USUMBELZ INACCESIBLE
Texto y fotos: Fernando Hualde
Una de las casas asoma entre la maleza
En Val de Aibar, en la zona que llaman La Vizcaya, sobreviven a duras penas las ruinas de la localidad de Usumbelz, que hoy se nos presentan casi inaccesibles, cubiertas de zarzas y hiedras.
Hay que reconocer que, lamentablemente, Navarra es una tierra rica en despoblados. Algunos de ellos los vemos desde la carretera como si fuesen pueblos fantasma; otros quedan algo más ocultos, de tal forma que solo acceden a ellos quienes trabajan sus tierras y también algún excursionista; los menos tienen bloqueado el acceso con verjas que cierran las pistas que permiten acceder hasta su caserío; y en contadísimos casos la naturaleza se ha ocupado no solo de apoderarse de ellos, sino en convertirlos en lugares prácticamente inaccesibles al ser humano, o casi. Hoy nos vamos a acercar a uno de esos pocos pueblos en donde la vegetación se ha ocupado de cerrar todos los caminos, y llegar hasta él es toda una aventura. Nos vamos hoy a Usumbelz, en la zona que llaman La Vizcaya.
Se encuentra este despoblado en el término de Ezprogui, antiguo “Val de Aibar”, ubicado entre la localidad de Moriones y el despoblado de Guetadar. Desde la localidad de Moriones, por detrás de su cementerio, sale una pista hacia el despoblado de Guetadar. 200 metros antes de llegar a la presa de Guetadar una casi invisible senda nos lleva hasta Usumbelz.
Zarzas
Curiosamente, de todos los despoblados que han quedado dentro de esa finca forestal del Gobierno de Navarra, Usumbelz fue el último en quedar deshabitado, y sin embargo, los apenas doscientos metros que hay entre esta localidad y la pista le han convertido en el pueblo de peor acceso.
Gardalain, Loya, Arteta, Julio… son despoblados de esa misma finca entre cuyas casas es casi imposible moverse; las zarzas se han apoderado de todos los rincones, pero su proximidad a la pista permite al menos verlos desde fuera. Pero Usumbelz…, Usumbelz queda fuera de la vista, y tratar de llegar hasta él, en mi caso GPS en mano, se traduce en brazos y piernas llenas de arañazos, y en un pantalón lleno de sietes, que directamente tuvo que ir a la basura. Pero mereció la pena.
Aquél día, allá en noviembre del pasado año, mi amigo lumbierino Esteban Labiano, y un servidor, conseguimos llegar hasta las casas de Usumbelz después de dos intentos fallidos. En el primer intento conseguimos tenerlas a la vista, y estaban allí, a tan solo cien metros de distancia, pero materialmente era imposible llegar. Tuvimos que desandar lo andado, y atacar desde el lado contrario; en esta ocasión conseguimos situarnos en el camino que accedía al pueblo, que en muchos tramos conservaba todavía el primitivo empedrado, pero nuevamente tuvimos que desistir, la maleza se convertía por segunda vez en una barrera insalvable.
Al menos, esos dos intentos lograron que tuviésemos una percepción del terreno mucho más fiable, podíamos movernos con más seguridad, teniendo bien clara la dirección que debíamos tomar. Es así como en el tercer intento, buscando la línea recta, y a base de llenarnos de rasguños y de clavarnos en nuestras carnes todo tipo de pinchos y de ramas, logramos definitivamente llegar hasta un lateral de la iglesia.
Los edificios
Probablemente el material gráfico que ilustra este reportaje puede ayudar al lector a hacerse una idea de lo que allí había. En primer lugar cuesta entender que allí hubiese podido vivir nadie; vivir allí era vivir aislados del mundo. Lo que hubo en tiempo eran caminos de herradura por los que justamente podían transitar las personas y las caballerías. Evidentemente la presencia de ganado hacía que esos caminos estuviesen mucho más limpios que lo que lo estaban ahora, y seguramente que los espacios entre las casas, o el acceso a la iglesia, estaba transitable. Las cabras, las gallinas… siempre han sido las mejores herramientas para tener los alrededores de la casa limpios de vegetación.
Pero volvamos a la iglesia. Estaba hundida, no había cubierta, ni vigas, ni puerta, ni dintel, y sus paredes no pasaban del metro y medio de altura, salvo en algunos tramos. El interior estaba cubierto de maleza; donde antaño estuvo el coro y la pila bautismal, hoy era francamente difícil acceder; y lo mismo pasaba con la cabecera del templo, donde antaño hubo un altar y un retablo, hoy era toda una maraña de zarzas y hiedras que ni tan siquiera dejaban ver las paredes. Era cuestión de ponerse en el centro del interior de la iglesia, de cerrar los ojos, y de saber imaginar lo que un día pudo haber allí. Era, sin duda, una iglesia para pocos feligreses, dependiente de la de San Vicente Ferrer, en Guetadar; le supongo un retablo austero, extremadamente sencillo, y parece que le estoy viendo a don Sotero Elizari, revestido con alba y casulla, predicando en el día de la fiesta. Ya no se oyen allí las letanías, ni los kyries, ni los aleluyas. No sabemos, o yo al menos no lo sé, quien habría sido la última persona que allí se bautizó; quiero pensar que habrían sido los hijos de Canuto Orzanco y de Nicasia Armendariz, tal vez Zoilo, o Demetrio, o Lucía, o Asunción, o Timoteo, o Adriana, que después se hizo religiosa, o…No lo sé.
Anexo a la iglesia hay un pequeño habitáculo, también desprovisto de cubierta y de puerta, repleto de maleza. Se detecta que el edificio tuvo cubierta de lajas, ausencia total de tejas.
Lo cierto es que desde la iglesia hasta la casa principal, a pesar de la corta distancia, hoy no es fácil transitar, todo lo contrario. Y esa casa, la que supongo habitada por esos últimos colonos (digo colonos porque casas y tierras eran del Conde de Aibar), está hoy totalmente hundida por dentro; fue de dos alturas, si bien la planta baja ha visto elevar su suelo a causa del hundimiento de todo el tejado de lajas. Conserva algunas de las vigas que soportaron el suelo del piso superior. Ventanas muy pequeñas, y portada rectangular sin puerta. En el muro trasero sobrevive todavía el sukapare (hueco que había detrás del fogón). La pared que da directamente al río (que discurre 10 metros más abajo, casi en línea vertical) si se mantiene todavía en pie es porque el entramado de hiedras la ha consolidado. Tan solo la diminuta era que hay delante de lo que fue la puerta principal es la que se mantiene despejada de vegetación. No sé porque pero allí me imagino a doña Nicasia tendiendo la colada, sobre aquellos matorrales, mientras los hijos estaban en la escuela de Guetadar aprendiendo las lecciones que impartía la maestra nacional doña Mercedes.
Existe también otro pequeño edificio, también en ruina total; es de reducido tamaño, en el que quedan pequeños lienzos de cubierta, que fue oblicua y con caída hacia atrás. Se puede apreciar el antiguo sistema de construcción tradicional de tejados, en donde sobre las vigas de madera se colocaban varas de boj, que es una madera muy resistente, y sobre estas las lajas planas de piedra.
Últimos vecinos
Y cuando hablo aquí de Mercedes Ruiz, maestra; cuando hablo de Sotero Elizari, párroco; cuando hablo de Canuto Orzanco, colono; estoy hablando de los últimos. Ellos son el punto final de siglos de vida en Usumbelz y en los pueblos del entorno; ellos representan a todos los clérigos que allí han predicado, a todas las maestras y maestros que allí han enseñado; a todos los colonos y a cuantos han sudado esas tierras durante siglos. La Vizcaya ha quedado en silencio; en Loya se fueron Ubani y Sotero; en Gardalain se fue Sebastian; en Julio se fue Delfín; en Usumbelz se fue la familia Orzanco Armendariz; todos ellos tienen en común el haber cerrado la última puerta.
Allí está hoy esta casa de Usumbelz, la última con vida en toda La Vizcaya. Con las paredes caídas, las vigas rotas y podridas; a su lado están esa especie de recintos para los cerdos y para el ganado doméstico en general, que serán probablemente las últimas piedras en caer, pues son muros especialmente recios y bajos.
Y no podemos olvidar detrás de todas estas ruinas hay también una pequeña historia. Esta localidad ya en el siglo XV figuraba como despoblado. En el siglo XVI, en el año 1553 Luis de Beaumont aspiraba a poseer este señorío ante el patrimonio real. Seguramente que en esa época ya estaba de nuevo habitado; en 1646 contaba con dos fuegos. En el año 1802 la localidad de Usumbelz formaba parte del mayorazgo de Mendinueta. En 1858 tenía 16 vecinos; en 1887 tenía 6 habitantes; 10 en 1930; 8 en 1940; y 5 en 1950. Para el año 1960 ya estaba despoblado de nuevo, igual que sucedía con los otros despoblados que integran la finca forestal de Ezprogui.
Usumbelz desaparece; no sé cuantos años tardará en difuminarse del todo. Y con él desaparecen irremediablemente otros despoblados de La Vizcaya. Dentro de un tiempo ya no quedará nadie que lo haya conocido con vida; y quisiera que este reportaje sirviese al menos para salvaguardar un poco su memoria, la memoria de sus casas y de sus gentes.
Suele ser habitual, y me ha pasado ya con otros pueblos de La Vizcaya, que después de escribir sobre ellos, ha habido alguien que se ha puesto en contacto conmigo, no solo para agradecer que en esta sección nos acordemos de ellos, sino para ampliar más la información con nuevos datos, y nombres, y anécdotas, y chascarrillos. Para recoger todos estos datos, y para recoger también estos reportajes que aquí dedicamos a los despoblados se ha habilitado un blog dedicado exclusivamente a recoger la memoria de estos pueblos de Navarra que un día asistieron a la marcha de su último vecino, y que tiene su base precisamente en los reportajes que desde esta sección dedicamos a los pueblos deshabitados de Navarra. Así pues, quien quiera conocer más datos, puede acceder a despobladosnavarra.blogspot.com.
Mientras tanto seguiremos trabajando en estas páginas para que la historia de todos los pueblos, en su vertiente más humana, no desaparezca; la de ningún pueblo, tampoco la de Usumbelz.
¿Cuál es la localización de Usumbelz? ¿Es esta: 42º36'33,28" -1º27'0,01"?
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