19 DE ABRIL DE 2009

MENDAVIA
DONDE MUERE CESAR BORGIA

Texto: Fernando Hualde



            La villa de Mendavia, como localidad fronteriza, ha sufrido las inconveniencias de su ubicación. Sus parajes nos evocan hoy una historia y unas realidades, que también han sabido dejar sitio al mito y a la leyenda.

Allí, donde el Ebro se erige en frontera entre Navarra y La Rioja, se encuentra en territorio foral la villa de Mendavia como guardiana antaño del viejo Reino. Al igual que pasa con otras localidades fronterizas, Mendavia sabe mucho de ofensivas, de batallas, y de resistencia frente al invasor de turno, que siempre lo fueron las tropas castellanas. Es por ello que, en compensación por todo lo que les tocaba padecer a los mendavieses, el rey Carlos II el Malo les eximió de muchas cargas.
No muy lejos del pueblo está el denominado Campo de la Verdad, lindante a Lazagurría, en el que tuvo lugar en el año 1067 la famosa batalla de Mendavia, o de Valdegón, o de los Tres Sanchos, en la que se enfrentaron los hijos del rey Sancho el Mayor; en aquella ocasión la unión de Navarra y de Aragón se tradujo en derrota del monarca castellano, estando este último asistido por el famoso Cid Campeador. Y en ese mismo punto, por obra y gracia del siempre caprichoso destino, se escribía unos siglos más tarde otra página, mucho más triste, de nuestra hitoria; era en el año 1507 cuando los soldados del condestable de Navarra daban muerte, a lanzadas, a César Borgia, hijo del cardenal-obispo de Pamplona Alejandro VI, duque de Valentinois, y general de las Armas Pontificias. En aquellos tristes días ostentaban el condado don Antonio de Velasco y doña Francisca Zúñiga, biznietos de don Iñigo Zúñiga, el más célebre de toda la saga familiar de los Condes de Nieva, que eran quienes al menos desde el siglo XV gobernaron esta villa de Mendavia, eso sí, con algunos pequeños paréntesis. Los Zúñiga fueron confirmados en el señorío por los reyes don Juan y doña Catalina.
Y hablaríamos de Miguel Sádaba, guerrillero mendaviés, que fue uno de los primeros en Navarra en alzarse en armas contra las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Y hablaríamos de aquél fuerte enfrentamiento que hubo en el Vado de Mendavia el 18 de enero de 1838 entre carlistas e isabelinos, en el que estos últimos fueron derrotados. Y hablaríamos…


De ayer a hoy

Pero todo esto, con ser importante, son historias lejanas, de esas que se leen con cierta curiosidad, de esas que nos hacen sentirnos un poco importantes; y eso que cinco siglos después nos cuesta imaginarnos la relevancia que tuvo entonces un episodio histórico como lo era en ese momento el asesinato de César Borgia. A pesar de ello, como digo, son historias lejanas; y especialmente lejano es aquello que ninguno de nuestros actuales ancianos ha llegado a conocer.
Así pues, sin duda, hoy se saca más chispa a esas historias del ayer, esas que nos retrotraen, por ejemplo, a la primera mitad del siglo XX, cuando la industria local quedaba resumida en una fábrica de electricidad, una fábrica de harinas, un molino harinero, cuatro conserveras, dos fábricas de yeso y cal, chocolaterías, panaderías, construcción de carros, carpinterías mecánicas, una fábrica de zapatillas, otra de gaseosas, el trujal, algún comercio de ultramarinos, alguno de tejidos, y de quincalla, abacería, zapatería, tres buenas carnicerías, y una fábrica de ladrillos y de tejas que abastecía a todo el entorno.
Antes de estallar la guerra Mendavia contaba con dos escuelas de niños y otras dos de niñas, además del colegio de las Hermanas de Santa Ana. Tenía también su hospital-asilo, sostenido en su primera función por el Ayuntamiento, que se hacía cargo de quince camas.
¿Y quien no se acuerda de la estación del ferrocarril?, estaba esta en la otra orilla del Ebro, y para llegar a ella, o para venir de ella, era imprescindible utilizar los servicios de la barca, una gran barcaza, que se dedicaba al transporte de una orilla a la otra.
Quedan también en el recuerdo de los más ancianos los dos bailes que había en el pueblo, escenarios de mil idilios, en donde había que guardar las distancias, pero que a la hora de la verdad cada uno guardaba la distancia que quería. Cinco cafés había en los años veinte. Y dos cines que hubo entonces, todo un lujo para la época: el Salón Moderno y el Novedades.
Eran tiempos en los que los vecinos se repartían entre la villa (en la parte alta), el arrabal (en la parte baja), el barrio de las Eras en Veraza y San Bartolomé, algunas casas en Legarda, y la caseta en la Barca. Algunos tal vez recuerden todavía los riachuelos que serpenteaban por la localidad, y que el consistorio en la década de 1920 a 1930 tuvo a bien cubrir de cemento para hacerlos subterráneos, y así, de paso, se evitaba que se siguiesen utilizando como vertederos de desperdicios.


Cuentos y leyendas

También hay cosas que se escapan del recuerdo, es más, nadie las ha conocido, y que habitan tan sólo en la imaginación; son leyendas y mitos que han pasado de una generación a otra al calor de la lumbre como relatos fantasiosos. Y Mendavia ha sido, y es, rica en este tipo de cuentos. Son narraciones que se contaban envueltas en un halo mágico, que dejaban boquiabierto a aquellos niños que las escuchaban. Son relatos que nos hablan de una culebra gigante que es guardiana de un tesoro moro que subsiste bajo las ruinas del antiguo castillo que en 1516 mandó demoler Cisneros.
Nos hablan también de ese remanso del Ebro, conocido como la Xana, en el que se dice que vive una sirena (en la mitología navarra la denominamos lamia, mientras que en la mitología cántabra se denomina xana), que con su canto atrae a los bañistas que están en peligro de perecer ahogados. ¿Y quien no ha oído hablar de ese enorme barbo que hay en el Ebro?, dicen de él las malas lenguas que en una ocasión se tragó a un pescador, con barca y remos incluídos.
¿Y alguien sabe quien es el Bu?, es un pájaro enorme del que siempre se ha dicho que venía de Castilla y que se dedicaba a robar corderos, y también a asustar a todo el que caminaba sólo por el campo; tal vez sea esto una herencia de los continuos acosos siglos atrás de las tropas castellanas.
Hay también un paraje en el término de Mendavia que se llama Las Lombas, en donde se dice que únicamente habita un muerto, un huido del cementerio. Y mil historias más a las que algún día, de la mano de Ángel Elvira, haremos el repaso que se merecen.
Mientras tanto queda invitado el lector a acercarse a este rincón de Navarra; a sus calles, en donde todavía “se prohíbe la blasfemia”; a su iglesia románica de San Juan Bautista; a su ermita de Legarda, donde se convirtió el moro; a la ribera del río, a las frondosas alamedas… Merece la pena.


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