20 DE JUNIO DE 2010

EL HABLA DE FUSTIÑANA
VOCABLOS POPULARES

Texto: Fernando Hualde




Dentro de una misma zona se puede llegar a hablar el mismo idioma, sin embargo en él introducimos adaptaciones locales. Nos acercamos hoy al vocabulario popular de Fustiñana.

Basta con darse una vuelta por las diferentes zonas de Navarra, y hablar con sus gentes, para darse cuenta que cada zona, y en muchos casos cada pueblo, tienen su habla popular, un vocabulario específico de esa comunidad de vecinos.
En muchos casos se trata realmente de errores lingüísticos consolidados. Una palabra mal pronunciada, pero así repetida durante generaciones, acaba quedando integrada en el habla popular como una más de las palabras correctas.
En otros casos estamos ante auténticas reliquias, residuos de otras lenguas; son vocablos que han quedado del romance, o del euskera, incluso del árabe. Incluso podríamos decir que en determinadas ocasiones nos encontramos con palabras correctamente dichas, reconocidas por la RAE, pero que debido a su antigüedad prácticamente se han extinguido en el resto del territorio.
Y es así como nos podemos encontrar con que una herramienta, por poner un ejemplo, en unas zonas se llama de una manera, y en otras de otra. Vamos a poner un ejemplo para entendernos mejor. ¿Quién no sabe lo qué es un hacha?; pues bien, esa pieza de hierro, de forma ligeramente trapezoidal, que en uno de sus laterales recibe un mango de madera para su manejo, y en el otro presenta un borde fino y afilado, recibe comúnmente la denominación de hacha; sin embargo en según que zonas de Navarra, recibe el nombre de segu, y si es pequeña segureta; en otras popularmente se le conoce como astral, o estral, en otras como destral (recordándonos que se usa con la mano diestra), y si nos vamos a las zonas vascófonas veremos que allí recibe el nombre de aizkora (que se traduciría como “de piedra”, prueba evidente de la notoria antigüedad del euskera).


Habla propia

Es por ello que hoy, como ya lo hemos hecho en otras ocasiones con otras localidades de Navarra, vamos a fijarnos en el habla popular de una localidad, concretamente de Fustiñana, en la Ribera de Navarra, y en buena medida nos vamos a servir para ello del trabajo que hizo en su día David Jordán Yera, y que lo integró en su libro “Fustiñanerías”, editado en 1994. Son palabras que en unos casos se usan exclusivamente en Fustiñana; en otros su uso está generalizado por las localidades del entorno, e incluso en otros la delimitación geográfica del vocablo abarca zonas más amplias. El trabajo que hizo David Jordán es un trabajo oportuno, como todos los que en estas décadas se han hecho en torno al patrimonio oral, destacando que además está muy bien hecho; es oportuno especialmente en la medida que recoge los nombres que se daban en Fustiñana a determinadas herramientas o piezas que, por la evolución del oficio, hace ya tiempo que quedaron en desuso, y que previsiblemente a corto plazo la gente joven no va a saber de qué se está hablando.
Existen también unas tendencias a la hora de hablar, y esas tendencias pasan por abreviar las palabras, incluso las frases. Dicen que esto se debía al hecho de que en muchas ocasiones tenían que comunicarse a gritos, a causa de la distancia entre unas fincas y otras. Lo cierto es que Eusebio se convierte en “Usebio”, Ildefonso en “Lifonso”, y muchas frases de saludo, o de llamada, quedan reducidas a un escueto “¡eu!”. Si lo que se quiere transmitir es que se está trabajando a jornal para otra persona, eso sería “ir pa utri”.
Otra tendencia es, en el infinitivo de los verbos, cambiar la erre final por una ele: “comel”, “trabajal”, etc. O intercambiar las letras de las sílabas: “Grabiel” en lugar de Gabriel, “caliandra” en lugar de calandria, etc. O acentuar de esas maneras un poco ácratas, convirtiendo las palabras llanas en esdrújulas, y las palabras esdrújulas en llanas.


De la A a la Z

Así pues son palabras que, como mínimo, deben de quedar recogidas y salvaguardadas; son piezas importantes del patrimonio inmaterial; que nadie lo dude. Y vamos a ofrecer hoy, aquí, algunos ejemplos.
A golpe de ajada (azada) se siembran y se recogen las acenorias (zanahorias), el espinay (espinaca), los melones de agua (sandías), y los bisaltos (guisantes) ande (donde) la huerta del Usebio (Eusebio). Esta podría ser una frase habitual en la que se nos muestra algunos ejemplos de la jerga de Fustiñana.
Pero la riqueza del habla fustiñanense es mucho más rica. Por ejemplo: una persona aldraguera es aquella que está en todas las salsas. A la acción de fastidiar se le dice amolar; y cuando uno dice que está operado de apóstata, no es que haya renegado de su fe en el quirófano, sino que le han operado de próstata. La boteja es el botijo, el carretillo la carretilla, las cascas las cáscaras, y a las cucarachas se les llama correderas.
Los verbos también tienen su encanto: empentar (empujar), endrechar (enderezar), engafetar (enganchar algo que está difícil), enguerar (estrenar), esbafar (perder sustancia, fortaleza o aromas un líquido), escoflar (hacer limpieza a fondo), escorrer (escurrir), espingar (ponerse de puntillas)… son tan solo algunos de los verbos sin salirse de la letra “e”.
Pero ya hemos dicho que algunas palabras, cuestión de tiempo, tienden a desaparecer. Ahora, por ejemplo, rara es la familia que tiene cerdos en casa, mientras que antes era muy común, y era además una de las claves de la subsistencia. Y aunque ahora se tenga cerdos en casa, atrás han quedado aquellos años en los que se hacía la matanza con la participación de toda la familia y de toda la parentela. Hoy Sanidad prohíbe esta práctica. Y quien dice la matanza del cerdo dice otras viejas costumbres y otras formas de vida que ya solo subsisten en la memoria de la gente mayor. Es por ello que a la gente joven de Fustiñana hay palabras antiguas de la jerga local que les empiezan a ser desconocidas. Por ejemplo: el cambiz era un palo de 1 metro de largo, y unos 5 centímetros de diámetro, que servía para sostener el cuerpo del cerdo cuando este ya estaba abierto en canal. La botera era una cesta tejida a base de cañas y mimbre, de forma casi ovoide, que servía para meter los caracoles. El arbulé era un juego infantil de esconderse, y la roldeta era ese aro de hierro con el que jugaban los niños. Estrinque se le llamaba a aquella cadena gruesa que se empleaba para el arrastre; y truede se le llamaba al trébede, sobre el que se ponían las cazuelas encima de las brasas rusientes o del fuego bajo a la hora de calentar o de guisar determinados alimentos.
Son tan sólo algunos de los muchos ejemplos que hay dentro del habla de Fustiñana. Sé muy bien que para algunos esto no dejan de ser aldeanismos; pero frente a ello hay que decir que son localismos, que son expresiones totalmente respetables, cuyo uso ha tenido continuidad durante siglos en muchos casos. Este tipo de vocabulario popular es riqueza, no se dude de ello, y sería bueno que todas las localidades de Navarra se esforzasen, igual que lo hizo David Jordán en Fustiñana, en recopilar y salvaguardar esta parcela del patrimonio inmaterial que tiende a desaparecer, a esfumarse. La presencia de otras culturas, la televisión, Internet, y la desaparición de determinadas formas de vida… son factores que contribuyen a arrinconar este tipo de expresiones y de vocablos populares. Tarea nuestra, y responsabilidad nuestra, es preocuparnos y ocuparnos de recoger todo esto; es, tal vez, inevitable perder su uso, pero es claramente evitable perder todo este vocabulario y estas jergas populares con las que nuestros mayores denominaban a las acciones, a las herramientas, a las costumbres, a los animales, a… Que nada de esto se pierda.

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