14 DE MARZO DE 2010

MUSEO DE LAS BRUJAS,
MEMORIA REPARADORA

Texto y fotos: Fernando Hualde




Han pasado 400 años del Auto de Fe de Logroño. Varias personas, la mayoría de Zugarramurdi, fueron quemadas acusadas de brujería. La memoria de todo aquello queda salvaguardada y expuesta en el Museo de las Brujas; es una buena ocasión para acercarse este año a Zugarramurdi.

La Semana Santa se nos echa encima, acompañada siempre de unos días de descanso y de vacaciones; y creo que este año en el que conmemoramos el cuarto centenario del Auto de Fe de Logroño en el que varias brujas de Zugarramurdi fueron quemadas en la hoguera, nos pone en bandeja una buena ocasión para acercarnos estas próximas vacaciones a visitar en Zugarramurdi el Museo de las Brujas – Sorginen Museoa. Es el momento de acercarnos a la memoria de lo que hace cuatro siglos sucedió. Y esa memoria, triste y penosa, afortunadamente ha quedado salvaguardada y debidamente interpretada dentro de este equipamiento museístico, que entre sus paredes alberga esa parcela de la historia, historia negra, historia oscura, historia doliente, pero no por ello menos historia.
Allí se nos recuerda que hubo un tiempo en el que había personas que creían de otras que eran brujas, que hubo denuncias, que hubo procesos, y que algunas de esas personas a las que públicamente se acusó de brujería, públicamente también fueron quemadas en la hoguera. Todo esto, que parece sacado de un cuento de ficción, fue real, sucedió verdaderamente, y en aquellos primeros años del siglo XVII afectó de lleno a Zugarramurdi, y también a otros pueblos de su entorno. Eran personas aquellas que fueron quemadas vivas, con nombre y apellidos. De aquella noche oscura se salió como quien despierta de la peor de sus pesadillas, y hoy es el día en el que, difuminados totalmente los rencores de las falsas acusaciones, superados los traumas de ver a un familiar denunciado, procesado y quemado…; hoy es el día, digo, en el que los descendientes directos de aquellos protagonistas se han unido como una piña tratando de recomponer la memoria de lo que entonces sucedió. Ese es el mejor homenaje a aquellas gentes, antepasados, que tanto sufrieron, que fueron víctimas del odio, de las habladurías, del desconocimiento, y de una inquisición absurda.
Y fruto, precisamente, de este esfuerzo que hoy hacen los vecinos de Zugarramurdi es el Museo de laa Brujas – Sorginen Museoa, en donde todo aquello se nos muestra hoy como un libro abierto, como un libro de historia, abierto en la página de esa lección de humanidad que enseña lo que sucedió para que nunca más vuelva a suceder, y que a la vez rescata del olvido a quienes sin comerlo ni beberlo fueron atrozmente ultrajados.
Me ha tocado en varias ocasiones trabajar con los vecinos de Zugarramurdi y con su ayuntamiento. Y de todas esas experiencias que he tenido con ellos siempre he salido con la misma sensación, con la de que es un pueblo que se lo merece todo, con la de que es un pueblo que todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso; con la de que es un pueblo con una capacidad grande de trabajo y de sacrificio; y yo, lo digo claramente, con este tipo de gente voy hasta donde haga falta.



Respeto a la memoria

Inmersos en esa tarea de recuperar la memoria de lo que allí paso hace cuatro siglos; ilusionados todos con este museo que viene a preservar, y preserva, aquella memoria…; con el mismo dolor que ellos leí en este mismo periódico hace unas cuantas semanas la opinión de un reconocido escritor que hablando sobre este museo lo calificaba de “auténtica bazofia, falsa información, o manipulación histórica”, incluso llegaba a decir que era “un albondigón de la información basura”. Era evidente que quien esto escribía era alguien ajeno a este esfuerzo de todo un pueblo, ajeno a las ilusiones de esas gentes, y ajeno totalmente al uso que hoy tiene este edificio. Pero eso no quita para que esas afirmaciones, vertidas bajo esa firma, e impresas y difundidas, cierto es que duelen.
Dicen, sí, que todas las opiniones son respetables, pero con rotundidad tengo que decir que las respetables no son las opiniones, sino las personas. Y en este caso tengo el convencimiento de que quien firmó aquello, si hubiese estado, como lo estuve yo entonces, dos años enteros sumergido en los documentos que recogen lo que a principios del siglo XVII sucedió…; si hubiese estado, como lo estuve yo, recomponiendo, comprobando, cotejando, y redactando la lista de vecinos que fueron procesados, que murieron en la cárcel, que fueron quemados vivos, que…; si hubiese estado recorriendo archivos, dejando la vista en los legajos, y finalmente redactando los textos y guiones que hoy vemos en el Museo de las Brujas y escuchamos en los audiovisuales…; si hubiese estado compartiendo con esos vecinos trabajo e ilusiones; quiero pensar que entonces este buen escritor, no opinaría que lo que allí hay es ni bazofia, ni falsa información, ni manipulación histórica. Queda aquí mi desahogo, y también mi convencimiento de que apuntarse al carro de destruir y descalificar es lo fácil, tanto más si se ponen excusas políticas bajo las que parece que todo está justificado; lo difícil y meritorio es construir, levantar, avanzar hacia adelante, recomponer la memoria, poner a aquellas personas que sufrieron y murieron en el puesto de honor que les corresponde (especialmente valioso cuando este trabajo lo hacen aquellas personas que son sangre de su sangre); decir de todo esto que es información basura es un error, y es una falta de respeto.
En cualquier caso me quedo con las muchísimas opiniones favorables que he recogido desde que se abrió el museo; me quedo con la certeza y con la seguridad de que este equipamiento museístico ha servido, sirve, y servirá, para guardar la memoria de lo que sucedió y para que aquellas gentes que sufrieron y murieron, vivan ahora en el orgullo de sus descendientes; y sobre todo me quedo con ese pueblo y ese ayuntamiento que ha sabido cerrar filas en torno a su historia, a su memoria, y a su patrimonio, dando un ejemplo envidiable.
Zugarramurdi bien merece siempre una visita, no en vano es un pueblo hermoso y acogedor, doy buena fe de ello. Pero este año es buen momento para ver la localidad desde otra perspectiva; es el momento de visitar esas cuevas y ese prado, el mismo que acuñó la palabra “akelarre”; es el momento de callejear y ver esas casas, que son las mismas que habitaron aquellas personas que fueron procesadas y quemadas; es el momento de ver esa iglesia, y dejar que nos evoque aquél acto de reconciliación, ya tardío, pues la maquinaria del Santo Oficio se había puesto ya en marcha; y es el momento de meterse en ese museo, y acercarse a la realidad del Zugarramurdi de entonces, a la realidad del mundo fantástico y de las creencias populares de aquellas gentes, a la realidad de aquellas personas que por beber un licor creían ver no sé el qué, o de aquellas otras que por curar a un vecino con una hierba ya eran acusadas de prácticas brujeriles, o las de aquellas que eran capaces de llegar a creer que otra persona podía llegar a parir un sapo. Allí podemos acercarnos a lo que supuso la existencia de un abad, el de Urdax, que quería controlar las caravanas de mulas que pasaban la muga por esos montes; o lo que supuso en aquellos tiempos la Inquisición y el Santo Oficio; o el trauma que para aquellos vecinos supuso ver como se llevaban a sus seres queridos hacia una tierra lejana, Logroño, sabedores de lo que allí les podía esperar ante una plaza repleta de miles de personas.
Zugarramurdi nos da hoy un ejemplo en todos los sentidos. Han cerrado filas, y sin fisuras, en torno a su memoria histórica. Han sabido dar a conocer su realidad, histórica y turística, en ese escaparate internacional que es FITUR. Han acudido, esta pasada semana, a Logroño a honrar a sus gentes. Han sabido estar a la altura cuando una voz discrepante ha tratado de emborronar sus ilusiones. Y, lo que es mejor, mantienen vivo el esfuerzo, la unidad, y la ilusión. Por eso están llegando lejos. Pueden estar orgullosos aquellos antepasados.

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