PAMPLONA
EL DESPOBLADO QUE UN DÍA FUE CIUDAD
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Iker Andrés
Aproximadamente en el centro de la provincia de Navarra nos encontramos hoy con las ruinas del mayor de los despoblados que existen en la comunidad foral. Se trata de Pamplona, una ciudad que durante siglos fue la capital del reino.
Hoy no es un día cualquiera, hoy estamos a 28 de diciembre del año 2083. Dentro de nuestro largo periplo por el patrimonio de Navarra, iniciado allá por el año 2002, y con motivo del reportaje número 5000 de esta sección, queremos hoy acercar a nuestros lectores una parcela del patrimonio navarro un tanto singular. Vamos a intentar adentrarnos en la historia del despoblado más importante que tenemos en el viejo reino. Nos referimos a lo que un día fue la ciudad de Pamplona, despoblada, tal día como hoy, en el año 2015. Estamos, sin duda, ante la localidad deshabitada de mayor envergadura de cuantas se conservan en nuestra comunidad foral.
Todavía hoy, entre la gente mayor, podemos encontrar testimonios de la vida que este actual despoblado un día tuvo. Sobrevive a duras penas la memoria de lo que, después de veinte siglos de existencia, fueron sus últimos coletazos de vida. Pero para recoger unas primeras pinceladas es obligado acudir a la edición actualizada, ¡y ya van veintidós ediciones!, de la Gran Enciclopedia Navarra, coeditada en 2075 por veinticinco cajas, o entidades bancarias, hijas de la cívica fusión de 2009.
Causas de la despoblación
Y es a través de la GEN como llegamos a saber que en aquél año de 2015 no quedó deshabitada toda la ciudad, sino el centro neurálgico de la misma, lo que entonces se denominaba Casco Antiguo –coloquialmente Casco Viejo-, Primer Ensanche, y Segundo Ensanche; lo que dio pie a su desintegración como entidad municipal. Dicen los historiadores que este despoblamiento fue el resultado de un proceso que comenzó a finales del siglo XX con la construcción de urbanizaciones en Mendillorri, Sarriguren, Gorraiz, Olloki, Bustintxuri, y Mendebaldea; proceso este que culminó con la construcción de la actual capital de la provincia, Guendulain, que acabó de absorber a la población autóctona residual que todavía habitaba en el corazón de la vieja Iruña.
A nivel de edificios emblemáticos, recuerdan los más ancianos, que uno de los primeros en abandonar el barco, allá por el año 2009, fue el colegio de los Hermanos Maristas, que el próximo año cumplirá sus bodas de diamante en su actual ubicación de Sarriguren. Posteriormente lo hicieron las Universidades, la Delegación del Gobierno (o Virreinato Etxea), la sede del Gobierno de Navarra, y por último El Corte Inglés, hecho este último que acabó por provocar la desbandada general del resto de establecimientos comerciales que supieron buscar los nuevos asentamientos humanos.
La despoblación del centro de la ciudad vino acompañada de la fusión por absorción, de la zona sur de la ciudad, constituida entonces por los barrios de la Milagrosa , Lezkairu y Azpilagaña, que acabaron integrados en el nuevo Noain. Barriadas como las de la Txantrea y Rotxapea quedaron vinculadas administrativamente a Ansoain. San Jorge, Nuevo Artica y Bustintxuri fueron absorbidos por Berriozar, con la única excepción de la entonces llamada calle del Ferrocarril, que fue rechazada por no reunir las condiciones mínimas de higiene y salubridad. Finalmente, los barrios de San Juan, Iturrama y Abejeras acabaron fusionándose, dentro de la cendea de Galar, con el municipio de Esquiroz.
Aritz Zaldibarrarikoagoitia, a pesar de su edad nonagenaria, todavía recuerda aquellos últimos años de Pamplona: “recuerdo que había unos autobuses verdes cuya propiedad iba pasando de mano en mano; se les llamaba villavesas, y para montarse en ellos había que enseñarles tu tarjeta de ciudadano”. Y en este caso el recuerdo da paso a la añoranza, al sentimiento triste de ver que hay cosas que se perdieron para siempre: “nos anunciaban una y mil veces que los Sanfermines y los encierros podían llegar a morir de éxito, pero el fin que tuvieron no lo esperaba nadie; ¡tanto quisieron descentralizarlos, que al final…!”.
Justo tuvo tiempo Pamplona, después de años de reinado de Yolanda Barcina, de conocer al primer alcalde ecuatoriano, Oswaldo Ramírez, que accedió a la alcaldía gracias al respaldo que recibió en barrios como la Milagrosa y el Segundo Ensanche, y que pasó a la historia por haber sido capaz de romper la alternancia de poder que en las últimas décadas ejercían partidos como el PSN (PSOE) y UPN, integrados estos últimos, también de forma intermitente, en el Partido Popular cuya presidencia de honor todavía ostenta el incombustible don Manuel Fraga Iribarne.
Casi siete décadas después del despoblamiento de Pamplona resulta realmente impactante pasear por las ruinas de esta ciudad. La vegetación, siguiendo la ley natural, ha recuperado poco a poco su espacio. Asistimos a un escenario desolador en donde reina la ruina y el silencio. El monumento a los Fueros, caído y roto, es fiel reflejo de la realidad actual de aquellos derechos; todavía hoy, para celebrar su ruina, celebran allí una fiesta anual militantes de un partido político fundado hace ocho décadas por una ex eurodiputada socialista que destacó por su oposición al sistema foral navarro.
La plaza del Castillo es hoy un enorme solar en donde la maleza se ha apoderado de todos los rincones, y, lo que es peor, parece que la estructura del parking que en ella se construyó empieza a ceder por el lado norte, por lo que en breve podríamos encontrarnos con un enorme socavón, que ya, a día de hoy es considerable.
Curiosamente el primer edificio en caer fue el que entonces denominaban Baluarte, que por lo visto no tenía la misma solidez y consistencia que los edificios construidos en la parte más antigua de aquella urbe; aunque todavía pueden verse algunos adoquines por el entorno del solar de aquél edificio. Junto a aquél, dicen que un grupo de individuos de etnia gitana desmontaron la estructura metálica de otro gran edificio cuyo nombre todavía hoy nos evoca la vieja aspiración española de soberanía sobre una roca llena de monos.
Nada queda tampoco del viejo Archivo General de Navarra, ni de otros muchos edificios a los que, siendo antiguos, se les quiso dar un toque arquitectónicamente moderno; hasta el punto que lo que un día fue Condestable pasó a denominarse Condeinestable.
Llama enormemente la atención a los investigadores actuales cómo a la hora de hacer un estudio toponímico de aquella Pamplona que quedó deshabitada en el 2015, se encuentra una amplia gama de topónimos que tienen la terminación “Reyno de Navarra”; sospechan algunos que pudo esto deberse a una epidemia republicana, en donde la palabra “reyno” era tan solo una contracción lingüística.
Futuro museo
La noticia es que el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra ha incluido en los presupuestos del próximo año una importante partida destinada a la creación de un museo en la ciudad condal de Guendulain, concretamente en el barrio de Zizur Mayor, en donde quede recogida la memoria de aquella ciudad que durante siglos fue la capital de Navarra.
Quiere ser un recurso turístico de primer orden, en donde los turistas puedan llegar a conocer como eran hasta el 2015 las fiestas de San Fermín que los pamploneses celebraban en el mes de julio. Imágenes del encierro de los toros, el busto relicario de San Fermín, incluso las figuras de lo que fue la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, que durante algo más de 150 años ambientaron en fiestas esas mismas calles que hoy vemos desoladas, cubiertas de maleza, y llenas de escombros, coronando la margen izquierda del río Arga.
En el futuro museo se expondrá también una “villavesa”, la locomotora del castañero, lo que sobrevivió del monumento al encierro, la campana María, y una bota de las tres “Z”; en este sentido es destacable el esfuerzo que ahora mismo está haciendo la consejería de Cultura y Turismo por hacer una recreación de los que fue el “carrico Moreno”. Igualmente, un juego interactivo permitirá a los guendulaineses y a cuantos turistas visiten este espacio museístico, conocer de cerca los principales rasgos biográficos de los últimos alcaldes que tuvo Pamplona, siendo posteriormente necesario vincular sus nombres con objetos concretos, como puede ser una excavadora, o un centro de aguas termales, entre otros; de tal forma que a quien consiga emparejar a todos se le obsequiará con un lote de maquillaje Lizaur.
En fin, esta es, de forma muy resumida, la historia de un despoblado, hoy tierra de nadie, que tuvo el privilegio de ser la principal ciudad de Navarra durante veinte siglos. Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquellos pamploneses que a lo largo de los siglos dieron vida y continuidad a esta localidad. Un recuerdo muy especial a quienes vivieron y sobrevivieron al asedio romano en el siglo I, al asedio castellano-guipuzcoano en el siglo XVI, y al asedio carlista en el siglo XIX, porque a pesar de todo ello todavía hubo siempre una llama de esperanza y un testimonio de la verdadera esencia de esta tierra. Recuerdo, emotivo también, para quienes en los años 1893 y 1894 consiguieron eliminar a Gamazo del Gobierno central y devolverle a esta tierra el orgullo de ser foral, el orgullo de haber sido la capital de un viejo reino, y el recuerdo de que ese reino fue un estado independiente. Y, por último, un recuerdo especialmente cariñoso al ciudadano anónimo, al del día a día, al que raramente salía en los medios, al que sufría la ORA , al que chateaba por “lo viejo”, al mozo-peña, al casta (también llamado PTV), y al que acudía cada dos domingos al estadio de fútbol a animar a Osasuna. Y…, hablando de Osasuna…, tantas décadas después todavía se recuerda aquella gesta en la Liga 2009-2010, en la que después de las Navidades, no se sabe de donde sacaron fuerzas, pero sorprendieron a todos con un juego extraordinario que les llevó, por vez primera en su historia, a ser los campeones de Liga.
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