón, o lo que es lo mismo, unir el Cantábrico con el Mediterráneo, se limitó al final a regar los términos de Ribaforada, Buñuel y Cortes, extendiendo algunas de sus ramificaciones hasta Mallén y Gallur. Un fracaso, al menos para los maños. Esto se subsanó en buena medida, a finales del XVIII con la construcción de una nueva presa.


El Palacio


         Complementando todo este complejo hidráulico, y para que nada le falte a este paradisíaco entorno, el mencionado arquitecto aragonés Gil de Morlanés levantó también un suntuoso palacio, al estilo tradicional de los palacios de la época, con dos torres cuadrangulares rematando las esquinas de la parte delantera del edificio. Estas torres respondían a un estilo particularmente aragonés, con arquillos bajo la cubierta de cada una de ellas. Por otro lado, y esto también era muy propio de la época y del lugar, la parte baja del edificio era de sillería, y el resto de ladrillo.
         En la fachada, concretamente en el frontispicio, el arquitecto tuvo el detalle de colocar un escudo tallado en alabastro luciendo en él las armas imperiales.
         Este palacio fue visitado en el año 1828 por el monarca Fernando VII en su viaje hacia Pamplona.
         Y mención especial merece también la iglesia neoclásica, construida a finales del XVIII, dependiente de la parroquia de Fontellas, y cuyo titular es San Carlos Borromeo.

         Pero lo mejor es acercarse hasta El Bocal, contemplar su palacio (reformado tras la inundación de 1873), o su romántico jardín, o el porche que da acceso al palacio, y disfrutar de la belleza y de la tranquilidad de este paraje. Todo un regalo para la vista.


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