23 DE MARZO DE 2008

PERALTA
HISTORIA E HISTORIETAS

Texto: Fernando Hualde


            Peralta, como todas las localidades, tiene su historia y su intrahistoria. Juan Manuel Campo y José Miguel Gastón recuperaron en su día un buen puñado de capítulos que configuran esa historia íntima de la vida de los peralteses.

La localidad de Peralta la encontramos en la parte occidental de la Ribera de Navarra, en un llano, al lado mismo de la orilla del Arga, a la sombra de una altiva roca sobre la que en su tiempo –y todavía hoy quedan pequeños vestigios- estuvo enclavado el castillo de la Atalaya. Sobra explicar las causas obvias de la denominación de esta fortaleza. La mencionada roca es la que da nombre a esta villa: Petra alta, piedra alta, Peralta. Y a ello favoreció también el antiguo emplazamiento de esta localidad, hoy difícil de imaginar, apiñada como estuvo en aquella mole rocosa en torno a la Atalaya.


Historia


Peralta tiene su propia historia, y mucha además. Y lo que es mejor, cuenta con una buena plantilla de historiadores locales que hace que nada, o casi nada, se escape a su interés y a sus trabajos de investigación. Aprovecho para agradecerle a José Miguel Gastón Aguas, para quien Peralta tiene pocos secretos, la paciencia que en su día tuvo conmigo atendiendo mis continuas muestras de curiosidad; y también a Juan Manuel Campo Vidondo, artífice junto con el anterior de un pequeño libreto titulado “Apuntes de una historia de Peralta”, editado en 1991 por el Patronato de Cultura de Peralta, tras la labor de ordenación y catalogación del archivo municipal de esta localidad; libreto este del que hoy, en buena medida, nos vamos a servir para acercarnos a algunos aspectos de la intrahistoria de esta localidad, aquella que queda recogida en el archivo local o que simplemente ha quedado salvaguardada a través de la transmisión oral. Antes de entrar en ello hacemos un brevísimo repaso a esa otra historia más amplia, más general, pero también mucho más lejana, aunque no por ello menos importante.
Sabemos, o al menos damos –y doy- por buenos los datos que otros historiadores más aptos que quien esto escribe han publicado, que allá por el siglo X, a principios, Sancho García reconquistó el municipio de Peralta poniendo fin a varios siglos de dominación musulmana. Años después, en el 1144, el rey García Ramírez premió la fidelidad que los peralteses le demostraron en la guerra que sostuvo contra Alfonso VII de Castilla y Ramiro de Aragón; aquella fidelidad tuvo como recompensa la condición de francos e ingenuos a los infanzones y a los villanos de Peralta. Y es que valor no les faltaba a estos hombres. Y lo demostraron, una vez más, en el año 1378 defendiéndose valerosamente de las tropas castellanas y liberando a Funes de estas.
Y así, año a año, siglo a siglo, superando luchas civiles, señoríos..., y degustando nuevos privilegios y concesiones varias, es como Peralta ha ido forjando su rica historia y ha llegado hasta nuestros días conservando su antiguo trazado de calles de marcado carácter medieval, estrechas e irregulares, teniendo en la calle Mayor su vía principal.


El inventor del DNI


Pero entre toda esa rica historia de la que Peralta puede, y debe, presumir, también hay aspectos, como no podía ser de otra manera, que no son lo suficientemente conocidos, al menos para la gran mayoría de sus vecinos, y mucho menos aún para el resto de los navarros. Pongo como ejemplo de esto que digo el nombre de un paisano peraltés que, a buen seguro, a mucha gente no le dirá nada: Emilio Rodríguez Irazusta.
Este buen hombre nació en Peralta en el año 1860. Y en esta misma villa, junto a la iglesia parroquial de San Juan Bautista, tiene dedicada una plaza. Por más que lo he intentado no he podido obsequiarles a ustedes, amigos lectores, con más detalles de su biografía. Tan sólo puedo apuntarles, y no es poco, que este peraltés fue, nada menos, quien inventó lo que hoy conocemos como Documento Nacional de Identidad (DNI). Sé que hay quien discrepa sobre si fue el inventor o el diseñador, pero al menos en calidad de inventor es como ha quedado inmortalizado en la placa de la plaza, colocada en una de las paredes de la iglesia. ¡Quién lo hubiese sospechado!. Emilio Rodríguez falleció en 1919. Sería bueno que alguien aportase más datos para completar la biografía de este interesante personaje.


Partido Judicial

            Otro hecho curioso, más antiguo que el anterior, es el intento que protagonizó en su día Peralta para convertirse en cabeza de un partido judicial.
            Conviene previamente recordar que los partidos judiciales se crearon en el siglo XIX, en 1820 para ser más exactos, aprovechando la distribución geográfica de las antiguas merindades con el objetivo de facilitar la actuación de los funcionarios y el acceso de los ciudadanos a los tribunales y a la justicia en general. Quedaban en manos de las merindades todos los temas administrativos, mientras que los judiciales correspondían a partir de ese momento a los nuevos partidos judiciales.
            Aquellas primeras cabezas de partido fueron las localidades de Pamplona, Tudela, Olite, Estella y Sangüesa. Pero desde el primer año no faltaron intentos de modificar estas nuevas capitales judiciales; de hecho en ese mismo año de 1820 se creó un nuevo partido judicial con sede en Lerín, que sin acabar el año trasladó su capitalidad a la localidad de Los Arcos. Un séptimo partido judicial se creó, también en 1820, en Santesteban (Doneztebe). Ese mismo año Aoiz vino a sustituir a Sangüesa como cabeza de partido judicial.
            La guerra carlista de 1833 forzó una reducción de partidos judiciales, volviéndose entonces a los cinco iniciales. Únicamente se admitió el cambio que dio la capitalidad a Aoiz; y las cabeceras de Estella y Olite se trasladaron ese año a Lerín y a Tafalla respectivamente. Eso sí, al acabar la guerra a Estella le fue devuelta su condición de cabeza de partido. Y desde entonces ya no ha habido más cambios.
            Sin embargo, en 1843, un grupo de dieciocho ayuntamientos de las merindades de Estella, Tafalla y Tudela, solicitó formalmente la creación de un nuevo partido judicial con sede en la villa de Peralta. Argumentaban para ello la gran distancia que tenían entre esas localidades y las cabezas de partido que les había tocado, y recordaban que la distribución que se hizo en 1820 era provisional, limitándose entonces a hacerla coincidir con las merindades.
            El Ayuntamiento de Peralta también respaldó esta solicitud, y añadía además otros motivos vinculados directamente con la guerra carlista, recordando el importante papel desempeñado por esta villa a favor de la causa de Isabel II y el frenazo que dieron varios peralteses de la Milicia Nacional a los sucesivos triunfos del carlista Zumalacárregui. Además, por si todo esto no fuera causa suficiente, Peralta recordó en su petición que ya eran cabeza de distrito electoral. Sin embargo, por razones que se desconocen, aquella petición, a pesar de su lógica, nunca prosperó.


El motín de 1854

            Existe también un capítulo curioso dentro de la historia de Peralta, un capítulo que es poco conocido y que los historiadores locales Juan Manuel Campo y José Miguel Gastón rescataron hábilmente del olvido.
            Nos remontamos al año 1854, en medio de una época de diferencias sociales y de grandes epidemias. Aquél 20 de agosto se reunía en el salón de plenos el Ayuntamiento Constitucional de Peralta; en el orden del día estaba la intención de sacar a subasta el remate del impuesto del pan, que habría de derivar en el lógico incremento del precio del mismo. Cuando la corporación se disponía a iniciar la subasta se vieron sorprendidos por la presencia, delante de la casa consistorial, de un considerable número de vecinos que venían dispuestos a impedir la aplicación de este impuesto. Y ante este hecho, viendo los ánimos de los concentrados y barruntando lo que se avecinaba, los munícipes optaron por suspender momentáneamente la subasta y la sesión. A pesar de ello esa noche se sucedieron algunos incidentes, lo que provocó que el Ayuntamiento intentase hacer valer su autoridad, convocando por un lado a los vecinos de sus ideas para analizar la situación, y por otro lado forzando la presencia ese día 21 de una fuerza militar que resultó claramente insuficiente.
            En vista de cómo se iban desarrollando los hechos, “con pillajes y venganzas personales”, el Ayuntamiento acordó pedir al Capitán General de la provincia nada menos que sesenta fusiles, bajo responsabilidad del Ayuntamiento, que se entregarían a “personas de arraigo y que ofrezcan las seguridades indispensables”. Dos días más tarde el Gobernador Civil en persona se presentaba en la localidad acompañado de una importante fuerza armada dispuesta a reprimir cualquier desorden. Exigió a la corporación que hiciesen valer su autoridad, que se impusiesen; pero también les pidió que la subida del pan no afectase exclusivamente a las clases proletarias y menos favorecidas, sino a todos por igual. Un bando municipal restableció los impuestos, únicamente aquellos que habían estado vigentes hasta aquél 20 de agosto.

            Hasta aquí algunas historietas de Peralta. Hay muchas más que poco a poco iremos exponiendo aquí. Juan Manuel Campo y José Miguel Gastón se han ocupado de rescatar, redactar y difundir otras muchas pequeñas historias. Son historias que nos hablan de la terrible huella que han dejado en el siglo XIX algunas epidemias; que nos hablan de la existencia en el término de Peralta de una mina dedicada a la extracción de sulfato de sosa; de la construcción de la nueva Casa Consistorial… Nos recuerdan aquél bando de 1820 en el que el alcalde prohibía salir por las calles de noche sin luz, puntualizando que no se admitía como luz la de un cigarrillo encendido, a la vez que declaraba prohibido “husar armas, relinchar, tirar piedras, ni dar matraca”. Ese mismo bando establecía que uno no podía pararse en la calle en cualquier sitio a charlar; incluso que las mujeres no podían detenerse a hablar cuando iban al río a lavar la ropa, y mucho menos “tañer el pandero” ni cantar después de las nueve de la noche.
            Eran otros tiempos, pero esa es la historia, o la intrahistoria, de esta villa; una historia que ahora, en el siglo XXI, sigue escribiendo sus capítulos que dentro de un siglo o de dos harán sonreír a más de uno.


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