LA VIZCAYA
NO PIERDE SU MEMORIA
Texto y fotos: Fernando Hualde
SABAIZA.- Iglesia de la Asunción
La localidad de Sabaiza acoge hoy el encuentro que anualmente celebran los antiguos vecinos de los pueblos, ya deshabitados, de la Vizcaya, en la val de Aibar. Ellos mantienen viva la memoria de ese lugar, y el orgullo de su origen.
En los últimos meses, intermitentemente, me he ocupado de sacar en esta sección la historia y la realidad actual de un rincón de Navarra, en la val de Aibar, que descubrí hace no mucho, y que confieso que me sorprendió y que me fascinó. Hablo de la Vizcaya, un conjunto de pueblos al que se accede desde Moriones, y que desde hace unas décadas están totalmente deshabitados, y en algunos casos prácticamente inaccesibles a causa de la vegetación que les rodea y que les cubre.
Para mí fue todo un descubrimiento. Y reconozco que de este lugar hay algo que me ha llamado poderosamente la atención. He publicado en todos estos últimos años decenas de reportajes sobre pueblos deshabitados de Navarra; incluso sobre ellos, utilizando como base todos estos reportajes, he creado en internet un blog (despobladosnavarra.blogspot.com); y la sorpresa viene cuando, a través del blog y del periódico, me encuentro con que los pueblos de la Vizcaya se mantienen vivos en la memoria de quienes décadas atrás los habitaron, y cuando digo vivos quiero decir especialmente vivos.
Orgullosos
Los reportajes aquí publicados sobre Irangoiti, Gardalain, Julio, Usumbelz, Eyzco, Loya, Arteta… han servido para que numerosas personas me hayan llamado y me hayan escrito, emocionadas algunas y agradecidas todas, contándome muchas más cosas, aportándome más datos y experiencias de vida, de cuando había lobos, de cuando los jabalíes transitaban entre las casas, de cuando iban a la escuela a Guetadar, de cómo celebraron su primera comunión, de cómo jugaban, de cómo se comunicaban, de cuando acudían en romería a Irangoiti, de cuando bajaban con las caballerías a hacer compras en Sangüesa, de cómo vivían y trabajaban… En unos casos me han llamado los últimos en nacer en alguno de estos pueblos; en otros casos lo han hecho los últimos en vivir allí; o los hijos de estos, o descendientes ya muy lejanos, pero que han activado su recuerdo y su cariño a la Vizcaya al reencontrarse en el periódico con la historia del pueblo de sus antepasados. Y este fenómeno no me lo he encontrado en casi ninguno de los demás despoblados sobre los que he escrito; son contadísimas las excepciones.
Es evidente que la Vizcaya tiene algo especial. Que en sus gentes hay orgullo, sano orgullo. La prueba evidente de esto que digo es que sus casas desaparecen, es inevitable, pero sus cementerios, con los restos que allí descansan, se mantienen y se cuidan algunos de ellos; no faltan flores ni mimos a algunas sepulturas, doy fe de ello. Hace escasos días veía una esquela de Gardaláin, cuando a esta localidad, y mucho menos a su iglesia, casi no hay quien se acerque. Y esto solo se explica desde el profundo cariño y amor que aquellos que dieron vida a esas casas y a esas tierras, mantienen todavía.
La Vizcaya
Queda muy atrás aquella unidad político-administrativa que desde el siglo IX formaba la Val de Aibar, y que como tal se mantuvo hasta 1846, que es cuando se disuelve para dar paso a la creación de diferentes ayuntamientos. Hasta entonces la Val de Aibar había atravesado por diferentes fases, habiendo llegado a integrar a todos los pueblos de la cuenca del río Aragón, quedando incluidos en este valle localidades como Yesa, Sangüesa la Vieja, Javier, Peña, etc.
Atrás quedan también aquellas juntas generales que celebraban las localidades de este valle en la ermita de Santa Eufemia, en el término de Sada, como punto más céntrico.
Pero la Val de Aibar, después de varios siglos de andadura, quedó disuelta en el año 1846, que es cuando Aibar, capital del valle, opta por segregarse. Es así como el valle desaparece como unidad administrativa, dando paso a la creación de los ayuntamientos de Aibar, Ezprogui, Sada, Eslava, Lerga y Leache.
Y es el ayuntamiento de Ezprogui el que absorbe a Moriones y a todos los pueblos que configuran esa unidad geográfica que llamamos la Vizcaya. No sospechaban en ese momento todos esos pueblos que se agruparon en Ezprogui que siglo y medio después el número de habitantes iba a quedar reducido prácticamente a cero; todavía resiste una casa en Moriones.
Pero vamos a ceñirnos hoy a la Vizcaya. Hablamos de una zona de monte, en el oeste del antiguo valle de Aibar, que comprende las localidades, hoy despobladas, de Gardalain, Irangoiti, Loya, Julio, Arteta, Guetadar, Usumbelz, y Sabaiza. Desapareció en el siglo XIX la localidad de Eyzco, y en el siglo XVI la de Usaregui. Todos ellos tienen, tenían, en común el hecho de estar bañados por un arroyo que se llama el Vizcaya.
Este pequeño valle, cuyos pueblos estaban unidos entre sí por discretos caminos de herradura (tan solo en el término de Usumbelz llegan a descubrirse restos de una calzada transitable para carros), dentro de la unidad administrativa que mantenían en la Val de Aibar, llama la atención el hecho de que a su vez llegaban a tener su propia entidad y su propia idiosincrasia administrativa, algo que no se daba en el resto del valle de Aibar. Vemos, por ejemplo, cómo en el siglo XV, la Vizcaya pagaba la contribución al reino por separado; o cómo se articulaban administrativamente en torno a las juntas que celebraban en Irangoiti. Tenían su propio equipo de gobierno, formado por un diputado y varios regidores.
En la actualidad, a día de hoy, la Vizcaya pertenece al municipio de Ezprogui, pero a diferencia de éste, todos los pueblos que la forman están integrados en la finca forestal llamada Ezprogui, la principal finca del Patrimonio Forestal de Navarra, con una extensión de 3.475 hectáreas.
Finca forestal
Todo comenzó en el año 1944, concretamente el 11 de octubre, que es cuando la Diputación Foral de Navarra compra los términos de Arteta, Julio, Guetadar y Usumbelz, que sumaban una superficie total de 1.349 hectáreas. El siguiente paso no se daría hasta el 13 de mayo de 1960, que es cuando se compra por parte de Diputación el término de Sabaiza (927’18 hectáreas); tres años más tarde, el 30 de noviembre de 1963, se compra el término de Loya, que supone añadirle a esta finca otras 208 hectáreas. El 2 de octubre de 1964 se compraba Gardalain (629’89 hectáreas). Y, finalmente, el 16 de abril de 1969 la Diputación Foral de Navarra completaba la compra de los terrenos de la Vizcaya con la adquisición del término de Irangoiti, de 330 hectáreas.
En esos años, poco a poco, los colonos de esas tierras tuvieron que abandonarlas. Aquellas casas se quedaron sin vida, se apagaron para siempre. Tan solo en Guetadar y en Sabaiza se han cuidado los edificios y las iglesias, pues desde ellos los empleados administran, ordenan y regulan la explotación de esta finca forestal que alberga más de seis millones de árboles. El resto de las localidades van viendo cómo la naturaleza vuelve a recuperar el terreno que las casas le quitaron; hasta el punto que algunas de estas localidades son prácticamente inaccesibles. La huella humana, muy difuminada ya, tiene a desaparecer. Es por ello que es especialmente importante salvaguardar la memoria de todos estos despoblados; viven todavía varias de las últimas personas que los habitaron, y es responsabilidad nuestra recoger sus testimonios de vida, recoger las fotografías que pueda haber de cuando esos pueblos estuvieron habitados, y no dejar que todo ello se pierda para siempre.
Fiesta
Hoy, domingo, la localidad de Sabaiza acoge una entrañable fiesta que viene celebrándose en los últimos años, y que reúne a todas aquellas gentes vinculadas a la Vizcaya. A las 10’30 de la mañana se concentrarán los asistentes en la fuente de esta localidad; y una hora después, con la presencia de la Virgen de Irangote, o Irangoiti, símbolo de la unidad de este valle y de sus gentes, se hará una pequeña procesión desde la fuente hasta su iglesia, en cuyo atrio se bailará un aurresku de recuerdo y homenaje a todos los difuntos de estos pueblos, a la vez que desde allí, desde esa atalaya que es el atrio de la iglesia de Sabaiza, se bendecirá a toda la Vizcaya. A las 12 se celebrará la eucaristía, con un memento muy especial a quienes han fallecido este año, que son: José Antonio Salinas, Joaquín Ripalda, Lucía Orzanco, Argimiro Zaratiegui, Fulgencio Oroz, Concesa Armendariz, Consuelo Lecumberri, Ricardo Usunariz y Ramón Tiebas.
Despúes no va a faltar el aperitivo, juegos, comida de hermandad, rifa… y a las 19’30 se cerrará la jornada con la despedida de la Virgen y con la bendición en la iglesia.
La fiesta de hoy es una prueba inequívoca de que estos pueblos siguen vivos; y vivos seguirán mientras haya quien mantenga vivas sus raíces. Es ley de vida que desaparecerán físicamente sus casas, y también quienes a estas dieron vida, pero mientras seamos capaces de mantener viva su historia y su memoria, podremos decir que la Vizcaya sigue viva.
Aprovecho para agradecer a todas esas personas que en los últimos meses me han llamado o escrito para aportarme sus recuerdos y su testimonio. Que sepan que todo ha quedado anotado, que toda esa información está siendo ordenada, y que su colaboración no cae en saco roto. De momento, desde esta sección periodística podemos decir que la memoria de varios pueblos de la Vizcaya ha quedado recogida y difundida. La llama se mantiene encendida, y tengo la seguridad de que a esas sepulturas algunos de los cementerios de estos pueblos nunca les van a faltar las flores, ni las oraciones.
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