14 DE JUNIO DE 2009

PUENTE DE LOS RONCALESES
ENCRUCIJADA DE CAMINOS EN YESA

Texto: Fernando Hualde



Sobre el cauce del río Aragón, entre Yesa y Javier, sobrevive como puede el Puente de los Roncaleses, una estructura de piedra que rebosa historia por los cuatro costados. Sus ruinas piden a gritos una urgente restauración.

 Dentro de los numerosos reportajes que con el paso de los años vamos publicando en esta sección dedicada al patrimonio de Navarra, en más de una ocasión hemos tratado de poner en valor algunos de los puentes de Navarra. Aquí se ha entrado a fondo en la historia de puentes como los de Berbinzana, Milagro, Burgui, Aribe…, incluso en una ocasión le dimos voz a uno de los puentes de Ochagavía para que nos contase todo lo que había visto.
Sin embargo, dentro de lo que es la geografía foral, hay un puente que me atrevería a decir que es especial, por lo que es y por lo que representa. Me refiero al denominado Puente de los Roncaleses, en la localidad de Yesa, sobre el río Aragón.
Es especial, en primer lugar, porque todo parece indicar que estamos ante el puente que protagoniza el escudo más antiguo que tenemos en Navarra, el del valle de Roncal.
Es especial porque la leyenda nos dice que sobre el puente de Yesa una mujer roncalesa, de nombre Sara, fue la que le cortó la cabeza al caudillo moro allá por el siglo octavo.
Es especial porque es el único punto en toda Navarra en el que confluyen cuatro rutas milenarias: calzada romana, Camino de Santiago, Cañada Real de los Roncaleses, y ruta de los almadieros.
Y es especial, por último, porque no es entendible que a estas alturas siga en ruinas, sin ser reconstruido, a pesar de que existe ya un proyecto aprobado en este sentido.
Estamos ante un puente asimétrico construido en el siglo XI, si bien, a juicio de los entendidos, parece que sus orígenes son romanos. Por sus dimensiones (100 metros de largo 2’60 de ancho) y por su forma es sin duda uno de los puentes más espectaculares que se conservan en Navarra de aquella época. Actualmente solo quedan en pie, enteros, tres de los siete arcos que tenía; de los otros cuatro tan sólo quedan los estribos. De su estado actual de ruina dicen que mucho tuvieron que ver las Guerras Carlistas, especialmente la última; es a partir de los años setenta del siglo XIX cuando se coloca una estructura de madera que viene a sustituir a los tramos derruidos; pero en los años treinta del siglo XX un incendio pone punto final al tránsito por este puente. La llamas consumieron toda la estructura de madera, y desde ese día no pasa de ser un puente en ruinas; evocadoras, pero ruinas.


En el escudo

El escudo del valle de Roncal, tanto el actual de cuatro cuarteles vigente desde 1797, como el anterior, nos muestra un puente, y sobre él la supuesta cabeza del rey Abderramán. En un futuro reportaje ya entraremos a fondo en aquél episodio histórico situado en torno al año 785, con la famosa batalla de Olast. Únicamente podríamos puntualizar ahora que aquél caudillo musulmán que fue degollado por una mujer roncalesa no fue realmente el rey Abderraman, o Abd-al-Rahman, si bien es obvio que en aquellos tiempos en los que no había televisión ni periódicos, los guerreros de los valles pirenaicos dieron por hecho que a quien creían haber derrotado era al mismísimo Abderraman, pues sabían que este rey era el que acaudillaba a las tropas árabes, y que a quien habían matado era al caudillo que lideraba el potente ejército musulmán que pretendía atravesar el valle del Roncal. Y cierto es que derrotaron al ejército de Abderramán en la batalla de Olast y en las batallas que se libraron en las sierras de Illón y de Leyre, pero no menos cierto es que el rey árabe, pese a su proximidad física, no estuvo presente en aquellas batallas en las que su ejército fue humillado y derrotado. El caudillo degollado era su segundo de abordo, el príncipe Yakub. Estos son datos y detalles que hoy conocemos gracias a la traducciones que se han hecho del cronista árabe Ibn Idhari, que se ocupó entonces de escribir un diario de toda la operación militar.
Sea como sea, la leyenda y la tradición oral nos han hecho llegar a través de los siglos la versión, en buena medida corroborada por este cronista árabe, de que los roncaleses libraron duras batallas contra el potente ejército musulmán, hasta infringirle una seria derrota que culminó en el puente de Yesa con la acción de una mujer roncalesa que, con otras mujeres del valle le cortaron el paso al caudillo en su desesperada huida; Sara le arrebató la alfanje que el príncipe llevaba envainada en su cintura, y de un tajo le cortó la cabeza.
Es importante tener en cuenta que no era afición habitual de las roncalesas ni de los roncaleses dedicarse a cortar cabezas. Se sobrentiende que ese gesto de cortarle la cabeza al caudillo musulmán era una respuesta simbólica a la costumbre de los moros de cortar todas las cabezas de sus adversarios; aquella mujer lo que hacía era pagarle con su misma moneda. Nos hablan las crónicas de cómo después de cada batalla era costumbre de los musulmanes cargar carros llenos de cabezas de infieles, carros estos que recorrían toda la península teniendo a Córdoba como destino. Para ellos las cabezas eran sus verdaderos trofeos de guerra.
Otro detalle importante es que las crónicas de guerra árabes –y las de los demás ejércitos poco se llevan- cuidaban mucho su imagen, deformando y trasformando muchas veces la realidad u ocultando detalles que no interesaban a su causa, tanto más si en esta estaban los infieles de por medio. Y en esta ocasión llaman la atención dos cosas: el cronista, por vez primera en toda su larga crónica de acciones militares, reconoce y destaca el coraje de los enemigos, de los roncaleses; e igualmente reconoce que esa fue la noche más triste para Abderramán.
Ya sabemos que el actual puente de Yesa, pese a sus siglos de antigüedad, es tan solo un sucesor de aquél otro puente romano en el que se desarrollaron estos hechos, pero esto no le resta ni un ápice de simbolismo ni de valor.


Encrucijada de caminos

Y por otro lado nos encontramos con el hecho de que este puente que hoy nos muestra sus ruinas, sin necesidad de ser sucesor de nadie, es ese punto, único en toda la geografía navarra, que hace de intersección de cuatro rutas milenarias.
La primera ruta es el Camino de Santiago. Por aquí han pasado a lo largo de los siglos miles de peregrinos jacobeos; concretamente todos aquellos que tras recorrer Europa y Francia por su parte meridional, pasaron el Pirineo por el puerto de Somport, utilizando en esta vertiente el denominado Camino Aragonés. Este camino entraba al Reino de Navarra por Yesa, y por este Puente de los Roncaleses encaminaban los peregrinos sus pasos hacia Sangüesa y hacia la tumba del apóstol Santiago.
La segunda ruta milenaria que pasa por este puente desde el siglo IX es la Cañada Real de los Roncaleses. Era paso obligado para todos los rebaños que desde el Roncal bajaban a pasar el invierno en las Bardenas Reales. Por ello no es de extrañar que en otro tiempo los pueblos de este valle contribuyesen también al mantenimiento de esta estructura.
Cabe destacar que en el año 1844, habiéndose hundido una parte del puente, el Ayuntamiento Constitucional de Yesa se apresuró a construir una almadía, colocándola en el cauce del río Aragón apoyada en los machones del puente, de tal manera que sobre ella pudiesen transitar los rebaños. Para amortizar los gastos de construcción de esta almadía pusieron un peaje a los trashumantes roncaleses de dos reales de vellón por cada centenar de ovejas, quedando libre de pago los corderos.
Y la tercera ruta que confluye en este puente, solo que en esta ocasión no pasa por encima sino por debajo, es la de las almadías. Ya en el siglo XIV tenemos constancia documental de que pasasen por el río Aragón, aunque es muy probable que utilizasen este cauce desde mucho antes.
Y es precisamente el tránsito de almadías el que nos permite conocer que en 1858 la villa de Burgui se hizo cargo, por encargo del valle de Roncal, de las reparaciones que requería el puente de Yesa.
Por si a algunos estas tres rutas no le son suficientes, sépase que el antecesor de este puente medieval era un puente romano, integrado en una calzada romana. ¿Alguien da más?.

No existe en toda Navarra, y casi me atrevería a decir que fuera de ella tampoco, otro punto en el que confluyan cuatro rutas tan importantes; y no existe otro punto en el que confluya tanta historia y tan variada.
Sé muy bien que hay ya un proyecto de reconstrucción al amparo del Plan de Restitución Territorial por el recrecimiento de Yesa, proyecto este que fue aprobado en agosto de 2007, y que se complementará con un itinerario fluvial de 27 kilómetros de longitud. Pero sé también que este tipo de proyectos requieren ser recordados permanentemente hasta lograr su ejecución. Y en este caso, hablo ya como roncalés, no nos va a faltar ocasión para recordar e insistir que aquí tenemos los navarros una asignatura pendiente. Para el valle del Roncal este puente es todo un símbolo, se mire desde donde se mire, se mire por abajo o se mire por arriba; hemos estado durante muchos siglos ligados a él, y desde luego no será ahora cuando le dejemos caer en el olvido. Peores batallas hemos ganado allí.

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