Texto y fotos: Fernando Hualde
Llegada de las almadías al puente de Burgui |
El domingo que viene el puerto de la presa de Burgui volverá a ser
escenario de ese momento sublime que es el descenso de las almadías; como hace
cien años, como hace quinientos…
Un año más, y ya van veintiuno, las
almadías volverán a descender el próximo domingo, día 29, por las aguas mayencas del río Ezka a su paso por la
villa roncalesa de Burgui. En ellas está el reconocimiento y el homenaje de un
pueblo a sus antepasados; a los propios del pueblo, a los del valle, y a los de
todo el Pirineo, que un día, y durante siglos, mantuvieron vivos y limpios a
los ríos con sus actividades maderistas. Gente agradecida, esta de Burgui, que
sabe tributar un homenaje a quienes, jugándose la vida en el monte, y sobre
todo en el río, haciendo oficio del riesgo, hicieron de ese valle un territorio
rico y próspero, que es el que legaron a sus descendientes.
Es costumbre en esta sección dedicar
el domingo anterior al Día de la Almadía un reportaje que viene a añadirse,
sumarse, a este esfuerzo que hacen los
vecinos de Burgui por dar a conocer el patrimonio y la cultura almadiera. En
esta ocasión no vamos a ser menos, con la salvedad de que hoy es voluntad de
quien esto escribe que el reportaje esté dedicado al propio pueblo de Burgui,
por la parte importante que les toca en las dos Almadías de Oro que este año se
van a entregar este próximo domingo. Uno de estos dos galardones va a recaer en
la Asociación de Donantes de Sangre de Navarra (ADONA), que en el valle de
Roncal tiene una de sus canteras más fieles; y el otro galardón han querido que
sea para quien estas líneas escribe.
Compromiso con el patrimonio
No es la primera vez que un
servidor, desde estas mismas páginas, ha puesto a Burgui como ejemplo en
Navarra de localidad que ha sabido trabajar, y de forma efectiva, en defensa de
su patrimonio cultural. A las pruebas me remito. Allí están las anteriores
veinte ediciones del Día de la Almadía, y allí está esa Ruta de los Oficios,
por poner dos ejemplos modélicos y emblemáticos, en los que este pueblo nos ha
dicho en voz alta, y con claridad, que su pasado, que su historia, y que todo
lo que hicieron sus antecesores, no le es indiferente.
Cuando una persona va a Burgui, se
pone en la orilla del río, y ve descender las almadías… no se imagina todo el
trabajo que hay detrás de esa jornada para hacer posible esa recreación (meses
de trabajo en el monte, gestiones administrativas, preparación y ordenación de
los aparcamientos, vallas y papeleras, textos, publicidad, confección y
distribución del boletín, reparto y colocación de carteles, la comida popular,
volver a dejar todo limpio y ordenado como si varios miles de personas no
hubiesen estado allí, etc.).
Lo mismo digo cuando alguien pasea y
disfruta por esa ruta de los oficios, viendo la nivera, la calera, el horno de pan, la carbonera, el aserradero, o
el propio puente. Detrás de todos y cada uno de esos elementos hay una realidad
que se llama trabajo y esfuerzo, una realidad que pasa por que un grupo de
personas le ha quitado horas a su tiempo libre para dedicárnoslo a todos, una
realidad que pasa por una investigación etnográfica previa, amén de gestiones,
textos, etc.
Podían haber optado los vecinos de
Burgui, como tantos otros pueblos lo hacen, por una actitud mucho más cómoda,
mucho más relajada, sin complicarse en eventos de esta magnitud, recreándose en
el arte de no hacer nada. Y sin embargo no lo han hecho; por el contrario, han
optado por implicarse con su pasado, que viene a ser sinónimo de implicarse por
el presente y el futuro; han optado por complicarse la vida trabajando y
luchando por ese legado que han recibido; han optado por una vía llena de
trabas y de dificultades, sabiendo que las satisfacciones pueden más que los
sinsabores. Y todo ello porque entienden que su sangre, sus casas, su tierra…
son herederas de una trayectoria vital, como pueblo y como valle, que son
motivo de orgullo. Desde luego no se equivocan.
Y es así como el estilo de vida de
quienes les precedieron, que fue una vida extremadamente dura y difícil, no
solamente han sabido reconocerlo y agradecer los frutos de tantos siglos de
verdadero sacrificio, sino que además están sabiendo convertirlo en recurso
turístico, y en espejo en el que reencontrarse con su propio ser.
Manejando los remos punteros |
Vida de almadía
Al final, toda esta trayectoria
cultural que están exhibiendo los vecinos de Burgui en los últimos años, y
también otros pueblos del valle, encuentra su paralelismo, precisamente, en lo
que es la vida de una almadía. La madera en tierra (postura cómoda) no corre
peligro, pero acaba pudriéndose; el riesgo está cuando la conviertes en almadía
y la metes al río; es allí donde tiene que superar todo tipo de adversidades
(críticas), inclemencias del tiempo (falta de recursos económicos), sortear las
rocas que hay en el lecho del río (trabas administrativas), atravesar foces
(crisis y cansancios), etc. Pero este es el camino que tenían los almadieros, y
superando todo eso es cuando salían finalmente a cauces más tranquilos, cuando
llegaban a buen puerto, y cuando le daban salida comercial a su riqueza. Nada
había sin esfuerzo. Y esa madera que superó todas esas dificultades que le puso
el río es la que no se ha podrido, es la que vive siglos después en vigas de
casas, aleros, y demás elementos de construcción. La otra madera, la que se
quedó en tierra para no mojarse ni correr peligros, es la que hace ya tiempo
que desapareció, se descompuso.
El que quiera entender que entienda.
Y es esta actitud de todo un pueblo;
y es el ejemplo personal de un buen puñado de vecinos; y es el entusiasmo con
el que se hace todo; y es… y todo esto es lo que te pone las pilas y te anima a
arrimar el hombro. Y aquí hablo a nivel personal.
Y cuando llega una fecha como la del
bicentenario del incendio de Burgui, haces el esfuerzo de organizar una serie
de actos, y ves que el pueblo responde, y agradece, y se vuelca, y participa…
te das cuenta que son esos vecinos los que le dan sentido a tu trabajo.
Y cuando das el paso de preparar un
acto de homenaje al puente de Burgui, y ese día ves allí a todo un pueblo, y a
todo un valle, acompañando, bailando, aplaudiendo, vibrando, sintiendo… es allí
cuando te das cuenta en que el mérito no está tanto en quien en todo ese
engranaje simplemente pone su grano de organizador, sino que el mérito está en
toda esa gente que le da sentido y razón de ser a todo ese trabajo, en toda esa
gente que vuelve a darle valor a una bandera y a unos trajes, en toda esa gente
que se esfuerza en recuperar unas danzas o unas canciones, en toda esa gente
que es capaz de olvidarse de rivalidades y caminan juntos bajo unos mismos
signos de identidad; en toda esa gente, en definitiva, que son tu propio motor.
Es por ello que este próximo
domingo, acompañando a los Donantes de Sangre en su merecido galardón, habrá
una segunda Almadía de Oro que, independientemente de la solapa en la que se
coloque, por extensión recae también en un pueblo, como Burgui, y en unas
gentes, como lo son las del valle de Roncal, que son quienes realmente
complementan esos otros esfuerzos que se pretenden homenajear y reconocer.
¿Dónde se ha visto un almadiero, por
muy de oro que sea, sin madera?. Y en este caso la madera es de primera
calidad. Con esta madera merece echarse al río y superar todo lo que haga
falta.
Gracias de corazón.
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