13 DE DICIEMBRE DE 2010

JOSÉ LÁZARO GALDIANO
COLECCIONISTA DE ARTE

Texto: Fernando Hualde



Si hay una persona que ha invertido su rico patrimonio en arte, ese es el navarro José Lázaro Galdiano, el mayor coleccionista que ha conocido España. Sus fondos se muestran desde 1951 en el madrileño Museo Lázaro Galdiano.

El pasado día 1 de diciembre se cumplieron sesenta y tres años del fallecimiento en Madrid de José Lázaro Galdiano. Probablemente no sea una fecha muy redonda, pero sí que es una buena escusa, medianamente válida, para dar a conocer un poco su figura y recordar su origen navarro.
Si la semana pasada hablábamos aquí de monseñor Martínez-Compañón y decíamos de él que en su Navarra natal era un gran desconocido, de José Lázaro Galdiano, que en otros sitios tiene calles dedicadas, podríamos decir tres cuartos de lo mismo. Probablemente su nombre nos suene bastante más por aquello de que en Madrid hay un afamado museo que lleva su nombre, y por aquello también de que existe una fundación que se preocupa de que su memoria no caiga en el olvido.


Pinceladas biográficas

Nuestro hombre nació en el piedemonte de la Sierra de Ujué, concretamente en la localidad de Beire, en el seno de una familia de gran peso social, y esto sucedía un 30 de enero de 1862, es decir, estamos a poco más de cuatrocientos días de conmemorar su 150 aniversario (sirva este comentario como un aviso a navegantes).
Cuando tenía 18 años de edad (1880) es cuando sus aspiraciones culturales le llevan de Navarra a Barcelona, y ocho años más tarde a Madrid, instalándose en la cuesta de Santo Domingo. Su afición por el arte –ya iniciada en Barcelona-, y el patrimonio económico que tenía a sus espaldas, le lleva desde muy joven a ir recopilando obras de autores importantes, hasta el punto de que, según dicen, aquella primera vivienda que tuvo en la capital de la Corte muy pronto quedó convertida en un verdadero museo.
Este mundo del coleccionismo es el que le llevó a conocer a una viuda, ¡tres veces viuda para ser exactos!, de origen argentino y buena conocedora del mundo del arte y del mercado internacional de éste, de la que se enamoró y con la que acabó casándose en 1903. Se llamaba ella Paula Florido y Toledo. Con aquél matrimonio se juntaban dos personas que se querían, dos personas muy dedicadas al coleccionismo de arte, y dos patrimonios económicos más que considerables. Fruto de la conjunción de todo esto es el hecho de que optasen por construir, para albergar toda su colección de arte, el palacete de Parque Florido, en la madrileña calle Serrano; el terreno fue comprado el 2 de octubre de 1903, y el edificio fue inaugurado en mayo de 1909. No imaginaban entonces, probablemente, que aquél edificio de estilo neorrenacentista, iba a ser en un futuro (desde 1951) el museo que garantizase a posteriori la conservación de toda la colección y la exhibición pública de la misma, todo ello a través de una fundación que llevase el nombre de él y en un edificio que llevase como nombre el apellido de ella.
Paula Florido falleció en 1932, y ese es un hecho que le marca profundamente a él. Dicen que a partir de ese momento su vida social se redujo a la mínima expresión. Y aún le quedaba por conocer el inicio de la guerra, que forzó en él un obligado exilio que le llevaría a París y a Nueva York, ciudades ambas en las que a pesar de todo siguió ampliando y enriqueciendo su colección de arte.
José Lázaro Galdiano regresó a Madrid una vez acabada la contienda, y fallecía en esta ciudad en el año 1947, el 1 de diciembre. Previamente, para evitar que su colección de obras de arte se dispersase o se perdiese, tuvo la visión de legar todo al Estado, lo cual obligaba a éste a conservarlo, cosa que se hizo articulando una herramienta a la que se le denominó Fundación Lázaro Galdiano, de la que nace en 1951 el Museo Lázaro Galdiano en el palacete de Parque Florido (C/ Serrano, 122).


 La colección

Allí, entre aquellas paredes, y ocupando todas las plantas, quedaba para deleite de todos los ciudadanos una importante colección de obras de arte. La primera valoración que hay que hacer es que si esta colección no se hubiese hecho, un porcentaje importante de estas obras, o no existirían ya, o se desconocería su paradero, o su conservación en domicilios privados las haría invisibles a la hora de investigar y dar a conocer el patrimonio. Y no estoy hablando de cuatro tonterías, estoy hablando de un importante número de piezas que oscila entre las 12500 y las 13000. Que se dice pronto.
Y, ¡ojo!, que solamente en materia de pintura estamos hablando de autores de renombre como Ribera, Zurbarán, Murillo, Goya…, entre otros. Y el estudio de la obra de todos estos pintores, particularmente de Goya, pasa obligadamente por tener muy en cuenta esta colección del navarro Lázaro Galdiano. Y quien quiera moverse a ese mismo nivel de la Primera División de las pinacotecas, pero con la pintura inglesa, flamenca o alemana, obligadamente también tiene que ir a parar al Museo Lázaro Galdiano.
Existen también otras modalidades o estilos en lo que a pintura se refiere. Sépase, por poner un ejemplo, que dentro de lo que son las tablas góticas, o dentro de lo que son las pinturas del primer renacimiento español, la colección del de Beire es una de las mejores colecciones del mundo.
Y no, no todo es pintura en esta colección. Hablamos de libros (desde el siglo XV), de esculturas, de estampas y grabados, de orfebrería, esmaltes, muebles, armaduras, joyas, cristalería, y un larguísimo etcétera que configura una colección de una envergadura y de un valor excepcional, que convierte al navarro José Lázaro Galdiano en el mayor coleccionista que ha conocido el estado español.
Vamos, como he dicho al principio, hacia el 150 aniversario del nacimiento en la localidad Navarra de Beire de José Lázaro Galdiano. Tiempo habrá entonces de hablar más a fondo de él, de recordar su papel clave y fundamental en la existencia del Museo del Prado (miembro de su patronato entre los años 1912 y 1918), de recordar su papel de editor de una revista cultural, de su amistad con Emilia Pardo Bazán, o con Antonio Cánovas del Castillo, de su papel dentro de la comisión organizadora de la Exposición Universal de 1888, en Barcelona, de su faceta como articulista y crítico de arte en periódicos como La Vanguardia o El Imparcial, de su posicionamiento público en contra del expolio y de la salida al extranjero de las obras de arte españolas, o de la editorial “La España Moderna” por él fundada.
Evidentemente estamos ante un personaje curioso, que nació en una familia rica, que se casó con una mujer rica, y que él mismo se ocupó de ampliar su patrimonio económico con operaciones financieras que hizo en todo el mundo. Y todo ese dinero lo invirtió en arte, lo invirtió en comprar las obras españolas que se habían ido fuera, para que no fuesen patrimonio emigrado. En un arte que no se ha perdido, accesible hoy al gran público. Este era José Lázaro Galdiano. De Beire.


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