HERMANDAD ENTRE ANSOTANOS Y RONCALESES
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Fondo Documental Erronkari
Junta de Puyeta - 2008 |
Ayer la ermita de
Puyeta, en Ansó, fue escenario de una antiquísima tradición en la que las autoridades
ansotanas y roncalesas se encuentran, se escuchan, y a través de la palabra
mantienen la buena convivencia.
Sucedió ayer, sin ir más lejos. Y sucedió donde
siempre sucede, en la vieja ermita de Nuestra Señora de Puyeta, término
municipal de Ansó (Huesca), muy cerca de la muga con Navarra, a escasa
distancia del término de Garde. Allí, en esa ermita, en la sala de reuniones
que hay en la casa del ermitaño, ayer, festividad de San Miguel, igual que se
hacía hace cuatrocientos años, ansotanos y roncaleses, volvieron a sentarse en
torno a una mesa para hablar, para compartir quejas, problemas y soluciones.
Pirineo se escribe con la “p” de palabra, y esta, la palabra, ha sido siempre
sagrada en estos montes. Y ayer, rodeados de bosques, rodeados de historia,
ataviados con la indumentaria de siempre, la ermita existente en el viejo
camino que unía Garde con Ansó, fue escenario de esa reunión anual denominada
Junta de Puyeta, o Junta de San Miguel, indistintamente.
Juntas
Para mejor entenderlo hay que decir que siglos
atrás existió en todo el Pirineo la costumbre de celebrar juntas anuales entre
las autoridades de los valles; de tal manera que, una vez al año, las
autoridades de un valle se reunían con las de otro valle colindante en un punto
que fuese intermedio. Aquellas reuniones, o juntas,
generalmente tenían una fecha fija, y tenían todas en común un mismo “orden del
día”. Reunidos en el punto acordado, los alcaldes y representantes de esos
municipios, primeramente dedicaban un tiempo a oírse las quejas: - “un vecino de vuestro valle ha estado
entrando durante varios meses con sus ovejas a pastar en el término nuestro sin
tener permiso para ello”, - “pues un
vecino de vuestro valle se metió el día 12 con sus vacas hasta la fuente de…,
cuando hasta el 15 no estabais autorizados”. Y así, una a una, iban
expresando sus quejas.
Una vez oídas estas, se procedía a buscar las
soluciones, teniendo siempre como objetivo que aquello no volviese a suceder.
Cada alcalde tomaba nota de los errores, travesuras, o malicias, de sus
vecinos.
Seguidamente dedicaban las autoridades un tiempo a
escucharse los problemas; solían ser a veces problemas de convivencia
fronteriza, o en otros casos problemas que padecía y sufría cada municipio, es
decir, se comentaban los estragos que había causado un incendio, o una
epidemia, o… Y en muchas ocasiones los unos enriquecían a los otros
explicándoles cómo habían solucionado ellos cuando les había tocado algo
similar. En este punto del orden del día se lograban también acuerdos para
mantener límpios y en buen estado los caminos que intercomunicaban esos pueblos
o esos valles.
Y el tercer punto del orden del día solía ser el
nombramiento de los guardas que ambos valles ponían para vigilar que nadie
ocupase los pastos del otro valle fuera de la fecha establecida, o que nadie
llevase sus rebaños a la fuente del vecino si todavía no estaba autorizado, o
que los caminos y puentes se conservasen fuertes para aguantar sin problemas el
paso de las caballerías, o…
Zaltungorri, Puyeta y Ernaz
En el caso concreto del valle del Roncal
existieron en siglos pasados tres juntas
diferentes.
La primera de ellas se celebraba con el valle
bearnés de Baretous. Se llamaba indistintamente Junta de Ernaz, o Junta de
Roncal. Su fecha era el 13 de julio, y se hacía en el collado de Ernaz,
junto a la piedra de San Martín que, en ese collado, marcaba los límites entre
ambos valles. En el caso concreto de esa junta existía en el orden del día un
cuarto punto, que era el pago de un tributo perpetuo, pues el valle de Baretous
tenía, y sigue teniendo, la obligación de pagar anualmente a cuatro de las
villas roncalesas un tributo de tres vacas, que habían de ser del mismo astaje,
pelaje y dentaje, sin mancha alguna, y de a cada dos años de edad.
Esa Junta de
Ernaz acabó desapareciendo. Pero el carácter perpetuo del tributo que allí
se pagaba hizo que únicamente perviviese ese cuarto punto del orden del día.
Así pues, el 13 de julio, se mantiene en la piedra de San Martín el pago de ese
tributo en una ceremonia que en el valle del Roncal se denomina “Tributo de las
Tres Vacas”, mientras que en Baretous la mantienen con la antigua denominación
popular de Junta de Roncal.
La segunda de las juntas la celebraban los roncaleses con sus vecinos del valle de
Salazar. Su nombre era Junta de Baculecua,
o Junta de Zaltungorri. Se celebraba
el 30 de junio en el paraje de Baculecua, integrado dentro de otro paraje más
amplio que era Zaltungorri (o Zaldungorri), ubicado dentro del término de
Vidángoz, junto a la muga con el valle de Salazar, en el viejo camino que unía
Vidángoz con Igal.
De esa junta se conserva un acta de 1617; y todo
parece indicar que, al igual que le pudo suceder a la Junta de Ernaz, dejó de celebrarse esta en aquella primera mitad
del siglo XVII. Fue en el año 2003 cuando se tomó la iniciativa de recuperar
esta antigua junta entre salacencos y
roncaleses; aquél año, simbólicamente se aprobó el acta de 1617, y se hizo
lectura, por parte de los presidentes de las Juntas Generales de ambos valles,
del Manifiesto de Zaltungorri. Se
celebró durante cuatro años consecutivos, alternando su celebración en Roncal y
en Ezcároz, sin embargo desde 2006 no ha vuelto a celebrarse.
Y la tercera de las juntas que celebraban anualmente los roncaleses era la denominada Junta de Puyeta, o Junta de San Miguel.
Junta de Puyeta
Esta tercera junta
la celebraban los roncaleses con sus vecinos ansotanos (Ansó y Fago). Su nombre
oficial parece que era Junta de San
Miguel, mientras que a nivel popular se le conocía con el nombre de Junta de Puyeta, por celebrarse en la
ermita de Puyeta, cuyo interior acoge la imagen de la Virgen de Puyeta, patrona
de Ansó; esta ermita está situada dentro del término de Ansó, junto a la muga
con el término de Garde. Se celebraba el 29 de septiembre, festividad de San
Miguel.
Lamentablemente de esta junta no se conocía documento alguno, es más, se desconocía su
existencia. En ninguno de los archivos de Ansó ni del Roncal quedaba constancia
de su existencia, seguramente porque los libros de actas se conservaban en la
propia ermita; y por otro lado, no tenía sentido que el Roncal celebrase juntas con los vecinos de Salazar y de
Baretous, y no lo hiciese con los de Ansó.
La solución a este enigma apareció en el año 2000,
que es cuando la Junta del Valle de Roncal adquiere un lote de documentos de
los siglos XVI y XVII, la mayoría de ellos relacionados con el conflicto
originado en 1612 al no recibir ese año los roncaleses las tres vacas que
tenían que entregarles los de Baretous. En aquél año los alcaldes de Isaba,
Urzainqui, Uztarroz y Garde acudieron en septiembre a la Junta de San Miguel, que anualmente celebraban con los ansotanos en
Puyeta, para reclamarles que ejerciesen su papel de mediadores ante este
litigio que les enfrentaba con los bearneses, igual que ya lo habían hecho en
el siglo XIV a través de la sentencia arbitral de 1375. Así pues, el hallazgo
del acta de la Junta de San Miguel
celebrada el 29 de septiembre de 1612, hace exactamente cuatro siglos, es la
que permitió descubrir, o confirmar, su existencia. A su vez, toda la
documentación de aquel litigio viene a transmitirnos que esa junta anual entre ansotanos y roncaleses
era algo que se venía haciendo desde siempre.
Estamos, por tanto, ante un documento único, que
nos demuestra que en 1612 se celebró esa reunión, que nos permite saber que
tenía periodicidad anual, que venía celebrándose con anterioridad, pero lo que
no nos revela es hasta cuando se mantuvo viva esta tradición.
Es así como en el año 2006 se pone en marcha una
serie de contactos entre ambos valles, que dieron como fruto la recuperación de
esta junta en el año 2008. El 4 de
octubre de ese año la ermita de Puyeta vivía un día histórico; roncaleses y
ansotanos volvían a reunirse de la misma forma, y con el mismo espíritu, que se
hacía siglos atrás.
Desde entonces viene celebrándose
ininterrumpidamente. Ansotanos y roncaleses caminan juntos, de la mano. Hablan
y se escuchan; le dan a la palabra el valor que siempre ha tenido en el
Pirineo. La lección está allí, en torno a una vieja mesa. No hace falta más.
Junta de Puyeta - 2008 |
MANIFIESTO DE
PUYETA
(Texto del manifiesto con el que culmina desde 2008 cada una de las
ediciones de la Junta de Puyeta)
En la ermita y paraje
de Puyeta, reunidos con fecha (…) las autoridades y vecinos de los valles de Ansó
(Huesca) y de Roncal (Navarra).
Hubo un tiempo, siglos atrás, no sabemos hasta cuando, en el que ansotanos y
roncaleses nos reuníamos una vez al año en esta ermita y paraje de Puyeta, y lo
hacíamos en el mes de septiembre, el día de San Miguel. Aquí se reunían las
autoridades de ambos valles para escucharse, para dialogar, para compartir
problemas, y para buscar soluciones a los mismos. A aquel acto se le llamaba
Junta de Puyeta, o Junta de San Miguel. Era la fuerza del diálogo. Era con la
palabra como solucionábamos cada problema que surgían. Eran pactos de hermanos,
hermanos de sangre, pues era el Pirineo quien corría por nuestras venas.
Nos unía entonces una misma lengua vascongada; nos unían entonces –y nos unen
ahora- unos mismos montes; nos unían los caminos y quienes a ellos les daban
vida; nos unían… y nos siguen uniendo… el vuelo del águila, el tránsito de las
ovejas, los destinos almadieros, la faja y el calzón, el oso, y sobre todo una
rica y extensa historia que desde el siglo VIII nos ha visto caminar juntos en
muchas ocasiones.
A nadie se le escapa que de la proximidad nace el roce, y que por ello nuestra
vecindad es también una historia de pleitos; el uso de los pastos, de las
fuentes, los prendamientos de ganado… eran motivos de tensión entre nosotros.
En esto somos iguales a cualquier lugar del mundo.
Inicialmente fuimos fundadores de un mismo reino y de una monarquía, lo que
posteriormente fue el Reino de Navarra; posteriormente el devenir de la
historia, siempre caprichoso, quiso que pese a nuestra vecindad perteneciésemos
a reinos diferentes, con castillos y tropas enfrentadas.
Pero lo que tampoco se le escapa a nadie es que unos y otros, ajenos en muchas
ocasiones a esas tiranteces, hemos convivido juntos en un mismo espacio, nos
hemos unido cuando el enemigo invasor nos acosaba; y hoy es el día en el que
nuestra sangre está entremezclada: los apellidos, los nombres de las casas, los
topónimos… son un recuerdo permanente de esa realidad.
Es por ello que hoy, como hacían antaño nuestros antepasados, queremos reeditar
esta reunión anual, aquí, muy cerca de donde se unen nuestros valles, ante la
Virgen de Puyeta.
Los nuevos tiempos van marcando la desaparición de aquellos problemas de
antaño, pero los compensan con la aparición de situaciones nuevas, con
problemas comunes, a los que razones tácticas, y sobre todo de sangre, nos
invitan a unirnos, a valorarlos juntos, a comentarlos juntos, a buscar juntos
una solución, porque nuestros pueblos y nuestros valles demográficamente están
heridos, compartimos un mismo panorama desolador, y juntos tenemos que hacerle
frente.
Y desde la toma de conciencia de esta triste realidad que tenemos delante,
queremos a la vez proclamar que durante siglos hemos demostrado una y otra vez
que somos capaces no sólo de afrontar cuantos problemas se nos han puesto
delante, sino de superarlos siempre con éxito. Y esta vez no va a ser la
excepción.
Desde Puyeta, ansotanos y roncaleses, unidos en el recuerdo a Miguel Grima, nos
sentimos comprometidos a no reconocer, nunca, otra arma que no sea la palabra.
El valor de esta es sagrado en el Pirineo, con ella hemos sellado siempre
nuestros pactos, con ella hemos solucionado siempre nuestros problemas. Que
nunca más volvamos a sufrir las consecuencias de haber prescindido de la
palabra.
A ello nos comprometemos las autoridades de ambos valles, en esta ermita de
Puyeta; igual que nos comprometemos a reunirnos aquí, año tras año, a partir de
este.
Así sea.
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