30 DE NOVIEMBRE DE 2008

SANGÜESA
ÚLTIMA ESTACIÓN DEL FERROCARRIL "EL IRATI"

Texto: Fernando Hualde



            Se cumplen este mes de diciembre cien años de la puesta en marcha en la ciudad de Sangüesa de todo el proyecto de construcción de una estación para el ferrocarril eléctrico “El Irati”.

El 23 de abril de 1911 se hacía realidad en Navarra un viejo proyecto que afectaba de lleno a la merindad de Sangüesa. Hablo del ferrocarril “El Irati”, que permitió dar salida a toda la riqueza forestal del Pirineo navarro, y a la vez establecer un servicio de transporte de viajeros y de mercancías que dio vida a una zona especialmente necesitada de ese estímulo. No se trataba de un tren cualquiera, sino de un ferrocarril eléctrico, de un ferrocarril que para su funcionamiento utilizaba la corriente monofásica de alta tensión, lo que le convertía en el segundo ferrocarril de Europa en utilizar ese moderno sistema.
“El Irati” unía Pamplona con Sangüesa, si bien, a la altura de Villaveta salía un pequeño ramal hasta Aoiz. Y hoy, vamos a detenernos en la historia de este ferrocarril, pero en la historia vinculada a Sangüesa, en donde hace ahora un siglo se ponía en marcha todo el papeleo para la construcción en esa ciudad de la estación de viajeros y mercancías de “El Irati”, la última de todo su recorrido. Desde esa misma estación, junto al actual parque de bomberos, el 31 de diciembre iniciaba este ferrocarril su último viaje. El sangüesino Javier Beúnza Arboniés, dentro del disgusto de asistir a la extinción del “escachamatas”, se daba el gusto de coger el último billete. Y es precisamente en Sangüesa, y también de la mano de Javier Beúnza, donde gracias a la iniciativa de éste, se empieza a salvaguardar la memoria de este ferrocarril. Beúnza guardó documentos, fotos, actas, recortes de prensa, etc.; material este que, junto con el trabajo de investigación de Carlos Manrique, sirvió en el 2007 para crear un fondo de información sobre este ferrocarril, trabajo que pudo realizarse gracias al acuerdo de colaboración entre el Ayuntamiento de Urraul Bajo y de la Sociedad de Estudios Vascos “Eusko Ikaskuntza”.
Sangüesa, por tanto, merece hoy nuestra especial atención.


Precedentes

            Francisco Elizondo y Vicente Díaz, comisionados de la empresa Electra Aoiz, se reúnen en 1905 con el Ayuntamiento de Sangüesa y con los principales propietarios de la localidad para presentarles el proyecto de construcción de un ferrocarril que uniese las localidades de Sangüesa con Pamplona, a través de Lumbier, Aoiz y Huarte. Sangüesa dio su respaldo a este proyecto entendiendo que era perfectamente viable, y aprovechó para solicitar una “mínima ayuda” del resto de localidades por las que había de pasar el tranvía para que no hubiese dificultades.
            Poco después, en abril de 1906, la Sociedad “Electra – Aoiz” comunica al consistorio sangüesino que desiste del proyecto a causa de un grave suceso acaecido en el valle de Salazar. Si bien, tan sólo unos meses después, el Ayuntamiento de Sangüesa recibe una nueva comunicación de la mencionada sociedad, fechada en 4 de octubre, en la que se le informa que se ha firmado un convenio entre la Sociedad “Electra – Aoiz” y el Valle de Salazar para la explotación forestal del Irati, y que en consecuencia se retomaba el proyecto de tranvía. En esa comunicación se le insta al Ayuntamiento a ratificar su apoyo y a colaborar con los técnicos que empezaban ya a hacer los estudios del terreno.
            El 9 de octubre se reúne el Ayuntamiento de Sangüesa con los principales propietarios de la localidad en sesión extraordinaria y ratifican su apoyo al proyecto de construcción de un tranvía eléctrico.
            Llegado el año 1908, en la sesión municipal celebrada el 11 de diciembre se hacía referencia a la instancia dirigida por Lorenzo Oroz al Ayuntamiento de Sangüesa en la que manifestaba que “llegada ya la época de que han de realizarse las obras del tranvía eléctrico de esta Ciudad, es también la época de que el Ayuntamiento se haga cargo de los terrenos que con este motivo han de ocuparse”. Ante esto, el Ayuntamiento de Sangüesa, consciente de que el terreno mayor era el que había de ocupar la estación, le contestó al señor Oroz que “el deseo de la Corporación y del vecindario en general es conseguir, si es posible, que la estación se haga dentro de la ciudad, y de todos modos que se especifiquen claramente los terrenos necesarios y en su vista acordar lo conveniente”.
            En el transcurso de la sesión de la Junta Reglamentaria de la Caja Rural y Sindicato Agrícola de Sangüesa celebrada en esa ciudad el 28 de febrero de 1909, se acordó solicitar al Ayuntamiento, a la Diputación, y a la Sociedad “El Irati”, que pongan la estación del ferrocarril en la ciudad, concretamente “en el campo que el Excmo. Ayuntamiento posee detrás de la Casa Consistorial y que hace unos tres o cuatro años compró para construir una Plaza de Toros”; se referían al campo llamado entonces “del toro” y que en la actualidad está ubicado dentro del edificio popularmente conocido como el Colegio de la Inmaculada, hoy Instituto. Se desconocen las causas pero lo cierto es que la estación no se hizo allí, seguramente por evitar la construcción de un nuevo puente, sino que se hizo donde están el actual parque de bomberos y el grupo de viviendas de empleados de la Diputación, sobre los terrenos en los que en otro tiempo estuvo la iglesia románica de San Andrés, desaparecida en la famosa y trágica riada de 1787.
            Finalmente, sería en el mes de diciembre de este año cuando la Sociedad “El Irati” remitía al Ayuntamiento de Sangüesa el plano de los terrenos que era necesario ocupar para instalar la estación del ferrocarril, lo que permitió a ese consistorio iniciar los trámites de expropiación e indemnización de los terrenos. Sirva como ejemplo que al vecino Cecilio Artozqui se le indemnizó en 1910 con la cantidad de 645 pesetas.


Llega el tren


            En 1911 había verdadera expectación por ver llegar al tranvía a la estación de Sangüesa. Esto sucedía el 23 de abril minutos antes de las 10 de la mañana. Días después se hacía la inauguración oficial, con la presencia de las autoridades. Y para ello el alcalde, Javier Indurain, promulgó el día 29 de abril un bando instando a los vecinos a “guardar el mayor orden y compostura” durante los festejos, así como a poner colgaduras en los balcones para recibir a las autoridades. El día anterior, 28 de abril, Miguel Ancil presentaba una instancia solicitando el salón de la Casa Consistorial para organizar en él un baile con motivo de la inauguración del ferrocarril; el salón se le concedió, pero antes se preocupó el Ayuntamiento de poner más luz.
            Los festejos de la inauguración se celebraron los días 29 y 30 de abril. Ese mismo día 29 el alcalde Javier Indurain hacía público un bando instando a la población a que tuviesen limpias sus calles, recogiesen sus basuras, y pusiesen colgaduras en los balcones, pues al día siguiente, día 30, a las once y media de la mañana las autoridades locales recibirían a las provinciales, que acudían invitadas a la inauguración del ferrocarril. Como dato curioso diremos que la Industrial Sangüesina pasó una factura al Ayuntamiento “que asciende a la suma de 97 pesetas y 25 céntimos, por alumbrado extraordinario con motivo de la inauguración del ferrocarril eléctrico (…), y también 10 pesetas por romper un globo”. Otra factura, por un importe de 30 pesetas, nos refleja que ese importe corresponde a los trabajos “de pintado de rótulos, escudos y decorados de la calle y sala para la fiesta del día de la inauguración del tranvía”. Las cuatro docenas de cohetes que se emplearon en el acto de recibimiento del tren y de las autoridades, el 30 de abril, costaron 8 pesetas.
            Al margen del banquete oficial, cuyas cuentas supusieron más de un quebradero de cabeza, hubo el día que se celebró la inauguración, otro banquete que pasó desapercibido, celebrado en el Colegio de Santiago (¿), en el que en torno a la mesa se reunieron los alguaciles, serenos y empleados del tranvía.
            Se da la circunstancia de que aquél año la ciudad de Sangüesa vivía nivel municipal unas circunstancias muy especiales, todo ello debido a las diferencias políticas entre los carlistas y los liberales, o entre los “blancos” y los “negros”, que era como se les denominaba a nivel popular a ambos bandos. Los carlistas eran mayoría en el Ayuntamiento de esta ciudad, mientras que el gobierno de la nación estaba en manos de los liberales, lo que se traducía en que en Navarra había un Gobernador Civil liberal; así pues, y como consecuencia de una serie de riñas, conflictos, cruces de cartas en los periódicos, y otras menudencias, el Gobernador Civil destituyó en Sangüesa al consistorio de mayoría carlista acusándolo de “denegación de auxilio”, permitiendo así el acceso al consistorio sangüesino de un grupo de personas liberales, y anticarlistas, al frente de los cuales, y como alcalde, se nombró a don Javier Indurain. Esta situación duró nueve meses, hasta que el Ayuntamiento en el “exilio” fue repuesto en sus cargos por orden judicial.
            Esta anómala situación hizo que el Ayuntamiento exiliado dirigiese una carta a Domingo Elizondo, días antes de la inauguración explicándole qué es lo que sucedía y exponiéndole las causas por las que ellos no estarían en el banquete de homenaje que el Ayuntamiento oficial había preparado para homenajear a Domingo Elizondo.
            Pasados los meses, en cuanto el consistorio de mayoría carlista recuperó sus puestos, y a cuyo frente estaba el alcalde don Eugenio Samitier, lo primero que hizo en su primera sesión municipal del 3 de noviembre de 1911 fue expresar su reconocimiento a la labor de Domingo Elizondo Cajen y a la de Lorenzo Oroz Urniza, tomando el acuerdo de nombrarle a este último “Hijo Adoptivo de Sangüesa” en reconocimiento a su mediación en la Diputación Foral de Navarra que permitió que “El Irati” viajase hasta Sangüesa, y no solamente hasta Aoiz como inicialmente estaba previsto. Conviene recordar aquí que Lorenzo Oroz era sobrino de sor Juana Urniza, natural de Sada y fundadora, en 1884, del Convento de las Comendadoras, o monjicas de San Nicolás; que llegó a ser Diputado Foral y Vicepresidente de la Diputación Foral de Navarra desde 1919 hasta 1923; anteriormente había sido secretario del Ayuntamiento de Sangüesa.
            Dentro del capítulo de empleados hay que destacar que el 9 de septiembre de 1930 la empresa “El Irati, S.A.” nombraba Jefe de Estación a Paulino Sevillano Sierra, empleado hasta entonces en Villava, a quien se le asignó un sueldo mensual de 3.600 pesetas.
            La desgracia quiso que en el año 1942 un incendio en las cocheras de Sangüesa acabase con una de las dos locomotoras a vapor que tenía “El Irati” para atender el servicio cuando faltase la luz eléctrica.
            El 31 de diciembre de 1955 Javier Beúnza Arboniés, sangüesino de 28 años, tuvo el capricho de comprar en la estación de Sangüesa el último billete de “El Irati”; le costó 2´65 pesetas, y llevaba el número 8188. Un grupo de amigos suyos, y él, conscientes de que ese era el último viaje, se montaron en el ferrocarril para vivir ese momento histórico. Era un día frío, se escapaban briznas de nieve. Allí, el jefe de estación hacía sonar por última vez la campana. Viajaron hasta la estación de Lumbier en medio de un ambiente festivo, entonando la canción de moda en esos años: “el chachachá del tren”; con una máquina de fotos inmortalizaron los pormenores de ese viaje.
            Los últimos empleados de la estación de Sangüesa fueron los hermanos Jorge y Andrés Moriones Ozcoidi.
            Esta es la historia, muy resumida, de la presencia en Sangüesa del ferrocarril “El Irati”; es una parcela importante de la memoria de esta ciudad. Y este es el momento de decirle a Javier Beúnza, motor de tantas y tantas iniciativas, que toda su labor ha sido realmente útil, que gracias a él y a ese buen gusto que siempre ha tenido de hacer las cosas bien, conocemos hoy con más detalle del que hubiese sido previsible este capítulo de la historia de Sangüesa y de Navarra. Va por él, con gratitud.


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