DE MONASTERIO A ERMITA
Texto: Fernando Hualde
El arte románico
fue generoso en Navarra. La ermita del Santo Cristo de Catalain, además de
exhibir este arte esconde en sus muros una historia de rivalidades entre
Roncesvalles y Garinoain .
Hay lugares que, por la razón que sea, tienen
magia, tienen un encanto especial; es como si sus paredes, sus piedras, su
aspecto, su ubicación… emanasen algo que produce un cierto encanto, una
atracción. A veces, muchas, depende todo de los ojos con los que se contemple,
o con la capacidad que tengamos de ver más allá de las piedras.
Uno de estos lugares, en mi opinión, lo
encontramos en la Valdorba, concretamente en la carretera que desde Garinoain
nos lleva hacia Leoz. En esa carretera, a tan sólo un kilómetro de la primera
localidad mencionada, nos recibe en el lado derecho un majestuoso templo
románico a quien la altiva espadaña le aporta una silueta, recortada contra el
cielo, que le hace inconfundible; custodiada esta, además, desde la retaguardia
por un cimborrio hexagonal, que todavía le hace más excepcional en su aspecto.
Es Catalain, o Katalain, al gusto.
Siempre lo hemos conocido como ermita, o “hermita”, tal y como reza el azulejo de
cerámica que hay sobre el crismón de su portada, escrito en aquellos tiempos en
los que no existía la ortografía; igual que siempre lo hemos conocido como
centro de peregrinaciones para toda la Valdorba, y también para una zona mucho
más amplia, a donde antaño se acudía en procesión, cada pueblo, cuando había
sequías o cuando había determinadas necesidades. Sin olvidarnos de que desde el
siglo XIII estuvo ejerciendo un doble papel de hospital de peregrinos.
Hoy, en pleno siglo XXI, cuesta para algunos creer
que Catalain era también un núcleo de población; cuesta creer que fue un
cenobio monacal, con templo, viviendas, corrales y almacenes, que hoy piden a
gritos un esfuerzo por mantenerlos, pues el templo hay que entenderlo con todo
el entramado de edificios que le acompañaba; cuesta creer que tuvo siempre su “santero”, que se ocupaba de recorrer
todos los pueblos del entorno llevando una capilla portátil, con una pequeña
hucha, con la que iba recogiendo limosnas para el culto al Santísimo Cristo de
Catalain, quien dice limosnas dice sacos de grano u otros productos; y cuesta
creer que antaño tuvo este templo la categoría de monasterio, dependiente de
Roncesvalles, con todos los problemas que se derivaban de ello.
Historia
Evidentemente detrás de un edificio como este, y
detrás también del conjunto de edificios que tuvo a su alrededor a modo de
cenobio, de los que hoy todavía quedan restos, hay una historia más o menos
rica que, sin duda, merece conocer.
Nos vamos nada menos que hasta el año 1207 para
encontrar las primeras referencias documentales de este lugar; sabemos que
hasta entonces perteneció a un “monasteriolo” (iglesia propia), y según un
cuaderno de donaciones de Roncesvalles, extractado del becerro en 1585, es en ese año de 1207 cuando sus propietarios,
Jimeno y Miguel de Garinoain, lo donan a Santa María de Roncesvalles.
Desconocían entonces los conflictos que se derivarían de esa donación tan
generosa. Hay que reconocer que, por otro lado, hay otros documentos que
atribuyen esta donación al propio rey Sancho el Fuerte, y que la ubican en
1203. Consten en acta ambas hipótesis, aunque el resultado viene a ser el
mismo.
Los Estatutos de Roncesvalles, escritos en 1287,
citan a Catalain como una clavería dentro de las posesiones que entonces
tenían. Lo cierto es que, desde su condición de propietarios, eran los
canónigos de Roncesvalles los que pusieron allí caseros y los que nombraban
capellán. Llegados a este último aspecto, aparentemente nimio, hay que decir
que en algunas ocasiones los canónigos tuvieron a bien nombrar como capellán al
propio vicario de Garinoain, mientras que en otras ocasiones el capellán de
Catalain y el vicario de Garinoain escenificaron serios conflictos.
En el primero de los casos nos encontramos con que
en el año 1581, estando la capellanía en manos del vicario, los jurados
(ayuntamiento) y los vecinos de Garinoain dirigieron un escrito a la Colegiata
de Roncesvalles pidiendo para su vicario un aumento de sueldo; esta claro que
las reivindicaciones laborales no son cosa de ahora. Unos años más tarde, en
1597, era el propio vicario, Martín de Lanz, quien osaba hacer sus propias
reivindicaciones.
Y en el segundo de los casos, el del conflicto
entre el capellán y el vicario, un ejemplo claro lo encontramos en el año 1674,
tiempo aquel en el que el nuevo capellán, Martín de Iturgoyen, no sólo no le
dejó decir misa en Catalain al vicario de Garinoain, Francisco de Olondriz,
sino que lo echó del templo a empujones, generando el consiguiente malestar en
la zona. De hecho, el día de San Miguel, cumpliendo con la tradición, este vicario
fue con los vecinos de Garinoain hasta Catalain para celebrarles y predicarles
la misa, como siempre había hecho; pero para su sorpresa se encontraron con que
el capellán les cerró la puerta para evitar que entrasen, y además les amenazó
con un arcabuz; ambos detalles no gustaron mucho a los de Garinoain quienes,
lejos de asustarse, rompieron la puerta a hachazos. Sobra decir que estas
desavenencias no fueron a menos precisamente. Y en 1676, nuevamente en la
festividad de San Miguel, el vicario quiso tomarle la delantera al capellán,
para hacerse fuerte en la iglesia; pero parece que esta acción ya se esperaba,
como lo demuestra la presencia, ese día, del canónigo de Roncesvalles, Juan
Andrés de Esnoz, quien se ocupó de levantar acta de cuanto sucedía ante sus
ojos redactando un informe de aquellos incidentes; les recibieron nuevamente
con la puerta cerrada. El vicario, en su enfado, no tuvo contemplaciones ni tan
siquiera con el canónigo, a quien insultó y agredió; es fácil imaginárselo
remangándose los hábitos y administrando su particular visión de la justicia.
Al igual que había sucedido dos años antes, la verdadera perjudicada de este
conflicto fue la puerta de la iglesia; vuelta a sacar el hacha los de
Garinoain, vuelta a romperla, y con su cura al frente, allí que entraron, y
allí que escucharon misa cantada, con más solemnidad que nunca. Algo me dice
que durante esta misa, en la anexa casa parroquial, estaría el capellán
tratando de restaurar las narices, tal vez también los dientes, del canónigo
maltrecho, mientras éste, armado de pluma y pergamino, trataba de redactar ya
un encendido informe de cuanto había vivido… en carne propia.
En el siglo XVIII se llevaron a cabo importantes
reformas en este templo románico, que afectaron principalmente a la cubierta,
al coro, y a las dependencias anexas. Se hizo también una cúpula encima del
presbiterio, con una linterna, que en restauraciones posteriores se ha
convertido en el cimborrio que hoy vemos, entendiendo que así se recuperaba su
primitivo aspecto.
Por lo demás, tal y como recogió Fernando Pérez
Ollo en su libro sobre las ermitas de Navarra, en la visita que don Lorenzo
Igual de Soria realizó en 1801
a este templo, considerado ermita desde el siglo XVI que
fue cuando suponemos habría dejado de haber monjes y cuando dejó de ser
albergue de peregrinos, mandó y dispuso este clérigo visitador, que “se retoque el bulto del Ssmo. Christo y se
perfeccione la mano derecha”.
Sabemos que en 1802 la localidad de Catalain se
reducía a tres casas y la ermita; era una especie de granja sometida a régimen
señorial. Datos de 1828 nos aportan la información de que en ese año había en
este lugar una habitación para el capellán, o para el ermitaño, así como una casa
vecinal con dos inquilinos, y que disponía el lugar de una hacienda amplia que
incluía cuatro piezas en Gandiriain, desolado de la Valdorba, y en los términos
o parajes de Chapardía, Cutandur, Elchoarrana, Murgain, y Urrutin. En 1842
contaba con 7 vecinos, que ascendían ya a 15 en 1887, y a 23 en 1930, para caer
después a 6 en 1940, a
7 en 1950, y a 4 en 1960, figurando a partir de entonces como despoblado.
Templo románico
Desde el punto de vista artístico, y metiéndome en
terrenos que otros dominan mucho mejor que yo, cabe destacar que Catalain es un
bello ejemplo de arquitectura románica.
Quienes entienden encuentran en este edificio una
cierta relación con otras iglesias navarras no muy lejanas, también románicas,
como las de San Pedro, de Echano, y la de la Asunción, de Olleta.
Al margen del interés que despierta el edificio en
su conjunto, tanto a nivel interior como a nivel exterior, en mi opinión, que
es la opinión de quien no domina el arte románico y se sitúa delante de este
edificio religioso, son interesantes los capiteles de la portada, de forma muy
especial el que representa a un hombrecillo en cuclillas –algunos defienden que
es un mono- y con un cordel al cuello, que pudiera representar a la esclavitud
del pecado, entre otras hipótesis; no menos interesantes me parece que son los
canecillos, a pesar de su estado, que circundan el ábside; y de gran atractivo
me parecen igualmente todas las marcas de cantero que se pueden llegar a ver en
sus piedras, dentro y fuera, que van desde líneas en espiral hasta una cruz
ibérica, pasando por la estrella de cinco puntas.
Pero vamos a la opinión de quienes verdaderamente
conocen y saben. Ander Ortega en su página web www.romanicoennavarra.info , de
obligada visita para quien quiera conocer a fondo el románico en Navarra, nos
habla de los capiteles de la portada interpretados desde su visión, que es
mucho más fiable que la mía propia, y nos dice que estos capiteles figurativos
exhiben representaciones historiadas: “de
izquierda a derecha, vemos en el primero arpías enfrentadas, en el siguiente
personajes portando algo, uno de ellos báculo y libro; al otro lado un mono
ensogado entre dos personajes y garzas, y, en el último dos caballeros
enfrentados con las espadas desenvainadas”. De los canecillos, que a mí se
me antojan interesantes pero muy desgastados, dice Ander Ortega que están muy
deteriorados, y que en ellos “se pueden
observar cabezas de animales, cabezas humanas, representaciones geométricas,
ajedrezados, rollos, y diversas representaciones humanas cuyo significado es
difícil determinar”.
Remito a la mencionada página web para quien
quiera conocer más a fondo todo el arte románico que alberga y atesora este
templo de Catalain, así como otros edificios religiosos de su entorno, pues
Catalain, desde el punto de vista artístico es mucho más que capiteles y
canecillos.
Nos quedamos con esta visión general de historia y
de arte, suficiente para acercarse a este lugar y verlo con otros ojos, para
verlo con un espíritu sensible, para dejar correr la imaginación y
comparecerse, ¿porqué no decirlo?, de esa pobre puerta, que tantas
desavenencias sufrió.
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