6 DE ABRIL DE 2008

CORELLA
ARTE EN LA CUENCA DEL ALHAMA

Texto: Fernando Hualde


            Corella y el arte barroco del XVII son un binomio indisoluble. La arquitectura, la pintura y la escultura están presentes en abundantes muestras de edificios civiles y religiosos.

Hay que reconocer que la cuenca del río Alhama, se mire por donde se mire, tiene un encanto especial. Estamos hablando de un río que conserva su nombre árabe; Alhama es un vocablo que etimológicamente hace referencia a aguas y baños cálidos, como los que se pueden encontrar en Fitero. Y en esta cuenca del Alhama podemos encontrar precisamente eso, baños termales, arte, historia, incluso –ya en tierras riojanas- abundantes huellas de dinosaurios que caminaban desde Soria hasta Cornago, como si el suelo navarro lo tuviesen vetado. El Alhama, con sus aguas, nos marca un recorrido turístico altamente recomendable.
Pero hoy, de todas esas virtudes que envuelven y adornan la cuenca de este río, nos vamos a quedar con el arte, y en concreto con el arte que podemos encontrar en la ciudad de Corella. Sobra decir que obligadamente va a ser un repaso muy superficial, suficiente para despertar la curiosidad del lector, pues afortunadamente la riqueza artística que alberga Corella daría para muchas páginas de periódico, incluso para hacer unos cuantos libros, ¡y mira que ya hay algunos!.
Para otro día queda la vertiente histórica de esta ciudad; seguro que muchos desconocen que fue sede real durante unos meses, allá en el año 1711; seguro también que otros muchos desconocen que ese águila que nunca acaba de capturar al conejo –el escudo de esta ciudad- es el símbolo de Rotrou de Alperche, el que en su día fuera señor de esta villa; y podríamos hablar de aquél gueto judío de Partecada, un barrio en el que en el siglo XV los reyes Catalina y Juan III crearon para acoger a la minoría judía que habitaba en Corella; o de la concesión en 1630 del título de ciudad, por parte de Felipe IV. Todo esto y mucho más queda para otro día. Hoy toca arte, del que en Corella hay sobredosis.


Iglesias de San Miguel y del Rosario

La iglesia de San Miguel, patrono de esta ciudad ribera, es sin duda el monumento artístico que más trasiego humano ha tenido siempre. Es de origen medieval, pero en 1429 resultó completamente destruida a causa de los conflictos entre Castilla y Navarra, dando con ello paso a una inmediata reconstrucción que dotó a Corella de una nueva iglesia, gótica en esta ocasión. Pero no iba a ser esa la primera ni la última vez que el templo de San Miguel cambiase de aspecto; de hecho, poco después se le hizo una torre, después se eliminó la susodicha torre, y finalmente, en los siglos XVII y XVIII se sometió a esta iglesia a una profunda reforma de la que salió su actual aspecto barroco, con abundante decoración de yesería y una esbelta cúpula en la que vemos a San Miguel acompañado de toda una legión de ángeles en plena cruzada contra los demonios.
En el siglo XIX el exterior del templo sufrió otra importante transformación al levantarse entonces las actuales torres. Y todavía en el siglo XX, a mediados del mismo, en su interior se completaron las pinturas decorativas de los muros y de las cubiertas. A partir de esta breve explicación lo mejor, lo más recomendable, es ir a visitar esta iglesia y admirarse ante todo lo que esconde su interior, admirarse ante su retablo, ante su imaginería, ante su rica y cargada decoración.

Pero Corella tiene una segunda iglesia; allí, en la Plaza de los Fueros encontramos la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, también con unos cuantos siglos de antigüedad. Todo parece indicar que se empezó a construir en 1535, pero es ciento veinte años después cuando se transforma por completo con una importante ampliación con el resultado de un templo que nada tenía que ver con el que se había erigido en el siglo anterior. Y como en lo tocante a la arquitectura vivimos en una evolución permanente, en 1953 se inició una nueva reforma bajo la dirección de José Luis Arrese cuya novedad más destacable es la construcción de la torre, de aspecto mudéjar, y la mejora de la fachada que da a la Plaza del Mercado.
En cualquier caso estamos ante una iglesia barroca en la que destaca su cúpula. Esta cúpula, construida por Juan Antonio Marzal en base al diseño de Juan Larrea, es de las de “a la tercera va la vencida”, pues era la tercera vez que se construía. Destaca en su decoración la mano artística de Vicente Berdusán. Dentro de la iglesia se conservan también algunos lienzos del pintor corellano Antonio González Ruiz, el que fuera primer director de la Real Academia de las Artes de San Fernando.
Y es que Corella y las Bellas Artes es algo que desde hace siglos camina estrechamente unido. No es casual que el primer director de la Real Academia de San Fernando fuese corellano, ni es casual que esta ciudad tenga una escuela de artes y oficios; de hecho, obsérvese, toda la localidad, a través de sus edificios civiles y religiosos, es como una exposición permanente de artistas locales: pintores, canteros, doradores… Corella es cuna y es sede de arte.


Otros edificios religiosos

La ciudad tiene también otros edificios religiosos en los que el arte se ha atrincherado y en donde se nos muestra con toda su belleza. Pienso, por ejemplo, en la ermita o santuario de Nuestra Señora del Villar, del siglo XVII, en cuyo interior se venera a la patrona de la localidad. Puro arte barroco, con un bello retablo como mejor ejemplo.
Pienso también en el monasterio de las madres Carmelitas Descalzas, el convento de Nuestra señora de Araceli. Pienso en el convento del Carmen, de los carmelitas descalzos. Pienso en el desaparecido convento de la Merced.
Y pienso, por supuesto, en el convento de la Encarnación, fundado en 1659 para monjas benedictinas, y convertido hoy en Museo de Arte Sacro. Durante tres siglos estuvieron las monjas en este convento; finalmente, en 1970, fue el matrimonio formado por José Luis de Arrese y María Teresa Sáez de Heredia quienes lo compraron trasladando allí una parte importante de su colección de arte convirtiéndolo en museo con obras de un gran valor.


Arquitectura civil

Pero si Corella, como podemos ver, es rica en arquitectura religiosa, con abundancia de otras artes dentro de sus templos; es también excepcional y única esta ciudad en su arquitectura civil, con un estilo propio a base de ladrillo, escudos y portalón de piedra, balcones de forja, galería de pequeños arcos en la parte superior del edificio… Hablamos de arquitectura barroca, es decir, de edificios construidos en los siglos XVII y XVIII. Veamos algunos ejemplos.
En la Plaza de los Fueros está la casa de los Virto de Vera, construida en 1741 por Juan Fermín Virto-Azpilicueta y Larreta. Luce en su fachada un escudo con las armas de la familia. El último piso se nos muestra al exterior con una galería de arquillos cubierta en su parte posterior con un generoso alero. En su interior una bóveda decorada con motivos heráldicos cubre el hueco de la escalera principal. Actual Juzgado.
Sin salir de la Plaza de los Fueros encontramos la fachada del Ayuntamiento, claramente restaurada.
Otro edificio a destacar en Corella es la casa de los Beaumont de Navarra, a base de ladrillo aplantillado, con esbelto escudo de piedra colocado en el piso noble.
Mención especial merece, por su monumentalidad, la casa de los Marqueses de Bajamar y Condes de Casa Lasquetty. Goza de un buen estado de conservación, y presenta en su fachada, bajo una corona, el escudo de los marqueses Porlier y Miñano, así como el vítor que el Ayuntamiento de Corella le concedió en su día al dueño de este edificio.
Tampoco podemos olvidarnos de la Casa Museo de Arrese, construida en el siglo XVI, cuyo interior alberga una importante colección de arte, recopilada por el ya mencionado matrimonio formado por José Luis de Arrese y la corellana María Teresa Sáez de Heredia. El actual aspecto de la casa es fruto de una reforma realizada durante el pasado siglo XX.
Frente a la casa de los Arrese, y también frente a la iglesia de San Miguel, destaca el Palacio de los Aguado, que es una casa solariega levantada en un antiguo solar que perteneció a la familia de los Rada. Luce espléndidos balcones de forja, y en otro tiempo su fachada se pudo ver policromada mostrándonos curiosos paisajes, algunos de ellos marinos.
La casa de los Escudero nos permite conectar con el patrimonio histórico de esta ciudad, concretamente con una de sus familias más antiguas, y con personajes tan emblemáticos de esta familia como Antonio Escudero y Muro, que se convirtió en gran prior de la orden de Jerusalén, comandante de la escuadra de barlovento por el rey Felipe V, y mayordomo en Roma de Jacobo III, el que fuera pretendiente al trono de Inglaterra.
En la confluencia de la calle San Miguel con la placeta García se alza uno de los mejores ejemplos de arquitectura barroca de Corella, me refiero al Palacio de los Sesma, conocido también popularmente como la Casa de las Cadenas, construida entre los años 1700 y 1710. Destaca su planta cúbica y su escudo esquinero con las armas de los Sesma, Sierra, Escudero y Ruiz de Murillo. Esta casa fue sede real del rey Felipe V durante unos meses del año 1711; en agradecimiento a la familia Sesma y a la ciudad de Corella les concedió a los propietarios el privilegio de poder colgar cadenas en las puertas de acceso a la casa, símbolo del derecho de asilo.
La calle Losada nos sorprende con la presencia de la casa de los Sopranis, del siglo XVIII, destacando en su fachada la distribución decorativa de los ladrillos y el contraste de estos con la policromía.
Tampoco podemos olvidar la casa de los San Juan, en la misma entrada de la calle Mayor; ni, junto a la iglesia de San Miguel, la casa en donde vivió el escritor romántico Mariano José de Larra, cuyo padre ejerció la medicina en esta localidad.
Incluso, dentro de la arquitectura civil de esta localidad, aunque no sea barroca, es de obligada mención la Plaza de Toros, un coso histórico, que pasa por ser la más antigua de Navarra, iniciándose su construcción en el año 1845.
Esta es Corella. Yo la definiría como una exposición de arte. Nos invita a realizar una Ruta del Barroco sin necesidad de salir de esta población, y además con la garantía de que nos va a sorprender, de que nos va a dejar satisfechos. Cita obligada para esta primavera, y también para cualquier época del año.

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