15 DE FEBRERO DE 2009

EL MUSEO ETNOGRÁFICO DE ARTETA
ENCUENTRO CON NUESTRAS RAÍCES

Texto: Fernando Hualde



            Esta sección publica hoy su reportaje número 300. Hemos querido dedicarlo al Museo Etnográfico de Arteta que, de alguna manera, es reflejo fiel del espíritu de recuperación, conservación y defensa del patrimonio que desde estas páginas se está manteniendo.

Antes de entrar en el tema que hoy nos ocupa, quisiera hacer una introducción de agradecimiento a todos aquellos lectores que se mantienen fieles a esta sección semanal que DIARIO DE NOTICIAS vienen manteniendo conmigo desde el año 2002, y que hoy publica nada menos que su reportaje número 300. Son más de quinientas páginas de periódico en las que hemos recorrido de norte a sur y de este a oeste el patrimonio de Navarra.
Detrás de estos 300 reportajes hay, ciertamente, un importante esfuerzo de investigación, hay muchas horas de patear pueblos, rincones, despoblados, casas, archivos…; pero sobre todo lo que hay es un deseo de concienciar a todas las localidades de Navarra de que su historia y su patrimonio es algo único y excepcional, que es algo que merece la pena, que allí están nuestras raíces y nuestro propio ser, que nadie va a venir a rescatárnoslo, que la supervivencia de nuestras señas de identidad depende exclusivamente de nuestro esfuerzo y de nuestra implicación por preservarlo.
Es por ello que tengo que decir con gran satisfacción que estos 300 reportajes han servido, y sirven, para activar iniciativas, para poner en marcha proyectos y realidades en torno al patrimonio de Navarra, para inmortalizar la historia de parajes y de lugares que probablemente nadie hubiera escrito sobre ellos. Han servido también para frenar algunos atropellos; han servido para que se arreglen iglesias, ermitas, palacios, puentes, casas, fuentes, molinos…; han servido para recuperar danzas, músicas, juegos, personajes de carnaval…; han servido para no tirar a la basura muchas piezas antiguas, que de otra manera se hubieran perdido para siempre; han servido para devolver a mucha gente el orgullo de ser de donde son. Y esa es la satisfacción, esa es la gran aportación que este rotativo está haciendo al patrimonio. Es algo real, tangible, palpable…, lo cual viene a confirmarnos que vamos por el buen camino.
Y solo quisiera añadir mi agradecimiento a DIARIO DE NOTICIAS por mantener durante tantos años una sección fija, comprometida con la difusión y defensa del patrimonio histórico y cultural de Navarra. Mientras haya algo que decir, algo que aportar, y algo que defender, allí que estaremos, fieles a esa cita semanal con los lectores. No hay atisbo de agotamiento.


Museo de Arteta

Y para celebrar este reportaje número 300 he querido buscar un rincón de Navarra en donde entiendo que queda reflejado a la perfección el espíritu de esta sección. Es un rincón especialmente querido por mí, en el que he dejado muchas horas de mi vida, cientos tal vez, ¡y las que pienso dejar todavía!; es un rincón indescriptible, lleno de encanto y de magia. Me estoy refiriendo al Museo Etnográfico del Reino de Pamplona, en la localidad de Arteta, valle de Ollo; ligado de por vida a la figura del escultor José Ulibarrena, su creador y su alma.
La colección etnográfica de este museo de Arteta será, probablemente, la más importante de Navarra, sin quitarle nada a la existente en los almacenes del que algún día pueda ser el Museo Etnográfico “Julio Caro Baroja”, del Gobierno de Navarra. Ambas colecciones son excepcionales, un auténtico lujo del que Navarra puede y debe presumir, con más motivo que nadie. Pero al Museo de Arteta hay que reconocerle que alberga unas piezas con una media de edad muy superior a cualquier otro museo etnográfico de dentro y de fuera de nuestras fronteras forales. Esto, y su aspecto, y su guía, son los que lo hacen realmente único. A diferencia del resto de museos, el de Arteta es ese museo que una vez que lo vez ya no se te olvida; eso está garantizado.
Allí, entre esos muros de la casa Fantikorena, están las raíces de nuestros antepasados, allí están sus formas de vida, allí está el arte y la artesanía popular, la del pueblo liso y llano. Ya solamente, el propio edificio, si le quitásemos toda la colección etnográfica que alberga en su interior, sería una pieza excepcional, de obligada conservación. El Museo Etnográfico de Arteta (oficialmente Museo Etnográfico del Reino de Pamplona), se mire por donde se mire, es una visita obligada, y más ahora que caminamos hacia la primavera.
Haciendo un poco de historia cabe recordar que este museo, como digo, está situado desde 1986 en la casa Fantikorena de la localidad navarra de Arteta, en el valle de Ollo (con anterioridad estuvo en Berrioplano). Se trata de un caserón que conserva intacta su estructura interior de alcobas, cocina, hornos, hueco de escalera, suelos, puertas, material de construcción, etc.; lo cual, como digo, por sí solo ya es digno de ser visitado y de ser conservado.
Fue creado este museo por el escultor José Ulibarrena, y su gestión y propiedad recae sobre la Fundación Mariscal Don Pedro de Navarra.
            Alberga en su interior varios miles de objetos y piezas de carácter etnográfico, de muy variados temas, recogidas y salvaguardadas oportunamente por José Ulibarrena, que en no pocas ocasiones se han empleado en exposiciones etnográficas a lo largo de toda la geografía navarra, y en otras zonas peninsulares. Otras muchas piezas han sido llevadas allí por particulares buscando la garantía de que fuesen conservadas.

            Este museo ha pertenecido durante varios años a la Red de Museos del Gobierno de Navarra, hasta la disolución de esta. Actualmente, y desde hace varios años, se trabaja en la catalogación etnográfica de toda la colección, labor esta que va a permitir no sólo poder cuantificar el número de piezas conservadas, sino también poder dictaminar con mucha más precisión la calidad y la magnitud, en importancia etnográfica, de esta colección.



Piezas interesantes


            No sería fácil destacar aquí ninguna pieza sobre las otras. Cualquier etnógrafo que se precie sabe que esto es poco menos que imposible, además de poco aconsejable. Eso no quita para que, utilizando como referencia el resto de museos etnográficos que hay en Navarra, y conociendo otras colecciones particulares, entendamos que en Arteta hay piezas, y no pocas precisamente, que pueden ser consideradas únicas y excepcionales, bien sea por su antigüedad, bien sea por su rareza, o bien sea por su estado de conservación. Pienso en algunas claves de portaladas, pienso en yunques del siglo XVI, pienso en algún fuelle de fragua, pienso en un sambenito atribuido al Auto de Fe de Logroño de 1610, pienso en un gurdi (carro), en una prensa de vino, en algunas kutxas, en la impresionante colección de juguetes, en algunos cofres concejiles, en algunas espederas realmente espectaculares, en toda la artesanía pastoril que allí hay, y en muchas más piezas que es mejor ir descubriendo.
            Otras muchas piezas son más normales, de esas que todavía hoy podemos ver en muchos sitios; una llave antigua, un clavo de portón, un picaporte…; y, sin embargo, aquí alcanzan una nueva dimensión, es la dimensión que se obtiene no al ver un clavo de portón, sino al poder contemplar toda la inmensa variedad de clavos de portón que han podido llegar a existir. Es el valor que se le da a una pieza tras el efecto de estar integrada dentro de una colección.
            Y allí está todo el mundo del pastor, el del herrero, el del leñador, el del carnicero, el del militar, el del segador, el del pastelero, el del sacerdote, el del ama de casa, el del niño, el de la construcción, el de la hilandera, el del fontanero, el del inquisidor, el del pelotari…, y podríamos llenar toda esta página y no habríamos acabado de citarlos a todos. Solo digo una cosa, si visitas el museo cien veces, a la de ciento una todavía seguirás descubriendo piezas nuevas que todavía no habías visto.
            Sépase que la visita es gratuita, no hay que pagar entrada; pero sépase también que mantener todo eso en un buen estado, libre de óxido y de carcoma, vale mucho dinero; y siempre es de agradecer las ayudas que para ello concede el Gobierno de Navarra. Por eso a nadie le debe de extrañar que cerca de la entrada, sobre una mesa, exista la posibilidad no sólo de dejar escrita tu opinión sobre el museo, sino también de dejar una ayuda económica para que esas puertas sigan abriéndose cada día.


Navarra privilegiada


            En fin, que una de las cosas que tenemos que saber y tomar conciencia, es que en Navarra somos unos auténticos privilegiados en lo que a colecciones etnográficas se refiere. Tenemos dos macro colecciones, la propia del Gobierno de Navarra (Museo Etnográfico “Julio Caro Baroja”), en la que la profesionalidad de Susana Irigaray es manifiestamente palpable; y la de este Museo Etnográfico de Arteta, en la que la labor de José Ulibarrena, dentro de esa filosofía tan singular que tiene, ha hecho posible que hoy podamos contemplar todo lo que gracias a él se ha conservado. Entre las dos colecciones hablamos de más de veinticinco mil piezas. Y si la cantidad causaría envidia a otras provincias y regiones, la calidad en este caso es la que vale.
            A estas dos grandes colecciones hay que añadir otras no tan voluminosas, pero sí extraordinarias, que se conservan en los museos de Elizondo, Peralta, Isaba, Burgui, Tabar, Zugarramurdi, etc.; sin olvidarnos de importantísimas colecciones particulares como las conservadas en Uztárroz, Fitero, Iturgoyen, Isaba, Sangüesa, Roncal, Zalba, Santacara, Milagro, o la propia Pamplona, por poner tan sólo algunos ejemplos.
            Hoy nos hemos detenido, y de forma muy efímera, en la colección de Arteta. Volveremos a ella en un futuro, pues lo de hoy ha sido un guiño simbólico con motivo de los 300 reportajes que cumple esta sección. En su día también nos acercamos desde estas páginas al Museo Etnográfico “Jorge Oteiza”, en Elizondo; y a partir de ahora vamos a intentar ir mostrando, poco a poco, otras colecciones etnográficas importantes dentro del ámbito geográfico navarro. Todo sea para que vayamos tomando conciencia de no tirar muchas de las cosas que se tiran; que sepamos que Navarra está preparada para acoger todas esas piezas que en muchas casas tienden a perderse; y cuando digo que está preparada para acoger, estoy diciendo para cuidar, para catalogar, y para exhibir.
            Mientras tanto yo invito al lector a que se acerque, en el valle de Ollo, a la localidad de Arteta. El museo es fácilmente identificable. Garantizo a todo aquél que vaya que lo que allí va a ver no le va a causar indiferencia; y que el impacto visual de ver todo aquello va a ser algo que ya no va a olvidar.

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