5 DE ENERO DE 2009

ERNEST HEMINGWAY
50 AÑOS AUSENTE, 50 AÑOS PRESENTE.

Texto: Fernando Hualde



            Acabamos de entrar en 2009. Dejamos atrás el centenario de la muerte de Sarasate, y delante tenemos ahora el cincuenta aniversario de la última visita a Navarra de Ernest Hemingway, un personaje que a nadie deja indiferente.

Acabamos de decir adiós al año en el que hemos conmemorado el centenario de la muerte de Pablo Sarasate, con todo lo que ello ha conllevado. Los sanfermines de 2008 estuvieron marcados por cumplirse un siglo de su última visita, en vida, a Pamplona.
Y este año, sin tratar ni mucho menos de equiparar a un personaje con el otro, se nos viene encima una nueva conmemoración que nos va a retrotraer al año 1959, cuando el escritor y Premio Nobel (1954) de Literatura, Ernest Hemingway, visitaba por última vez nuestras fiestas y nuestra ciudad.
Sé muy bien que para muchos esta fecha hubiese pasado totalmente desapercibida, pero nuestra realidad es que en las últimas semanas ha habido ya varios medios de comunicación de diferentes países que nos han recordado, o que han recordado a su público, que el 2009 traía consigo el cincuentenario de la última estancia sanferminera de Hemingway, lo que no deja de ser un aviso a navegantes del interés informativo que este aniversario va a despertar, o puede despertar, a nivel internacional. Se cumplen, por tanto, el próximo mes de julio, cincuenta años de aquél momento en el que Hemingway dejaba atrás su habitación en el Hotel La Perla, de aquél momento en el que dejaba atrás su mesa del Café Iruña, su silla de Las Pocholas, su copa del Marceliano, y su asiento en el palco de la Plaza de Toros, para decir definitivamente adiós a una tierra y a una ciudad a la que ya nunca más volvería.


Última visita

Aquella visita de 1959, y tiempo habrá mas delante de describirla con detalle, venía marcada por la popularidad que arrastraba el personaje. No hay que olvidar que su visita anterior se produjo en 1953, y que fue en 1954 cuando se le concedió el Premio Nóbel de Literatura. Quiere esto decir que vino a Pamplona en medio de un ambiente de popularidad que nunca había tenido; tan sólo en 1953 se le reconoció ya como un escritor famoso, pero muy diferente fue aquella estancia respecto a su última estancia, mucho más populista.
En líneas generales podríamos decir que le agradaba el reconocimiento no excesivo de los pamploneses, y le desagradaban en extremo los elogios de sus compatriotas y de los anglófonos en general.
Vino a Pamplona acompañado de todo un séquito de amigos, entre los que destacaba el matador de toros Antonio Ordóñez, el doctor Vernon Lord, el escritor y guionista de televisión Aarón Hotchner, la jóven periodista Valerie Danby-Smith, o el fotógrafo Julio Oubiña, que en esos días le hizo a Hemingway un amplio reportaje fotográfico a orillas del pantano de Yesa para que ilustrase un amplio artículo que le dedicaron en la prestigiosa revista Life.
Un grupo de amigos de Pamplona, con Juanito Quintana al frente, le buscó cerca de la Media Luna un chalet para que se alojase allí, concretamente en el número 7 de la calle San Fermín; pero Ernest Hemingway y su esposa Mary cortésmente cedieron esta estancia a sus amigos, optando él por su habitación número 217, en el Hotel La Perla, en el mismo corazón de la fiesta.
Aquél año su presencia en las terrazas de los bares era un baño de masas; y el propio Ayuntamiento de Pamplona quiso tener un detalle con él en reconocimiento a su labor de difusión por todo el mundo de las fiestas de San Fermín, y para ello le invitaron un día al palco de la Plaza de Toros a presidir la corrida de esa tarde. La anécdota es que llegó tarde al palco, y además con la ropa de pescar, pues había pasado el día a orillas del Irati, en Aribe, tratando de llenar su cesta de truchas, o cuanto menos, disfrutando de un paraje de ensueño.


Cincuenta años

Cuando Hemingway dejó Navarra aquél mes de julio de 1959 no sospechaba él entonces que esa era su última visita. El destino, los problemas, las circunstancias, el carácter, la mala salud, la conjunción de todo ello, o la excusa que cada uno quiera poner, tuvieron como resultado dos años más tarde un fatal desenlace. Hemingway, con las entradas de toros para la feria de Pamplona en el cajón de su mesilla, un 2 de julio de 1961 se suicidaba, con un disparo de rifle, en su casa de Ketchum (Idaho). Unos días antes había anulado en el Hotel La Perla la reserva de su habitación, la 217.
Medio siglo, cincuenta años han pasado desde entonces. Cincuenta años ausente, pero a la vez cincuenta años presente, y cada vez más presente podríamos decir sin miedo a equivocarnos. Hay que admitir que estamos ante un personaje que a nadie deja indiferente, sobre todo si nos fijamos en otros aspectos de su vida que no sean sus incuestionables cualidades literarias; pero precisamente por eso, porque a nadie deja indiferente, porque es referencia para muchos, porque sigue vendiendo, porque sus pasos son seguidos año tras año por miles de personas, porque está más presente que nunca…; precisamente por eso, digo, debemos de detenernos ante esta fecha que se avecina, sabiendo que en esos días el mundo mirará a Pamplona, que van a hablar de nosotros, de nuestras fiestas y tradiciones.
Su huella es grande, mucho más de lo que alcanzamos a imaginar desde nuestra perspectiva local. El eco de sus libros y de sus escritos periodísticos sigue teniendo resonancia, y además in crescendo; tras esa huella acuden cada año miles de turistas, y también cientos de periodistas, que se convierten en testigos y portavoces de lo que un día conoció y divulgó Hemingway. Buscan vivir las mismas experiencias que él vivió; buscan conocer los mismos lugares y parajes que él conoció; buscan frecuentar los mismos locales, los mismos rincones, las mismas sensaciones. No cabe duda de que Hemingway sigue estando más presente que nunca, y la prueba la tenemos, como ya he dicho, en esos reportajes de prensa y programas de radio que en algunos países están anunciando ya la conmemoración de este cincuenta aniversario; porque a Hemingway, a nivel internacional, cierto es que se le vincula lógicamente con el mundo de la literatura, pero no menos cierto es que también ha quedado estrechamente vinculado a los sanfermines y a la ciudad de Pamplona. Hemingway y los sanfermines son dos conceptos que, queramos o no queramos, la realidad es que se apoyan el uno en el otro, crecen juntos en el escenario internacional, y biológicamente se alimentan el uno del otro.
El cincuenta aniversario de la última estancia de Hemingway a Pamplona está a la vuelta de la esquina. Los cohetes que van al espacio, a la hora de despegar cuentan hacia atrás, de diez a cero; mientras que los sanfermines a la hora de empezar cuentan hacia delante, de uno a siete, en animada escalera; y el uno ya lo hemos contado.
Sé muy bien que a nivel institucional, al menos desde el Departamento de Turismo del Gobierno de Navarra, este aniversario va a ser conmemorado de alguna manera. Pero hay tiempo todavía para que otras entidades e instituciones se sumen a esta efeméride. Tenemos la responsabilidad de no dejar que esta fecha pase inadvertida, de homenajear a Ernest Hemingway en base a su papel divulgador de nuestras fiestas, de aprovechar para desterrar esa falsa idea de que la masificación y los excesos son responsabilidad suya, y de rentabilizar turísticamente el eco que tiene lo que un día fue su paso por Pamplona.
Ernest Hemingway; cincuenta años ausente, cincuenta años presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario