Texto: Fernando Hualde
Portada del libro |
Un libro de Javier
Álvarez recoge oportunamente muchos de los métodos curativos utilizados en
Navarra, y viene a acercarnos a la desconocida historia de los curanderos.
A lo largo de los últimos años un servidor ha
tenido la oportunidad, conforme en un lugar y en otro iba hablando con personas
mayores, de ir anotando en un apartado especial todos esos métodos curativos
que empleaban antaño nuestros antepasados para sanar ante determinados males.
Siempre me ha maravillado esa vertiente tan curiosa de la sabiduría popular,
más por su originalidad que por su efectividad, la cual me siento incapaz de
medir o de valorar. A veces, incluso alguno te habla, de tal o cual personaje,
al que en determinadas localidades se acudía en busca de esa pócima milagrosa,
en busca de ese remedio, o simplemente en busca de esa aparente frialdad y
habilidad a la hora de extirpar una muela utilizando el sistema tradicional de
atarla con una pita a la manilla de una puerta, y dar un portazo; era este
último caso el de un secretario de Ayuntamiento de un pueblo aragonés
colindante con Navarra (secretario de Esco y de Tiermas), que se desplazaba de
un pueblo al otro con sus bártulos de escribir y con su maletín “médico”.
Punto mágico
Tengo conocimiento de que una tía mía, Bernardina
Tapia, de Isaba, aplicaba sus propios métodos sanadores en pleno llano de
Belagua, utilizando unas hierbas y determinados símbolos religiosos. Mal no lo
haría ella cuando no le faltaban pacientes; pero lo sorprendente es que había
que acudir allí, a ese punto mágico, en pleno campo, como si esa fuese su
consulta. Seguramente desconocía mi tía Bernardina, que ese punto, era el mismo
que venía siendo mágico desde la prehistoria; no en vano en sus inmediaciones
hay una ermita, un dolmen, y un posible cromlech, amén de otras
particularidades que el péndulo y la varita de zahorí desvelan. O tal vez lo
supiese, o lo sintiese, ¿quién sabe?.
Y conocía también en Ibero a otro personaje,
curioso, muy buena persona, que daba de comer a los cuervos poniéndoles la
comida sobre su propio ojo, desmitificando así aquello de “cría cuervos y te sacarán los ojos”; habría que situar a este brujo entre curandero y místico,
tremendamente religioso, de quien decían que hacía maravillas; nunca he sabido
porqué extraña razón la religión ha sido un aditivo irrenunciable para algunos
de estos curanderos, que encontraban y encuentran en ella, una verdadera fuente
de salud.
Sin embargo la realidad es que la memoria de todas
estas cosas, de todos estos chascarrillos, de todos estos remedios… se va
perdiendo. Algunos, incluso, se ríen cuando oyen que antaño los leñadores se
orinaban en la herida cuando se hacían un corte con el hacha, como si fuesen
tercermundistas, pero desconocen que las pomadas modernas de hoy para sanar
estas heridas se basan en la urea. Se ríen otros cuando oyen que el pastor
cubría su herida con la telaraña de la borda, con la cara inferior que es la
limpia, y sin embargo… todavía no se ha encontrado hoy nada que se parezca
tanto a la piel humana. Y podría ir citando mil ejemplos en los que intervienen
las picaduras de abejas, las infusiones de determinadas plantas, la aplicación
sobre la sangrante herida, de algunas fibras vegetales, el hielo, las
corrientes subterráneas de agua, una llave vieja de hierro, o la castaña
pilonga, por poner algunos ejemplos. Incluso en el otro lado de la balanza he
llegado a conocer muy cerca de Pamplona, en pleno siglo XXI, a quien se
acostaba con el mal augurio de que algo grave le iba a pasar tan solo porque la
ontza (lechuza) había cantado cerca
de su ventana.
Es una realidad que, conforme vas recogiendo todo
esto, por otro lado tienes la sensación de que se está llegando tarde, de que
se nos esta marchando esa generación que ha sido depositaria de unos métodos
ancestrales que se quedan ya sin transmitir, a veces tan solo, para que nadie
se ría de ellos. Se ha roto la cadena, irremediablemente, en muchos lugares. Es
la cadena de la transmisión del conocimiento.
Buen libro
Es por ello que he sentido una verdadera alegría
al tener en mis manos, recién salido de la imprenta, el libro “Curanderismo y medicina popular en el entorno
de Navarra”, escrito por Javier Álvarez Caperochipi, y editado por la ya
conocida editorial Evidencia Médica, de Satur Napal. Conforme voy pasando sus
páginas me resulta inevitable sentir una sensación de alivio, ver que alguien
se ha tomado la molestia de hacer todo este trabajo, viendo además que lo ha
hecho a un nivel verdaderamente profesional, abarcando un amplio campo
temático: remedios de la medicina popular, alimentos, plantas medicinales,
curanderos famosos, sacamuelas, zurcidoras de virginidades, brujos, matasanos,
ensalmadores, bendecidores, videntes, herboleros, esoterismo, profetas,
médiums, parteras, especuladores del ‘más allá’, enfermedades de la mujer,
charlatanes… y un larguísimo etcétera que no tiene desperdicio alguno, y que
incluye simpáticos casos de intrusismo “profesional”, consentidos algunos de
ellos, como es el caso de un pueblo en el que uno se dedicaba a sacar muelas, y
otro hacía silbos, y un día intercambiaron los papeles y nadie lo notó, pero no
precisamente porque fuesen verdaderos maestros los dos en ambas modalidades.
Todo ello, lo que aquí se narra, que es rico y abundante, ha sido recuperado
con datos extraídos de diferentes documentos y, por supuesto, de los
testimonios que Javier Álvarez ha podido ir recogiendo en las últimas décadas
de la gente mayor a la que ha ido entrevistando. Ha historiado el autor, con
gran detalle, lo que todo este mundo ha sido y ha representado en Navarra y en
todo su entorno geográfico; nos ofrece en estas páginas una radiografía muy
bien hecha, seria, huyendo de ese trato con el que otros, mucho más
sensacionalistas, gustan de abordar todos estos temas en busca de un público
facilón y comercialmente atractivo. Creo, realmente, que Javier Álvarez
Caperochipi lo ha bordado.
La muerte de Zumalacárregui
El autor hace un repaso
minucioso a un amplio elenco de personajes de Navarra, y también de Guipúzkoa,
que en los últimos siglos han formado parte de esa curiosa lista de sanadores.
Los más antiguos y los más actuales. Allí está, por citar un ejemplo, el caso
de Lázaro Pascual, un químico francés que en la primera mitad del siglo XVIII
abandonó su profesión y se instaló en Pamplona para ejercer un triple oficio:
el de barbero, el de boticario, y el de curador de almorranas.
Mucho más reciente es el
caso de otro curandero, o brujo,
bastante actual y conocido, que tuvo un gran éxito en su consulta, pero que
cuando él se puso malo acudió al hospital para que le curasen con otros métodos
que nada tenían que ver con los que él se había ganado la vida.
Pero, dentro de esa amplia
y curiosa lista hay un curandero que podríamos decir que ha pasado a la
historia; se trata del guipuzcoano José Francisco Tellería Uribe (1774-1842),
más conocido como “Petriquillo”, que
fue alcalde de Zerain, a quien se le atribuye la responsabilidad de la muerte
del caudillo y general carlista Tomás de Zumalacárregui; sépase que no está
claro, que como mínimo la responsabilidad estuvo muy repartida, pero él cargó
con el mochuelo al intentar extirpar una bala que el general había recibido en
la pierna durante el primer asalto de las tropas carlistas a Bilbao.
Resumiendo, y para que tomemos conciencia de todo
el trabajo de Javier Álvarez Caperochipi, de todo lo que ha dejado plasmado en
este nuevo libro, no me resisto a extraer de su epílogo el reflejo de lo que
han sido algunos de sus pasos; allí se ve cómo el autor se ha recorrido,
trabajando este tema, varias residencias de ancianos de Pamplona, Erro,
Corella, Estella… Ha recorrido también numerosos pueblos, visitando ayuntamientos,
casas parroquiales, cementerios… Ha llegado a irse hasta a Marbella en busca de
fotos y de datos. Y la suma de todo este trabajo es la que ha permitido plasmar
en un libro toda esta parcela de la historia y del patrimonio de Navarra. Con
respeto y con profesionalidad, con gusto y con una metodología adecuada, ameno
hasta decir basta. El nuevo libro “Curanderismo
y medicina popular en el entorno de Navarra”, de Javier Álvarez, ha sido
oportuno en lo que ha rescate etnográfico se refiere, y viene a sanarnos la
desmemoria existente en torno a este tema, con un método curativo, 158 páginas,
que desde aquí recomiendo a todos cuantos quieran pasar un rato a gusto.
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