27 DE SEPTIEMBRE DE 2010

FUENTE IZABAR DE UTURRIOTZ
CIEN AÑOS ORNAMENTADA

Texto y foto: Fernando Hualde






En la villa de Isaba existe una fuente cuyas aguas, hasta hace algo más de un siglo, atrajeron a personas de todo el entorno, principalmente del sur de Francia, que buscaban la salud con su ingestión. En 1910, hace ahora un siglo, aquella fuente fue revalorizada a través de una nueva ornamentación.

Había costado mucho tiempo, pero en aquellos primeros años del siglo XX la carretera que recorría el valle del Roncal, paralela al cauce del Ezka, era ya una realidad. Su construcción fue de sur a norte, y la principal novedad era que, por fin, las foces de Sigüés y de Burgui eran ya transitables con vehículos. Hasta entonces sólo se podía acceder al Roncal por Navascués y las Coronas.
Un dato curioso, al menos a los ojos de hoy, es que todo aquél impresionante  trabajo de abrir poco a poco la caja de la carretera, de picar la grava, de acarrearla, de apisonarla, de…; todo aquél trabajo era realizado mayoritariamente por mujeres, principalmente ansotanas. Olvídense ustedes de los actuales buzos de trabajo y de otros muchos adelantos que hoy conocemos, y piensen en aquellos faldones, en aquellas manos femeninas manejando la maza de picar piedras, en aquellos capazos cargados de gravilla que eran transportados sobre la cabeza con la ayuda de un rodete que les ayudaba a mantener mejor el equilibrio y poder usar simultáneamente las manos para transportar alguna cosa más. Mujeres del Pirineo; con eso ya está dicho todo.
Lo cierto es que la llegada de la carretera hasta Isaba invitaba a darle prolongación hasta el llano de Belagua. Y a lo que invitaba, sobre todo, era a pensar en proyectos, en desarrollo, y en otras muchas cosas. A cambio…, hoy lo vemos más claro que nunca, aquella carretera marcó el principio del fin para otras muchas cosas que hoy valoramos. Hablo del uskara, de las almadías, de la indumentaria, de la trashumancia… Sé muy bien que aquellos abuelos veían en la carretera al mismísimo diablo. Con ella vinieron los andaluces a trabajar en la selva, y los maestros castellanos a enseñar en las escuelas, y los arrieros con nuevas modas, y los músicos a fiestas con nuevos estilos. Y el conjunto de todo ello era “el mismísimo diablo”.


Turismo

Y una de las cosas que vino a Isaba fue el turismo, o mejor dicho, la posibilidad de aprovechar y rentabilizar el turismo. Porque turistas ya había de antes en este valle. Nunca le habían faltado visitas a la ermita de Zuberoa, en Garde, especialmente desde el sur de Francia, merced a esa costumbre que tenían los gabachos de traer hasta esta Virgen a aquellas mujeres que ellos entendían endemoniadas para que sanasen al ponerlas a los pies de esa imagen mariana.
Nunca le habían faltado al viejo balneario de Urralegui, en Urzainqui, visitantes de todos los rincones del entorno que buscaban la salud a través de sus aguas. Y lo mismo sucedía con el balneario de Mintxate, o con la fuente de Uturriotz, estos dos últimos en el término de Isaba.


Fuente fría

Lo cierto es que la llegada de la carretera a Isaba revolucionó el pueblo, lo transformó completamente. Hubo que hacer toda la travesía, lo que urbanísticamente se traducía en derribar casas –y a cambio construir otras-, en recomponer espacios, y en dejar de usar el viejo Camino Real que entraba al pueblo por Erminea y salía hacia la Ezka.
Décadas atrás, alguien, ¡quien sea!, con mucho acierto, se ocupó de canalizar desde el vecino paraje de Oxanea, las aguas del manantial de Uturriotz (“fuente fría” en uskara), o Uturrotz. Se entendía que eran aguas medicinales, y la prueba de ello era la costumbre, mantenida durante siglos, de desplazarse hasta ese manantial para beber aquellas aguas. Hasta allí acudían vecinos del valle del Roncal, y del de Ansó, y del Salazar, y bearneses, ¡muchos bearneses y xuberotarras!.
Y en el último cuarto del siglo XIX, digo, alguien canalizó esa agua hasta el pueblo, creando una pequeña fuente en el acceso al barrio de Burgiberria. Sería años después, con la necesidad de rehacer esa pequeña plazuela y de hacerle una rampa de acceso a la nueva carretera, cuando el izabar Ángel Galé Hualde, artífice y mecenas de tantas obras bienhechoras en Isaba, quiso hacer de aquella fuente y de aquella plazuela que hoy lleva su nombre, algo mucho más estético. Fue su amigo Eduardo Gambra, arquitecto de Roncal, quien hizo el diseño de la nueva fuente ornamental, con tres caños zoomorfos, trazos rectilíneos, y un remate en vertical que luciría, tallado en piedra, el escudo roncalés y la fecha de la obra: 1910. Lógicamente todo ello financiado por el bolsillo de Ángel Galé. Algo más de medio siglo después, también de su bolsillo, los hermanos Estornés Lasa se ocuparon de la rotulación de las calles-barrios de Isaba, recuperando toda la toponimia local, lo que permitió que desde entonces esta fuente recuperase y exhibiese en artesanal azulejo su nombre original, Uturriotz, que en el habla popular se había ya resumido en Turroch.
Lo que sí es cierto es que en todo este último siglo han sido varias las generaciones que han bebido de esa agua. Hablaría yo desde la ignorancia si dijese que el agua de esta fuente es buena para tal cosa o para tal otra, pero es innegable que quienes a diario han bebido de ella se han caracterizado por una ausencia generalizada de enfermedades y por una longevidad, con calidad de vida, que mucha gente quisiera.
Se dice que Isaba fue el primer pueblo en Navarra que tuvo agua corriente en sus casas; sin embargo, este adelanto no acabó en absoluto con la costumbre de acudir diariamente a esta fuente a por agua para el consumo diario en casa. Y, a día de hoy, todavía somos muchos los que prescindimos del agua del grifo, y mantenemos esa tradición heredada, y siempre vista en nuestros mayores, de salir de casa con nuestras botellas o garrafas y llenarlas allí de agua para consumirla después en casa. Igual que lo hacían nuestros padres, y nuestros abuelos, y…; igual que lo hacían aquellas mujeres cuando hasta allí acudían con la herrada; o aquellos hombres cuando iban o venían con el macho.
La fuente de Uturriotz ha perdido la fama que tuvo siglos atrás, ciertamente. Ha quedado en el anonimato de cara al forastero. Y sin embargo sus aguas siguen siendo sanas, frescas a más no poder; y siguen teniendo su público, vecinos fieles, que este año, el pasado día 16 de septiembre, han tenido el detalle de iniciar las fiestas, en un acto sencillo celebrado ante esta fuente, conmemorando así los cien años de su ornamentación. Ese día la fuente sintió rejuvenecer, volvió a ver indumentarias igual que en sus años mozos, y se vio rodeada de gente agradecida que se representaban a sí mismo y que representaban también a las generaciones anteriores que allí saciaron su sed y cuidaron su salud. Fuente de Uturriotz, 1910-2010.

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