SOBRE UN NUDO FERROVIARIO
Texto: Fernando Hualde
Existió, desapareció durante siglos, y vuelve a existir, esta vez con
más futuro que nunca. Hablamos de la localidad de Castejón, en la Ribera de
Navarra.
Su origen actual está en el
ferrocarril. Pocos pueblos hay en Navarra que conozcan como nacen; y sin
embargo el origen de Castejón, la reaparición para ser más exactos, está allí,
casi al alcance de la memoria, sobre un nudo ferroviario. No aparece el actual
núcleo de población en los viejos legajos monacales de la Oliva, ni en el becerro de Leire, ni en los Libros de Fuegos; es el Castejón de hoy
una población joven.
Era en febrero de 1894 cuando
decenas de miles de navarros viajaron hasta este lugar para recibir allí a los
representantes de la Diputación Foral de Navarra que volvían triunfantes de
Madrid, tras decirle a Germán Gamazo (Ministro de Hacienda), a Práxedes Sagasta
(presidente del Gobierno), y a la Reina Regente, María Cristina, que Navarra no
iba a aceptar ese proyecto de ley con el que Gamazo pretendía igualar
fiscalmente a Navarra con el resto de los territorios del estado. Fue una
jornada apoteósica, de esas que hoy costaría imaginar.
Castejón de la Barca
En sus inicios dependió
administrativamente de Corella, pero un Real Decreto Ley del año 1927 fue quien
le permitió constituirse en municipio. Se cerraba así un largo paréntesis,
abierto en el siglo XIV, de ausencia total de habitantes en este paraje. Porque
antes los hubo en ese mismo sitio, y aquella población que hubo siglos atrás
también se denominó Castejón. Antes, bastante antes de que en el siglo XVII
saltase a la fama un escritor, poeta y dramaturgo, llamado Calderón de la
Barca, bastante antes, digo, cinco siglos antes para ser exactos, ya hubo en
este paraje un núcleo de población que se llamaba Castejón de la Barca.
A principios del segundo milenio,
poco después del año 1000, existía ya aquí un núcleo de población al que se le
conocía con el nombre castellanizado de Castejón, del latín Castellum, en alusión directa al
castillo que allí hubo. Probablemente estemos hablando de un asentamiento
romano, uno de los muchos que surgieron en el entorno del río Ebro, tratando de
beneficiarse de la fertilidad de sus tierras.
Lo cierto es que en los Fueros de
Tudela, concedidos en el año 1117 por Alfonso el Batallador, ya se cita
expresamente a Castejón de la Barca, autorizando a sus habitantes a usar una
barca que les permitiese cruzar el gran río. Este tipo de barca, ligada a una
maroma, la vemos posteriormente en decenas de localidades; algunas, como
Milagro, la han guardado en su escudo, y otras, en latitudes más nórdicas, era
prácticamente la única forma de acceso hasta su caserío. Algún día ya les
dedicaremos un reportaje en exclusiva a los barqueros, a las barcas, ¡y a los
barcos!, que también los hubo en Navarra, aunque hoy cueste imaginarlos.
El paso de los años, y la necesidad
de defenderse ante una invasión castellana, sirvió para consolidar todo un
núcleo de población en torno a un castillo. Sabemos que un tal Guillermo Pérez
de Castejón fue alcaide de esa fortaleza y señor de esta villa allá por el
siglo XIII. Pero de la misma manera que Castejón surgió con rapidez…, también
desapareció con rapidez. En 1336 contaba ya con tan sólo 80 vecinos; y a partir
de allí Castejón va desapareciendo del mapa, su historia se difuminó hasta
perderse, hasta extinguirse.
El ferrocarril
El paréntesis de su extinción lo
cierra la Compañía de Caminos del Norte de España al fijar en este enclave uno
de sus más importantes nudos ferroviarios, lo que dio pie a la creación de una
barriada que dependió inicialmente de Corella. Aquél nuevo núcleo de población
poco a poco fue cogiendo fuerza, la suficiente para soñar con ser un día un
municipio independiente.
Este sueño fue tornándose en
realidad. El 7 de febrero de 1923 se daba un paso importante: Castejón dejaba
de ser un barrio de Corella para pasar a ser un Concejo Administrativo,
presidido por el médico estellés don Lucio Ruiz de Alda, y dotado de su propia
Junta de Veintena. El primer secretario fue don Hilario Tejada.
Y de un paso importante se pasó a un
paso definitivo; Castejón: municipio independiente. Esto se materializó el 4 de
octubre de 1927 con un Real Decreto de Ley, que posibilitó que ese mismo mes,
el día 22, se constituyese la primera corporación municipal. Hicieron historia
liderando aquél primer equipo de gobierno municipal las siguientes personas:
Francisco Ruiz López (alcalde), Victoriano Ruiz (primer teniente de alcalde),
Hilario Tejada Matute (segundo teniente de alcalde), Saturnino Acha
(secretario), y los concejales Amadeo Aguado, Manuel Llorente, Víctor Alfaro,
José Jiménez “el alpargatero”, y
Melitón Sainz. Esta primera corporación municipal –elegida democráticamente,
por votación, el 22 de octubre de 1927- tomó posesión de su cargo el 16 de
enero de 1928.
Aquél Castejón debutó como municipio
independiente con sus 1500 habitantes, procedentes de cuarenta y siete
provincias. El ferrocarril, que fue quien les unió, era el centro de todo. El
hijo de quien fuera el segundo teniente de alcalde en aquella primera
corporación, Eloy Tejada y Herrero, tuvo a bien años atrás tomarse la molestia
de ir pasando al papel todo aquello de lo que él se acordaba, publicando en
1999 el libro “Castejón y el ferrocarril”,
que tuvo su prolongación unos años más tarde con un nuevo tomo, una nueva
entrega de recuerdos de los que ya no se pierden, titulado “Más recuerdos sobre Castejón y el ferrocarril” (editado en 2004
por la editorial “Libros con historia”, de Urroz Villa). Ambos libros
constituyen hoy un legado de lujo para la localidad de Castejón. Cierto es que
el ferrocarril es en buena medida el epicentro, quien con su canto de sirena
atrajo hasta allí a numerosos trabajadores ferroviarios, y a sus familias; pero
cierto es también que después de casi un siglo de andadura, Castejón es ya
mucho más que eso; ha ido forjando una historia, vivió una república y una
guerra, con todo lo que eso conlleva, alcanzando su mayoría de edad en la
postguerra. Dentro de esa historia sigue estando el ferrocarril, y la harinera,
y las corralizas, y las piscinas, y tantas y tantas cosas. Por no hablar de
aquél curioso episodio acaecido en esa localidad el 27 de octubre de 1965, en
el que un platillo volante se entretuvo sobre esta localidad; no faltaron
estonces testigos de aquello, e incluso fotografías.
Todo es historia. Castejón, el de
hoy, sería imposible entenderlo sin el río Ebro y sin el ferrocarril; y sin la
historia de hoy, y sin la de hace siglos.
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