10 DE MAYO DE 2009

GUERGUITIAIN
CONTINUA EL DETERIORO DE SU IGLESIA

Texto: Fernando Hualde



            La iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, es una pequeña joya del románico rural. La indiferencia ante su lamentable estado está posibilitando un progresivo deterioro que hoy, nuevamente, denunciamos aquí.

Una paloma torcaz sale al camino unos metros antes de llegar al despoblado de Guerguitiain, en Izagaondoa, procedentes de Indurain; remonta el vuelo muy cerca de donde estaba décadas atrás el cementerio de esta localidad. Es tan sólo uno de los signos primaverales que se aprecian en ese soleado día en el que los campos de cereal se nos muestran en todo su esplendor, igual que las ollagas, y las amapolas, que se empeñan en denunciar que finalmente el invierno ha quedado atrás.
El todoterreno se detiene ante la casa Alberro, la última en deshabitar allá por los años ochenta, si bien desde el vecino Izco todavía hay quien la cuida y la atiende en justo agradecimiento por el cobijo que durante generaciones ha dado a sus moradores. Salvo esta excepción, el resto de las casas y corrales no son sino ruina. Observo que allá, un poco apartada de las demás, en dirección a Celigueta, casa Jorge ha sido la más perjudicada en los últimos años por el abandono, mejor que no la vea Alejandra Armendáriz que fue su última moradora en 1980 y que todavía suspira por acabar sus días en estas tierras; hace tan solo tres años aún pude fotografiar el interior de esta casa; ahora mismo sería imposible, no hay interior que valga. Aunque peor está casa Maximiano, que a este paso ni interior ni exterior.
Desde casa Alberro subimos hacia la iglesia; me acompañan dos vecinos del entorno, buenos conocedores de estos montes, de estos pueblos y de estas gentes. No hace falta entrar al templo para darse cuenta de que precisa de una urgente reparación.


Clamor popular

Y no voy a hablar ahora de su valor arquitectónico, largamente explicado y destacado en otras ocasiones en esta misma sección; ni tampoco voy a hablar de la historia humana que hay detrás de esta iglesia de San Martín, pues sería repetirme igualmente; pero sí que voy a insistir en algo que ya se ha dicho, pues creo que merece la pena. Cuando hace tres años llamábamos la atención sobre la lamentable situación de esta pequeña joya del románico rural, hacíamos entonces un repaso a los daños estructurales que padecía, explicando con total claridad que eran unos daños fácilmente reparables, sin mucho costo económico, y cuya reparación garantizaría como mínimo la supervivencia del edificio al menos durante dos siglos más. Decíamos a la vez que, si por el contrario, no se intervenía urgentemente, el deterioro progresivamente iba a ser mayor, ¡pura lógica!, y en consecuencia el coste de su restauración también sería mayor. Y de hecho, así está siendo.
A partir de aquél momento, a través de las gestiones de la asociación Amigos del Románico, hubo una evaluación real y profesional del estado de la iglesia de Guerguitiáin; hubo una comunicación oficial a las instituciones provinciales; hubo una recogida de firmas que permitió palpar un amplio respaldo popular, respaldo que abarcaba desde el Ayuntamiento de Izagaondoa hasta la mayoría de los vecinos que habitan el valle; hubo una solicitud de declaración de Bien de Interés Cultural; se limpió de maleza todo el acceso; se llegó a hacer a petición de los consistorios de Unciti y de Izagaondoa un inventario de recursos patrimoniales de estos dos valles y que llamaba la atención sobre las posibilidades de la iglesia de Guerguitiáin; hubo una visita-concentración de los Amigos del Románico; hubo también una visita a este templo por parte de una comisión del Parlamento de Navarra; y ahora…, inexplicablemente, todo parece indicar que se le quiere dar largas al tema. Guerguitiáin ha quedado fuera de las ayudas, de los proyectos y de los planes de intervención sobre el patrimonio.
Hablo con conocimiento de causa, y puedo decir sin miedo que si esta iglesia románica estuviese en otra comunidad, o en otro país, hubiese faltado tiempo para frenar su deterioro, y para poner en valor una pieza como esta.


Deterioro progresivo

Pero volvamos a Guerguitiáin, a donde habíamos llegado apeándonos en la puerta de casa Alberro. En el lugar hay silencio total; tan sólo el zorzal, el ruiseñor, y algún alborotador mirlo, son en ese momento capaces de ponerle sonido a ese encuentro; son cantos nupciales en busca de pareja. Hablo, sin ir más lejos, de este pasado martes.
El camino de acceso hasta la iglesia está alfombrado de crecida hierba, como todas las primaveras. Lo primero que sorprende es ver su fachada sur; por vez primera, después de siglos en pie, parece acusar la falta de contrafuertes, y poco a poco se está empezando a abrir; las piedras del tercio superior denuncian ya la pérdida de argamasa que antes las unía a todas; y hace tres años no era así.
La grieta del ábside se ha agrandado lo suficiente como para dejar pasar ahora la luz natural al interior del edificio; y hace tres años no era así.
Si desde el interior de la iglesia miramos al techo, descubriremos ahora otros dos puntos de entrada de luz, y de agua; y hace tres años no era así.
Si miramos al techo del coro comprobamos igualmente que recientemente ha habido un derrumbe que viene a ampliar el boquete ocasionado por la campana que alguien arrojó desde la espadaña.
El techo de la sacristía por fin se ha venido abajo, a la vez que ese pequeño habitáculo cada vez se va distanciando más de la iglesia a la que sirvió en otro tiempo; y hace tres años esta grieta de separación no era tan acentuada.
Y si miramos al aguabenditera…, ¿el aguabenditera?, ¿dónde está el aguabenditera?..., la han arrancado de la pared y se la han llevado; y hace un año allí estaba.
Mientras tanto los papeles y las instancias siguen vagando por los despachos; mientras tanto el agua sigue haciendo su labor demoledora; y se sigue mirando hacia otro lado. Permítaseme solo una recomendación a los responsables de que la iglesia de Guerguitiáin se esté cayendo; si miran ustedes hacia otro lado no se les ocurra mirar hacia Vesolla, que allí, a tan poca distancia, la iglesia de la Purificación también clama al cielo. No vaya a ser que se les acumule el trabajo.


Símbolo

Sé muy bien que se argumenta la falta de dinero; sé muy bien que cuesta invertir en un despoblado; y sé muy bien que intervenir sobre este templo no va a reportar muchos votos. También sé que la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, es ahora algo más que una valiosa joya arquitectónica; es un símbolo, a pesar de que algunos se resistan a verlo así. Empieza a ser un símbolo del abandono y de la indiferencia institucional hacia las zonas desfavorecidas; y quien siga esta sección sabrá que soy poco amigo de llorar indiferencias, que siempre he animado a los lugareños a no esperar de brazos cruzados ayudas que rara vez llegan; que siempre he estimulado a trabajar en auzolan, o a vecinal; que trato de convencer que para todo no alcanza el dinero; pero eso no justifica que se haga en patrimonio un reparto de presupuestos y a las zonas más deprimidas demográficamente ni tan siquiera se les dé las migajas.
Allí sigue Guerguitiáin, y Celigueta, y Vesolla, Muguetajarra, Aizpe, Apardués, Urbicain, Izánoz, Zoroquiain…, todo en un centímetro de mapa; sin una urna que recoja sus votos, sin una campana que les suene, sin un gallo que anuncie la amanecida, sin un anciano que ahora pueda ser el último. Pero sépase que estos pueblos únicamente morirán el día que mueran no sus casas, sino sus raíces; morirán el día que muera su memoria; y en este caso la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin es memoria viva de la fe de quienes allí fueron bautizados y despedidos, es memoria de calidad arquitectónica, por la que merece la pena luchar. Y en ello estamos, persistentes, no contra nadie, sino a favor del patrimonio, a quien nunca le ha ido bien eso de ser usado como arma arrojadiza. Cada piedra que se caiga, ahora que no cabe alegar desconocimiento, será un grito de vergüenza.
Finalizo con un aviso a los ladrones y a los expoliadores de patrimonio: ahórrense el viaje, señores, que el camino es malo; porque el aguabenditera ya no está, tampoco la campana, ni las imágenes, ni el retablo, desaparecieron las sacras, y el ara, y los pocos ornamentos que allí quedaron; y algún mal nacido ya se os adelantó en esa afición tan macabra que tenéis de levantar el suelo de las iglesias buscando cadáveres a los que quitar una triste muela de oro. Ni a los muertos dejáis en paz.

1 comentario:

  1. Gracias Fernando. Tu constancia es como un grito en el vacío que resuena cual eco lejano para recordarnos que así también se puede ayudar a las personas que seguimos tratando de salvar el Patrimonio Románico del pueblo.

    Un abrazo

    Ander

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