20 DE DICIEMBRE DE 2009


EL PINO DE NAVIDAD Y SAN BONIFACIO

Texto: Fernando Hualde




Aunque parezca extraño, podría haber una curiosa vinculación entre el pino de Navidad que estos días se puede ver en todos los rincones del mundo, y la localidad roncalesa de Garde, en cuya iglesia hay una desconocida reliquia.

Esta semana que viene, dejando atrás el Adviento, celebraremos la Navidad. La cultura cristiana, como tantas otras, está plagada de símbolos, y estos se manifiestan de manera muy especial en las navidades. De entre todos ellos hay dos que están perfectamente entroncados en nuestra sociedad navarra; se trata del Belén, introducido en la península ibérica en el siglo XV por los franciscanos; y del pino de Navidad. Hoy vamos a centrarnos en el segundo de estos elementos, tan frecuente en nuestras casas, y a la vez tan desconocido; y lo que es más curioso, le vamos a buscar al pino de Navidad una justificación para abordar su historia en una sección dedicada exclusivamente al patrimonio navarro.



El origen

La leyenda, no sabemos si leyenda hecha historia, o si historia hecha leyenda, pero la leyenda nos traslada nada menos que a Alemania. Allí estaban en una ocasión los paganos adorando al dios Odín a quien lo representaban a través de una encina. Estando en ello apareció San Bonifacio, que había tenido con ellos duras pugnas, y ni corto ni perezoso, a golpe de hacha, derribó aquél árbol pagano ante el estupor de quienes lo estaban adorando. Dicen que, una vez derribado, en su lugar plantó un pino, y lo adornó con manzanas y con velas.
El pino, con hojas perennes y verdes, recuerda la vida que no muere, frente a la caducidad de la encina. Las manzanas evocaban las tentaciones, el pecado original, y los pecados de los hombres. Y las velas representaban a Cristo, a la luz del mundo, y a la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como salvador.
A partir de aquél episodio, iconográficamente a San Bonifacio, patrón de Alemania y primer evangelizador de aquél país, se le representa junto a una encina y con un hacha en la mano.
Dicen que el primer pino de Navidad del que hay constancia se colocó en el año 1539 en la Catedral de Estrasburgo. A partir del siglo XVII su uso como adorno navideño se fue generalizando por toda Europa, y de está, por todo el mundo. Inicialmente se ponían velas, manzanas, nueces, y bolas de papel, que han derivado en los múltiples motivos decorativos que hoy conocemos.



San Bonifacio

El protagonista de toda esta historia, como hemos visto, es nada menos que San Bonifacio, evangelizador de Inglaterra, de Holanda, y de Alemania, patrón de este último país, y de los cerveceros.
Los biógrafos de este santo sitúan su nacimiento en la localidad inglesa de Wessex, en el año 680 (siglo VII). Parece que desde muy niño manifestó su vocación religiosa, lo que le llevó a ingresar en un monasterio de la orden benedictina, en el que fue consagrado sacerdote en el año 716. Enseguida, sin perder más tiempo, fue a Roma a solicitar del Santo Padre su bendición y su autorización para ejercer de misionero; y ambas cosas obtuvo. Es así como en el año 719 penetra en el país germano predicando la doctrina cristiana; no en vano era esa la tierra de sus antepasados. Obviamente le tocó enfrentarse a las numerosas doctrinas y creencias pagana, como la mencionada del culto al dios Odín.
El papa Gregorio III lo nombró obispo, y después arzobispo de Mainz. Su labor pastoral le llevó a fundar y a restablecer las diócesis de Bavaria, Thuringgia, y Franconia. Finalmente, viendo que Alemania se le quedaba pequeña, y que su edad era ya muy avanzada, pasó a predicar a Holanda. Y fue precisamente en ese país cuando, después de haber bautizado a miles de personas, y estando preparando la festividad de Pentecostés, cuando fue asesinado junto a otros 52 discípulos suyos. Contaba en ese momento con 80 años de edad. Era el 5 de junio del año 754 cuando una espada abría su cabeza en la localidad de Dokkum.
Dicen que su cuerpo fue trasladado a la localidad alemana de Mainz, de donde posteriormente debió de ser trasladado a Fulda, para ser enterrado en uno de los monasterios que él fundo. Y es allí donde se venera.



San Bonifacio en Garde

Bien. Hasta aquí llega la historia de un santo a quien el mundo entero debe esa vieja tradición de colocar y adornar un pino durante el tiempo litúrgico del Adviento y de la Navidad. Y además hay que decir que es un hecho real que el cuerpo de San Bonifacio se venera en el monasterio de Fulda, en Alemania, fundado por él en el año 744.
Y ahora, sin ánimo alguno de entrar en polémica, quiero dejar constancia de algunas cosas, cúmulo de casualidades tal vez, pero que, cuanto menos, son llamativas. Y además desconocidas.
Ha de saberse que en la iglesia parroquial de Santiago, en la villa roncalesa de Garde, existe en uno de los retablos laterales, una vitrina con un cuerpo momificado, ataviado con unas soberbias prendas de vestir, de tonos dorados, acomodado su codo sobre un cojín, tocado con la corona o aureola de la santidad, y que exhibe ante sí un cáliz y una espada. Ha de saberse también que la tradición oral, pasada generacionalmente durante siglos, sostiene que ese no es un cuerpo cualquiera, sino que realmente se trata del cuerpo de San Bonifacio, lo cual, de entrada, justifica su presencia en un recinto sagrado y en un lugar expuesto a veneración.
Obviamente el patrón de Alemania no puede estar en dos sitios a la vez. Dentro de esa duplicidad hay que decir a favor del San Bonifacio de Garde que esta reliquia roncalesa está respaldada, no sólo por la tradición oral, sino por un certificado de autenticidad emitido en Roma, y que acredita que ese cuerpo realmente pertenece al santo Bonifacio. Desconozco si en el monasterio alemán de Fulda son poseedores de algún certificado de autenticidad del cuerpo que allí conservan.
La casualidad ha querido que, semanas atrás, en las obras que se están realizando en la iglesia de Garde, haya aparecido la lápida en piedra de una sepultura que pertenece a un obispo. Esta lápida, fraccionada en tres partes, lleva el dibujo de una mitra y dos tibias cruzadas, dibujos estos que se complementan con unas inscripciones en un latín muy antiguo, de momento no descifradas, pero que nos aportan el dato, por el tipo de abreviaturas empleadas, de que estamos ante una lápida de una antigüedad más que considerable.
Ya de paso, conviene recordar que San Bonifacio fue obispo, y fue arzobispo de Mainz, que es donde inicialmente fue enterrado. Y que a día de hoy nadie ha sabido explicar porqué el nombre de una localidad alemana como Mainz es uno de los apellidos roncaleses más antiguos que se conocen.
Ciertamente nos estamos moviendo en todo un mundo de hipótesis y de conjeturas, y hay que ser prudentes. Pero curiosamente esto es lo que hay.
Por lo demás solo me queda recordar que en Garde hubo una saga familiar, los Atocha, que a su condición de nobles por el simple hecho de ser roncaleses, añadían su nobleza de linaje, y que participaron en mil batallas y en mil causas, precisamente en una época en la que era muy habitual pagar con reliquias (entonces éstas tenían bastante más valor que el que tienen hoy).
O recordar que hubo una época, que algunos historiadores la sitúan en el siglo VII, en la que los cimbrios, cuyo asentamiento se correspondería con la actual Alemania, invadieron buena parte de Europa, y llegaron a penetrar en el valle de Roncal, afectando esta incursión a los actuales términos de Uztarroz, Isaba, Urzainqui y Garde. Aquella acción militar, según relataba Juan Martín Hualde en 1527 tras el incendio en Isaba del archivo del valle, habría contado con el respaldo de los vecinos bearneses del valle de Baretous, derivando posteriormente de ello el conocido Tributo de las Tres Vacas, cuyo carácter perpetuo por sí solo ya nos indica que se trata de un tributo de guerra, no de una compensación por el uso de pastos y de fuentes.
Y tampoco quisiera dejar de recordar, para que nadie me diga que todo lo barro para casa, que la falsificación de los certificados de autenticidad de las reliquias era algo relativamente habitual.
En fin, yo ya he puesto los ingredientes para hacer un libro de misterio, o para que alguien, mucho más docto que yo, se aventure a hacer una investigación concienzuda en torno a la figura de San Bonifacio; lo que sí es cierto es que con estos ingredientes puede salir un buen guiso. De momento me dice una buena persona, con más visión comercial que la que yo tengo, que si esto prospera y se demuestra que el verdadero San Bonifacio es el que está en Garde, se ofrece a montar un cervecería en esa localidad ante lo que pueda venir. Pudiera darse el caso de que los cerveceros de todo el mundo tuviesen en este rincón del Pirineo a su patrón.
Mientras tanto, bromas aparte, yo invito a que alguien se tome en serio esa reliquia que hay en Garde. Seguramente se solventaría todo con una prueba del carbono 14. Hasta que ese momento llegue dejaremos abierta la puerta de la duda, incluso veremos al pino de Navidad como algo un poco más nuestro. Feliz Navidad.

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