17 DE FEBRERO DE 2008

ARGUEDAS
DE ÁRABE A CRISTIANA

Texto: Fernando Hualde


            La invasión árabe del siglo VIII se tradujo en muchas localidades navarras en una vida, durante siglos, articulada en torno a la religión musulmana. Arguedas es un ejemplo de ello, si bien desde el siglo XI la reconquista le devolvió la cristianización.

Nos trasladamos hoy a la Ribera de Navarra, concretamente a la margen izquierda del Ebro. Allí está Arguedas, con un término municipal privilegiado que combina la zona de regadío del Ebro con la zona de secano, parcialmente desértica, de las Bardenas Reales.
Para muchos navarros Arguedas queda asociado de inmediato al encierro del Estrecho, vertiginosa carrera de vacas bravas que durante las fiestas atraen a miles de personas que gustan de verlas bajar por el monte, o de ver cómo los mozos las vuelven para que hagan un nuevo descenso creando momentos de intensa emoción.
Otros lo asocian a Senda Viva, un parque de atracciones que hay que reconocer que empezó su andadura con mal pie, pero que poco a poco se está haciendo un hueco importante en la amplia oferta turística, con una tendencia a la alza que muchos quisieran para sí. En la Feria Internacional de Turismo (FITUR) celebrada en Madrid a principios de este mes supieron dejarse notar ofreciendo a los visitantes la posibilidad de montarse en una alfombra voladora realmente atractiva y única en todo el recinto ferial, que permitía hacer un animado recorrido a lo largo de toda la Cañada Real de los Roncaleses.
Para otros decir Arguedas es decir la Virgen del Yugo, con todo lo que ello implica de peregrinaciones, de ermita-basílica, de sierra, de alto en el camino hacia el castillo de Javier, de paso con las ovejas, y de mil cosas más que añadiría cualquier arguedano.


Reconquista

Pero al margen de lo que a cada uno le evoque, detrás de Arguedas lo que hay es una historia, una historia documentada, una historia milenaria que nos habla de dominación árabe de esta localidad hasta el año 1084, que es cuando el rey Sancho Ramírez, un viernes 5 de abril, después de atravesar la Bardena reconquistó el castillo de Arguedas en beneficio de la causa cristiana, dotando posteriormente a esta villa de fuero propio, de los denominados Fueros de Frontera. Todavía hoy queda un pequeño trozo de la muralla que rodeaba entonces el castillo, “el Balconico de los Moros” que le llaman los lugareños a ese vestigio guerrero. Lo que realmente fue el recinto defensivo no pasa de ser hoy una pequeña pradera sobre una planicie que, junto a la iglesia, domina en privilegiada atalaya el caserío de la localidad; un pequeño agujero nos hace pensar en un posible aljibe, o tal vez otra dependencia del castillo. La verdad es que unas prospecciones o exploraciones arqueológicas bien hechas ayudarían a aclarar cómo fue realmente esta fortaleza musulmana. El castillólogo Iñaki Sagredo Garde, en su libro “Navarra, castillos que defendieron el Reino”, aventura con unos apuntes y con una recreación informática lo que pudo ser el croquis y la distribución de esta fortaleza; aunque es una hipótesis, tiene como tal una gran consistencia pues abundan, y en base a ellos se ha hecho, los documentos sobre reparaciones que aportan gran información sobre sus características.
En cualquier caso bueno sería que tomásemos conciencia de la importancia de este vestigio; son residuos de un castillo musulmán, residuos que nos hablan del uso de piedra cristalizada –muy difícil de labrar-, residuos que nos hablan de un sistema de construcción muy concreto, de prolongación mimetizada del cortado de la peña, de otra época, de otra cultura, de otra fe. Son vestigios con historia, cuya ocupación por las tropas cristianas vino a abrir una brecha en la línea defensiva musulmana; el principio del fin para los seguidores de Alá. Es el símbolo de una época, y merece la pena una estudiada intervención arqueológica que permita definir el trazado de los cimientos, tanto del edificio defensivo como de la muralla.
De aquella época de la reconquista, de aquél monarca navarro, y de aquél Fuero que se otorgó en el año 1092, data la íntima relación que hay entre Arguedas y las Bardenas Reales; y es que aquél Fuero de Frontera les dio a los arguedanos el derecho a cazar, leñar, pastar con sus ganados, y roturar en las Bardenas. Son, pues, de los que entienden y defienden que ser bardenero es un grado. Y así es, que nadie lo dude.
Curiosamente a finales del siglo XII Arguedas se vio dotada de nuevos beneficios; mediante concesiones reales se obsequió a la villa con nuevos terrenos como el del Iugo, los Aquilares, Candevalo, etc.; terrenos comunales estos, en buena medida, que la casualidad quiso siglos después, en el XIX para ser exactos, que fuesen vendidos por los arguedanos “por apremiantes necesidades económicas del municipio”. Son paradojas y caprichos del destino.


Virgen del Yugo

            El castillo, queda dicho, simboliza una etapa muy importante de la historia de Arguedas, y los orígenes árabes de esta construcción están permanentemente recordándonos que hubo un tiempo en el que Arguedas fue una localidad en la que sus vecinos profesaban la religión musulmana.
            A aquella época le sucedió otra que tuvo su arranque en aquél lejano año de 1084. Las tropas cristianas del rey de Navarra reconquistaron Arguedas, y tras ello la religión cristiana volvió a impregnar la vida de los arguedanos, compartiendo escenario durante algún tiempo con musulmanes y con judíos. De la impronta religiosa de estos nueve últimos siglos, concretamente del patrimonio material de esta huella, quedan en Arguedas dos hitos especialmente importantes, que son la iglesia parroquial de San Esteban (construida en el siglo XVI) y la basílica de la Virgen del Yugo, sin olvidarnos tampoco de la basílica de San Miguel, muy importante en otro tiempo.
            De estos hitos religiosos, y aunque queda a cuatro kilómetros de la localidad, seguramente que el más conocido es la ermita bardenera de la Virgen del Yugo, oficialmente basílica.
            Estamos ante una construcción de principios del siglo XVII; eso sí, todo hace pensar que la actual basílica se levantó entonces sobre los restos de otra construcción anterior; de hecho la imagen de la Virgen del Yugo data del siglo XV, y en cualquier caso la leyenda nos retrotrae de nuevo a aquellos años finales del siglo XI, que es cuando la transmisión oral sitúa la aparición milagrosa de la Virgen.
            Dice la leyenda que un labrador, cojo de nacimiento, se encontraba arando en lo alto de la sierra. En un momento dado, hacia el mediodía, desató la yunta de bueyes, poniendo el yugo sobre un pino mientras se sentaba a dar cuenta de un buen bocado que repusiese sus fuerzas. Al disponerse de nuevo a trabajar se encontró con la sorpresa de que encima del yugo había aparecido una imagen de la Virgen, y dicen que ante ella se postró. Seguidamente marchó al pueblo a contar lo que le había sucedido. Los vecinos y las autoridades poco menos que se reían del pobre labrador; y en medio de tanta incredulidad y de tanta mofa se sorprendieron todos al ver que, de pronto, el labrador quedaba curado de su cojera. Fue esto motivo para que al día siguiente el pueblo en masa se trasladase hasta el lugar para venerar la imagen.
            La leyenda en cuestión no deja de ser leyenda, pero ya de entrada nos encontramos con que es una leyenda muy especial. Obsérvese que en el resto de Navarra, y en tantos y tantos sitios –incluido el Nuevo Testamento- la Virgen siempre se le aparece a un pastor, y en este caso el elegido es un labrador. Obsérvese también que estamos ante una leyenda que nos traslada a la época de la reconquista, y en consecuencia nos habla de una Virgen reconquistadora, lo que dentro de la tradición oral de Navarra no deja de ser otro caso excepcional.
            Por lo demás, lo más probable es que la imagen mariana en cuestión apareciese, efectivamente, en la sierra; otra cosa es que apareciese sobre un yugo de bueyes. Bastaría un análisis de la toponimia antigua de Arguedas para conocer que a este paraje, siglos atrás, se le conocía con el nombre de Iugum, un topónimo procedente del latín que estaba también presente en otros muchos lugares. Con este nombre se conocía a aquellos parajes elevados rematados en planicie, lo que hoy orográficamente llamamos mesetas.
            Sea lo que sea, lo cierto y lo real es que durante muchos siglos, y también hoy, la Virgen del Yugo recibe la veneración, no solo de los arguedanos, sino de buena parte de la Ribera de Navarra. Allí están los viejos grabados, allí está la leyenda con todas sus ligeras variantes, allí esta el oficio de virgenero (ermitaño), y las novenas, y las romerías, y las capillas limosneras, y la Cofradía, y tantas y tantas expresiones populares. Y es aquí donde nos pasamos del patrimonio material al inmaterial; de la piedra al papel; de la narración bíblica de un retablo a la leyenda transmitida de generación a generación; de la talla mariana valorada artísticamente a esa imagen religiosa que ha hecho milagros; en definitiva, de lo palpable a la fe.
            Y todo esto, y no otra cosa, es la huella de la historia, en concreto la historia de una villa, Arguedas, que un día fue musulmana y después cristiana. Volveremos otro día a Arguedas, que todavía nos quedan muchas huellas por desempolvar; unas más divinas que otras.

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