IGLESIAS EXPOLIADAS
SIN CULTO, Y SIN PUERTAS
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Marian Inda y Fernando Hualde
Sacristía de la iglesia de Vesolla
En los últimos meses varias iglesias de localidades deshabitadas de Navarra han sido expoliadas y profanadas. Los amigos de lo ajeno se han llevado todo tipo de objetos, han roto imágenes y pilas bautismales, han robado aguabenditeras, y han destruido elementos arquitectónicos de gran valor.
Una y otra vez, y ya son demasiadas, nos perdemos en el debate que debiera de desembocar en las restauración de aquellas iglesias y ermitas cuyo valor arquitectónico es incuestionable. Nos empeñamos en relegar a segunda división a aquellas que no tienen culto; nos empeñamos también en demostrar que no hay dinero para todo, y cierto es, aunque es inevitable pensar en otro tipo de gastos que vemos; nos empeñamos, y esto no es una expresión victimista sino un hecho real, en invertir más en unas zonas que en otras; nos empeñamos, en el caso de las iglesias abandonadas, en condicionar la inversión a que haya un plan previo de uso y gestión, lo cual no siempre es fácil; y mientras tanto hay iglesias que, incomprensiblemente, se van estropeando, se van deteriorando, y que con muy poco dinero se podría consolidar el edificio, o al menos detener su deterioro. Son piedras y muros que no entienden de planes de uso y gestión, que no entienden de partidas presupuestarias, que lo único que les pasa en muchos casos les basta con que alguien con un poco de buena voluntad tape una grieta, ponga una teja, o clave una madera. Lo que hoy es una pequeña grieta mañana es un muro caído.
Doy por hecho que alguno al leer estas líneas pensará que no es todo tan sencillo, y cierto es que hay casos complejos, o que el dinero es el que hay; pero si alguien lo desea no hay inconveniente alguno en poner aquí decenas de ejemplos en los que bastaría una cantidad mínima para frenar de inmediato el deterioro de muchos templos. Otro error que arrastramos es el de estar esperando de brazos cruzados a que alguna institución tome la iniciativa, o lo financie.
Puertas abiertas
Existen también en Navarra otro tipo de iglesias; me refiero a aquellas que han dejado de tener culto, y que además sus virtudes arquitectónicas no son como para echar cohetes. De estas sí que no se acuerda nadie. Es de sospechar que nunca habrá presupuestos para su arreglo, pues no hay un párroco que lo pida, ni un feligrés que lo exija, ni una anciana que rece, ni una imagen que recoja las plegarias. Tan solo hay muros, humedad, soledad y ruina.
A nadie le importa que durante siglos esos templos hayan tenido vida; a nadie le importa que entre esas paredes los moradores de ese lugar se hubiesen reunido a diario, o que allí hubiesen nacido a la fe, o se les hubiese despedido hasta la eternidad; a nadie le importa que rudas manos de cantero hubiesen tallado; una a una, cada una de esas piedras.
La realidad es que poco a poco hay decenas de pueblos en Navarra que van quedando abandonados. El Arzobispado, sí, procede en estos casos a desacralizar esas nuevas iglesias abandonadas, pero… se hecha en falta una mayor dosis de sensibilidad. Y a eso hay que añadir la acción sin escrúpulos de los amigos de lo ajeno.
A la hora de escribir estas líneas estoy pensando en la iglesia de Uli Bajo, cuyas puertas abiertas han permitido que algún mal nacido se haya dedicado a desenterrar cuerpos buscando no se sabe muy bien el qué, tal vez algún diente de oro, tal vez alguna joya, tal vez algún tesoro que le saque de pobre, tal vez…, lo cierto es que a la vista quedan todavía algunos huesos humanos a pesar de que manos anónimas les devolvieron por segunda vez al interior de la tierra.
Puertas abiertas, y recientemente, son las de la iglesia de Zoroquiain. Alguien, amparado en la soledad, forzó la puerta, se dedicó a romper todas las imágenes religiosas; imágenes estas que no tenían valor económico, pues eran de escayola, pero que durante un tiempo canalizaron las muestras de expresión devocional de los vecinos de este lugar. Y prefiero no entrar a describir que otras cosas han hecho los autores de semejante hazaña.
Puertas abiertas son las de la iglesia de Eransus, tantas veces expoliada, y hoy convertida en salón de estar de alguna cuadrilla de jóvenes que hasta su interior han llevado los sofás y las butacas para correrse sus juergas. De las ruinas de su sacristía se pudo recuperar en su momento todo tipo de ornamentos religiosos: albas, corporales, casullas, algún cubrecáliz, sacras, la corona de la Virgen, y otros muchos pequeños objetos de escaso valor económico, pero que por otro lado tienen un valor inmaterial más que considerable.
Puertas abiertas, de nuevo, las de la iglesia de Larrángoz, en donde ya no queda nada por llevarse. La pila bautismal, como no se puede acceder en coche hasta allí, pues se han limitado a romperla y a hacerla rodar por el suelo, igual que han roto las figuras de los capiteles, que fueron capaces de aguantar intactas durante ochocientos años hasta que ha llegado el desaprensivo de turno.
Puertas abiertas las de la iglesia de Vesolla, y las de Guerguitiain, y las de Adansa, y las de Larequi, y las de Zabalza (Ibargoiti), y las de Galdúroz, y las de Beroiz, y tantas otras muchas. Otras, mucho más numerosas, ya ni tan siquiera tienen puertas. Y por todas estas puertas han salido, robados, ornamentos religiosos, bancos, fuesas, confesionarios, campanas, cruces, imágenes devocionales, libros bautismales, armarios roperos, altares, vía crucis, barandillas, sacras, lámparas, por no hablar de otros robos mayores (crucifijos, cruces parroquiales, imágenes de la Virgen, pilas bautismales, retablos, etc.). Tampoco ha faltado quien se ha tomado la molestia de desmontar toda la portalada, como sucede en Amocain, seguramente que para ponérsela en su casa. Incluso podríamos poner el ejemplo de Izánoz, cuya iglesia fue desmontada piedra a piedra por un particular para hacerse una casa.
Intervención
Sé muy bien que no es fácil de evitar todo esto, que no se puede poner un policía en cada iglesia abandonada. Sería absurdo, y triste.
Sin embargo creo que no es nada aberrante solicitar al Arzobispado que ponga un cuidado especial en retirar todo aquello que merece la pena, todo aquello que al margen del valor económico tiene otro valor, un valor de una dimensión muy diferente a la económica. Y creo que todos nos entendemos.
¿Sería muy difícil habilitar alguna de estas iglesias como almacén de este tipo de objetos?, ¿sería muy difícil preocuparse de trasladar las pilas bautismales a los nuevos templos? (invito a ver en la iglesia de San Blas de Burlada la pila de Gardalain), ¿sería muy difícil preocuparse de recoger las casullas y las capas pluviales y mandarlas aunque sea a las misiones?, ¿tan difícil es guardar todas las campanas juntas, y perfectamente documentadas?, y lo mismo con las aguabenditeras, y con las cruces procesionales, y con las aras de los altares, y con un montón de cosas más. Y la documentación de las iglesias no debiera de estar a la venta en puestos ambulantes, ¡que lo está!, sino en los archivos que corresponda.
No es ya cuestión de creencias, sino de respeto. Bastaría incluso con mirarlo desde un punto de vista etnográfico. La triste realidad es que en los últimos meses son varias las iglesias expoliadas, ¡y mira que había poco para llevarse!, y sería bueno que alguien se preocupase y se ocuparse de retirar todo aquello que tenga un valor sentimental y económico. Estoy convencido de que quien esto lo haga sabrá oír el aplauso de aquellas almas que durante tantos siglos dieron vida a esos templos. Cuestión de sensibilidad.
Es un mal endemico, hay autenticas salvajadas por toda España, como graffitis en pinturas murales, desperdicios de comida en pilas de agua bendita, iglesias convertidas en establos, bancos y barandillas del coro quemados como lumbre, santos con las cabezas cortadas, etc, etc,.
ResponderEliminarComo bien dices Fernando, no es cuestión de creencias, es cuestión de respetar los lugares donde vivieron nuestros antepasados, de valorar el modo de vida que ellos tenian y de verlo como un legado que sin ellos quererlo se han visto obligados a dejarlo y que lo deberiamos valorar como un tesoro pues estas costumbres y tradiciones ya no volveran.
Buen reportaje como todos, amigo.
Saludos.
Faustino Calderón.
Todo ésto me causa tristeza,pero que hoy en día ocurra el robo de la portada de Amocaín me parece increible y más por qué no parece nada sencillo sin ser visto y más teniendo en cuenta la cercanía de Elía.Esta ermita debería haber sido restaurada hace años siendo tan cercana a Pamplona y teniendo en cuenta su relación con Santa Felicia de Labiano.Otra (entre tantas) que veo incomprensible su restauración es San Miguel de Ujué.Pongo éste enlace para que veas Fernando cómo cerca de aquí restauran patrimonio de una manera más que oportuna.Gracias
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