4 DE MAYO DE 2008

CAMILLE
PRINCIPIO Y FIN

Texto: Fernando Hualde


            Se habla estos días del estado de salud del oso Camille. Es un animal que no llega a sospechar las cotas de popularidad que ha alcanzado en Navarra, y que después de más de una década en nuestros montes se nos va discretamente.

En el Pirineo navarro probablemente nunca han faltado osos; incluso cuando en los años ochenta y noventa de este pasado siglo se daba por hecha su extinción, esporádicamente seguían hallándose indicios de su presencia. Aún y todo, como en ese tiempo el ganado no sufría bajas, la población local no dudaba de que el oso había desaparecido para siempre. Sin embargo en el año 1997, ya en el mes de mayo, un naturalista del FIEP localizaba la huella de un pie de oso junto al repetidor de televisión, en Isaba. Días después unos guardas de Medio Ambiente localizaban en la misma zona otras dos huellas. La primera y las segundas coincidían en su tamaño.


Llega Camille

No sería hasta el mes de octubre de ese año, el día 15 para ser exactos, cuando de nuevo dos naturalistas del FIEP localizan en el barranco de Urralegui, término de Urzainqui, nuevos indicios de presencia de oso, en concreto dos huellas muy deterioradas (mano y pie superpuestos), varios arañazos, y una marca clara de las cinco uñas de una mano. La medición entonces de estas huellas aportaba una conclusión que no tenía mucho sentido; y es que la medida coincidía con las de un ejemplar de oso pardo, llamado Camille, cuyo hábitat desde el año 1983 se situaba entre los valles franceses de Aspe y Ossau. En cualquier caso, si alguna duda quedaba, el 15 de noviembre de ese año los guardas del valle, coincidiendo con una nevada, localizan en Urralegui una larga hilera de huellas de oso, huellas estas que dos días después fueron medidas por el servicio de guarderío del Gobierno de Navarra y de la Diputación General de Aragón, comprobando que se trataba de un oso pardo adulto. La hipótesis de que Camille se había afincado en el valle de Roncal empieza entonces a cobrar fuerza, incluso tenía sentido, pues en el que hasta entonces había sido su espacio habitual ya no había indicios de su presencia, y coincidía que en ese tiempo había muerto un ejemplar en Aspe dejando libre un corredor hasta el Roncal que es lo que le permitía a un animal como Camille desplazarse hasta aquí, pues no hay que olvidar que son territoriales. Hasta ese momento, tal y como venía sucediendo en los últimos quince años, nadie había denunciado la muerte de ninguna cabeza de ganado, sin que esto quiera decir que no se hubiesen producido. De hecho en aquél otoño de 1997 se localizaron en el término de Ansó algunas ovejas muertas, con síntomas inequívocos de haber sido víctimas del ataque de un oso, aunque el ganadero no había presentado denuncia alguna, y seguramente se habría limitado a echar en falta alguna oveja, sin darle mayor importancia.


Ataques al ganado

            El 28 de abril de 1998 un oso ataca en Mintxate a un rebaño de Joaquín Beretens Tapia, de Isaba, causando la muerte de dos ovejas. Parece ser que el ganadero tomó la decisión de no denunciar los hechos pensando que el oso se iría y que no volvería a molestar. Pero unas horas más tarde, en la noche del 28 al 29, el oso vuelve a atacar a otro rebaño que había en el Puerto de Lazar (paraje de Akatanburu), en el término de Uztárroz, matando a nueve ovejas, propiedad del ganadero de esa localidad, Javier Marco Indurain, quien presentó denuncia de los hechos en el cuartel de la Guardia Civil de Isaba ante la creencia de que su rebaño había sido atacado por perros o por lobos. Inmediatamente después los guardas de Medio Ambiente le confirmaron que el ataque era obra de un oso pardo. Las huellas delataban a Camille como autor de este ataque.
            El 4 de mayo, pese al hermetismo oficial, y coincidiendo con otro nuevo ataque contra las ovejas de Valentín Urzainqui, la emisora de radio “Euskalherria Irratia” desvela la noticia del ataque de un oso en Mintxate contra las ovejas de Javier Marco. A partir de ese instante el revuelo mediático es indescriptible, acudiendo al lugar todos los medios de comunicación provinciales, lo que obligó a que el Gobierno de Navarra emitiese esa misma tarde una nota reconociendo los hechos.
            Este es el principio, hace ahora diez años, de la entrada de Camille en escena. Vendrían después días de tensión, de reuniones difíciles que además se complicaban en la medida que se iban conociendo nuevos ataques al ganado. No faltaron pancartas y pintadas contra Camille, ni faltaron intentos de capturarlo para colocarle un microchip que permitiese tenerle localizado, ni faltaron declaraciones airadas, ni ecos informativos en la prensa estatal. Se cuestionó que fuese un oso autóctono, y en él se veía al mismo demonio. No fue un año fácil. Los ganaderos se enfrentaban a una nueva situación, los rebaños tenían que estar encerrados o vigilados.
            Como dato curioso, que es bueno conocer, diremos que en 1998 Camille provocó la desaparición de 186 cabezas de ganado (79 muertas y 109 desaparecidas); y ese mismo año su presencia en el Roncal generó algo más de 350 recortes de prensa (sin contar radio y televisión). En ese mismo periodo de tiempo los perros asilvestrados provocaron en Navarra la muerte de 486 cabezas de ganado (exactamente 300 más que Camille), generando tan sólo 9 recortes de prensa.


Diez años

            Han pasado diez años desde entonces. El balance en esa década, en números redondos, es de cerca de 700 reses muertas, detectándose que en los últimos años la media de ataques al ganado ha bajado considerablemente.
            En todos estos años es innegable que ha habido en el valle de Roncal una evolución en la forma de pensar; la generosidad de las ayudas ha propiciado que algunos ganaderos se resignen a convivir con el oso; mayoritariamente es un animal socialmente aceptado (nunca faltan excepciones); incluso las restricciones ocasionales de usos del monte han acabado por ser entendidas y admitidas (tampoco faltan aquí excepciones), incluso hay disposición a que sean ampliadas.
            El eco mediático de su presencia ha sido irregular; y aquí no quiero pecar de malicioso si digo que el Gobierno de Navarra ha marcado hábilmente las pautas de cuándo había que hablar del oso y cuándo había que callar. Se ha dosificado la información en función de los intereses del momento, y esto es algo que no se puede negar, siendo este un comportamiento que está reñido con la necesidad de mantener en este tema una transparencia informativa total, imprescindible para lograr la confianza de los vecinos del valle.
            En estos diez años se ha llegado también a fotografiar a Camille en varias ocasiones, lo que ha permitido acercar su imagen, afectivamente, a todos los navarros. Nuestro oso ha estado presente en los chistes de los periódicos navarros, en las pancartas sanfermineras, en los debates de promoción turística, y en muchos sitios más. Nunca un oso, ni ningún otro animal, había llegado a alcanzar en Navarra semejantes cotas de popularidad, incluso de aprecio. Camille casi se podría decir que es un animal mítico, tan mítico como real.
            A su vez, en todo este tiempo también han cambiado las formas de tasar y de pagar los daños causados por él al ganado. Igual que han cambiado las delimitaciones de su área de presencia habitual, afectando esto a los ganaderos que han quedado fuera de estas nuevas delimitaciones al no tener derecho a percibir la bonificación anual por el simple hecho de mantener sus rebaños en zona osera.
            Y después de prácticamente once años en nuestros montes, de sobrevivir a todo tipo de presiones, y totalmente ajeno a la polémica que su presencia ha podido ocasionar, Camille se va en silencio, como llegó.


¿Vive Camille?

            Me gustaría plasmar aquí en este reportaje cómo han sido los últimos días de Camille, pero me temo que no va a ser posible. Por puro desconocimiento. Confieso que he seguido sus pasos prácticamente desde su infancia, desde bastante antes de que se “empadronase” en el Roncal; he seguido de cerca sus movimientos, algunas veces demasiado de cerca, hasta llegar a oír sus pasos, cuando con su peso quebraba la taja (rama) seca. Me he preocupado de ver qué es lo que comía, incluso he acudido a sus citas anuales con determinados robles, y rara vez me ha fallado; allí quedaban sus marcas.
            Cada primavera he buscado y he medido sus huellas comprobando que seguía entre nosotros. Nos dejaba en plena primavera para estar un momento con Canelle, por aquello del apetito sexual. Lo he detectado en sus estancias estivales en la frondosidad del bosque, allá donde el ser humano nunca pone su pie. Y también en sus interminables correrías otoñales buscando provisiones de grasa para pasar el invierno. Siempre, absolutamente siempre, he respetado su tranquilidad. Su hibernación cada vez era más corta; aunque lo que no mermaba era su agilidad, demostrada hasta el último momento.
            ¿Vive Camille?. Tengo mis dudas. Leo en los periódicos que está muy enfermo, incluso muestran su foto, supuestamente sacada el pasado 9 de abril, con sus cuartos traseros pelados como síntoma inequívoco de su enfermedad. Exactamente tal y como estaba hace algo más de un año cuando una enfermedad le dejó así, con ese aspecto.
Permítanme decir, con todo el respeto del mundo, que no me lo creo. Al menos, desde mi ingenuidad, no llego a entender que en los mismos días y en el mismo sitio estén conviviendo dos osos diferentes; biológicamente esto no es posible. Permítanme también decir que allí donde se dice estar viendo a un Camille enfermo y con el culo pelado existe en estos mismos días otro oso que no es Camille, que ni tiene el culo pelado, ni tiene la misma medida de huella, ni el ángulo de apertura interdigital de los dedos es el mismo. Permítanme decir que los guardas no han sido los únicos en verlo en ese mismo paraje de Garde, y Dios me libre de poner en duda lo que ellos dicen haber visto; pero sépase que el oso que allí están viendo otras personas conserva todo su pelo, igual que el que después, a escasa distancia, se ha podido llegar a ver durante una hora moviéndose junto a unas vacas en medio de la indiferencia de estas y de este.
Creo no equivocarme si digo que estamos ante un nuevo oso, que está todavía sin identificar. Me quedo con el nombre de Ponciano, que es el que le pusieron los mismos guardas, supongo que al comprobar que no era Camille; sino no tiene sentido rebautizarlo de nuevo. Sé muy bien que alguna voz autorizada del departamento de Medio Ambiente va a tratar de defender su verdad oficial, que yo respeto pero no comparto, para salir al paso de estas afirmaciones mías, y está en su derecho; pero la evidencia no se puede negar. No obstante yo opto por que quede aquí la otra verdad, la verdad del bosque y de la regata, la verdad del pasto de alta montaña y la del roquedo, la verdad que necesita el vecino de la zona para conseguir entender que ese animal que limita sus vidas y que diezma sus ganados es todo un señor del bosque, es un símbolo del patrimonio natural pirenaico. Aunque sea inmigrante.

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