21 DE MARZO DE 2010

ARTETA
DONDE REINA EL SILENCIO

Texto y fotos: Fernando Hualde




En la zona que llaman La Vizcaya, término de Ezprogui, en la val de Aibar, todavía se mantienen en pie los restos de la localidad de Arteta. Tras esas ruinas se esconde la huella del hombre y algunos siglos de historia.

Existen en Navarra numerosos casos de localidades con el mismo nombre (Murillo, Villanueva, etc.); creo recordar que aludíamos a este problema en el reportaje dedicado a Eyzco, o Izco, en donde uno de los pueblos había absorbido, sin ninguna mala intención, la historia del otro, hasta el extremo que uno de ellos oficialmente no existía.
Pues bien, no muy lejos de aquél Izco que se quedó sin casas y sin historia, dentro del término de Ezprogui, en la Val de Aibar, nos encontramos con otro caso en el que con el paso de los años pudiera llegar a sucederle algo parecido. En este caso la Gran Enciclopedia Navarra sí que reconoce su existencia, y sobre el terreno físicamente todavía existe. Hablo de la localidad de Arteta.
A cualquier navarro que le preguntemos sobre Arteta nos remitirá, sin duda, al valle de Ollo, a esa hermosa localidad que alberga un impresionante museo etnográfico, el de José Ulibarrena, y en cuyo término está el afamado manantial de aguas. Sin embargo es francamente poca la gente que sabe que en Navarra hay otra localidad con el nombre de Arteta. Y es normal. Este otro Arteta no está dentro de ninguna ruta turística, ni pasa carretera alguna por allí, ni tiene un rótulo que indique su nombre, ni quedan ya chimeneas que echen humo, ni gallos que anuncien el nuevo día, ni manos que abran sus puertas o trabajen sus tierras. Arteta, el de Ezprogui, poco a poco desaparece; van cayendo sus casas, a la vez que la naturaleza vuelve a ocupar su sitio, el mismo que siglos atrás le quitaron aquellas casas.



Cómo llegar

Se encuentra este despoblado en el término de Ezprogui, antiguo “Val de Aibar”, ubicado entre el despoblado de Loya y el despoblado de Julio. Desde la localidad de Moriones, por delante de su curioso cementerio (el camposanto está dentro de una iglesia sin cubierta), sale una pista hacia Loya, Arteta, Julio, etc. A 1340 metros de Moriones encontramos las ruinas de Loya, y dos kilómetros más adelante, fuera de la vista de quien va por la pista, está la localidad de Arteta.
Desde la pista sale a la derecha una senda que comunica primero con el cementerio y después permite llegar hasta la fachada de la casa principal.
Pero vamos por partes. Para empezar hay que decir que el único punto accesible y bien conservado es el cementerio, en el que se conserva una sepultura, o al menos el ornato de esta. La tumba pertenece a Cenón Lecumberri Beorlegui, fallecido el 25 de julio de 1953 cuando contaba con 63 años de edad. Dejaba esposa e hijos. Una segunda inscripción (sobre placa metálica colocada en la cruz de la mencionada sepultura) informa que en el año 1985 fueron trasladados a esa tumba los restos de Sergio Lecumberri Armendariz, fallecido el 19 de noviembre de 1965. Sorprende ver, y es de agradecer, que alguna mano cariñosa cuida y mima ese camposanto. Según me han llegado a informar algunas personas mayores que un día habitaron estos pueblos, las paredes del cementerio de Arteta fueron levantadas en el siglo XIX con las piedras que, con las caballerías, se trajeron de lo que entonces eran las ruinas del mencionado Eyzco, que en línea recta no distaba más de un kilómetro de Arteta.

Una senda, prácticamente difuminada entre tanta vegetación, permite acceder hasta lo que fue su casa principal; a partir de ese punto es materialmente imposible adentrarse más en este lugar. Se supone que por detrás hay más casas, e incluso los restos de su iglesia, pero la maleza impide cualquier posibilidad de acceso. Detrás de toda esa vegetación se esconde la intrahistoria de linajes familiares como los Sola, los Valencia, los Ayesa, los Lecumberri… Pero materialmente es imposible adentrarse en ninguna de esas casas.
En el dintel de la casa principal se observa, tallada en la piedra, una cruz latina. Faltan algunas piedras importantes de los vanos de puertas y ventanas que, curiosamente, han sido retiradas y sustituidas por carpintería sencilla y sujeta a base de cuñas del mismo material. Es como si alguien se hubiese llevado esas piedras para aprovecharlas y a la vez hubiese querido que esa acción no precipitase el deterioro del edificio.
Delante de esa casa se conserva buena parte del empedrado que hubo en el suelo. La totalidad de las casas están sin cubierta, con toda su estructura interna caída, y con buena parte de sus muros externos derruidos. La altura de la maleza supera en muchos sitios a la de las propias edificaciones. Se llega a ver entre los restos la presencia de teja curva, o árabe.
Detrás del mencionado cementerio se observa un espacio redondo, rodeado de árboles, que en algún tramo de su perímetro deja ver algo de su pared. Se trata, según me dicen, de un antiguo abejar.



Historia

Arteta fue en tiempos un antiguo señorío de la Val de Aibar. De esta localidad sabemos que en el año 1185 su iglesia de San Andrés (entonces con la categoría de “monasterio”) fue restituida por los señores de Leoz a Santa María de Pamplona, y adscrita posteriormente al Arcedinato de la Cámara.
Su población siempre ha sido escasa. En 1366 contaba con cuatro fuegos hidalgos y un fuego labrador; en 1427 solo quedaba un fuego labrador, que pagaba su pecha al rey. Sabemos que en el año 1800 se le incorpora al término de Arteta el despoblado de Usaregui, deshabitado desde 1534, y que se encontraba entre Arteta y Guetadar. Doy fe de que nada queda de aquél antiguo despoblado.
La guía “Navarra a la vista”, de carácter anual, en su número correspondiente a 1944, informaba que en ese año el lugar de Arteta contaba con 7 habitantes de hecho y 6 de derecho. Que la iglesia estaba dedicada a la advocación de San Andrés, que el propietario del lugar era el Conde de Aibar, y que el colono que explotaba esas tierras era Cenón Lecumberri.
En la actualidad, y desde el 11 de octubre de 1944, Arteta pertenece al Patrimonio Forestal de Navarra, integrado en la finca denominada Ezprogui (integrada por los despoblados de Sabaiza, Usumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardalain, e Irangoiti), con importantes masas forestales de roble y de pino laricio, este último de repoblación y silvestre.
En fin, este es Arteta, el de Ezprogui, o el de la Val de Aibar, o el de La Vizcaya, que todo le vale para identificarlo y para diferenciarlo del que está en el valle de Ollo. Queda aquí expuesta su historia, algo de su memoria, y el homenaje a todas aquellas personas y generaciones que durante siglos le dieron vida a esas casas que todavía se resisten a desaparecer. Hoy reina allí el silencio y la soledad. Quien quiera conocer más detalles, y ver más imágenes de esta localidad puede acceder al blog despobladosnavarra.blogspot.com en donde quedan recogidos todos los trabajos sobre despoblados que se van publicando en esta sección, y en donde Arteta queda recogido con una amplia muestra fotográfica.


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