RIBAFORADA, DE 0 A 3500 HABITANTES
Texto: Fernando Hualde
En pleno corazón de la Ribera de Navarra se encuentra la localidad de Ribaforada. Ese suelo sobre el que se asienta es un suelo con historia a la que hoy hacemos un breve repaso a través de todo su proceso demográfico, el que hoy hace que haya superado con creces la barrera de los 3500 habitantes.
En plena Reconquista, aquella que iniciara Pelayo en Covadonga en el año 778, las tropas cristianas, llegado el año 1119, arrebataron a los musulmanes la localidad de Tudela y otros terrenos de su entorno entre los que estaba lo que hoy es el término municipal de Ribaforada.
Dicen que allá por el año 1157, en pleno siglo XII, el rey de Navarra, muy generoso él, donó a la orden de los Caballeros Templarios los terrenos de Estercuel y de Espedolla. Ambos parajes, próximos entre sí, se encontraban dentro del actual término de Ribaforada.
Estercuel, que debió quedar despoblado en el siglo XII, era una almunia (una especie de huerta grande) con su propio núcleo de población, moros todos ellos, que contaba con mezquita propia. No hay que olvidar que fue en este lugar en donde en el año 975, exactamente el 6 de julio, Abd al Rahmán ibn Yahyá derrotó a las tropas pamplonesas dirigidas por Ramiro Garcés, hermanastro del rey Sancho Garcés II (Sancho Abarca).
Espedolla, muy próximo a Estercuel, quedó deshabitado un poco más tarde, en el siglo XIII. Sabemos que también tuvo mezquita propia, lo que nos permite suponer que también estaba formado por población musulmana.
Los templarios
Lo cierto es que ambos parajes, Estercuel y Espedolla, por merced del rey pasaron a ser propiedad de los Templarios; y estos, muy agradecidos, se trasladaron a esos terrenos y construyeron un convento entre esos dos pequeños núcleos de población, que fue el que poco a poco cristianizó, en buena medida, y atrajo a los vecinos de esos lugares, hasta el punto de quedar estos despoblados y formarse un nuevo núcleo de población en torno a aquél convento. Acababa de nacer Ribaforada, y sucedía esto en la segunda mitad del siglo XII.
La orden de los Templarios está entroncada de lleno en el nacimiento de esta villa ribera. Ellos, que de alguna manera vinieron a disfrutar de los privilegios que les había otorgado el monarca navarro Sancho el Sabio, consiguieron rodear su convento de viviendas en las que indistintamente habitaban moros y cristianos; a la vez que iba habitándose el entorno de este edificio religioso, iban despoblándose esas dos pequeñas poblaciones que eran Estercuel y Espedolla, llegando aquellas primero a deshabitarse y posteriormente a desaparecer por completo. Aquellos primeros pobladores “civiles” de Ribaforada se asentaron allí como labradores de las tierras del convento. Y no debían de ser malos trabajadores precisamente; baste el dato de que en el año 1250 consiguieron del rey de Navarra que les arrendasen los montes; y poco después, cuando en 1264 los moros habían conseguido que en esos montes creciesen todo tipo de hortalizas y de frutos, cuando habían conseguido crear zonas de pastos e incrementar notoriamente sus ganados, entonces, precisamente entonces, el rey Teobaldo II suprimió el arriendo y donó, también los montes, a la Orden de los Caballeros Templarios para conseguir que estos mantuviesen su presencia en Ribaforada.
Algún indicio habría visto el monarca navarro para llegar a realizar esta maniobra; desconocemos que intereses le llevaron a esto, tal vez militares, o de seguridad, ¿quién sabe?. Lo que sí sabemos es que a los Templarios, por aquél entonces, les quedaba poco tiempo. De hecho, en 1312, Luis el Hutin, rey de Navarra y de Francia, el mismo que hizo construir el castillo de Pamplona, promulgó oficialmente la extinción de la Orden de los Caballeros Templarios.
Está claro que debía de ser Ribaforada un emplazamiento estratégico e importante. Si en el año 1312 los Templarios desaparecían, tan solo un año después, en 1313, el rey de Navarra traspasó los bienes que aquellos tuvieron a otra orden religiosa, a los de San Juan de Jerusalén, creándose en ese lugar una nueva Encomienda que mantendría la propiedad del lugar hasta la primera mitad del siglo XIX.
Expulsión de los moros
Dicen también que aquella Ribaforada que a mediados del siglo XIV contaba con una población aproximada de quinientos vecinos poco a poco fue entrando en un proceso de decadencia que duró hasta los últimos años del siglo XVIII.
El momento fuerte de declive pudo venir en el siglo XVI, que es cuando se expulsó a todos aquellos moros que no habían renunciado a su religión musulmana. No hay que olvidar que los mejores agricultores eran ellos. Unas décadas después, ya en el siglo XVII, Ribaforada podríamos decir que estuvo a punto de extinguirse, llegando a contar con tan solo 35 habitantes.
No fue fácil recuperar demográficamente esta villa, mucho menos en una época de tanta guerra. 70 vecinos había ya en 1726; y a partir de allí…, primero las mejoras en el regadío gracias al Canal Imperial y al Canal de Lodosa (posteriormente este segundo canal) que convertían en regables las tierras de este municipio…, y después toda la llegada de colonos procedentes de los lugares más diversos del Estado, principalmente de Navarra y de Aragón, que permitieron que Ribaforada llegase al año 1800 con casi dos centenares de habitantes.
Aquél momento de cambio de siglo, del XVIII al XIX, parecía un momento dulce. La clave de todo estaba en el regadío, en el “milagro” de poder llevar las aguas del Ebro hasta esas tierras haciéndolas fértiles y productivas. Atrás queda aquél año de 1792 en el que se expuso a los Hospitalarios de San Juan la necesidad de aumentar el número de casas, pidiendo permiso para construir una veintena de viviendas, pues estaba sucediendo de que los hijos de los vecinos tenían que marchar a otros sitios por no haber sitio en Ribaforada. Pero aquello era tan sólo el principio. Pese a los graves efectos demográficos que tuvo en Ribaforada y en toda la Ribera la Guerra de la Independencia, la realidad es que a una con la paz esta villa fue creciendo y creciendo, hasta la Ribaforada de hoy, con una población que sorprendentemente supera sobradamente la barrera de los 3500 habitantes.
La Ribaforada del siglo XXI es una localidad con futuro, y que apuesta por su futuro. Basta con ver toda la industria que tiene, basta con ver esa soberbia Casa de Cultura que va a ser la envidia de toda Navarra, y basta con ver –y esto es lo más importante- el carácter emprendedor de esas gentes que la habitan.
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